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event 10 Octubre 2020
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Educación rural: un desafío en pospandemia

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La mañana del 16 de marzo, con el frío del páramo de Sonsón calando en los huesos, el profesor Humberto Alonso Cardona Pemberti se montó en su moto y emprendió camino por carretera destapada, levantando polvo y saludando con el pito a todo aquel que se encontrara en el camino que conduce a la escuela rural de Sirgüita.

 

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Créditos: Karen Parrado

La mañana del 16 de marzo, con el frío del páramo de Sonsón calando en los huesos, el profesor Humberto Alonso Cardona Pemberti se montó en su moto y emprendió camino por carretera destapada, levantando polvo y saludando con el pito a todo aquel que se encontrara en el camino que conduce a la escuela rural de Sirgüita. Esa fue su rutina durante los últimos cuatro años. Una hora después, a las ocho en punto, lo esperaban en la puerta del salón seis niños y 10 niñas de básica primaria, a quienes enseña matemáticas, lenguaje y ciencias sociales, y quienes ese día tenían preguntas sobre la continuidad de sus clases.

Apenas habían transcurrido cuarenta días de clases en el 2020 cuando un virus, que no estaba en los planes de Humberto Alonso ni de nadie, los obligó a suspender las actividades escolares. El 16 de marzo, la ministra de Educación, María Victoria Angulo, ordenó cerrar los centros educativos del país y adelantar las vacaciones hasta el 20 de abril como estrategia para contener la propagación de la covid-19 que ese día ya sumaba 57 personas contagiadas en Colombia. Basándose en la orden, tanto la de Sirgüita como las 3534 escuelas rurales que hay en Antioquia, las cuales representan el 72 % de los centros educativos del departamento, suspendieron clases.

El día del anuncio de la ministra, el profesor Humberto reunió a sus estudiantes para contarles que tendrían que regresar a la escuela un mes después porque el virus estaba avanzando y debían cuidarse. “Cuando inicialmente se suspendieron las clases, tanto los estudiantes como yo teníamos la expectativa de que esto iba a ser por muy corto tiempo y esperábamos volver a las aulas prontamente. Por lo tanto, la reacción fue, digamos, como un breve receso”, comenta.

Las actividades académicas se integran a la rutina del hogar: Mineducación

El mensaje de la ministra de Educación estaba acompañado de una indicación adicional: “En paralelo ‒al receso de los estudiantes‒ los maestros y las maestras estarán dos semanas preparando todo el material requerido para alistarnos para modelos flexibles o virtuales”.

Es decir, los profesores generarían en 10 días nuevas metodologías para integrar los procesos pedagógicos y los contenidos de las clases a la rutina del hogar, sin imponer, como lo reiteró la ministra, las características propias de la educación presencial.

Para cumplir lo propuesto, se aconsejó a los docentes evaluar las posibilidades de los territorios para retomar las actividades académicas desde las condiciones que ofrecían el internet, la radio y los materiales impresos. Desde el principio, Humberto descartó el uso de internet para dictar las clases porque las veredas donde viven sus estudiantes no tienen conectividad y tampoco la escuela rural. Según la encuesta sobre educación formal realizada por el Dane en el 2018, en Sonsón de 103 sedes educativas rurales solo 17 tienen internet.

los profesores generarían en 10 días nuevas metodologías para integrar los procesos pedagógicos y los contenidos de las clases a la rutina del hogar, sin imponer, como lo reiteró la ministra, las características propias de la educación presencial

De acuerdo con el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones (MinTIC), la desconexión de las zonas rurales de Sonsón se repite en el 92 % de veredas antioqueñas, ya que no cuentan con puntos de acceso comunitarios a internet, una estrategia nacional que buscó conectar a los territorios con las TIC bajo el nombre de Kioscos Vive Digital. En Apartadó, por ejemplo, de 52 sedes rurales, 24 tienen acceso a internet y siete de ellas, aunque figuran con internet en la encuesta del Dane, no tienen energía.

En el corregimiento de San José de Apartadó están ubicadas 34 escuelas rurales adscritas a la Institución Educativa Rural Bartolomé Cataño Vallejo, algunas separadas por jornadas de desplazamientos entre una y nueve horas de camino por trochas, lomas y quebradas. Las sedes cuentan con 74 docentes que atienden cerca de 1500 personas, entre niños, niñas, jóvenes, campesinos adultos y excombatientes. Aunque en el centro poblado hay un Kiosco Vive Digital, la institución decidió no implementar las clases virtuales.

“Nosotros en las veredas no tenemos ese beneficio. En primer lugar, la señal de internet por allá no existe; en pocas veredas entra la señal para celular. Tampoco tenemos computadores ni portátiles”, dice Efrén Pineda, rector de la institución.

En el siguiente podcast "Trochas de la educación en San José de Apartadó" podrá ampliar esta información.

 

Juan Diego Cardona Restrepo, subsecretario de Calidad Educativa de la Secretaría de Educación de Antioquia, es consciente de las carencias que tienen estos territorios para asumir la virtualidad como alternativa a los cursos presenciales: “Pensar las zonas rurales en clases virtuales, para mí, es una utopía. Sería desconocer la realidad que tenemos”.

“Pensar las zonas rurales en clases virtuales, para mí, es una utopía. Sería desconocer la realidad que tenemos”.

En el contexto rural antioqueño, la radio prometía más que el internet. Si se mira en el retrovisor, Colombia ha tenido experiencia emitiendo programas educativos en medios tradicionales. Tal es el caso de Radio Sutatenza, un proyecto que tuvo el propósito de formar a campesinas y campesinos del país en áreas como matemáticas, castellano y relaciones humanas desde la cabina de la emisora del municipio de Sutatenza, en Boyacá, entre 1947 y 1989. Adicionalmente, de acuerdo con el Centro Nacional de Consultoría, la audiencia radial en el país durante la pandemia aumentó un 5 %, comparado con el año pasado, es decir que el 89 % de los colombianos escucha alguna emisión radial.

Ahora bien, como consta en el consolidado del servicio de Radiodifusión Sonora de MinTIC, en Antioquia hay 197 emisoras: 79 comerciales, 83 comunitarias y 35 de interés público divididas en 89 municipios. Pero el panorama es complejo: en Nariño, en el suroriente de Antioquia, Alonso Hernández, docente de la escuela San Andrés, menciona que la única emisora que hay en la zona cobra 50.000 pesos por una hora de clase; mientras en Briceño, en el norte del departamento, la cadena radial Briceño Stereo afirmó que ofrecieron el espacio a los maestros, pero no aceptaron la invitación; por último, en Concordia, en el suroeste antioqueño, la emisora Radio Suroeste comentó que la parrilla de producción ya estaba definida y que difícilmente, por la situación económica del medio, podrían abrirle el espacio a los docentes.

La única emisora que hay en Nariño cobra $50.000 por transmitir una hora de clase.

Humberto no consideró la posibilidad de la radio en la escuela de Sonsón porque no tenía información de cómo emitir las clases. “Nunca he pensado en utilizar la radio porque como docente no estoy preparado para dar clases radiales, y porque creo que sería necesario un material diferente; además, no creo que una emisora me brinde un espacio para darles clases a dieciséis estudiantes”, dice.

Ante este panorama, los materiales impresos resultaron ser los recursos de enseñanza que se adaptan con más facilidad a las ruralidades de Antioquia. Humberto recorre un día a la semana cerca de 10 kilómetros en moto por carretera destapada, cruzando ríos y cafetales, hasta las casas de sus estudiantes, ubicadas entre las montañas que separan los departamentos de Antioquia y Caldas. Allí, lo esperan los estudiantes y sus familiares para recibir las unidades didácticas, los talleres para elaborar durante la semana y la evaluación cuantitativa de las actividades hechas en los descansos del jornal.

En el caso del corregimiento de San José de Apartadó, los profesores han trabajado con las cartillas donadas por el Gobierno nacional basadas en Escuela Nueva, una propuesta metodológica implementada en la educación rural colombiana desde 1961, cuyo proceso de aprendizaje está mediado por el contexto para adaptar los conocimientos a los territorios. También han utilizado los materiales didácticos del Programa Todos a Aprender (PTA), los cuales buscan fortalecer a los estudiantes en las competencias básicas: matemáticas, ciencias naturales, sociales y lenguaje.

Para llegar a los estudiantes, algunos maestros recorren durante horas las trochas de las veredas de San José de Apartadó, y otros envían los talleres cada 20 días con padres de familia y presidentes de las Juntas de Acción Comunal. Asimismo, ellos se han encargado de entregar los alimentos del Programa de Alimentación Escolar. Sin embargo, en algunas comunidades como la vereda Mulatos Medios el encuentro con los estudiantes no es una alternativa, pues por el miedo al virus los habitantes prohibieron la entrada a personas que no hacen parte del territorio.

¿Cuáles son las respuestas que necesita la educación rural en Antioquia?

Por lo que resta del año, profesores como Humberto seguirán recorriendo más de 10 kilómetros cada ocho días hasta las escuelas rurales y sus estudiantes seguirán realizando sus talleres en casa y recibiendo algunas explicaciones por WhatsApp.

El 13 de junio el Ministerio de Educación Nacional (Mineducación) afirmó que para regresar a las clases presenciales las instituciones deben cumplir con un protocolo sanitario para la prevención de la covid-19, que incluye suministro de agua potable, manejo de residuos, aseo, limpieza, desinfección de áreas y superficies, jabón y dispensadores de alcohol y, según Alexandra Peláez, secretaria de Educación de Antioquia, algunas sedes oficiales públicas del departamento no las cumplen.

“En vista de los requerimientos de Mineducación y una vez estudiados todos los asuntos legales, hemos decidido que Antioquia privilegiará la educación en casa este resto de año para nuestros colegios oficiales. Nosotros todavía tenemos colegios sin agua potable y eso hace inviable el regreso para muchos de nuestros estudiantes”, dice Peláez.

En Antioquia, conforme a los datos de la Gobernación, cerca de 500 escuelas no cuentan con agua y más de 2300 no la disponen potable. Las regiones más afectadas son Urabá, Bajo Cauca, Magdalena Medio y Occidente. Ninguna de las escuelas de San José de Apartadó, por ejemplo, tiene este servicio, y la inversión en estas es nula dado que están en predios no legalizados; en total, como lo referencia el Plan de Desarrollo de Antioquia 2020-2023, 1808 predios de sedes rurales de Antioquia no tienen titularidad de la propiedad, lo que dificulta el cumplimiento del protocolo exigido por Mineducación.

Al respecto, el subsecretario Juan Diego Cardona dice que el departamento está trabajando en el diagnóstico del estado de infraestructura de las sedes educativas y adelantando conversaciones con diferentes empresas públicas para dotar a las instituciones de agua potable. Sin embargo, no hay una fecha clara para establecer cuándo llegará el servicio a los centros educativos.

Por ahora, para el municipio de Apartadó, dice Egidio Correa Córdoba, líder de planeación educativa del municipio, las tres apuestas principales tras finalizada la pandemia serían el mejoramiento de infraestructura educativa, la legalización de predios y la construcción de restaurantes escolares.

En Sonsón, Mary Luz Jurado Orozco, secretaria de Educación, cree que la pandemia dejó al descubierto las necesidades que a gritos piden las sedes rurales: “Esta situación nos lleva a pensar y a reflexionar cada vez más en la atención efectiva a la población rural que de pronto ha sido la más descuidada, la que se deja en un segundo plano”.

las tres apuestas principales tras finalizada la pandemia serían el mejoramiento de infraestructura educativa, la legalización de predios y la construcción de restaurantes escolares.

Jurado plantea que los entes administrativos deben apuntar a resolver los problemas básicos como el acceso al agua potable, además subraya la necesidad urgente de conectar a internet los centros rurales para mejorar los procesos académicos y estar a la orden del día con las exigencias del momento.

En contraste, Cristian Camilo Otálvaro, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia y experto en educación y TIC, cree que hay afán por digitalizar la educación e invita a tener cierta sospecha sobre la pertinencia de las herramientas digitales en las aulas de clases.

“Estamos descrestados frente a los discursos de las tecnologías digitales, por eso vemos en esas tecnologías la salida. El problema es que no se consulta a las comunidades las formas de tecnología que van llegando. Hay un principio de realidad, y es que no todos somos de carriel y sombrero. El uso y apropiación de las tecnologías es muy diferente en cada contexto”, menciona Otálvaro.

Es decir, para intentar resolver uno de los problemas de la educación rural, se debe entender las realidades rurales y la relación que las comunidades tienen con las tecnologías para tomar las decisiones didácticas y pedagógicas que guían los procesos de aprendizaje.

Liliana Franco Cano, investigadora en educación y TIC de la Universidad de Antioquia, también argumenta que el uso de las tecnologías en el ámbito formativo debe partir de las necesidades concretas de las comunidades educativas. “Se debe, entonces, identificar lo que necesites para que puedas integrar la herramienta que mejor se acomode a ti. Esto, cuando uno tiene voluntad, interés y vea la necesidad”, dice.

Por eso para Efrén, rector de la institución educativa rural de San José de Apartadó, más que hablar de virtualidad “se requiere el apoyo decidido hacia las didácticas flexibles como lo son la Escuela Nueva, el tema de posprimaria, el PTA; estas didácticas flexibles son fundamentales en nuestras veredas porque son distintas a la educación urbana, están adaptadas a la parte agrícola y pecuaria, y trabajan por proyectos”.

El profesor Humberto Alonso, de momento, no ve la necesidad de utilizar las TIC porque en la escuela de Sirgüita no hay una cultura digital y hace hincapié en que el proceso de enseñanza-aprendizaje como lo venía realizando antes de la pandemia es el que, por las características del territorio, mejor funciona.

Aunque el subsecretario Cardona considera que la solución a las dificultades de la educación rural no las puede resolver la virtualidad, uno de los proyectos más ambiciosos de la Secretaría de Educación de Antioquia para atender a las necesidades que tienen las escuelas rurales es Unidos a un Clic, programa que busca conectar a internet 3397 sedes educativas oficiales rurales. Esto, como consta en el Plan de Desarrollo, para facilitar los procesos de aprendizaje de la comunidad y acercarlos cada vez más a las TIC.

Expertos: desde la centralidad se subestiman los procesos de comunicación de las veredas.

Entre tanto, Cristian Camilo Otálvaro y Liliana Franco coinciden en que desde la centralidad se subestiman los procesos de comunicación educativos que han construido y estimulado por años las veredas antioqueñas, y califican como peligrosa la manera forzosa de exigirle a los docentes y a los estudiantes el uso de las TIC en los procesos educativos. Por eso, a la hora de pensar en la incorporación de las TIC en la educación, hacen el llamado a respetar las maneras que han sabido encontrar los territorios para incorporar las herramientas en la educación. “Si a un profesor le funciona algo utilizando un tablero y marcador, ¿por qué va a utilizar una tablet?”, concluye Otálvaro.

En todo caso, por ahora los anhelos de conectar a internet a las escuelas rurales de Antioquia, como lo propuso el gobierno departamental, quedarán en lista de espera porque las necesidades vitales acumuladas de las sedes rurales, esta vez, no dan oportunidad de escape.

El Agro también sufrió impactos en las ruralidades colombianas durante el coronavirus, lee sobre este tema en El agro a la deriva y visita otros temas en Entreabierta: Colombia en pospandemia.

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