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event 15 Octubre 2020
schedule 58 min.
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Juliana Parra Rojas Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla. Consuelo Jackeline Aza Valenzuela Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla. María Camila Acevedo Narváez Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla. Camila Andrea Rua Tovio Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla. Luisa Fernanda Martínez Arenas Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.
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Plasticovid: la contaminación en pandemia

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Durante el confinamiento estricto que rigió los primeros meses de 2020 a causa del coronavirus, otra pandemia "invisible" aumentó sin tregua: la contaminación del medio ambiente por materiales de un solo uso como el icopor o el plástico.

Durante el encierro, los pedidos a domicilio se convirtieron en un factor determinante en la agudización de esta problemática. Incluso microempresarios que incluyen dentro de sus políticas y filosofía de trabajo protocolos de protección ambiental, no han podido escapar al uso del plástico. En el confinamiento nos dimos a la tarea de investigar esta otra pandemia y contar las historias de algunos emprendedores afectados.

 

Arbóreo: entre el deber ser y la rentabilidad

Por Juliana Parra / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.

Minirelato Arbóreo

Ilustración: Anne Elizabeth Magnusson Saldarriaga

Casi siempre paso escuchando música, casi nunca me detengo a observar qué es lo que allí sirven: o voy de afán para clases o estoy cansada de una jornada académica larga, una de dos. Pasar por el pasillo de la Universidad de Antioquia donde está ubicado Arbóreo es posar los ojos en cuatro mesas de madera pulida llenas de personas: profesores, estudiantes, visitantes. A veces, caminar por ahí implica chocar con diversas personas que tienen sus propios afanes o que, por el contrario, se toman el tiempo para comer algo saludable y rico en el restaurante. Ahora que la medida de confinamiento preventivo obligatorio fue levantada, las universidades continúan cerradas, las mesas están vacías, los pasillos solitarios y los anfitriones y sus comensales lejos de volver al lugar.

Empecemos desde cero: desde sus inicios, David Gonzáles y Liliana Toro pretendieron que Arbóreo fuera un restaurante responsable con el medio ambiente; más que una opción, la utilización de empaques biodegradables fue una necesidad para ambos. Se convirtió, entonces, en el primer restaurante de la Universidad que implementaba empaques compostables, aquellos que con el tiempo se convierten en tierra. 

Arbóreo es una propuesta con la que se pretende minimizar las huellas negativas que dejan las personas en el medio ambiente; por lo mismo, David y Liliana hacen un esfuerzo inmenso para costear la producción de estos. Además, es un restaurante en donde se sirve comida gourmet ‒saludable‒ y se brinda variedad de esta, como por ejemplo comida típica ‒frijoles, aguacate, plátano maduro‒, comida menos común ‒cordon blue, estofado de lentejas, ceviche de trigo‒, entre otros tipos.

 

Plato arbóreo imagen 2

Cortesía de Arbóreo Gourmet.

¿Quiénes son David y Liliana? Se preguntará usted. Administrador y encargada del centro de producción de Arbóreo, respectivamente. Se conocieron como estudiantes hace más de seis años en la Facultad de Química Farmacéutica. Ella estudiaba Ingeniería de Alimentos y él Contaduría Pública. Eran, y son, dos jóvenes emprendedores que, por medio de una convocatoria de la Universidad, pudieron crear lo que hoy se conoce como Arbóreo. 

La costosa responsabilidad ambiental

Pero para Arbóreo producir esos materiales biodegradables es muy costoso, comparado con un material a base de plástico tradicional. Y es que un empaque de los que Arbóreo utiliza para entregar almuerzos, cuenta David, “vale más o menos 800 pesos, mientras que una cajita de icopor vale 50 pesos”.

Aquella caja de icopor, de tan solo 50 pesos, dura 150 años en el planeta, según el proyecto En Modo Acción de la Universidad El Bosque y ONU Medio Ambiente por medio de El Tiempo; sin embargo, la durabilidad de este material parece ser versátil. La ambientóloga Sandra Ropero, a través de Ecología Verde y el portal Vida Sana, habla de hasta 500 años, y David Gonzáles, por su parte, agrega que “700 años después está en el planeta tierra por ahí rodando, lo cual es a todas luces un exabrupto, es increíble que una cajita de almuerzo dure 10 generaciones después de la de uno”; mientras que la caja biodegradable de 800 pesos en 12 meses ya está convertida en tierra.

Comparativo de materiales y precios

Caja de icopor: cuesta $50 y tarda en descomponerse de 150 a 500 años.

Caja biodegradable: cuesta $800 y tarda en descomponerse 12 meses.

Los materiales compostables, como sustenta Slow Fashion Next ‒empresa de moda sostenible‒, se deben “degradar al menos un 90 % de su masa total en un máximo de seis meses”. Pero, a pesar de los obstáculos en la rentabilidad, Arbóreo tiene muy claro cuál es su misión como restaurante: “Para nadie es un secreto, aunque muchos lo nieguen, que el ser humano deja una huella muy importante en el ecosistema y nosotros queremos minimizar lo máximo posible ese impacto que dejamos”.

Domicilios: El aumento de bolsas plásticas por la covid-19

 

Doble bolsa imagen 3

Es un hecho que la producción de plásticos se ha incrementado y, por supuesto, también la compra y el consumo del mismo, durante la pandemia y el confinamiento “utilizamos cuatro veces más productos que no son reciclables que antes de la pandemia”, argumenta César Olmos, ingeniero ambiental e investigador del grupo GeoLimna de la Facultad de Ingeniería de la Universidad.

En la coyuntura actual de confinamiento por la covid-19, no solo los restaurantes hacen domicilios y se ven en la obligación de empacar sus productos acorde con las normas de bioseguridad, sino, también, las personas naturales que buscan oportunidades en este campo.

David comienza su día así: se despierta y corrobora que las redes sociales del restaurante estén en buen funcionamiento. Contesta dudas, pedidos, comentarios; a veces, incluso, se encuentra editando fotos de platos para subir a estas redes. Todas estas pequeñas actividades las hace desde su casa, junto a su gata Grises, hasta que dan las 10:30. Antes de la pandemia, cuando el reloj daba esa hora, David se disponía a salir con destino al restaurante. 

Cuando Ciudad Universitaria aún no cerraba y el virus parecía algo ajeno, David llegaba a las 11 de la mañana a uno de los pasillos de la plaza Barrientos, donde está ubicado su local o, también, al punto de venta localizado en el Parque de la Vida. En ese momento se disponía a recibir los recipientes y utensilios donde sirve la comida. Se preparaba, entonces, para atender a los clientes del mediodía.

Arbóreo tuvo que adoptar, al igual que todos, las normas de bioseguridad para hacer sus domicilios, deben usar varias bolsas para empacar y despachar pedidos. Estas bolsas contaminan el medio ambiente, pero es algo que el restaurante no puede evitar ya que, un paquete de bolsas de plástico con 100 unidades cuesta tan solo 2000 pesos, mientras que un paquete de 20 bolsas de papel puede costar 9000 pesos ‒estos valores pueden cambiar de acuerdo con el proveedor‒.

el virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad de covid-19, queda impregnado mucho más en el plástico que en cualquier otra superficie, sobrevive hasta 72 horas.

Sin embargo, las prácticas de la doble bolsa por motivos de salubridad y seguridad, recomendadas mediante la circular 015 del 2020, emitida por el Ministerio de Salud y Protección Social y el Ministerio de Interior, parecen ser contradictorias. La Journal of Hospital Infection y The New England Journal of Medicine muestran que el virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad de covid-19, queda impregnado mucho más en el plástico que en cualquier otra superficie, sobrevive hasta 72 horas, pues este posee una superficie menos porosa y el virus mantiene sus condiciones infecciosas; por el contrario, la Organización Mundial de la Salud afirma que en papel el virus sobrevive 24 horas, pero su carga viral disminuye drásticamente.

¿Abrir o no abrir? El dilema de los restaurantes en Medellín

El 1 de junio del 2020, mediante el Decreto 749 publicado el 28 de mayo, en el cual el presidente ordenó aislamiento preventivo obligatorio debido a la covid-19, los restaurantes en toda Colombia y, por ende, en Medellín, se vieron obligados a cerrar sus puertas. Por medio del Decreto 878 del 25 de junio del 2020, se les dio luz verde a los restaurantes para que comenzaran con los planes piloto de reapertura, siguiendo los protocolos de bioseguridad; aunque por medio del Decreto 0733 del 22 de julio, el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, ordenó Estado de Cuidado Total. Restaurantes como El Astor, en Junín, y Marmoleo, en El Poblado, que tenían autorización de reapertura, tuvieron que aplazar sus pruebas a causa del aumento de casos en el municipio. Aunque a partir del primero de septiembre, la economía se reactivó y por ende todos los restaurantes de la ciudad.

La institución pensaba cerrar solo por 15 días, según el comunicado mencionado, pero hasta octubre del 2020, sigue sin darle la bienvenida a sus estudiantes, profesores y personal administrativo. 

Para Arbóreo es complejo el panorama. Al ser un restaurante netamente universitario tuvo que cerrar el día en que la Universidad de Antioquia cerró sus puertas: el 16 de marzo del 2020 mediante la resolución académica 3397. La institución pensaba cerrar solo por 15 días, según el comunicado mencionado, pero hasta octubre del 2020, sigue sin darle la bienvenida a sus estudiantes, profesores y personal administrativo. 

 

Restaurantes imagen 4

Foto de Jaime Pérez. Cortesía de El Colombiano.

A diferencia de los demás restaurantes y establecimientos que funcionan dentro de la Universidad, Arbóreo pudo abrir su sede en el Parque de la Vida en mayo; pero no sabe cuándo abrirá el local de la Universidad, pues aún no hay fechas prontas ni establecidas para que la institución abra sus puertas. Por esto, el restaurante busca llamar la atención de nuevos clientes, aquellas personas que no son de la Universidad o que no conocen el restaurante, para poder hacerle frente a la situación que no solo está afectando a este, sino también al proveedor de empaques biodegradables que tiene, pues “está que se quiebra, nos decía en estos días que están muy mal, que no les compran lo suficiente”, cuenta David.

Arbóreo seguirá como puede, haciendo sus pedidos y utilizando empaques biodegradables. Sin embargo, David no ve un panorama muy esperanzador. A pesar de los esfuerzos, los gastos del local ‒tanto en impuestos, nóminas y compras‒ siguen intactos, mientras que los ingresos disminuyen. Independientemente de lo que pueda suceder, Arbóreo siempre será el restaurante que no solo es pionero en la Universidad en cuanto a materiales ecoamigables, sino que también es loable su compromiso por el bien del medio ambiente.

 

JPG Medellín se inunda el plástico infográfico

 

La silenciosa labor de los recicladores durante la pandemia

Por Luisa Martínez / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.

Minirelato reciclador

Créditos: Anne Elizabeth Magnusson Saldarriaga

A pesar de que países como Italia y Perú tras la aparición del coronavirus prohibieron a los recicladores ejercer su labor, el Gobierno colombiano les autorizó trabajar. Hicieron parte de las 43 actividades exceptuadas durante el Aislamiento Preventivo Obligatorio que rigió en el país desde el primero de junio hasta finales de agosto, según decreto expedido por el Gobierno nacional. Lo anterior, porque desde el 2016 es una actividad que se encuentra dentro de los servicios públicos de aseo, en este caso recolección, aprovechamiento, disposición y recuperación de materiales.

Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, cerca de cuatro millones de personas en América Latina viven de reciclar. En Colombia al menos 30.000 hombres y mujeres son recolectores ambientales de oficio, según la Asociación Nacional de Recicladores, por esto se crearon cooperativas como Recimed, una cooperativa multiactiva de recicladores que se encarga de agremiar y dignificar el trabajo de 730 recicladores de oficio en Medellín.

alrededor de 80 recicladores aún no pueden salir a las calles por ser mayores de 60 años

La llegada del coronavirus al país ha afectado el oficio de los recicladores de la cooperativa en grandes proporciones, los horarios de trabajo se han reducido, antes trabajaban de ocho a 10 horas, ahora de cuatro a seis; alrededor de 80 recicladores aún no pueden salir a las calles por ser mayores de 60 años y, los otros, se ven expuestos a encontrar tapabocas, agujas, jeringas o vidrios rotos, lo que podría afectar su salud.

 

EMVARIAS

Sumado a esto, las personas ya no salen a las calles a entregarles material por temor al contagio. Los recicladores ya no llevan la misma cantidad de material a las Estaciones de Clasificación y Aprovechamiento (ECAS), en parte porque ahora son menos y, también, porque gran parte del comercio permanece cerrado. Lo preocupante del asunto es que según Catalina Hernández, ingeniera ambiental del Área de Gestión Operativa de Emvarias, mientras que en febrero, justo antes del confinamiento, recolectaron 90 toneladas, en mayo tan solo se captaron 28.4.

un kilo de PET que antes se le podía pagar a un reciclador a 700 pesos el kilo, ahora está en 400 pesos, lo que afecta la economía de la cooperativa y por tanto la de los recicladores.

Los tipos de materiales no han variado, siguen siendo los mismos, solo que en menor cantidad. Carlos Miguel Zapata, representante legal de la cooperativa, dice que son alrededor de 42 tipos entre cartón, PET, chatarra, plástico, vidrio y otros. Lo que sí ha variado son los precios, así como la captación ha disminuido. Por ejemplo, un kilo de PET que antes se le podía pagar a un reciclador a 700 pesos el kilo, ahora está en 400 pesos, lo que afecta la economía de la cooperativa y por tanto la de los recicladores.

 

Residuos durante la pandemia Infográfico

La rutina de un reciclador

La rutina de Carlos Miguel empieza a eso de las cinco de la mañana. Sale a recorrer las calles de Medellín con un costal al hombro, esperando contar con la suerte de encontrarse cartones, botellas, papel de archivo, por el que pagan muy bien, o cualquier otro elemento que se pueda reciclar. Sí, es un asunto de suerte, un día puede ganar mucho, al otro quién sabe.

Este es el diario vivir de los más de 3600 recicladores de oficio que hay en Medellín de acuerdo con cifras de la cooperativa Recimed. Carlos Miguel sabe muy bien lo que significa ser reciclador, pues desde 1997 lo ha hecho, aunque en los últimos años en mejores condiciones; actualmente es el representante legal de Recimed y supervisor de una de las ECAS. En el 2013, los miembros del consejo de administración de la cooperativa consideraron ideal que esta fuera representada por un reciclador, Carlos Miguel se postuló y fue elegido por la asamblea.

Sin embargo, este cargo no ha impedido que deje su antiguo oficio a un lado: “Yo sigo siendo reciclador de oficio, sigo haciendo las veces de representante legal pero nunca he dejado ese amor al reciclaje, ese interés por mejorar el medio ambiente, por reciclar”. Agrega también que ocasionalmente acompaña a los recicladores asociados cuando les hace seguimiento a las urbanizaciones. 

Manifiesta que empezó a reciclar por supervivencia, no le veía ninguna importancia, simplemente necesitaba un ingreso para el sostenimiento de él, su mujer y su hijo. Con el tiempo le fue “cogiendo amor al reciclaje”, como él dice, se fue concientizando de que reciclar no era solo para su beneficio económico, sino que haciéndolo le estaba aportando un granito de arena a una ciudad más limpia y a un mejor medio ambiente.

 

carlos miguel

Carlos Miguel continúa su labor a pesar de las adversidades que causa la pandemia y el confinamiento.

Cortesía: Carlos Miguel

Las personas consideran que reciclar es una labor muy sencilla, pero no es así, dice Zapata, hay que hacer una separación adecuada de los residuos. Muchos recicladores llevan el material seleccionado, otros no se preocupan mucho por eso. Según Recimed, un reciclador recoge alrededor de dos toneladas mensuales de materiales aprovechables. Cuando el material llega a las bodegas se hace un proceso de selección y limpieza, se compacta en pacas de aproximadamente 200 kilogramos. Posteriormente se despacha a la industria donde, bajo diversos procesos, podrá ser utilizado de nuevo.

Los ciudadanos no hacen la debida separación desde la fuente ‒casas y fábricas‒, lo que hace que el trabajo de los recicladores se dificulte, según datos del Dane el 44 % de los hogares clasifican los residuos y siete de cada diez personas no saben hacer una separación adecuada. Muchas personas mezclan vidrio quebrado con otros materiales y esto podría ser un riesgo de cortadura. También mezclan líquido con papeles, echándolos a perder porque esto impide que se reincorporen en la cadena de reciclaje y terminen en rellenos sanitarios.

Gracias a su trabajo, Zapata adquirió conciencia sobre la adecuada separación de los residuos y busca transmitir su conocimiento con todos sus familiares, evita que hagan una mala disposición final de las botellas, invitándolos a reciclar correctamente, sabe muy bien que le pueden servir a un reciclador, incluso a él mismo. 

Es consciente de que muchos de esos materiales podrían parar en un relleno sanitario, una cañada, el océano o incluso llegar a afectar la salud. Separar adecuadamente los materiales peligrosos es un aprendizaje que le dejó la pandemia, por eso espera que las personas día a día se informen más y tengan más empatía con su labor silenciosa.

 

JPG plasticolombia infográfico

Helados en pandemia

Jackeline Aza / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.

Ilustración Helado

Créditos: Anne Elizabeth Magnusson Saldarriaga

¿Alguna vez has reflexionado si cuando comes un helado estás siendo amigable con el medio ambiente? Te preguntarás qué relación hay entre ambos: tienen una relación más estrecha de lo que conocemos, desde todo lo que se desecha en una heladería y va a parar a un océano, hasta la inspiración de la naturaleza para elaborar un determinado sabor.

A causa de la pandemia provocada por el coronavirus, las heladerías han tenido que encontrar nuevas estrategias de producción y distribución. A pesar de que algunas han entendido que si cambian sus prácticas tradicionales, como el consumo de materiales de un solo uso, pueden contribuir con el ambiente, la verdad es que la pandemia los ha obligado a contaminar aún más de lo que quisieran.

Según Portafolio, en Colombia existen 200.000 puestos de ventas de helado, entre heladerías y droguerías. El emprendimiento de helado en rollo denominado LadoHe es uno de ellos, ubicado en el parque de Aranjuez, en Medellín, surgió en 2018 de la mano de los amigos Juan Pablo Henao y Diego Rivera.

Juan Pablo vive en el barrio Campo Valdés de Medellín junto con sus padres, Héctor Henao y Gloria Ocampo y tiene un pequeño hijo de año y medio, el cual vive lejos de él. Es un hombre relajado, de ojos más bien alargados y barba espesa. Se ríe poco y es concreto al hablar: estudió Tecnología en Sistemas de Producción en el Instituto Tecnológico Metropolitano, trabaja en la empresa de transportes especiales corporativos Transceal y es dueño de LadoHe. Disfruta laborar y brindar siempre la mejor atención a los clientes. 

Coronavirus: un obstáculo para ser amigable con el ambiente

El dueño de LadoHe ha cumplido el sueño que tuvo alguna vez de formar empresa, dar empleo y fundar una heladería. Tres en uno. Por la pandemia, tuvo que redistribuir el espacio del local, reducir el número de mesas y sillas y atender solamente en la puerta. 

No es una heladería cualquiera: sus helados son empacados en contenedores hechos de polyboard, un material biodegradable que mantiene los alimentos fríos; los cubiertos son hechos de PET en un 70 % y un 30 % de plástico y las servilletas son de papel. Siempre que soñaba con su propio negocio tenía como condición ser amigable con el medio ambiente.

Ese ideal se ha visto opacado por la pandemia: ahora deben ponerle tapa al envase del helado, usar una bolsa de plástico para los cubiertos y otra para empacar y despachar el resto del producto, pues la mayoría de ventas son a domicilio y tienen que garantizar que los helados en rollo lleguen en buen estado. Es por eso que el uso de plástico en su heladería ha aumentado en un 90 %.

 

Helado 2

Los protocolos de bioseguridad también se han intensificado. Compra una gran variedad de productos para la desinfección, después de cada domicilio lava la nevera que contiene el helado y también la moto en la que se hace el domicilio; la limpieza del local es exhaustiva y la indumentaria se compone por guantes, tapabocas y overoles, todo fabricado en material desechable. En la limpieza usan alrededor de diez productos para desinfección: alcohol al 96 %, amonio cuaternario, hipoclorito, entre otros. Esto, sumado al lavado continuo del local y de los demás elementos, impacta el medio ambiente por los desechos que se generan y por el aumento en el consumo de agua, que según informó para distintos medios Santiago Ochoa, vicepresidente de Aguas y Saneamiento de Empresas Públicas de Medellín, durante las primeras semanas del confinamiento aumentó en un 3 %.

Por otro lado, el dueño de esta heladería siempre ha estado comprometido con la separación de residuos orgánicos y ordinarios, a pesar de que, como él mismo lo dice, “hay otra situación que perjudica aún más y es el tema de los recicladores: los días que pasa el carro de la basura ellos revuelcan la bolsas y las vuelven nada, para cuando llega el carro está todo desordenado, los encargados recogen todo junto y entonces el trabajo que nosotros hacemos en el local se pierde por eso”.

Compra una gran variedad de productos para la desinfección, después de cada domicilio lava la nevera que contiene el helado y también la moto en la que se hace el domicilio; la limpieza del local es exhaustiva y la indumentaria se compone por guantes, tapabocas y overoles, todo fabricado en material desechable. En la limpieza usan alrededor de diez productos para desinfección: alcohol al 96 %, amonio cuaternario, hipoclorito, entre otros.

El comienzo

Entre los planes de Juan Pablo siempre estuvo tener una heladería que fuera rentable y ecoamigable. Cuando habla de LadoHe se nota un tono de voz enérgico y de gusto. Cuenta que mientras tomaba un descanso en la oficina de transportes en 2018 junto con Diego, vieron en YouTube un video donde hacían helados en rollo. Todo esto, en principio, les pareció muy extraño, pero de ahí surgió la iniciativa de formar una heladería menos tradicional.

Detrás de este proyecto hubo una amplia investigación y en esa fase conocieron que este tipo de helado fue creado en Tailandia y que el único país latinoamericano que intentaba replicarlos era México. Ni en Colombia ni en Medellín se vendían ice rolls, por lo que ambos se convertirían en los pioneros de esta propuesta novedosa.

La máquina especial para hacer este helado llegó del extranjero un mes después de pedirla y aprender a manejarla les tomó dos meses más. Su primer rollito de helado fue el empujón para comenzar el negocio. Buscaron local, compraron mesas, sillas, implementos de cocina para la heladería y abrió sus puertas en agosto de 2018, pero bajo el nombre de Craps.

Inmediatamente el negocio tuvo buena acogida, no había una oferta similar en Medellín. No obstante, asuntos personales llevaron a que la sociedad se disolviera, cada amigo tomó su camino y Juan Pablo continuó con el negocio bajo la nueva marca, LadoHe.

“Ver la cara del cliente cuando prueba el helado que yo mismo creé... Esa sensación que da la satisfacción del cliente que dice ‘venga hágame un helado de esta manera’, a veces hasta inventando y el solo hecho de verle la cara de satisfacción ya me gusta mucho”, narra Juan Pablo.

Mantener un emprendimiento en medio de la pandemia

Juan pasa los días de pandemia tratando de sostener su pequeña empresa. A las ocho de la mañana entra a su primer trabajo. Durante toda la jornada se encarga de revisar la documentación de los camiones, es decir, que todo esté al día. Por la pandemia algunas camionetas están transportando personal de salud.

Alrededor de las cuatro de la tarde termina su labor y se dirige hacia LadoHe. Un empleado ya se ha encargado de abrir e ir adelantando pequeños pendientes. Juan dice que se siente muy feliz de poder contribuir a su familia, pero también a la familia de su empleado, puesto que según el Dane 4’694.000 personas perdieron su empleo debido a la pandemia. Además, esta heladería como las 200.000 del país contribuye a la economía del mismo. Según losdatos.com, Colombia produce al año 98.000 toneladas de helado que representan 900 millones de pesos. 

LadoHe como heladería no convencional se ha logrado destacar por sus iniciativas ecoamigables: el uso de empaques biodegradables para sus helados, la separación de residuos y la conciencia del consumo de plástico de un solo uso; sin embargo, parece demostrado que la pandemia representa todo un reto ambientalmente insostenible ¿hemos pensado en cuánta basura nos va a quedar después de todo esto? 

¿Será posible vivir sin consumir plástico?

Esta es una pregunta que martilla nuestras cabezas. Lo pensamos durante la investigación y ahora, después de hacerla, vemos un panorama complejo para nuestro planeta. A esta pregunta tratamos de hallar respuesta en el siguiente contenido sonoro en el que invitamos especialistas en el tema. No te olvides de ver otros contenidos del especial Entreabierta: Colombia en pospandemia.

 

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