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Edición 102

event 21 Abril 2022
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Carolina Londoño Quiceno Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla. Yesenia Palacio Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.
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  • “Antes era para no morirnos, ahora es para que tengamos un proyecto de vida”

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    Mónica del Pilar Roa, abogada bogotana y defensora de los derechos sexuales y reproductivos, fue la mujer que en 2006 lideró el proceso para la despenalización del aborto en tres causales. Con motivo del fallo de la Corte Constitucional que despenaliza el aborto hasta la semana 24 en cualquier circunstancia, hablamos con ella sobre su lucha por esta causa y su visión en retrospectiva.

    Aborto Monica Roa

    La niña nació en 1976, en Bogotá, y creció rodeada de mujeres. La madre, la hermana. Las tías, las primas. De su papá tiene pocos recuerdos. Sus padres se separaron cuando ella tenía diez años. La niña Mónica del Pilar albergó el dolor de la ausencia de su padre. Sin embargo, no tener a un hombre en casa la hizo sentirse libre.

    La niña, ahora una joven, estudió Derecho en la Universidad de los Andes. Consiguió un trabajo adicional para poder pagar la matrícula. Allí afianzó sus intuiciones feministas en las lecturas, en las discusiones, en preguntarse a sí misma y replantearse sus posturas. Cuando viajó a Nueva York, ya siendo abogada, estudió la justicia de género e investigó cómo se manejaban los derechos reproductivos en otros países. En las discusiones con otras y otros colegas aparecía constantemente el tema del aborto.

    La joven, ya adulta, se despertó una noche pensando si, como ciudadana colombiana, podría presentar una demanda para despenalizar el aborto. Habló con la abogada Viviana Waisman, fundadora de la oenegé Women’s Link Worldwide y, en alianza con esa organización, se propusieron la despenalización del aborto en Colombia. Ya no desde el Congreso en un proyecto de ley, porque antes se habían caído ocho, sino desde la exigencia de los derechos de las mujeres, desde la Constitución y la Corte.

    Empezó la odisea en 2005. Viajes por el país, reuniones infinitas, entrevistas. Hablar, aparecer. La cara de Mónica del Pilar Roa aparecía por todas partes defendiendo su causa con amor y coraje. Recibió abrazos y gratitud. También insultos y amenazas. Tenían en contra a políticos, medios de comunicación y a la Iglesia, pero ganaron. Ella y las mujeres. El aborto sería legal en tres situaciones:

    1. si estaba en peligro la salud o la vida de la mujer,
    2. si existía una malformación del feto que lo hiciera incompatible con la vida,
    3. o si el embarazo era resultado de una violación, transferencia de óvulo fecundado o inseminación artificial no consentida.

    Tuvo que andar con guardaespaldas. En 2012, se fue para España. Fundó Puentes, una organización donde ofrece servicios de formación, investigación y experimentación narrativa, para avanzar en la equidad de género y la justicia social con otras organizaciones feministas en el mundo.

    Quince años después buscamos a la mujer que abanderó la primera lucha por el aborto que salió victoriosa en nuestro país y esto fue lo que nos compartió:

    Cuando empezaste a liderar esta demanda hace más de 15 años, el ambiente político y social era muy distinto, ¿qué te tocó afrontar?

    Muchas cosas. Por un lado, había que construir un debate laico. En ese entonces, el debate era principalmente religioso y nuestra primera pelea era que si los periodistas querían llevar a alguien más con quien debatir, no llevaran a gente de la Iglesia. Yo decía: “Soy abogada, ojalá lleven a un abogado y discutimos con argumentos de derecho constitucional”. De hecho, la primera vez que logré que llevaran una abogada fue la de la Conferencia Episcopal.

    El otro asunto es que hablaba con hombres. En esa época no había mucha conciencia de que las voces de las mujeres eran fundamentales. Políticamente, tampoco había apoyo de nadie. Hoy en día, por lo menos hay algunos políticos involucrados, pero el tema del aborto en Colombia ha avanzado sin apoyo político. Ha sido una victoria del movimiento de mujeres.

    La despenalización del aborto no ha sido un proceso lineal, sino de idas y venidas, de avances y retrocesos…

    Es complicado dar cuenta de todo porque los procesos son tan complejos que se van a quedar cosas por fuera. En los setenta, se presentaron unos proyectos de ley para despenalizarlo en ciertas circunstancias, pero nunca lograron un primer debate serio en el legislativo. Cuando yo llegué en 2005, parte de lo que propuse fue no hacerlo por vía legislativa sino ante la Corte Constitucional, porque al fin y al cabo es un tema de derechos. El debate ante la Corte Constitucional duró más o menos un año y medio hasta que ganamos. El siguiente reto fue implementar de manera correcta esa sentencia. Cuando llegó Alejandro Ordóñez como procurador, las cosas se complicaron. Teníamos el poder del Mesa por la Vida, Católicas por el Derecho a Decidir, Profamilia, Oriéntame

    Nos gustaría saber cómo llegaste a la causa, como mujer y como abogada. Sabiendo que antes era un tema más tabú.

    A mí en el colegio me pusieron un documental llamado El grito silencioso, sobre un feto que está siendo abortado. Yo crecí con esa idea.

    Incluso cuando estaba estudiando Derecho me resonaba mucho el argumento de la defensa del indefenso. Pero cuando empecé a trabajar en derechos humanos me di cuenta de todo lo contrario: ese argumento protege la vida de la mujer. Luego, empecé a conocer las historias de las mujeres y a entender que ellas efectivamente ponen en riesgo sus vidas y su integridad, cuyos casos eran resultado de violencia, discriminación y vulnerabilidad. Entre más te metes, más historias conoces y ahí no hay vuelta atrás.

    Hay un caso que es icónico y ejemplo de por qué defender el aborto es defender la vida, y es el de Martha Sulay González, una mujer que vos acompañaste, ¿cómo la conociste?

    Cuando estábamos viajando un grupo de mujeres en Pereira se nos acercó porque querían que conociéramos a Martha Sulay. Ya llevábamos un año esperando la decisión de la Corte, eran los primeros meses del 2006. Martha nos contó su historia. Era una mujer muy pobre, trabajaba para mantener a sus tres niñas. Le habían hecho una ligadura de trompas que le quedó mal y quedó embarazada otra vez. Cuando el médico la vio le dijo que estaba embarazada y además tenía cáncer intrauterino.

    Martha pidió el tratamiento para el cáncer, pero el médico le respondió:

    “No, porque aquí el aborto está prohibido, el tratamiento es peligroso y yo tengo que proteger al feto”.

    Ella no tenía ni los recursos ni la información para buscar alternativas. Su embarazo avanzó sin ningún tipo de tratamiento. Después de dar a luz, el cáncer ya le había hecho metástasis y la desahuciaron. Yo la conocí después de eso. Martha decía:

    “Yo quiero que mi historia sirva para que otras mujeres entiendan la importancia de que el aborto esté disponible”.

    Ella vivía en Pereira, pero de pura casualidad estaba en Bogotá el día que salió la sentencia de la Corte. Llegó a la oficina y recuerdo mucho ese sentimiento de contradicción tan grande porque ganamos, pero al mismo tiempo sabíamos que para ella ya no iba a ser útil. Sin embargo, llegó gritando: “¡Ganamos, ganamos!”. Esa noche lloramos sin fin.

    Martha murió un año después. Su historia se convirtió en el símbolo de lo que estábamos peleando, que es distinto a lo que estamos peleando ahora. Antes era para que las mujeres no murieran, ahora es para que podamos tener un proyecto de vida.

    Y justamente este fallo que garantiza más nuestros derechos reproductivos y sexuales nos amplía la posibilidad de construir ese proyecto de vida libremente. Y pensar que quienes satanizaban las tres causales ahora afirman que eran suficientes…

    Por eso sabemos que no es un argumento de buena fe. Las personas que prefieren la sentencia de antes no es porque estén de acuerdo, sino que están diciendo “no frieguen más”. En su momento, a mí me querían quemar viva. Y ninguna de esas personas se preocupó ni hizo nada para asegurar que las causales se implementaran correctamente, todo lo contrario. La razón por la que es tan importante este nuevo fallo es porque las causales claramente no eran suficientes y las que estaban pagando las consecuencias eran las mujeres, sobre todo aquellas que no tenían ni la información, ni los recursos; aquellas que enfrentaban el dilema de la cárcel o la muerte.

    Y esas personas no entienden que precisamente eso es lo que estamos celebrando…

    Si ustedes les preguntan a las chicas qué están celebrando en las calles con el pañuelo verde, estoy segura de que ninguna dirá: ”Yo voy a ser la que más aborta”. Ninguna celebra eso. Lo que todas queremos es educación sexual de calidad, protección frente a la violencia sexual, maternidad segura cuando elijamos ser mamás y que si alguien nos obliga a abortar, esa persona sea condenada. Creo que es muy importante repetir que el aborto tiene que prestarse tan pronto como sea posible y tan tarde como sea necesario, porque la idea no es esperar hasta la semana 23. Si a usted le parece éticamente muy complicado un aborto en la semana 24, pues únase a nosotras y ayúdenos a exigir que este se preste sin obstáculos.

    ¿Qué implicaciones tiene la tergiversación de este fallo? Por ejemplo, los sectores que replican la idea de que al ser legal el aborto va a ser la primera opción anticonceptiva...

    Me ha sorprendido la cantidad de veces que hay que aclarar que defender el aborto no quiere decir promoverlo. Buscar que el aborto sea legal no significa que queramos que todas las mujeres aborten. Es como cuando compramos un seguro de vida: una no se compra uno porque se quiera morir para ir a cobrar la plata, de hecho, esperas no tener que usarlo nunca, pero te da tranquilidad saber que está ahí, que es una alternativa en un momento difícil.

    El aborto es legal. Ahora vamos a luchar por una política integral en salud sexual y reproductiva para que efectivamente el menor número de mujeres lo tengan que necesitar. Hay que entender el aborto en un contexto completamente integral, donde hay una cadena de servicios de salud sexual y reproductiva que empieza con la educación sexual, pasa por el acceso a anticonceptivos y por las garantías para evitar la violencia sexual y los abortos forzados. Todo eso tiene que ir siempre de la mano para poder entender por qué celebramos.

    ¿Qué hay ahora que no había hace 15 años y que permitió esta decisión?

    Yo creo que hay dos cosas: primero, un cambio generacional. La nueva generación son las hijas de las madres que participaron en el debate anterior a quienes se les abrieron los ojos. Lo otro es un movimiento transnacional. Argentina y México impulsaron esa ola verde que llegó a Colombia, y seguramente ese movimiento transnacional va a impactar otros países y va a facilitar el cambio social que, con lógica de solo un país, no ocurrirían tan rápido.

    Vos fuiste perseguida, amenazada. Anduviste por años con guardaespaldas, por eso tuviste que irte del país en 2012 para España. Pero vemos que el contexto es distinto. ¿Qué les espera a las mujeres de Causa Justa?

    Estoy segura de que cuando el liderazgo es más colectivo, los riesgos se difuminan. El hecho de ver a un montón de chicas dándose la pelea hace que esta lucha sea más segura. Soy optimista. Por otro lado, vi en las noticias que habían amenazado a algunos de los magistrados que votaron a favor. Eso me entristece, pero no me sorprende.

    Como mujeres hemos sentido que al volvernos feministas, y al ser conscientes de las problemáticas que enfrentamos día a día por ser mujeres, comenzamos a sostener un muro, un muro que cansa, que causa angustia, pero que no podemos soltar. Quisiéramos saber si en toda tu lucha, te has sentido agotada, desesperanzada…

    Creo que es importante aprender a gestionar esa sensación de responsabilidad y de compromiso moral permanente, porque lo que no podemos es perdernos a nosotras mismas. Si queremos que el activismo sea sostenible, necesitamos cuidar de nosotras. Hubo un momento en el que yo tuve muy claro que el movimiento no necesitaba mártires, sino mujeres comprometidas y felizmente comprometidas. Si no puedo bailar, no es mi revolución: tenemos que divertirnos para que nuestro activismo sea sostenible a largo plazo.

    El remplazo generacional también es fundamental. Al principio, ustedes me decían que les parecía raro que yo no hubiera aparecido tanto en el cubrimiento de esta noticia, y lo he hecho muy a propósito: he dado muy poquitas entrevistas porque es importante que el protagonismo lo tengan otras mujeres, y así nos vamos redistribuyendo las cargas. El tema es cómo mantenemos nuestro compromiso con la justicia social y la justicia de género sin quemarnos por el camino. Y eso nos permitirá llevar con más ligereza esa carga que ustedes describen como un muro, porque claramente esto es un compromiso de toda la vida.

    Y después de tanta lucha, ¿ha valido la pena?

    Siempre vale la pena. Por mucho tiempo me quedé con la historia del primer aborto que se practicó después de la sentencia del 2006. Era el caso de una niña de 10 años que la había violado su padrastro. La abuela vio en las noticias que ahora podía abortar y la llevó. El hospital ni siquiera sabía, la sentencia no se había publicado, nadie sabía cómo se hacía.

    Fue una pelea terrible, pero al final esta niña pudo abortar y me acuerdo de que nos escribió una carta, con esa letra de niña de 10 años, feliz de poder volver a estudiar. Años después, nos contó que estaba celebrando porque se había graduado del colegio.

    Tenemos que enfocarnos en esas historias. Eso es lo que tiene que darnos la energía para seguir logrando cosas. El vaso sigue medio vacío, pero nosotras lo hemos medio llenado.

     

    Carolina Londoño Quiceno
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    Yesenia Palacio Tamayo
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    Fotografía: Cortesía de Mónica Roa

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