CANALES

Edición 107

event 29 Abril 2024
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Juan Felipe Restrepo Cano
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  • Tres décadas de infidelidades y un homicidio

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    Esta historia de amor nació con los impulsos de la rebeldía adolescente, pero se desvaneció tras décadas de maltrato psicológico que desencadenaron una salida desesperada, un crimen. Martha Roldán cumple una condena ‒en revisión‒ de 98 meses de prisión por el asesinato de su esposo, Carlos Humberto Jaramillo.

    Ilustración Alverja caricatura

    “En la flor de la juventud se cometen errores garrafales”, dice entre lágrimas Martha Roldán, considerada en su momento una de las más elegantes y refinadas residentes de Altos del Poblado, en la Comuna 14 de Medellín. En agosto del 2022 fue condenada a 98 meses de prisión por el homicidio de su esposo, Carlos Humberto Jaramillo Restrepo, un empresario dedicado a importar materias primas del oriente de Asia. 

    Según la autopsia realizada por Medicina Legal, la causa de la muerte fue una combinación letal de fármacos que le disparó los niveles de glucosa en la sangre y resultó en el deceso del hombre de 53 años el martes 18 de enero del 2022. Martha era la única persona cercana a la víctima con acceso a los medicamentos. Además, conocía la enfermedad de Carlos y tenía los conocimientos médicos para llevar a cabo el asesinato. El fiscal del caso planteó como móvil del crimen el cansancio que ella sentía por las constantes infidelidades de su esposo; el detonante ocurrió el 2 de enero del 2022, fecha en la que cumplían 30 años de matrimonio, cuando Carlos Humberto le pidió el divorcio. 

    Huida y bonanza

    Martha Roldán y Carlos Humberto Jaramillo se conocieron en 1989, cuando ella tenía 15 años y cursaba décimo en el colegio Marymount de Medellín. Carlos era hermano de la mejor amiga de Martha, Clara Luz Jaramillo, quien estudiaba con ella. “Desde que se conocieron se gustaron, pero el papá de Martha no quería que ella tuviera novio, y mucho menos que fuera Carlos, porque esa familia (la de Martha) era rica de toda la vida y nosotros éramos nuevos ricos”, recuerda Clara Luz.

    Sin importar las restricciones de su padre, Martha y Carlos iniciaron un noviazgo secreto que desencadenó que, en 1990, ella se fugara de su casa y se mudara con él; dos años después se casaron. “Al inicio nos tocó muy duro. Él estudiaba Administración de Empresas en Eafit, pero cuando el papá se dio cuenta de que yo me había escapado de mi casa para estar con él, dejó de pagarle la universidad. En ese momento le tocó empezar a trabajar para pagar los tres semestres que le hacían falta”, cuenta Martha, con una sonrisa, en el balcón del que es su hogar hace más de un año. 

    A pesar de las adversidades, la pareja salió adelante y en 1995 se les apareció el negocio. Una línea marítima comercial entre Colombia y Asia Oriental acababa de abrirse, y esto le permitió a Carlos importar polietileno de alta densidad, utilizado para la fabricación de cubiertas de cables de energía y envases de alimentos y de productos para el hogar. “Era un negocio muy rentable, recuerdo que había meses en los que él podía importar entre 15 y 20 contenedores, todos repletos con producto al que ya le tenía comprador”, recuerda Martha. Esta bonanza les permitió mudarse del pequeño apartaestudio que arrendaban, cerca del parque de Boston, a su casa propia en Altos del Poblado, uno de los sectores más lujosos de Medellín. En esa casa vivieron poco más de 26 años, hasta que la muerte los separó. 

    La gota que la colmó

    Desde que inició la bonanza, Martha y Carlos intentaron concebir un hijo, tarea que no dio frutos y que, según ella, marcó un punto de inflexión en la relación. Pasaron cuatro años y ella visitó a varios médicos, pero todos le decían que no tenía ningún problema: “Nada nos daba resultado; yo visité varios médicos, pero todos me decían que no tenía problemas, que todo estaba bien. Desde esa época, por ahí en los 2000, empecé a escuchar rumores de infidelidades de él hacia mí, pero cuando yo lo confrontaba siempre me decía que era falso, que la gente nos tenía envidia y que él sería incapaz”. 

    En 2003, Martha se mudó a Jericó, Antioquia, para llevar a cabo su año rural y graduarse como médica cirujana del CES. Allí empezó a recibir llamadas casi a diario en las que le contaban que veían a Carlos con una u otra mujer o que él alquilaba una avioneta y se llevaba a sus amantes para Cartagena. Martha estaba cansada, pero todavía sentía amor y estaba dispuesta a “hacer lo que hiciera falta” para mantener su matrimonio.

    Por eso, decidió no ejercer su carrera como médica cirujana y se vinculó de lleno a la empresa de su esposo, según explica, como una manera de mantener el control de la relación. La estrategia funcionó, pues durante 12 años más se mantuvieron juntos y su negocio continuó prosperando; sin embargo, las infidelidades continuaron e incluso, cierto día de diciembre del 2015, Martha encontró un brasier que no era suyo cuando regresó a casa luego de un fin de semana fuera de la ciudad, hecho que le desencadenó un ataque de ansiedad y un infarto. Luego de algunos análisis, su cardiólogo determinó que Martha tenía presión arterial alta; por lo tanto, le recetó un medicamento que, según Medicina Legal, fue el que le ocasionó la muerte a Carlos siete años después. 

    Desde diciembre del 2015 hasta enero del 2022, el matrimonio siguió. “La relación ya no era la misma, pero había un respeto y cariño mutuos muy grandes”, describe ella. Por lo menos dormían en la misma cama y salían juntos de vacaciones. “Hasta teníamos sexo de manera ocasional. Cada vez que me acordaba de sus infidelidades me daba mucha ira, pero aprendí a ignorar el sentimiento y concentrarme en el amor que tenía hacia él”, recuerda Martha, sentada en la sala de su casa, mientras intenta contener las lágrimas. 

    Los rumores sobre las infidelidades de Carlos no terminaron. La última infidelidad de la que Martha se enteró fue justamente la que terminó con su matrimonio. Un amigo suyo, dueño de un restaurante en la calle 10, le contó que lo vio ir varias veces con una mujer a quien presentaba como su esposa. “Yo no le presté atención, supuse que era otra mujer que él cambiaría rápidamente; sin embargo, me equivoqué y ese día él me lo confesó todo”. Era el 2 de enero del 2022, en su aniversario 30. Ese día, Carlos Humberto le pidió el divorcio y le confesó todas y cada una de sus infidelidades, comenzando por la mujer a la que ya presentaba como su esposa en la ciudad.

    “Mientras él me contaba todos los detalles de sus infidelidades (la mayoría ya yo las conocía), en lo único que podía pensar era en la vida que desperdicié; en lo feliz que pude ser ejerciendo mi carrera como médica cirujana, quedándome con mi familia, o aceptando ser novia de Francisco Ricaurte, un joven de la época del colegio que me trataba muy bien y era de todo el agrado de mis papás”. Para Martha fue la conversación más eterna de su vida. Carlos le propuso que se quedaran viviendo juntos por un mes o dos, mientras decidían quién se mudaría y contrataban un abogado para iniciar el proceso de divorcio: “Yo no lo entendí hasta que ya estaba hecho, pero creo que ese día fue cuando decidí que no lo dejaría pasar, que él me las iba a pagar”.

    La doble cara de la violencia de pareja 

    En promedio, una mujer es asesinada en Colombia cada 30 horas. Y cada 30 días un hombre es asesinado por su pareja. Estas no son simples estadísticas, sino vidas que se pierden en la vorágine de una violencia que se toma espacios supuestamente destinados para el amor. 

    Según el Observatorio Colombiano de Feminicidios, en 2023 hubo 612 feminicidios. Estos actos suelen ser perpetrados por parejas (36 %) o exparejas (43 %). En contraste, según cifras de Medicina Legal, 11 hombres fueron asesinados por sus parejas mujeres el mismo año. La fundación Padres por Siempre advierte que podrían ser más frecuentes de lo reportado, ya que a menudo no se investigan adecuadamente.

    “La ley protege a todas las víctimas de violencia, sin embargo, si hay algo que se llama feminicidio, es porque las mujeres son atacadas por el simple hecho de ser mujeres”, explica Elizabeth Guío, coordinadora de la especialización en Derecho de Familia en la Universidad Nacional de Colombia. Ella destaca que aunque las denuncias de violencia hacia los hombres han aumentado, no son tan visibles como las de las mujeres. Además porque los rasgos de la cultura patriarcal los llevan a denunciar menos. Cifras de Medicina Legal indican que la violencia de pareja contra hombres subió un 7.2 % en 2023 respecto al año anterior.

    Pero la infidelidad también es una forma de violencia. El Consejo de Estado ha ratificado que esta constituye una forma de maltrato y violencia psicológica. A largo plazo esta conducta, entrelazada con el gaslighting (una forma de abuso psicológico donde el abusador hace dudar a la víctima de su propia percepción y memoria), puede tener efectos devastadores. La combinación de estas conductas puede causar un daño emocional profundo, que lleva a la víctima a cuestionar su valía, lo que resulta en una disminución de la autoestima y un estado de confusión y dependencia emocional. 

    La escritora feminista Coral Herrera, crítica del amor romántico, dice que el infiel no solo ejerce violencia psicológica, sino que abusa de la confianza de su pareja y rompe los pactos de cuidado. “Si además tu pareja depende económica y emocionalmente de ti, te estás beneficiando de la explotación emocional que ejerces sabiendo que ella no puede romper la relación”, asegura la escritora en una columna publicada en 2023. La historia de Martha y Carlos estuvo plagada de estas violencias injustificables.

    Crimen, confesión y condena 

    Martha llega a esta parte de la historia con lágrimas que no puede detener.  Se avergüenza de su llanto y pide parar la conversación. Seca sus lágrimas, se toma un café y continúa: “Tuve 16 días para pensar cómo hacerlo pagar, pensé en quitarle todos sus bienes y dejarlo en la calle, pensé en publicar su historia en páginas de chismes de la ciudad o en mentirle y decirle que siempre lo estuve engañando, pero ninguna de esas me parecía una respuesta lo suficientemente contundente para todo lo que me hizo. Así que empecé a pensar en maneras de hacerle daño”. No creía que fuera a hacerlo, solo quería “canalizar la ira”. Los días pasaron y Martha empezó a empacar sus cosas, lista para mudarse a cualquier lugar lejos de Medellín, pues su familia ya no vive en el país y, aparte de Carlos, allí ya no le quedaba nada más.

    El 18 de enero del 2022, Martha se levantó temprano. No lograba volver a dormir. Se preparó un café y se tomó su medicamento: “Me quedé un largo rato mirando la caja, recordando mi época en la escuela de medicina, cuando nos enseñaban los tipos de medicamentos que, en ninguna circunstancia, podían ser mezclados”. Ella sabía que Carlos se levantaría a eso de las seis y media de la mañana, se tomaría un café, vería los titulares de algún noticiero internacional y se aplicaría su dosis de insulina. En ese momento la sed de venganza se apoderó de Martha y lo peor pasó. Sirvió una taza de café y le disolvió uno de sus propios medicamentos. Cuando Carlos se levantó y entró en la cocina, ella tenía la taza de café en la mano. Se la entregó y sin decir nada salió de allí, entró a su habitación y empezó a llorar, tratando de no ser escuchada. Carlos continuó con su rutina mañanera, prendió el televisor, puso un canal de noticias, vio los titulares y se paró en la cocina en búsqueda de su medicación habitual. En ese momento Martha reaccionó, sabía que tenía una oportunidad para cambiar de opinión y salvarlo, pero no lo hizo.

    Él murió sentado mientras veía el noticiero de las ocho de la mañana de CNN en español. Martha esperó hasta las 10:30 de la mañana para llamar una ambulancia, tiempo suficiente para que ni el mejor de los médicos pudiera salvarle la vida a Carlos. A la par llamó a la Policía, le confesó a la operadora del 123 lo que había hecho y le dijo que no tenía intenciones de escaparse, que los esperaría en la que fue su casa por 26 años. 

    Ese martes 18 de enero, alrededor de las 12:30 p. m., Martha fue capturada por homicidio y llevada ante un juez de control de garantías. El juez le concedió detención domiciliaria a la espera de una próxima audiencia debido a su enfermedad cardiaca. A través de su abogado, llegó a un trato con la Fiscalía y se declaró culpable de homicidio doloso. 

    En agosto de 2023 un juez del Circuito Judicial de Medellín la condenó por homicidio preterintencional, el cual se comete cuando el autor tiene la intención de causar un daño, pero no la muerte, y sin embargo esta se produce como consecuencia de la acción. La sentenció a 98 meses (8.17 años) en detención domiciliaria. El juez consideró como atenuantes la enfermedad cardiaca de Martha, su estado de alteración mental al momento del crimen (validado por un psiquiatra contratado por la defensa), su aceptación de los cargos y su ya demostrada intención de no darse a la fuga. 

    Sin embargo, el 21 de marzo del 2024 el fiscal del caso apeló la sentencia y solicitó la revisión de la condena, pues considera que es muy baja. Este recurso sigue en trámite en el Tribunal Superior de Medellín.

    Mientras tanto, Martha Roldán cumple su condena en Jericó, en una vereda cercana al casco urbano del municipio. Desde enero del 2022 se dedicó a deshacerse de todo lo que le recordara a su exesposo: vendió la compañía importadora, igual que su casa en Altos del Poblado y otra en la isla Tierra Bomba, en Cartagena. También regaló la ropa de ambos, los artículos de decoración de su casa y todos los objetos personales: “Conservo mi cédula, la tarjeta del banco, la licencia de conducir, el historial médico y las escrituras de la casa; boté todo lo que la ley no me obliga a conservar”. 

    En la soledad de Jericó, Martha encontró un santuario para su alma atormentada. Alejada de los lujos y las tragedias de su vida anterior, se despojó de todo. Ahora, su existencia transcurre entre el verdor del bosque y la sencillez de su hogar, donde los días se suceden con la tranquilidad que tanto anhelaba. En este retiro, se dedica a la escritura como forma de catarsis. Cada página es un paso hacia la comprensión y aceptación de su pasado. Aunque físicamente está limitada por su condena, su mente y corazón se aventuran por caminos de sanación. Así, Martha da por cerrado el capítulo más doloroso de su vida con la serena aceptación de sus errores y la esperanza de días más tranquilos.

    Ilustración: Jhojan Millán M. @alverja.caricatura.

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