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event 10 Octubre 2020
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Estefanía Ocampo García Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla. Maribel Crespo Álvarez Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.
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El agro a la deriva

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A finales de marzo, Felipe Soto, capataz de la finca La Bella, ubicada en la vereda Samaria, de El Carmen de Viboral, recogió como de costumbre la cosecha de tomate junto a los 19 trabajadores que lo acompañaban en el cultivo.

 

Clase media

Ilustración: Anne Elizabeth Magnusson Saldarriaga

Antes de la pandemia tenían un contrato fijo con una empresa exportadora que comercializaba los productos en el exterior; sin embargo, en una llamada a principios de abril le anunciaron que no podrían recoger la carga debido al cierre de fronteras aéreas, marítimas y terrestres que ordenó el Gobierno nacional el 25 de marzo por la pandemia de la covid-19. 

Dueños de hoteles y restaurantes, a quienes La Bella también les vendía tomate y pimentón, cerraron al público sus establecimientos por las mismas restricciones de la cuarentena; así que solo pudieron vender la cosecha a un comerciante de la Plaza Mayorista de Medellín que, aunque compraba en grandes cantidades ‒entre 20 y 30 toneladas‒, en esa ocasión pagó el kilo a 400 o 500 pesos, casi la mitad de lo que cuesta regularmente. “Nos estaban liquidando muy barato y los costos del invernadero son muy altos. Nos tocó hacer recorte de personal porque lo que estábamos sacando no estaba valiendo nada y los insumos estaban muy caros”, recuerda Soto.

Con el Decreto 470 del 25 de marzo, el Gobierno buscaba garantizar el derecho a la vida, la salud y la supervivencia de los colombianos durante la pandemia. Sin embargo, las restricciones trajeron grandes impactos para la economía nacional, incluyendo el sector agrícola. Aunque medianas y pequeñas empresas continuaron con la producción de sus cosechas para evitar el desabastecimiento de alimentos, la disminución en la producción y la comercialización se sumaron a la falta de garantías y al olvido histórico que ha padecido el agro.

 

 

Según cifras del Dane, en el 2020 Colombia tiene casi 50 millones de habitantes, de los cuales el 15.8 están ubicados en áreas rurales dispersas y su principal actividad económica es la agropecuaria; 2.5 millones de personas trabajan en el sector que provee el 83.5 % de los alimentos que abastecen el país. 

La producción agrícola de Antioquia, de acuerdo con el Tercer Censo Nacional Agropecuario de 2014, equivale al 9.2 % de los 33.2 millones de toneladas anuales en Colombia. Sus cultivos de plátano, banano, aguacate y algunos tubérculos como la papa lo convierten en el segundo departamento con mayor rendimiento agrícola. Asimismo, reportes del Dane indican que la subregión del Oriente antioqueño es la principal despensa agrícola del departamento por la variedad de climas y terrenos fértiles aptos para el cultivo de hortalizas, frutas y flores.

2.5 millones de personas trabajan en el sector que provee el 83.5 % de los alimentos que abastecen el país.

Afectaciones al sector agrícola durante la pandemia

¿Pero qué tan afectado estaba el sector antes de la pandemia? Camilo Urrego, secretario de Agricultura y Desarrollo Rural de El Carmen de Viboral, afirma que son cuatro las problemáticas históricas que ha debido afrontar el campo en Colombia: la falta de tecnología, la concentración en la tenencia de la tierra, la ausencia de asistencia técnica y el conflicto armado hacen que el sector sea menos productivo y competitivo. “Importamos más de lo que exportamos; ni siquiera con nuestra producción abastecemos el mercado nacional, tenemos alrededor de 21 millones de hectáreas dispuestas y preparadas para la producción, pero solo producimos alrededor de 7 millones de hectáreas”, declara.

Cristian Loaiza es ingeniero agrónomo, ha sido profesor de la Universidad de Antioquia, trabaja en asesoría técnica agropecuaria en el Oriente antioqueño y tiene en Sonsón un cultivo de gulupa para exportación. Señala que antes de la pandemia los cultivos de flores, aguacate, gulupa, uchuvas y arándanos tenían un mercado estable, mientras que cultivos transitorios como los de papa, zanahoria, arveja, repollo, frijol, maíz, entre otros, tenían una cadena más compleja de comercialización, pues su venta depende de la oferta y la demanda. Sin embargo, la solidez en los cultivos estables se ha venido a pique por el recorte de personal, el reemplazo en los productos, como en el caso de las flores por hortalizas, el alto costo de los insumos, la falta de vías de acceso, los costos del transporte y la dificultad para acceder a créditos.

tenemos alrededor de 21 millones de hectáreas dispuestas y preparadas para la producción, pero solo producimos alrededor de 7 millones de hectáreas

Al inicio de la cuarentena algunos agricultores como Felipe Soto no tuvieron más opción que vender a bajo precio o dejar perder su producto. Otros, optaron por venderlo “kiliado”, regalarlo o intercambiarlo entre vecinos. En la vereda Aguas Claras de El Carmen de Viboral, la microempresa familiar de los Castañeda, Hortalizas El Manantial, tras la reducción de su comercialización en un 50 %, intercambió productos de su finca, como lechugas, por zanahoria y otras hortalizas con algunos de los vecinos que tampoco pudieron vender sus cosechas. Lina Castañeda cuenta que instalaron cestas en la entrada de algunas fincas de la vereda para que las personas dejaran los productos o tomaran los que iban necesitando. 

Otros agricultores que tuvieron dificultad con la venta de sus cosechas decidieron repartir gratis los productos en los barrios y las veredas de El Carmen de Viboral. Ante estas iniciativas, Pilar Parra, integrante de la Asociación Campesina de Antioquia (ACA), resalta que para superar la crisis “hay que fortalecer el espíritu de la solidaridad y el apoyo mutuo, esto nos permitirá continuar con nuestra labor y conocer la situación actual”.

¿Cómo superar la crisis?

 

Agro y coronavirus

Ilustración: Anne Elizabeth Magnusson Saldarriaga

La Gobernación de Antioquia y las secretarías municipales están promoviendo la compra y venta de productos locales con el objetivo de fortalecer la economía campesina. Esta estrategia la han desarrollado mediante el apoyo, por ejemplo, a los mercados campesinos que buscan acortar las cadenas de comercialización y acercar a productores y consumidores finales. 

De la misma manera, Pilar Parra comenta que desde ACA se vienen realizando hace varios años otras actividades para fortalecer la economía campesina y la diversificación de los cultivos: “La pandemia nos hizo pensar cómo fortalecer el ejercicio local para que los productos se comercialicen en los mismos municipios, todo este esfuerzo no debe ser solo del campesino sino también del comprador. Desde hace un tiempo estamos haciendo una campaña para que se privilegie la compra a los pequeños campesinos y no a los grandes monopolios. Este ha sido un ejercicio muy bonito porque la gente sabe a quién está apoyando”.

“La pandemia nos hizo pensar cómo fortalecer el ejercicio local para que los productos se comercialicen en los mismos municipios, todo este esfuerzo no debe ser solo del campesino sino también del comprador. Desde hace un tiempo estamos haciendo una campaña para que se privilegie la compra a los pequeños campesinos y no a los grandes monopolios. Este ha sido un ejercicio muy bonito porque la gente sabe a quién está apoyando”

Por otro lado, hubo pequeños productores que reestructuraron sus empresas y buscaron otras alternativas, como es el caso de tres familias de la vereda Santa Rita, ubicada en el cañón del Melcocho, en El Carmen de Viboral, a quienes la situación les obligó a desarrollar un sistema de transporte que incluye trayectos a lomo de mula y transporte público para comercializar sus quesos artesanales. 

Desde hace un año, Andrea, Ruby y Patricia, mujeres cabeza de estas familias, estaban vendiendo sus quesos en el mercado campesino de este municipio; sin embargo, durante el confinamiento, este fue cerrado por un mes y se vieron obligadas a buscar otras alternativas de comercialización. Así, para superar la crisis, empezaron a ofrecer sus productos mediante publicaciones de Facebook y grupos de WhatsApp. Gracias a ello, ampliaron sus posibilidades de ventas en otros sectores, incluyendo Medellín. Según Andrea, se triplicaron los pedidos. 

Pero en cuanto al apoyo del Estado al sector agrícola por la pandemia, las medidas parecen estar reducidas al crédito. A finales de mayo, el ministro de Agricultura, Rodolfo Zea, anunció líneas de crédito por 420.000 millones de pesos para los campesinos y también dijo estar evaluando medidas como la compra de cosechas en lugares afectados por las restricciones de circulación. No obstante, esa medida no se materializó.  

El secretario de Agricultura de El Carmen de Viboral asegura que él mismo se encuentra a la espera de las ayudas anunciadas por el presidente y su gabinete, mientras Pilar Parra manifiesta que “el Gobierno no ha estado a la altura de una situación humanitaria como la que se vive en todo el mundo, sentimos que ha priorizado mucho más la economía de los grandes monopolios y no de los pequeños productores”.

El secretario de Agricultura de El Carmen de Viboral asegura que él mismo se encuentra a la espera de las ayudas anunciadas por el presidente y su gabinete

El Plan de Desarrollo de Antioquia 2020-2023 plantea fortalecer la economía a través de seis programas que beneficiarían y potenciarían las dinámicas del sector agropecuario. Una de esas iniciativas, explica Rodolfo Correa, secretario de Agricultura del departamento, es la compra de cosecha garantizada, es decir que antes de iniciar la siembra se logre un acuerdo con el comprador de forma que el agricultor tenga asegurada la venta de sus productos. “Adicionalmente tenemos la transferencia de tecnología, la formación para la productividad rural, el encadenamiento productivo y el acceso a mercados mediante un sistema donde se caracterice al productor y se cree una cooperativa que se encargue de resolver los problemas de comercialización”, dice Correa. 

Sin el campo no se vive

Para la Gobernación de Antioquia, la principal estrategia para mejorar la competitividad del sector es la tecnificación mediante programas de transferencia de tecnología, el suministro de sistemas de riego móvil y maquinaria especializada para la siembra y cosecha que permita optimizar recursos, disminuir mano de obra y tiempos de cosecha. En ese sentido, el programa de agricultura 4.0 busca suministrar herramientas de monitoreo para determinar en cuáles tierras es más eficiente producir y, de este modo, analizar cómo disminuir los costos de los insumos y de mano de obra, también, promover el consumo local, de manera que se brinde a los agricultores la posibilidad de competir en materia de precios y calidad.  

Por su parte, el ingeniero Cristian Loaiza afirma que “el campo necesita una verdadera reforma agraria en donde se trabaje fuertemente en la comercialización de los productos, se mejoren las vías de acceso, se brinde una asistencia técnica a los agricultores y se extiendan y faciliten los créditos”. Él percibe un panorama más alentador para el agro en la pospandemia, ya que los productos agrícolas son de primera necesidad. “Sin el campo no se vive. El Gobierno nacional tendrá la obligación moral de poner lupa sobre este y se verá obligado a estructurar medidas que lo beneficien. El campo continuará con un gran crecimiento, ya que tanto inversionistas como empresas desean contribuir y ubicar negocios en este sector”.

Sin el campo no se vive.

Sin embargo, Camilo Urrego, secretario de Agricultura de El Carmen de Viboral, considera que uno de los problemas principales del sector agropecuario son los recursos que se destinan para su atención, y que en el caso de El Carmen están entre el 1 % y el 1.5 % del presupuesto municipal. “Es muy complicado trabajar con estos recursos tan bajos”, dice el funcionario. La asociatividad, la tecnificación, la reactivación productiva y generar una política de desarrollo agropecuario son las estrategias con las que la administración busca equilibrar el sector.

Como miles de campesinos, Felipe Soto, la familia Castañeda, Andrea, Patricia y Ruby persisten en su labor pese a la pérdida de cosechas, los despidos, los precios bajos, el costo de los insumos, la falta de vías de acceso y la distancia para continuar con la producción y distribución de sus productos. Eso sí, esperan que el Gobierno responda a sus necesidades y fortalezca el sector agropecuario, aportando mayor asistencia y garantías a los medianos y pequeños productores para lograr estabilidad económica para ellos y sus familias.

Este contenido hace parte del especial Entreabierta: Colombia en pospandemia. Te invitamos a ver otros temas relacionados con las situaciones que ha vivido el campo colombiano en medio de la problemática actual visitando La educación rural: un desafío en pospandemia.

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