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event 31 Enero 2024
schedule 24 min.
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Juan David López Morales
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  • “Lo que quiero problematizar en Niebla es la figura de la víctima”

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    ¿Quién es, cómo es, cómo luce alguien que sufrió violencia sexual? El corto documental Niebla propone estas preguntas y cuestiona la mirada del espectador que espera lo crudo y lo explícito. Marcela Han, la directora, plantea en esta conversación las complejidades que se tejen entre la memoria y el lenguaje alrededor de esta violencia.

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    Fotos: Documental Niebla

    Cuando me contó, ¿qué me contó? Conocí a Marcela Han en el segundo semestre del 2015, cuando llegamos a El Tiempo como practicantes. Eran meses de cielos azules y días soleados en Bogotá. Quizás por eso recuerdo que ese día hacía sol, pero puede que la memoria me engañe. Ella recuerda que me contó durante una pausa en la jornada, pero no cómo me lo contó. ¿Fue en la mañana? ¿Era lunes o jueves?

    Lo que me confió ese día detonó, años después, la creación de Niebla, un corto documental estrenado en 2022. Ese año ganó como mejor corto documental nacional en el festival de cortos Bogoshorts. En 2023 se proyectó en el festival Cine en Femenino, y en la sala de cine del Edificio San Ignacio de la UdeA, en el marco del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos, en el que también fue reconocido como el mejor corto documental.

    Marcela prefiere que la presente como realizadora audiovisual, aunque también es politóloga y ejerció como periodista. Yo prefiero presentarla como mi amiga. Vivimos juntos casi cuatro años, hasta que la pandemia y nuestras búsquedas personales nos cambiaron de rumbo. Esta conversación parte de esa amistad, tanto como de la admiración que siento hacia ella y la certeza de que Niebla es imprescindible para complejizar la ya difícil conversación sobre las violencias sexuales, la memoria, el lenguaje y la justicia.

    ¿En qué momento de la vida estabas cuando rodaste Niebla? 

    Fue el año de la pandemia, 2020. La preproducción y el rodaje se dio en las cuarentenas. De hecho, en Niebla se ven las medidas de bioseguridad del momento. Estábamos muy aislados; eso también quedó plasmado en el corto, no solo por los tapabocas, sino también porque los diálogos son con mucha distancia entre las personas, lo que termina hablando de la soledad de haber pasado por una experiencia de violencia sexual, de esos cuerpos un poco aislados y fragmentados. 

    Eso en lo externo, ¿y en lo personal en qué estabas?  

    En la maestría. Aplacé el último semestre para enfocarme en esto. Renuncié a El Tiempo, me mudé, y le metí mi liquidación y todo mi dinero sin tener otro trabajo. Me adentré sin mucha certeza, pero con la convicción de que eran el tiempo y los recursos que merecía. 

    Niebla nació como proyecto de maestría, pero reunió un equipo de más de 10 personas. ¿Por qué tanta gente se involucró? 

    Creo que también tuvo que ver con la pandemia. En el contexto del mundo había muchas ganas de salir, superar el encierro, crear y aprovechar esa oportunidad de volcarnos a lo que realmente nos mueve. Eso influyó en que varios encontraran en Niebla un escape o una vía para crear algo. Yo me senté con cada una de las personas, por consejo de Juan David Blanco, el asistente de dirección que me guio en todo el proceso. Fue un voto de confianza de todos y todas por el que siempre he estado agradecida. Creo que veían una posibilidad de hacer algo por lo que siempre nos han dicho que tenemos que hacer algo.  

    Lo audiovisual apareció en esos mismos años. ¿Cómo llegó? 

    Siempre he buscado un vehículo para expresarme. Yo estudié Ciencia Política, sabiendo que no la iba a ejercer, porque quería llenarme de conocimiento de cómo funcionan las cosas. Luego pensé que era la escritura ese vehículo, por eso llegué al periodismo, pero nunca me interesó el lenguaje de la denuncia. Y en mi primer trabajo en El Tiempo como coordinadora de blogs sentaron a mi lado a Julián Espinosa, que terminó siendo luego mi jefe en audiovisual y dándome la oportunidad. Él expresaba muchas cosas con los videos que hacía, que se acercaban más a algo artístico, pero con mucha investigación. Me llamó la atención y empecé con la fotografía. Compré mi primera cámara, hice un curso como de cuatro horas y ahí se me abrieron muchas posibilidades. Se me abrió la curiosidad sobre todo por la imagen en movimiento. Desde ahí sé que en lo audiovisual encontré en lo que me quiero concentrar. Luego, empecé la maestría en Creación Audiovisual (Pontificia Universidad Javeriana) en 2019, pero no entré pensando en hacer algo como Niebla. Fue en la investigación que me di cuenta de que podía hablar de la frustración que había sentido en esos años de otra manera y vi que eso resonaba mucho en otras personas. 

    En Niebla no se dice explícitamente cuál es la “verdadera” Marcela, si las amigas y la mamá son reales o son actrices y qué le pasó. ¿Por qué? 

    Lo que quiero problematizar en Niebla es la figura de la víctima: ¿cómo nos acercamos a esta figura? Muchas veces, cuando una amiga o familiar nos cuenta algo así, la vemos como una víctima. Eso en el mejor de los casos, porque muchas veces nos negamos a creerle. Es una manera de blindarme a mí, a la actriz y a las personas involucradas que tuvieron un episodio doloroso en sus vidas de cualquier juicio que pueda emitir quien lo ve como un espectador que quiere satisfacer su morbo. Por eso partimos de asumir que te van a cuestionar cuando cuentas algo así. En Niebla una de las amigas cuenta que la gente cambió con Marcela y no con él. Entonces tiene que ver con el valor de la palabra y, frente a quien consume el cine, con la pregunta de por qué importa tanto que diga que la abusaron si ya lo sabe, por qué les pedimos a las personas que cuenten las vainas tal como son. ¿Qué pasa si no quiero, si me niego? Es la manera más digna que encontré de devolverle a este personaje el poder de su propia narrativa. El valor que le encuentro a Niebla y lo que tratamos de hacer al jugar con la ficción y crear este personaje, Marcela, que es coincidencia o no que se llame igual que yo, es que a través de este personaje se representan historias que han vivido muchas personas. 

    ¿Por eso decidiste hacer un casting y luego incluirlo en el corto? 

    La escena que abre podría ser un casting o unos testimonios, que es como lo más documental. Niebla está hecha de estas imágenes recurrentes que hemos visto y nos revela lo que hemos aprendido a leer sobre estas imágenes. Yo veo a estas personas contando eso y pienso que es un documental. Es ella entrando, siendo grabada y contando una historia. Ese juego entre la realidad y la ficción está ahí desde el inicio. Para el casting estaba escrita la misma historia, pero había partes en blanco que las actrices tenían que llenar. Por ejemplo, una parte decía “yo vivía con ___”. Una actriz dijo algo que me pareció muy fuerte, creo que en ese momento estaba viviendo eso: “Yo vivía con mi tío y con mi abuelo”, e hizo un gesto que fue importante para mí, porque de pronto sufrió algo viviendo con esos dos hombres mayores. Era parte de lo que quería: sí, es una actriz y es un casting, pero está poniendo parte de ella. 

    ¿Qué significa que la niebla represente a la memoria en casos de violencia sexual? 

    El lenguaje, la violencia sexual y la memoria son los tres ejes de Niebla. Estas tres cosas por su interacción se configuran de una manera diferente. Por ejemplo, la memoria. A uno se le olvida a veces qué día es o qué desayunó. Siempre hay un componente de olvido porque no somos Funes el memorioso. El olvido es supernecesario, si no nos volveríamos locos. Y el lenguaje es cómo hablamos de esa memoria. Es muy similar al que usamos cuando hablamos de los sueños, sobre todo si es un recuerdo de hace años. Nos da una sensación de que siempre que lo traemos al presente se está modificando a través del lenguaje. Y al juntarlo con la violencia sexual, que es un trauma, cambian la memoria y el lenguaje: la memoria porque uno muchas veces no recuerda del todo los eventos traumáticos, son mecanismos que utiliza la mente para protegerse; y el lenguaje porque ¿cómo podemos hablar de algo que recordamos, pero que no recordamos? Como con los sueños, uno tiene la sensación de que soñó algo, no puede decir exactamente qué fue, pero sí qué sintió. Que no los pueda contar con un principio y un final no significa que yo no recuerde lo que yo sentí en mi cuerpo. Nuevamente surge un problema con el lenguaje, se vuelve un arma contra la persona que lo tiene que recordar, que lo tiene que decir. Yo no quiero decir esas cosas. ¿Cuál es la necesidad de ser tan explícitos? 

    Esos tres ejes también le hacen preguntas muy fuertes a la justicia que le exige a la víctima que recuerde todo y sea explícita en sus palabras. ¿Cómo conciliar que la memoria y la justicia funcionen de maneras tan distintas? 

    Yo no sé cómo resolverlo, pero, por ejemplo, cuando se dio el proceso de paz con los paramilitares, a algunas personas desplazadas, por cosas de la vida, por su propia fuerza y dignidad, les empezó a ir bien. Entonces llegaban a una oficina y como no lucían como desplazados, porque tenían ropa limpia, un celular, un reloj, ¿entonces no eran desplazados, no necesitaban la ayuda? 

    ¿La justicia espera que una víctima de violencia sexual luzca de una forma específica?  

    Sí, incluso hay algo problemático con que se vuelva un cliché. También es un problema audiovisual porque demasiada exposición a un tema, es decir, demasiada luz, hace que no lo veamos, que se sobrexponga. Obviamente, el contrario es que esté subexpuesto: no hay luz y tampoco se ve nada. El problema con la sobrexposición es que se termina volviendo un cliché, una foto en redes sociales, una historia tras otra, tras otra. Eso tiene sus pros y sus contras. Otro ejemplo: que el feminicidio se haya vuelto un delito. Todos los casos son diferentes y entiendo que esto les da luz, pero de pronto es problemática demasiada luz porque dejamos de ver los contrastes, los matices que hay en cada una de las historias, y se termina desdibujando a la persona. Es imposible un sistema judicial perfecto que analice los matices de todas las historias y que no solamente tenga como base un formulario en el que hace check. Todos tenemos que meter nuestras historias en esos papeles y ¿para quién es toda esta información? Yo no soy igual a todas las personas de estrato 4 en Bogotá. No sé si eso realmente mida algo sobre la persona con la que están hablando. Entiendo que es necesario, pero se queda muy corto. No sé. 

    ¿Qué recuerdas de cuando me contaste?  

    No recuerdo bien. Fue una época muy confusa para mí y fueron las primeras veces que empecé a hablar de eso. Estaba muy convulsionada interna y externamente, estaba terminando la universidad, ese gran cambio al que todos le tememos en algún momento. No recuerdo la conversación ni el lugar exacto. Tengo la sensación de haberte contado en la época en la que estábamos haciendo la práctica. Tengo unos recuerdos de tú y yo en El Tiempo, en algún break. Recuerdo no querer darle la importancia que tenía porque ni siquiera tenía las herramientas para hacerlo. No quería que lo que pasó me definiera y no quería que eso fuera mi vida. Sentía que nadie me iba a poder contener, que nadie iba a saber qué hacer si yo tampoco sabía. No quería cargar a los demás con eso y tampoco esperaba ninguna respuesta específica de nadie. Ahorita es diferente y siento que ya somos más conscientes de estas violencias. Hay más luz. 

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