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Edición 105

event 22 Julio 2023
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Gillian Varela Agudelo
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Carmen Carolina Garnica
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  • La promesa (aún no cumplida) del cine colombiano

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    La producción de cine colombiano se ha multiplicado por cinco durante los últimos 10 años. Mientras en 2010 se estrenaron 10 largometrajes nacionales, en 2022 llegaron a las salas de cine 57 cintas. Sin embargo, a pesar de los avances en la legislación y de los reconocimientos internacionales, el país aún parece estar lejos de consolidar una industria cinematográfica: los estímulos no son suficientes y los espectadores prefieren el cine de Hollywood.

     

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    Ilustración: Jhojan Meneses - @alverja_

    En 2003, como un esfuerzo por desarrollar la producción de películas en Colombia, el Congreso promulgó la Ley 814 (Ley de Cine). De acuerdo con el Ministerio de Cultura, el propósito de la norma era contribuir a que ese sector se transformara gradualmente en una industria sostenible. Hoy, 20 años después, se producen más películas que nunca, muchas de ellas son premiadas internacionalmente en festivales de renombre, el país se convirtió en un destino atractivo para la filmación de películas extranjeras, pero ¿se ha cumplido la promesa de una industria cinematográfica sostenible?

    Lina Marcela Pérez, productora ejecutiva de la distribuidora audiovisual E-motion y docente investigadora de la Universidad de Antioquia, dice que Colombia es uno de los países latinoamericanos con mejores incentivos tributarios para la producción cinematográfica. Y eso se debe, en parte, a que la Ley de Cine creó el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC) y estableció estímulos tributarios para quienes inviertan o donen a proyectos cinematográficos nacionales. El FDC recauda los impuestos derivados de la exhibición y distribución de las películas con el propósito de reinvertirlos en la producción, promoción, difusión e investigación del cine nacional.

    Pero ¿son suficientes los estímulos del FDC? Para Laura Arias, integrante de la plataforma digital Tercer Cine que se dedica a la divulgación y el análisis del cine colombiano, estos estímulos son mínimos. “El FDC financia alrededor de cuatro producciones al año. ¿Qué pasa con las otras más de 50 películas que se estrenaron el año pasado? ¿Dónde consiguieron la plata?”. La industria del cine en Colombia, asegura Arias, aún es “precaria”: “Casi todo se produce con las uñas, no hay presupuestos y los presupuestos que hay no alcanzan”.

    Pérez, por su parte, considera que el acceso a los incentivos gubernamentales es una gran oportunidad para pequeños cineastas y no son tan difíciles de conseguir. “A los estudiantes de la Universidad de Antioquia les ha ido bien. Mateo Vallejo, egresado de Comunicación Audiovisual y Multimedial, ya ha realizado cuatro producciones financiadas con los recursos del FDC”, dice. Para la productora los estímulos del fondo son para directores que se salen de la línea de lo comercial y que encuentran en estos una ayuda para financiarse sin tener que depender de la taquilla: “Es la mejor manera de hacer proyectos de una forma sostenible”.

    ¿Existe la industria colombiana de cine?

    Aunque en Colombia se producen cada vez más películas, no puede decirse que exista una industria cinematográfica. Si miramos el panorama latinoamericano, encontramos otros países con industrias más consolidadas. Según datos de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica, en 2022 se estrenaron 81 películas mexicanas; mientras que el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de Argentina indica que se produjeron 281 filmes.

    Los 57 largometrajes colombianos de 2022 no pueden competir con esas cifras. Se acerca más a lo que ocurre en otros países de la región: de acuerdo con Cinencuentro, en Perú, se estrenaron 71 largometrajes en 2022 y el Catálogo Internacional de Cine Chileno 2022 registra 115 películas, entre largometrajes y cortometrajes de ficción, documental y animación (58 largometrajes).

    En su pódcast, Tercer Cine se cuestiona si existe una industria del cine colombiana y concluye que no: “Más bien hay un modelo de producción industrial”. Al respecto Arias habla de un modelo precario, donde las capacidades de producción y distribución no están lo suficientemente desarrolladas como para hablar de una industria: no existe la posibilidad de alquilar equipos o pagar a grandes actores, las únicas grandes productoras “son Dynamo, que le produce a Netflix, y Dago García Producciones”, dice.

    Uno de los principales argumentos de Arias para afirmar la precariedad del modelo es que en Colombia no se puede vivir del cine. “Existen directores con trayectoria y reconocimientos internacionales, pero no pueden consagrarse”. Necesitan dedicarse a otras cosas para subsistir, porque con el cine no les alcanza. “Nadie vive del cine en Colombia. Viven los productores de Caracol y RCN, Dago García y los que hacen telenovelas”, agrega.

    En los últimos años, la industria del cine se ha visto afectada por la pandemia y el auge de las plataformas de streaming. Mientras en 2019 Colombia estrenó 48 películas propias, en 2020 apenas 21. Aunque en 2022 la industria se recuperó con 57 largometrajes, la taquilla nacional ganó solo la mitad de lo recaudado en 2019 (20.123 millones de pesos). En resumen, aunque ahora se estrenan más películas que antes de la pandemia, menos personas están yendo a verlas: “El reto pospandemia es volver a llenar las salas”.

    A la pregunta central de si es rentable el cine colombiano, la respuesta de Arias es un no rotundo. “Las grandes películas tienen coproducciones internacionales y la plata llega de afuera. Si consigues la plata, independientemente del director, va a ser muy difícil que llegue al público y recuperar esa inversión”. Por ejemplo, Monos (2019), una de las películas colombianas más exitosas de los últimos años, ganó reconocimientos internacionales como el Premio Especial del Jurado en la Categoría Cine Internacional del Festival de Sundance. Sin embargo, la película costó 2 millones de dólares y solo recuperó 1.3 millones en taquilla.

    Otra de las características que marca al cine colombiano es que, en su mayoría, es un cine de autor: una propuesta audiovisual en la que importa la mirada del director. Los directores que se dedican a ese tipo de producciones se enfrentan a muchas más dificultades para financiarse: “Los artistas piensan en sí mismos, en su obra. En esos casos lo importante es conseguir reconocimientos porque así va a ser más fácil que las películas se distribuyan en las salas, tengan promoción y la gente llegue a verlas”, afirma Arias.

    En Colombia la calidad de la producción, la complejidad de la historia o la popularidad de una película en festivales tiene poco que ver con su éxito en taquilla. Las diferencias entre las taquillas de películas comerciales y las colombianas son abismales: mientras que una película como Avatar 2 (2022), estrenada en diciembre, tuvo una asistencia de 956.272 personas (récord en el país), Los reyes del mundo (2022), la película de Laura Mora que estuvo en boca de la prensa y obtuvo promoción y reconocimiento global, apenas alcanzó los 28.117 espectadores en su primer fin de semana en las salas del país.

    ¿Por qué la gente no ve cine colombiano?

    El interés del público en producciones colombianas lo despiertan comedias como El paseo, de Dago García Producciones. La película fue estrenada en 2010 y consiguió más de un millón de espectadores. Desde entonces ha tenido cinco secuelas, la última de ellas, El paseo 6, fue estrenada en 2021. Estos datos influyen en la dinámica de mercado y las decisiones de las empresas que se encargan de la distribución y exhibición de cine en el país. Cine Colombia y otras pocas marcas dominan ambos mercados y generan un oligopolio que apunta al gusto de públicos generales. Eso implica, entre otras cosas, que la mayoría de las películas colombianas no duren más de una semana en cartelera y después se vuelvan de difícil acceso.

    Daniela Otálvaro, divulgadora cultural del Centro Colombo Americano y colaboradora de Kinetoscopio, revista especializada en crítica cinematográfica, dice que esas decisiones se explican por el interés del público y las apuestas de negocio que toman las distribuidoras a partir de ese interés: “Tiene que ver con que no tantas personas quieren ver cine colombiano, y con la publicidad y la distribución. El año pasado Top gun: Maverick (2022) estuvo cinco meses en cartelera, porque es el tipo de película que le gusta a la mayoría de la gente. El cine colombiano se muestra en carteleras comerciales como Cine Colombia y dura tres semanas a lo sumo”.

    Además, si los recursos para la producción son precarios, los destinados para la promoción son casi inexistentes. Arias menciona lo difícil que es enterarse de los estrenos de películas colombianas para alguien que no busca informarse activamente: “No hay campañas de comunicación, publicidad o una estrategia fuerte de difusión porque no hay plata”.

    Hay excepciones como El abrazo de la serpiente (2016) o Los reyes del mundo, que tuvieron estrategias de comunicación más efectivas y consiguieron mayores audiencias. Pero esto solo ocurrió después de haber obtenido reconocimiento internacional: con los premios consiguieron mejor promoción y distribución. Un caso reciente interesante es La jauría (2022), que se estrenó una semana antes que Los reyes del mundo, también participó en el Festival de San Sebastián, pero no ganó ningún reconocimiento y salió de cartelera poco después. Sin embargo, en diciembre de ese año, cuando fue nominada en los Premios Goya 2023, la programaron de nuevo.

    “Ese es el cine colombiano que se ve en salas: el de festivales, premios, reconocimientos, que no todo el mundo está dispuesto a ver. Mientras que un cine que no necesariamente llega a grandes festivales, pero igual tiene reconocimiento y puede ser más afín al público, es más difícil que llegue porque el monopolio de Cine Colombia solo muestra este catálogo internacional. Cine Colombia es la única empresa que tiene presencia en 93 ciudades de Colombia y si solo presenta Avatar 2, ni siquiera Los reyes del mundo, va a ser muy complejo porque es la única pantalla a la que la gente tiene acceso”, explica Arias.

    Ella misma propone cambios en casi todas las etapas de producción y distribución para hacer rentable al cine colombiano: “Fortalecer el medio para que se puedan producir películas y para que la gente las vea y fortalecer la Ley de Cine y el FDC para aumentar los fondos. No producir por producir sino también abrir y fortalecer espacios. Y generar una formación de público, que las personas se den cuenta de que en el cine colombiano hay un catálogo muy amplio, no las mismas tres películas del conflicto”.

    Y es que incluso en las principales ciudades del país el acceso al cine nacional es limitado: en Bogotá y Cali existe la Cinemateca, en Medellín el Centro Colombo Americano, el Museo de Arte Moderno y unas pocas salas alternativas de las empresas de cine comercial. A eso se suma el desconocimiento de los públicos de plataformas como RTVCPlay que tiene un catálogo gratuito de cine colombiano. Arias menciona que en la medida en que se promocione la oferta real del cine colombiano y haya más espacios para verlo “va a haber más gente que vaya a ver las películas. Tiene que haber más salas y así habrá mayores ingresos en taquilla”.

    Finalmente, Daniela Otálvaro considera importante destacar las historias que se están contando en las películas colombianas y lograr que el público se acerque a esos relatos que hace tiempo dejaron de reducirse a algunos géneros o temas: “Necesitamos vernos reflejados en la realidad de Colombia, salir de la casa, ver las historias de otras personas, entender sus luchas, esa realidad que puede ser diferente a la de nosotros, ser más empáticos. Que entre todo lo que estoy viendo, haya algo que me ayude a ser más humana y empática con la realidad de mi país”

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