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Edición 107

event 30 Abril 2024
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Valentina Aristizabal
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  • La estruendosa vigencia de las bibliotecas

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    A pesar de desafíos como la transformación digital y los recursos limitados, las bibliotecas públicas de Medellín han logrado sobrevivir y adaptarse gracias a la autogestión y la búsqueda de recursos adicionales mediante alianzas y proyectos colaborativos. Lejos de quienes auguran su extinción, estas sobreviven ampliando sus límites.

    Biblioteca

    Foto 1: El Parque biblioteca de Belén hace parte de las 26 instituciones que conforman el Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín (SBPM). Foto: SBPM.

    Niños y niñas juegan con trompos y ríen a carcajadas mientras uno que otro joven entra y sale del lugar. A su vez, un grupo de personas que se citó para una reunión comunitaria en el mismo espacio espera el ingreso. Juegan, preguntan, hablan. Comienza la tarde en el parque biblioteca Presbítero José Luis Arroyave, en San Javier, un sábado de finales de marzo. Lo que antes era impensable, como el ruido en cualquiera de sus formas, ahora hace parte del paisaje de estos sitios. El mundo cambió y las bibliotecas tuvieron que adaptarse.

    En esa adaptación, algunas han cambiado de nombre. En países como Reino Unido, por ejemplo, la Wigan Central Library pasó a ser el Wigan Life Center, algo más que una biblioteca que ahora ofrece diferentes cursos y clubes para todos los públicos. Otras, como la New York Public Library, han adaptado sus espacios para que, en lugar de concentrar estantes y más estantes llenos de libros, sean más flexibles para hacer otras actividades. Estos cambios podrían estar relacionados con las palabras de Laura Novelle, en un artículo publicado en 2023 en la revista Desiderata (España): “Analizando en perspectiva todos los cambios que han experimentado las bibliotecas en los albores del siglo XXI, parecería lógico concluir que el camino más seguro que les espera sea la extinción”.

    No obstante, Novelle también controvierte esta idea. Para ella, las bibliotecas siguen vigentes, no solo como “institución conservadora del patrimonio bibliográfico y cultural”, sino también, y sobre todo, “como valedora de los derechos de todas las personas, empezando, precisamente, por las más vulnerables o que tienen mayor riesgo de verlos amenazados”. 

    En Medellín, el gran paso hacia esa adaptación se dio en el 2006. “Pasamos de esa mirada de las bibliotecas en silencio, solo para consulta, solo para investigadores, solo para la lectura silenciosa, a pensar en unos espacios más dinámicos, que incluso nosotros llamamos como centros de desarrollo cultural”, explica Luz Estella Peña Gallego, líder del proyecto del Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín (SBPM), creado bajo ese nombre mediante al Acuerdo 048 de ese mismo año. 

    Más que sitios de lectura, las bibliotecas de la ciudad son lugares dinámicos, donde los libros se convierten en la excusa para el encuentro y el disfrute. Sin embargo, esa transformación se ha dado en un contexto desafiante. Los parques biblioteca, las casas de literatura, los centros de documentación, las bibliotecas de proximidad y el Archivo Histórico de Medellín enfrentan desafíos significativos, como los limitados recursos y la necesidad de adaptarse a un mundo cada vez más digitalizado, donde la navegación en redes sociales es, en ocasiones, más apetecible.

    Mantener un sistema de bibliotecas públicas requiere inversión continua, no solo en infraestructura y libros, sino también en personal capacitado y programas educativos. Juan Felipe Restrepo, promotor de lectura y formador de usuarios desde hace 20 años, afirma que estos espacios han tenido con qué sobrevivir, y considera que, si bien deberían tener más recursos para cubrir y garantizar con plenitud los servicios que ofrecen, son suficientes en comparación con lo que pasa en otras regiones del país que tienen un acceso más limitado a estos servicios, como la Orinoquía y la Amazonía.

    Luz Estella detalla que precisamente el Acuerdo 048 del 2006 permite que el proyecto del SBPM esté anclado a una institución más grande, que es el ahora Distrito Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación de Medellín, el cual cuenta con la Subsecretaría de Bibliotecas, Lectura y Patrimonio dentro de la Secretaría de Cultura desde el 2012. Los objetivos de esa dependencia son garantizar el acceso a la información, la lectura, los servicios culturales y la agenda artística y cultural, lo cual implica una asignación de recursos para la sostenibilidad de las bibliotecas de la ciudad.

    Sin embargo, si bien la financiación pública ayuda a sostenerlas, estas han tenido que buscar recursos de otras fuentes para mantener y mejorar los espacios. Ana María Hernández Quiroz, subdirectora de Planeación Estratégica y Desarrollo Institucional y directora encargada de la Biblioteca Pública Piloto (BPP), la cual hace parte del SBPM, comenta que la sostenibilidad es el mayor reto de las bibliotecas públicas. Esto porque los recursos son limitados, mientras que los requerimientos de los usuarios y la constante necesidad de adaptación a los entornos son infinitos. Por ello, la BPP no solo cuenta con el dinero que brinda el distrito de Medellín, sino también con otros que se obtienen por medio de las alianzas, los proyectos y el trabajo colaborativo.

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    Foto 2: En San Javier, el parque biblioteca Presbítero José Luis Arroyave es un lugar de encuentro para la comunidad. Foto: Valentina Aristizabal.

    Más allá del dinero

    Ana María asegura que además de las limitaciones en el manejo de los recursos, existen otros desafíos que enfrentan las bibliotecas, y en particular la BPP, como la necesidad de incorporar metodologías ágiles y de investigación de usuarios, la prospectiva y la planeación estratégica, como también vincular a los públicos jóvenes y a la primera infancia a dichos espacios. La BPP, por ejemplo, creó la biblioteca digital Cosmoteca Lapiloto con el propósito de adaptarse a las nuevas tecnologías y de construir un contenido atractivo y acorde con las demandas de los usuarios.

    La transformación digital del siglo XXI también alcanzó a percibirse como una amenaza para las bibliotecas y para el libro impreso. Sin embargo, las cifras aún no les dan la razón a los más pesimistas: las estadísticas del SBPM del año 2023 evidencian que, en comparación con años anteriores, ha habido más participación, con un aproximado de 500.000 personas más. Además, en el préstamo de material, los recursos físicos llegan al 77.6 %, frente al 0.3 % de material digital.

    El 24.1 % restante equivale a material audiovisual, publicaciones seriadas y otros formatos. De hecho, Felipe considera que por el momento es imposible que el libro digital desplace o remplace al libro físico, ya que todavía hay una preferencia por lo análogo y esto se hace evidente en la asistencia masiva a los diferentes eventos del libro. No obstante, la característica de lo digital hace que su consulta no esté mediada por una institución como una biblioteca o una universidad. Y si bien basta con tener un computador y conexión a internet, no cualquier persona tiene acceso a estos en nuestras sociedades. Por eso, la Unesco resalta que las bibliotecas “prestan su servicio sobre la base de la igualdad”. 

    En palabras de Laura Novelle, la biblioteca es “un ente vivo y cambiante que no solo da alojamiento a libros, servicios y objetos, sino también a personas, sus circunstancias y sus derechos”. Así mismo, lo digital ha traído retos adicionales. Esteban Duperly, quien fue uno de los encargados del proyecto de digitalización del Archivo Fotográfico de la BPP, explica que para preservar en formatos digitales los insumos disponibles se requiere de diversas acciones que hagan de este un material accesible, duradero y manipulable por los usuarios. 

    Si los archivos se alojan en un disco duro es posible que se pierda la información en caso de que este sufra algún daño; los servidores y las plataformas que se usan resultan ser costosas; y si se aloja el contenido en una página web, esta requiere ser actualizada cada cinco o 10 años, así que su uso podría llegar a ser limitado y los archivos se verían afectados. Por esto, Esteban considera que las bibliotecas deben “empezar a dialogar con otras disciplinas con las que no están acostumbradas” para brindar un mejor servicio a los usuarios.

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    Foto 3: Parque biblioteca Gabriel García Márquez, en el Doce de Octubre. Para los jóvenes, las bibliotecas son un lugar de acceso materiales digitales, audiovisuales, entre otros. Foto: SBPM.

    Si bien las dinámicas han cambiado y seguirán en constante transformación, el alma de las bibliotecas sigue siendo la misma: un corazón que palpita con el pasar sutil de una hoja, por el recorrido de los ojos que repasan cada letra, cada palabra y cada párrafo. Los libros están allí, a la espera de ser esa nueva historia, ese nuevo relato que puede o no hacer vibrar. O, como sugería Jorge Luis Borges, a la espera de elegir a sus lectores.

    Entre los departamentos con los índices de lectura más altos, según el estudio de la Cámara Colombiana del Libro, Antioquia y el Eje Cafetero ocupan el quinto lugar, después de la zona Caribe, Bogotá, la zona centroriental y la suroccidental del país.

    En Colombia, el 72 % de las personas asegura que sí lee y el 28 % asegura que no lo hace, según el estudio “Hábitos de lectura, asistencia a bibliotecas y compra de libros en Colombia 2023”, realizado por la Cámara Colombiana del Libro. Aunque parece una cifra alentadora, lo cierto es que los índices aún son bajos en comparación con otros países, tal como lo plantea el estudio realizado en el 2023 por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe en el que, por ejemplo, España ocupa el primer lugar con un 85 % de lectores, quienes lo hacen principalmente por placer. 

    ¿Bibliotecas para qué?

    En 1984, la Red de Bibliotecas Público Escolares empezó a prestar servicios bibliotecarios en Medellín. Luego, en el 2000, esta pasó a denominarse Bibliotecas Públicas, y sus servicios se limitaban al préstamo de material literario, bibliográfico y referencial. Hoy se llama Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín o SBPM y presta servicios que van mucho más allá del mero préstamo.

    Lo que antes solían ser lugares de almacenamiento de libros y para el estudio, hoy ofrecen servicios y actividades para personas de todas las edades. Niños, niñas, jóvenes, adultos y adultos mayores no solo tienen la posibilidad de gozar de una amplia colección de material bibliográfico, sino también de computadoras con acceso a internet, salas de estudio, talleres educativos, makerspaces ‒laboratorios de creación y aprendizaje tecnológico y colaborativo‒ y una programación cultural diversa. 

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    Foto 4: Las bibliotecas son lugares de encuentro para personas de todas las edades, lugares incluyentes, como dice la Unesco. Foto: SBPM.

    Estos sitios se han convertido en centros de enseñanza-aprendizaje y participación comunitaria, con un enfoque adaptativo ante las nuevas tecnologías. La gestión y el servicio de información, la formación de usuarios, el fomento de lectura, las bibliolabs y la alfabetización digital son solo algunos de los servicios que han surgido o se han transformado en las bibliotecas con su adaptación a las nuevas demandas.

    Estas instituciones desempeñan, en últimas, un papel crucial en la construcción del tejido social y comunitario. Sirven como lugares donde las personas pueden interactuar, compartir conocimientos y participar en diferentes actividades. Esteban Duperly, quien también es periodista y jefe de la Editorial Eafit, considera que las bibliotecas son sitios de encuentro, y defiende que precisamente son para que las personas aprovechen todos los servicios que se brindan, incluyendo los baños o el internet, ya que hacen parte del espacio público.

    Aunque desde la institucionalidad del SBPM afirmen que están sumando todos los esfuerzos para que estos espacios sigan vigentes y subsistan en el tiempo, aún es un reto suplir las necesidades de información de las comunidades, que no siempre se sienten conectadas con estos espacios y con las actividades que se realizan en ellos. 

    Estos lugares no están entre los intereses de muchos, pues no son sitios de asistencia masiva y recurrente. Mauricio Andrés Misas, bibliotecólogo y docente de la Universidad de Antioquia, considera que es innegable “la desidia por la cultura del país, es decir, el poco interés que nuestra sociedad demuestra por hacer uso de los equipamientos culturales, quedándose, en muchos casos, en meros repositorios que sirven para hacer tareas escolares”. Sin embargo, las cifras son menos desalentadoras. En 2017, el Dane realizó la Encuesta Nacional de Lectura (ENLEC) para evidenciar el nivel de lectura y escritura de los colombianos, pero también la asistencia y la participación de las bibliotecas en el país. Según los hallazgos, el porcentaje de personas que visitaron bibliotecas públicas en el ámbito nacional fue de 52.6 %. La visita podría estar creciendo, pues el estudio de la Cámara Colombiana del Libro en 2023 evidenció que estas son visitadas en un mayor porcentaje en comparación con el estudio del Dane, con un total de 79 %, siendo las bibliotecas públicas y comunitarias las más frecuentadas.

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    Foto 5: Actividad de la estrategia de lectura “La vuelta al mundo en 27 bibliotecas”, en 2023, en el parque biblioteca de Belén. Foto: Valentina Aristizabal.

    ¿Para qué las bibliotecas? Esa pregunta resuena en los diferentes espacios educativos, formativos y culturales. Susana Aguirre, estudiante de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia y promotora de lectura del parque biblioteca León de Greiff, considera que las bibliotecas son espacios de cohesión social y participación, y asegura que estas tienen un papel fundamental en la sociedad debido a que transforman, impactan y generan oportunidades. Para Susana, más que unas estructuras son un derecho básico enfocado en la información, el conocimiento y la cultura.

    Las bibliotecas hoy en día son más que libros, son espacios formativos. Dignifican la vida, como lo menciona Ana María Hernández, directora encargada de la Piloto: “Cumplen una función muy humana”. Ana María insiste en la necesidad de seguir trabajando en conjunto para conseguir que las bibliotecas continúen siendo un entorno de cuidado y protección para el ciudadano. En estos lugares las risas, los murmullos, el teclear de los dedos ágiles de los jóvenes y de los menos ágiles de los adultos hace eco en los pasillos. La música y el baile, el entretenimiento y el juego. Todo hace parte de un nuevo ecosistema que, con todo y sus transformaciones, sigue siendo llamado biblioteca.

     

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