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Edición 100

event 11 Octubre 2020
schedule 25 min.
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Daniela Sánchez Romero Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.
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  • Medellín y su fábrica del flow

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    Yo siento que el beat se me mete por el cuerpo y me hace mover la cabeza. Escuchar y bailar reguetón me hace pensar en la época del colegio, en las farras del barrio y en las fiestas de quinces. Mi generación no tenía escapatoria. Éramos muchachas de 14 años asistiendo a los interminables días de la antioqueñidad o metidas en la piscina de olas de Ditaires, y al frente nuestro había una tarima con un muchacho de nuestra edad, desgarbado, que nos hacían corear: “farandule-e-era, quiere conmigo pasar la noche entera”.

     

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    Ilustración: Anne Elizabeth Magnusson Saldarriaga

    Un par de años después, cuando nosotras cursábamos los años finales del colegio, esos pelados ya eran los número uno de la radio, protagonizaban comerciales de electrodomésticos y motos en televisión, tenían sus primeros conciertos en Estados Unidos y Europa, y estaban por conquistar las listas y los festivales icónicos de música. 

    A mí desde entonces me picó el bicho de la intriga por los beats, el ritmo, el autotune y los efectos que usaban en su música. Por allá en 2015, antes de elegir el periodismo, estudié una tecnología en Informática Musical, un programa del Instituto Tecnológico Metropolitano de Medellín para la formación de productores musicales. En esos años una imagen se me hizo común: parceros que estudiaban conmigo y que producían rock, empezaron a buscar plugins para hacer reguetón. Cuando los cuestionaba, me respondían como J Balvin: “el reguetón es el negocio, socia”.

    Los años boricuas

    Latigazo de Daddy Yankee fue la primera canción de reguetón que sonó en una emisora de Medellín. Era 2002 y el Gurú del Sabor y Semáforo, en ese entonces DJ de la emisora Rumba Stereo, recorrieron el centro buscando música nueva en cedés piratas. Y ahí estaba ese ritmo potente y ese coro pegajoso que decía: “¡Castígala! Dale un latigazo, ella se está buscando el fuetazo”. No dudaron en programar el tema. Un año más tarde, en marzo de 2003, Daddy Yankee se presentó por primera vez en Medellín.

    Aunque Latigazo es un referente para los primeros que escuchamos reguetón en Colombia, el género nació en Puerto Rico a principios de los noventa. Algunos dicen que es hijo del raggamuffing, un ritmo derivado del dancehall que a su vez es derivado del reggae y que utiliza instrumentos electrónicos. Otros dicen que es una transformación del reggae panameño. De hecho, dicen que se llama reguetón porque es “un reggae grande”.

    El reguetón tiene bases rítmicas en percusión muy definidas y acentuadas: un bombo y un hit-hat (platillos) que marcan los tiempos fuertes en un compás de 4/4 con un registro grave y uno agudo, respectivamente; y una caja que marca los contratiempos de estos golpes fuertes. Los golpes fuertes son los que nos hacen mover la cabeza y la cadera. A toda esta composición rítmica se le llama dembow, un ritmo a contratiempo, infaltable en las canciones, que puede variar en su tempo, en su sonoridad, pero no en su base tiempo-contratiempo, tanto así que es muy común el uso de samples de otras canciones o la descarga de un audio con el ritmo ya hecho.

    Entre 2004 y 2005 éxitos como Amor de colegio de Héctor & Tito, Métele sazón de Tego Calderón o Gasolina de Daddy Yankee retumbaban en los barrios populares de Medellín. La radio y los DJ ocuparon un papel muy importante en este proceso de difusión no solo programando canciones sino lanzando nuevos cantantes y llevándolos a los colegios. “El género cogió mucha fuerza en la calle. Hubo mucho consumo de piratería y esto se dio con el apogeo del internet. Muchos artistas empezaron a viajar de Puerto Rico a Medellín”, recuerda Semáforo. En los rincones de las fiestas los muchachos se dedicaban “Baila morena, baila morena. Perreo pa’ los nenes, perreo pa’ las nenas”, y cantaban a gritos “yo quiero la combi completa: chocha, culo, teta”.

    Alexander DJ es productor de reguetón y fue una de las primeras personas que trabajó con artistas como J Balvin y Golpe a Golpe. Recuerda que esos primeros años fueron muy polémicos porque el reguetón había nacido en la calle y le cantaba a la gente de la calle, al sexo, a las drogas y al cuerpo de la mujer sin ningún tapujo. “Así de polémico fue que empezó a llamar la atención”, dice.

    En la escena musical de la época, rockeros, metaleros y punkeros acusaban al género de ser elemental; los papás, las tías y los abuelos se escandalizaban con las letras de sus canciones y esa forma de bailar en la que la mujer, de espaldas, movía el culo contra el pene del hombre, y algunos críticos musicales y productores consagrados anunciaban que era una simple moda que tenía los días contados. Al tiempo, Alexander, Final y Shako, J Balvin y Golpe a Golpe, muchos de ellos raperos, estaban encerrados componiendo frenéticamente y experimentando las melodías que más tarde se convertirían en una nueva sonoridad producida por paisas para la gente paisa y luego para todo el mundo. ¿Pero qué hizo el reguetón paisa para seguir sonando? ¿Por qué Medellín? ¿A qué suena el reguetón de Medellín?

     

    Hecho en casa

     

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    Ilustración: Anne Elizabeth Magnusson Saldarriaga

    “El reguetón de Medellín es sencillo, muy cadencioso, muy fácil y se derivó también del movimiento rapero que había en la ciudad. El reguetón entró a hacerlo comercial. Es un género que incita a la rumba y a la alegría, y que es muy fácil de digerir. Yo creo que ese ha sido el éxito: la facilidad para que a la gente se le pegue”, dice Juan Felipe Marín, que trabaja como A&R ‒sigla para denominar Artistas y Repertorio‒ de Sony. En resumidas cuentas, significa que actúa como cazatalentos de esa disquera en Medellín.

    Juan Felipe debutó en la industria acompañando a su entonces barbero, Andrés Felipe Robledo, más conocido ahora como Reykon. Ninguno de los dos sabía cómo se producía un tema ni cómo se comercializaba, mucho menos qué hacía un representante, pero eran testigos de que el voz a voz, la piratería y emisoras como Rumba Stereo, Energía o La Mega ya habían creado un nicho alrededor del reguetón en la ciudad. 

    Desde los años ochenta, Medellín es conocida entre productores y músicos como el “puerto seco de la música”; en su momento fue la casa del tango, luego de la salsa, del rock, del vallenato y de la música de despecho en ColombiaLa historia fonográfica de la ciudad incluye ser sede de grandes disqueras como Discos Fuentes, Sonolux, Discos Victoria y Codiscos. Cuando el reguetón llegó, por lo menos en cuanto producción, había un precedente.

    Uno de los primeros estudios dedicados exclusivamente al reguetón fue La Palma Production, ubicado en el barrio Belén. Alexander DJ empezó a producir allí a comienzos del 2000 y en su hoja de vida están canciones como Ella me cautivó de J Balvin, Juego de niños de Golpe a Golpe y Tus recuerdos son mi Dios de Pipe Calderón. Para él, ese rechazo que existía hacia el género por sus letras y forma de bailar obligó a los productores a darle la vuelta sin perder su esencia. Es decir, a crear el estilo de Medellín.

    “Fueron años muy difíciles, pero gran parte de ese rechazo es lo que le ha dado su fuerza. Gracias a esa polémica el género dio un paso adelante, porque los productores le pusieron un filtro y algunos cantantes empezaron a bajarle el nivel a las groserías, lo limpiaron un poquito y lo volvieron más comercial”, dice Alexander.

    “La gente viene a Medellín buscando el sonido de Medellín”, me repite Juan Felipe. Es un sonido muy diferente al boricua. En Medellín, productores y cantantes le imprimieron una marca comercial al reguetón para que cualquiera lo pudiera escuchar y en cualquier parte lo pudieran poner. Le bajaron la intensidad a los beats para que, sonoramente, no fuera tan agresivo ni estruendoso, reemplazaron las letras obscenas o las puyas entre cantantes por composiciones que llevan al coqueteo y a la seducción aunque manteniendo el lenguaje de la calle, y empezaron a agregar instrumentos melódicos y acústicos que le dieron otro aire. En esos años de experimentación, por ejemplo, fue compuesta Obra de arte, uno de los primeros éxitos de J Balvin, presentada en 2009, y cuyo coro muchos cantamos en la época del colegio: “Mi Monalisa, tu cuerpo me eriza, tú y tu sonrisa a mí me hechizan. Una obra de arte y mi misión es amarte”. Nada de tetas ni de culos. 

    La moda que ya es negocio

    Entre 2014 y 2017, el crecimiento en reproducciones de canciones de reguetón en Spotify fue del 199 % a nivel mundial. En 2015, la canción Ay vamos, también de J Balvin y producida por Sky rompiendo el bajo, fue el tema ganador a mejor canción urbana en los Grammy Latinos. En 2018, J Balvin fue el artista más escuchado en Spotify a nivel mundial y, un año después, hizo historia al ser el primer reguetonero en presentarse en el festival de rock Lollapalooza. Recientemente, en febrero de 2020, compartió escenario con Shakira, Jennifer López y Bad Bunny en el show de medio tiempo del Super Bowl.

    Medellín modificó la forma de hacer reguetón y su éxito también se debe al camino que la tecnología le abrió: nuevos programas de grabación y edición al alcance de todos, plataformas de streaming que permiten su fácil distribución y una industria que pide en abundancia nuevos temas para impactar a la audiencia. Hoy instituciones como la Escuela de Audio y Sonido, el Instituto Tecnológico Metropolitano, la Universidad de San Buenaventura, la Escuela Superior Tecnológica de Artes Débora Arango y el Sena ofrecen programas de educación superior para la formación profesional de productores musicales.

    A pesar de los múltiples programas y escuelas, dentro de la industria y el gremio musical una de las críticas más recurrentes hacia el género sigue siendo su facilidad de producción: sampleas una canción, descargas un beat y dices las mismas tres frases. ¿Qué tan fácil es hacer reguetón? Esta pregunta se la hice a Daniel Marín, productor y músico de profesión, a Alexander DJ y a los productores Sherman y Fine. Su respuesta es más o menos la misma:

    “Si fuera tan fácil, todos los temas serían un ‘palo’, ¿no?”.

    Para los productores paisas Sherman y Fine, quienes hoy trabajan con la youtuber Luisa Fernanda W, el cantante Pipe Bueno y han hecho diferentes producciones para Maluma, ser productores va más allá de samplear una canción o un beat. Lo que se necesita, dicen, es creatividad e innovación para impactar en el mercado, para hacer que los temas marquen la diferencia y se conviertan en éxitos comerciales.

    “Lo más difícil ahora es proponer cosas diferentes, marcar la diferencia en el sonido, porque si te pones a analizar, uno mueve un árbol en Medellín y caen 100 productores y compositores de reguetón, por eso el reto es hacerlo diferente. A nosotros nos buscan es por el color del sonido que manejamos, por la música que hacemos y por cómo sonamos. Nos gusta que suene muy musical”, dice Fine.

    En esa idea de sonar muy musical los productores de Medellín han incluido más instrumentos acústicos en los arreglos y composiciones, nuevas melodías que den un respiro al dembow, fusiones con otros ritmos y géneros musicales, y efectos que permiten crear sonoridades inexploradas. Dice Juan Felipe que ese sonido limpio del reguetón lo hace más internacional, por eso reguetoneros como Nicky Jam o J Álvarez vinieron a la ciudad buscando su resurrección en las listas, y productores como Sky rompiendo el bajo, Mosty y Bull Nene hoy trabajan para otros artistas comerciales del pop, las baladas, la banda mexicana o las rancheras que quieren incursionar y obtener los números de esta industria.

    Casi dos décadas después de que sonó la primera canción, Medellín es la cara y marca del reguetón. Algunos la llaman la capital mundial por la cantidad de temas que se producen anualmente. Más allá del reconocimiento que tienen artistas como J Balvin, Maluma o Karol G, la magia está en los productores que descubrieron una sonoridad diferente. Los críticos le auguran al género otra década de éxitos en las discotecas, en las emisoras y en las plataformas de streaming. Aunque dejó de ser una moda, sigue siendo el negocio.


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