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Edición 104

event 22 Febrero 2023
schedule 13 min.
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Ángela María Páez Rodríguez
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Alejandro Valencia Carmona
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  • Cine en Ituango: tríptico de la resistencia

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    Antes de las siete de la noche, sin importar el frío ni la telenovela de moda ni el último chisme del día, empieza la romería. En la entrada de una casona vieja a la que llaman Centro Cultural, a varias cuadras del parque principal de Ituango, algunas parejas y grupos de jóvenes, niños, niñas, vecinos y turistas buscan la improvisada sala de cine. Palabras van y vienen, murmullos de expectativa, cambios en la programación: la película de esta noche es Amparo del director antioqueño Simón Mesa y la entrada es gratis. Es el segundo día del Festival de Cine de Ituango y en el pueblo se conversa de cine. 

     

    Cine Ituango

    Fotografía cortesía: Festival de Cine de Ituango

    Esta historia arrancó hace casi 10 años con un cineclub. En 2013, un grupo de líderes y lideresas de procesos sociales, comunitarios y culturales de Ituango, apadrinados por la Gobernación de Antioquia, crearon un festival para llevar muestras de productos audiovisuales a ese municipio del norte de Antioquia. Inicialmente, adoptó el nombre de Festival de Cine Nudo del Paramillo y convocó a cientos de jóvenes de otros municipios como Segovia, Amalfi, Toledo, Remedios y San Andrés de Cuerquia a pensarse en colectivo y a conocer el territorio desde la formación audiovisual. 

    En sus primeras ediciones, el festival contó con el apoyo de varias entidades públicas, entre ellas, la Alcaldía de Ituango, el Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia y EPM. Luego de las elecciones regionales de 2015, estuvo a punto de desaparecer por la falta de recursos de la administración municipal. Eso, sin embargo, hizo que la comunidad se apropiara del proceso. En 2016, de la mano del director de cine Mario Viana y su empresa Viana Producciones, tomó un nuevo impulso y cambió de nombre. En su décima edición, en 2022, el Festival de Cine de Ituango tuvo el apoyo de la administración municipal, el Ministerio de Cultura, Comfama, EPM, el Legado de la Comisión de la Verdad y, además, resultó ganador de la Convocatoria Pública de Festivales de Cine de la Gobernación de Antioquia. 

    Viana tiene 41 años y es, desde 2016, el director del festival. Su familia materna es de la vereda El Cedral y él recuerda que cuando era niño visitó Ituango por primera vez en compañía de su mamá y su hermano. Regresó 30 años después cuando ya estaba en el mundo de la producción audiovisual. “Regresamos ya adultos y nos encontramos con un montón de personas en el municipio que estaban haciendo cosas alrededor del arte, la cultura, el audiovisual y el cine, y querían seguir con esa labor”, cuenta Mario. 

    En todo este tiempo, de altas y bajas, el festival nunca ha dejado de ser un espacio de formación. Con mentores aliados, ofrece capacitaciones en proyectos audiovisuales a jóvenes como los del Colectivo de Comunicaciones de Ituango y realiza muestras de cortometrajes y largometrajes colombianos, que luego llevan a conversaciones en las que participan directores, productores y actores. Este año la temática fue “En busca de la verdad” y contó con la participación de Cuba como invitado internacional. Y como en Ituango las salas de cine y los múltiplex no existen, las proyecciones se hacen en el Teatro Municipal, el Centro Cultural y en barrios y veredas. 

    El Cauca cubrió el puente, pero no sus memorias 

    “Nosotros veíamos cómo subía el nivel del río lentamente, tapando las bases del puente en los lados de las montañas, hasta que vimos el espejo de agua a nivel de la carretera. Fue el último momento que pensamos en poder transitar por allí”, cuenta Viana, director del festival. 

    El puente Juan de la Cruz Posada, más conocido como Pescadero, fue inaugurado en 1963, al mismo tiempo que la carretera que comunica a Ituango con Yarumal, en el punto más estrecho del cañón del Cauca, a siete kilómetros de lo que hoy es una represa. Obra arquitectónica patrimonial, símbolo de crecimiento del pueblo, el de Pescadero con sus cien metros de altura remplazó definitivamente esos primeros puentes hechos por indígenas con bejucos y esos puentes de finales del siglo XIX sobre estribos forrados en piedra, ladrillo y cal, con cables de acero galvanizado y madera de cedro y ceiba. Los puentes que se hicieron en ese punto, pero en especial el de Pescadero, les permitió a los ituanguinos comunicarse con los demás municipios del norte de Antioquia, comercializar sus productos y crecer económicamente. Por allí pasaron arrieros, colonos, pescadores y barequeros. Pero también, desde ese puente, los paramilitares tiraron algunas de sus víctimas al río Cauca. 

    Cine Ituango1

    El festival, además de las proyecciones, incluye espacios de discusión. Este año la temática fue la búsqueda de la verdad. Fotografía: Alejandro Valencia Carmona.  

    El puente Pescadero quedó bajo el agua después del llenado de la represa de Hidroituango en 2018. En Ituango hay decenas de pinturas, zócalos y fotografías del puente. Este está presente en las calles, los hoteles y los restaurantes, y es la imagen del Festival de Cine desde sus primeras versiones. “Queremos que todas las memorias alrededor del puente, lo que se ha construido, lo que ha pasado por allí, la vida, la violencia y la muerte permanezcan en la memoria de la comunidad y, sobre todo, en cada espacio que propone el Festival de Cine”, cuenta Viana. 

    En 2018, Viana en compañía del Colectivo de Comunicaciones de Ituango presentaron el proyecto audiovisual Memorias de Pescadero, dirigido por Karla Giraldo. Aunque el puente esté bajo el agua, las memorias que suscita siguen vivas en los habitantes de la región y especialmente en los de Ituango. La imagen y las reproducciones del puente son el recordatorio de una parte de la historia del municipio que cruzó por allí y ahora se proyecta como un símbolo que mantiene sus cimientos en el cine. 

    Colectivo de Comunicaciones de Ituango: narrarse a través del cine 

    La voz de Sarah Jiménez, la directora, retumba en las paredes de la capilla anexa al Centro Cultural de Ituango. “En tres, dos, uno...”, dice, y suena un aplauso. Jaiver Zapata, el tutor, está vestido como sacerdote. Duverney Ocampo es el encargado de la producción. Y al frente del altar, casi en posición de recibir la homilía, atentos a cualquier asistencia técnica de sonido o luces que se necesite, están María Isabel Herrera y Julián Lopera. 

    Todos hacen parte Colectivo de Comunicaciones de Ituango, también conocido como Colectivo de Comunicaciones Fénix Audiovisuales, y por estos días de noviembre están grabando Ladrón que roba a ladrón, tiene mil años de perdón, un cortometraje que narra la historia de un hombre que se roba el cáliz de la iglesia de un pueblo. El colectivo nació en 2013, casi que a la par del Festival de Cine, y desde entonces participan cada año en los talleres que se ofrecen para la creación de proyectos audiovisuales. 

    Este proyecto de comunicaciones partió del deseo de los jóvenes de Ituango de contarse a ellos mismos, su cotidianidad, sus historias familiares y la violencia que los ha atravesado. Poco a poco se han ido convirtiendo en lo que hoy llaman “una segunda familia”, un espacio de creación y experimentación que les permite resistir desde la autonomía de elegir cómo quieren ser narrados. Los que fundaron el colectivo no son los mismos que hoy lo conforman, varias generaciones han pasado por sus proyectos. Sarah, quien llegó en 2020, dice que “esto sucede porque al no haber mucha oferta de educación superior en Ituango, los jóvenes se terminan yendo a la ciudad para poder estudiar”. 

    Este año, en vista de las dificultades para sostenerse como equipo, crearon el Fénix Junior, un espacio donde participan 15 jóvenes, niños y niñas de distintas edades y en el que los integrantes más antiguos del colectivo comparten sus conocimientos. De esta forma buscan que el proceso comunitario pueda seguir manteniéndose a través del tiempo. 

    Mario Viana destaca la participación de los jóvenes en los procesos del municipio y los nombra como el espíritu del festival. “Sin ellos este festival difícilmente tendría sentido. Porque está bien exhibir películas y que algunos visitantes o personas del territorio vayan a las funciones, pero lo que nos parece más importante es ese ejercicio de formación”. 

    En sus proyectos audiovisuales el colectivo ha contado particularidades e historias de la gente de su municipio. Recuerdan los cortometrajes El sabor de nuestra tierra, de 2020, en el que resaltaron la tradición caficultora, y Huellas de amor, de 2021, que narra la historia de amor de dos profesoras que son pareja. Y ahora Ladrón que roba a ladrón, tiene mil años de perdón, una apuesta por la memoria de Ituango y su tradición oral. 

    El cine llegó a El Aro a lomo de mula 

    Cine Ituango3

    Las actividades del festival también se han llevado a cabo en la zona rural. En 2022 hubo proyecciones en El Aro. Fotografía:  Festival de Cine de Ituango.

    La iglesia de El Aro se convirtió en una sala de cine. En las primeras bancas un puñado de niños y niñas, acompañados de abuelos con sombreros y ponchos y madres con gorras blancas. El 6 de noviembre de 2022, los organizadores del Festival de Cine de Ituango llevaron una muestra audiovisual al corregimiento y presentaron el largometraje A lomo y herradura, que hicieron con los habitantes de este corregimiento durante cuatro años. Llegaron en mula, después de ascender por una trocha de ocho kilómetros. 

    Allí, en el templo San Isidro Labrador, cerraron la jornada de la primera Audiencia por la Vida, donde los habitantes del corregimiento pudieron exigir la garantía de necesidades básicas en cuanto a inversión social, reparación colectiva y construcción de una carretera que los conecte con la vía que va de Hidroituango a Puerto Valdivia. El convenio para esa obra fue firmado por EPM y la Gobernación de Antioquia en 2015 y aún no se ha ejecutado. 

    El Aro es un golpe en la memoria, un nombre que resuena. Este año se cumplieron 25 años de la masacre en la que 150 paramilitares incursionaron en ese corregimiento durante una semana y allí torturaron y asesinaron a 17 personas, quemaron 42 de las 60 viviendas del caserío y forzaron el desplazamiento de 702 personas. Al finalizar la Audiencia por la Vida, después de conversar sobre la masacre, los habitantes de El Aro pudieron disfrutar de una selección de contenidos audiovisuales de la Maleta de la Diversidad Cultural del Ministerio de Cultura de Colombia, con temáticas relacionadas con la arriería y el campesinado. 

    Fue un ejercicio de autorreconocimiento de la cultura de la región en la pantalla grande. Quizás el momento más importante de esa visita fue la presentación de A lomo y herradura, grabado por el Colectivo de Comunicaciones de Ituango, con los habitantes de El Aro como protagonistas. “Queríamos que la comunidad pudiera verse en una pantalla en sus acciones cotidianas y no en clave de revictimización, eso es fundamental. Queríamos que la película A lomo y herradura no fuera un homenaje más por una masacre, sino por todo un postulado alrededor de la vida y de la resistencia de una comunidad campesina en las montañas de Antioquia”, concluye Viana. 

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