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Edición 105

event 22 Julio 2023
schedule 4 min.
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Valentina Chavarría Cifuentes
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María José Chitiva Londoño
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  • Poplíticas: diferentes miradas al periodismo de entretenimiento

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    #FreeBritney. El nuevo cuerpo de Kim Kardashian. El juicio de Johnny Depp versus Amber Heard. La cancelación de Kanye West. Imagina esto: eres el editor de un periódico, de una revista o de un sitio web y debes organizar el material de los periodistas de tu redacción, ¿en cuál sección publicarías cualquiera de estas noticias? Estamos seguras de que automáticamente pensaste en espectáculos, farándula o entretenimiento. 

     

    Popliticas

    Ilustración: Color Seven Lab

    En el periodismo hemos usado indiscriminadamente estos términos y hemos asumido que son iguales. Sin embargo, sí existen diferencias entre ellos. Podríamos decir que periodismo de espectáculos, por ejemplo, es el que hace seguimiento de los famosos y los personajes públicos; el de farándula –también conocido como prensa rosa o del corazón– se dedica a explotar las intimidades de estos y el periodismo de entretenimiento está vinculado a los estrenos y las actualidades del cine, la televisión o la moda.

    A pesar de que puedan trazarse estas distinciones, lo cierto es que muy poco se ha investigado sobre estas áreas del periodismo. Joel Penney, doctor en Comunicación y autor del libro Pop culture, politics, and the news: entertainment journalism in the polarized media landscape, afirma que “se conoce muy poco acerca de cómo se produce y se consume este tipo de periodismo”. Ilógico, ¿no? Cuando pensamos en el periodismo mainstream solemos achacarle adjetivos como masivo y a lo masivo lo asociamos con un campo amplio de investigación. Pero ¿por qué este tema es la excepción?

    El mundo occidental ha configurado su pensamiento de manera dual. Las cuestiones filosóficas más importantes han sido analizadas a partir de divisiones: cuerpo versus espíritu, femenino versus masculino, cultura versus naturaleza. Una de esas dualidades más llamativas en el campo de la cultura es la que marca diferencias entre la “alta” y la “baja” cultura. La primera hace referencia a las obras producto de la intelectualidad y las bellas artes. La segunda, como lo propuso el experto en estudios culturales Jonh Storey, es una “categoría residual” en la que se dan todas aquellas prácticas culturales que no tienen cabida en la “alta cultura” como el cine, la televisión y la música popular. Es decir, por un lado, las distinciones también están asociadas a la dificultad y profundidad intelectual que, se asume, requiere la alta cultura y, por otro lado, a la superficialidad y la banalidad de la que, supuestamente, da cuenta la baja cultura. Esta división no solo permeó a la sociedad y la academia, también al periodismo. Cultura mainstream es un libro que describe y analiza la expansión de la industria del entretenimiento alrededor del mundo. Su autor, el periodista francés Frédéric Martel, narra cómo en los Estados Unidos del siglo XX el periodismo cultural se transformó ante la inevitable popularización de las expresiones provenientes de la cultura de masas o baja cultura. 

    Los críticos y los periodistas culturales se enfrentaron a la necesidad de crear nuevas maneras de narrar sus contextos y con esto “difuminar las fronteras y borrar esa división considerada ahora elitista, europea, aristocrática y francamente antidemocrática”. Según Martel, estos cambios están relacionados con el esfuerzo por mantener un equilibrio entre el arte y el entretenimiento, lo serio y lo banal. Actualmente, la mayoría de medios de comunicación dividen sus notas en secciones duras y blandas, los temas calientes y fríos configuran una jerarquía temática en el oficio periodístico. En la base de la pirámide se pueden encontrar cuestiones culturales como el cine, la moda, la literatura y el mundo de los famosos, y en la cima asuntos asociados con la política, la economía y las leyes. 

    Además de este rango de importancia informativo, hay que mencionar el desprestigio que tiene el periodismo de entretenimiento. Según Ramón Pineda, periodista y profesor de varias escuelas de periodismo en Medellín, en Colombia este tipo de periodismo “es regular ya que carece de investigación y suele estar ligado a intereses empresariales, lo que hace que sea complaciente y poco crítico”. Al igual que los contenidos, los prejuicios también están dirigidos hacia los periodistas que cubren estas noticias. Lux Lancheros, periodista de moda, reflexiona acerca de su experiencia y dice que sus colegas son vistos como “los que no hacen periodismo serio, como los que más se divierten, pero no es así: en estos temas también hay problemáticas sociales, pero esto no lo ven los periodistas de la vieja escuela. Las universidades no ven que es un error desprestigiar estas temáticas”. 

    Sería ingenuo no reconocer las falencias de muchos medios en el cubrimiento de esta área periodística: su falta de profundidad y contexto al momento de informar y la obsesión de convertir asuntos de la vida privada en públicos. Pero hay excepciones. Pineda reconoce que en el país han existido buenas propuestas de periodismo de entretenimiento como las revistas Caras, Cromos y Bocas. Considera que la clave para un buen periodismo de este tipo “está en volverse experto en el tema para hacer buenas preguntas”. 

    Por la calidad de este periodismo también se ha preguntado el consultorio ético de la Fundación Gabo y su respuesta es que “la excelencia se encuentra por el lado del servicio al lector”, en el sentido en que debe dignificarlo, estimular su inteligencia y brindarle herramientas críticas que le sirvan para disfrutar las experiencias culturales.

    En el fondo la discusión vuelve a un par de preguntas clave: ¿por qué las personas buscan el periodismo de entretenimiento?, ¿por qué el hombre se entretiene y disfruta hacerlo? En su libro Buen entretenimiento, el filósofo Byung-Chul Han afirma que “a los hombres les gusta entretenerse […] y se chiflan por historias llenas de aventuras, por imágenes coloridas, por una música marchosa y por juegos de todo tipo, o dicho brevemente, por una comunicación light, por participar sin ceremonias y sin grandes pretensiones ni reglas”. En la experiencia humana no es excluyente el entretenimiento de la política o el trabajo: todas esas áreas se entrelazan, conviven, habitan en el centro y le otorgan sentido al individuo y a la sociedad.

    En ese sentido, la jerarquía informativa del oficio puede ser desplazada por historias críticas y éticas que tengan como preocupación principal narrar la sociedad con toda la complejidad que posee. Esta tarea ya está en marcha.

    #FreeBritney. El nuevo cuerpo de Kim Kardashian. El juicio de Johnny Depp versus Amber Heard. La cancelación de Kanye West. Cada uno de estos acontecimientos demuestra que el entretenimiento y la política no son asuntos excluyentes: el feminismo, las políticas sexuales, los asuntos identitarios y el funcionamiento de una industria son temas imprescindibles para comprender el presente y el futuro de estos acontecimientos. Como señala Joel Penney, “actualmente, las noticias asociadas con el entretenimiento contienen los asuntos políticos más importantes del momento. Este tipo de periodismo ocupa una posición prominente en las conversaciones políticas que se sostienen en la esfera pública”. 

    Más que esforzarse por mantener el equilibrio entre lo serio y lo banal que mencionaba Martel, el periodismo de entretenimiento es un área de múltiples posibilidades porque puede conjugar el goce y la diversión que traen consigo las expresiones culturales contemporáneas, como también las responsabilidades éticas que implican el oficio periodístico. En vez de romper el balance, armonizar la política, la cultura, lo serio y lo rosa. Esa debería ser la ambición de un periodismo que tenga como fin el entretenimiento.