El primer factor es el carácter bilateral del acuerdo. Este es resultado de la discusión y el consenso entre las partes sentadas en la Mesa de Conversaciones de Paz. Lo que hace que desaparezca la condición crítica que había indicado el ELN, cuando decidió no aceptar el cese al fuego anunciado por el Gobierno el 31 de diciembre de 2022. Ahora, por fin, se tiene un acuerdo con el que las dos partes se sienten cómodas. Incluso, el acuerdo fue refrendado por el presidente de la república de Colombia, Gustavo Petro, y por el máximo comandante del ELN, Antonio García, quienes se comprometieron a trabajar en terreno en el cumplimiento de los mismos.
El segundo hecho es la cobertura nacional. Aunque para algunos este puede ser un problema –dado la estructura federada de la organización y el comportamiento cuasiautónomo que tienen los frentes de guerra del ELN–, para otros resulta una decisión acertada la aplicación del acuerdo a todo el país. Para el ELN esta decisión se convierte en una buena oportunidad para demostrarles al país y al mundo, como lo dijo Antonio García, el dominio que tiene la comandancia sobre toda la tropa y la unidad de mando que caracteriza a este ejército.
El tercero, es el carácter temporal. Como dijo el alto comisionado de Paz, este acuerdo es inédito, en el sentido que plantea un cese al fuego sin antecedentes para las partes. Hace seis años, en el contexto de la visita del papa Francisco a Colombia en 2017, se firmó un acuerdo de 100 días; ahora este promete llegar hasta el 3 de febrero de 2024 –que comienza con una fase de alistamiento el 9 de junio y otra de implementación plena, que durará 180, a partir del 3 de agosto– y advierte que podría renovarse, dependiendo del balance y los resultados que se tengan.
Finalmente, existe otro aspecto que aumenta aún más la confianza en el cumplimiento de lo pactado: se construirán, antes del inicio pleno del cese al fuego, unos protocolos de cumplimiento, donde se tendrán en cuenta asuntos técnicos y metodológicos y se pondrá al frente del monitoreo y la verificación a la comunidad internacional, representada en el país por la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la organización con mayor experiencia en el mundo en este tipo de tareas.
En síntesis, aunque se ha dicho que lo más difícil de un acuerdo sobre un cese al fuego es la implementación y su cumplimiento, estamos frente a un pacto que promete cumplirse a cabalidad. Como se indicó, se tienen por lo menos cuatro componentes que presionan para que este inédito acuerdo de cese al fuego con el ELN se cumpla y que se tenga un segundo semestre de 2023 con un actor armado presionando menos con las armas al Estado y la sociedad colombiana.