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event 19 Agosto 2021
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  • El negocio de las copas menstruales que pone en riesgo la salud de las mujeres

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    Lo que para muchas mujeres prometía ser una opción más cómoda y ecológica para sus días de sangrado menstrual, en algunos casos se ha convertido en un grave problema de salud. La comercialización de copas menstruales en Colombia no tiene regulación y algunas tiendas aprovechan el desconocimiento en medio del boom para vender copas piratas.

     

     

    Copas menstruales. Ilustración Sarah Valle Molano

     Ilustración: Sarah Valle Molano.

    La preocupación por el impacto medioambiental que generan los residuos de un solo uso y la exploración de nuevos productos para la menstruación contribuyeron a la popularización de la copa menstrual. Aunque está lejos de tener la misma presencia en el mercado que las toallas higiénicas o los tampones, la ausencia de registro sanitario para esta ha permitido la comercialización de algunas que representan un problema de salud para las mujeres.

    En la Encuesta Pulso Social de junio de 2021, por primera vez el Dane incluyó preguntas sobre el acceso a productos de gestión menstrual. El estudio encontró que, en las 23 ciudades principales, por lo menos 107.291 mujeres y niñas usan la copa menstrual, es decir, el 2.5 % de las encuestadas.

    En Colombia, la venta de este producto se da principalmente por vía electrónica según la investigación E-commerce, regulación y vigilancia en comerciantes y distribuidores de copa menstrual en Colombia, publicada en 2018 por la Universidad Militar Nueva Granada. Aunque algunas empresas extranjeras y con experiencia tienen sus propios canales de venta, la tendencia es la promoción de distribuidoras independientes que las comercializan por medio de redes sociales como Facebook e Instagram.

    Según un estudio piloto realizado con mujeres y niñas de bajos recursos en Zimbabue, África, en promedio se necesitan tres ciclos menstruales para que mujeres que nunca han usado la copa puedan obtener una curva de aprendizaje de introducción, vaciamiento y limpieza. En su mayoría, las tiendas ofrecen asesorías y acompañamiento para el uso de las copas y este es uno de los motivos por los cuales las consumidoras prefieren estos medios electrónicos a comprar en lugares físicos.

    Sin embargo, al analizar a fondo algunos de estos emprendimientos se nota una diferencia importante entre precios. Mientras en algunas tiendas una copa menstrual cuesta entre 70 mil y 90 mil pesos, en otras se promocionan ofertas de dos copas desde 40 mil pesos, junto con productos adicionales de limpieza. ¿Qué las hace diferentes?

    ¿De qué está hecha la copa menstrual?

    La copa menstrual es un dispositivo médico diseñado para estar en el canal vaginal durante un tiempo máximo de ocho horas. Puede ser fabricada de silicona grado médico o elastómero termoplástico (también conocido como TPE), materiales que son flexibles, biocompatibles e hipoalergénicos. El problema radica en las copas cuyo material es desconocido.

    En páginas de comercio electrónico como AliExpress, Alibaba, Amazon o Mercado Libre, por ejemplo, es posible encontrar copas menstruales a precios extremadamente bajos. Algunas van desde cinco mil pesos, acompañadas de un vaso esterilizador y una bolsa de tela para guardar los productos; pero lo más sorprendente es encontrar algunas vendidas al por mayor desde mil quinientos pesos, que luego son revendidas a precios mucho más altos. El bajo costo de algunas de estas se debe a que están fabricadas de materiales distintos a los recomendados.

    Se pueden encontrar copas producidas en plástico con ftalatos, un material que genera alergias, irritaciones y es más propenso a ser foco de infección; en distintos tipos de siliconas no aptas, como la silicona en grado alimenticio, el mismo material con el que se fabrican moldes de cocina; o en grado quirúrgico, que si bien es apto para ser introducido en el cuerpo –con este mismo se fabrican catéteres y nebulizadores–, no es idóneo para estar por tiempos prolongados adentro de la vagina. Esto sin contar con otras sustancias o toxinas que puedan traer algunas copas de bajo costo que en casi ningún caso vienen acompañadas con información sobre su fabricación y sus compuestos.

    A la escasa información previa que hay sobre los materiales, la compañía que las fabrica y otros asuntos como el tamaño se suma el tabú que persiste a la hora de hablar de la menstruación. Estos factores han propiciado un mercado inseguro.


    ¿Podría afectar mi salud?

    “La primera vez que supe de la copa menstrual fue por un sticker en un baño de la universidad”, cuenta Juddy Morales, estudiante de Ingeniería de Sistemas de la Corporación Unificada Nacional de Educación Superior. Ella investigó sobre su uso y sus posibilidades, pero no le convenció. En 2020 vio una publicación de la actriz Lina Tejeiro promocionando una y se animó a probarla. “Consulté la que ella mostraba, pero era supercostosa. Luego empezaron a llegarme promociones en Instagram y Facebook, yo pensaba que todas eran iguales”. A sus 29 años compró su primera copa en una página de Instagram y admite que no revisó nada que le asegurara la calidad de ese producto.

    Cuando comenzó a utilizarla, en junio de 2020, ingresó a un grupo de usuarias de la copa menstrual en Facebook y descubrió que la suya no era segura, era una copia de otra marca certificada. Mientras la suya llegó en una caja, con una bolsa de tela y sin ningún tipo de información; la original viene en una caja totalmente diferente, además incluye la información sobre sus materiales y uso. “Ahí me di cuenta de que la había embarrado”. A pesar de las advertencias, siguió usándola. “Me comenzaron a dar infecciones. Le escribí a la vendedora y me dijo que debía tener más cuidado al manipularla y lavarme las manos”. Acudió a servicios ginecológicos, le recetaron antibióticos por un mes y fue más meticulosa al momento de utilizarla, pero la infección persistió. La dejó luego de seis meses y decidió comprar una diferente, así superó la enfermedad.

    Algo similar le ocurrió a la publicista Leyla Ocampo, de 30 años. Consiguió su primera copa en 2016 y pagó 35 mil pesos en una boutique en el centro de Armenia. “Cuando la usaba en mis días de sangrado me ocasionaba dolores insoportables, como si tuviera cólicos todo el tiempo y me dolía más cuando me sentaba”. Durante cuatro meses intentó adaptarse a ella, pero finalmente se rindió. Tiempo después se asesoró con una vendedora de varias marcas certificadas y compró una fabricada en TPE, con distintos sellos de calidad y con la cual no ha tenido ningún problema.

    Paula Andrea Ceballos es, desde hace tres años, asesora de copas menstruales. Las conoció buscando una solución al trastorno disfórico premenstrual que sufre desde hace aproximadamente diez años y que le ocasionaba cólicos, migrañas, fatiga y depresión. Dice que la copa alivió el 80 % de sus síntomas, pero antes también fue víctima de una copa que afectó su salud. Era de un material demasiado blando y de una talla muy grande para ella, le incomodaba. “Cuando empecé a usar la copa certificada, gracias a una asesoría adecuada, me di cuenta de la importancia de comprar una con la suficiente información y asesoría responsable. Eso me motivó a convertirme en asesora”. Desde esa experiencia, tomó cursos con las marcas que distribuye, compartió conocimientos con pedagogas menstruales de México y ha investigado empíricamente las vivencias de distintas mujeres.

    En su cuenta de Instagram, @amomicopita, Ceballos recopila testimonios de mujeres con advertencias sobre la copa que van desde molestias por el largo del palo de agarre, laceraciones con los bordes, hasta copas que se rompen dentro del canal vaginal “como si fuera cartón”. A toda esta sintomatología hay que agregarle secuelas psicológicas como la ansiedad o la frustración de las usuarias al creer que hay algo malo en ellas y no en el producto.

    El algoritmo de las redes muestra publicidades de promociones a precios muy bajos. En los destacados de las cuentas se resaltan testimonios de usuarias y tutoriales de uso, pero las certificaciones e información de la composición del material no existe o no tiene la visibilidad que debería, según la Ley 1480 de 2011 que establece principios para la protección de consumidores y para garantizar salud, seguridad y calidad.

    ¿Cómo sé qué mi copa es segura?

    Una de las estrategias que usan algunas tiendas para dar una sensación de seguridad sobre sus productos es decir que son aprobados por el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos de Colombia (Invima) o incluso por la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA). Sin embargo, detrás de esa afirmación hay inexactitudes y desinformación.

    Es necesario explicar que las copas menstruales no tienen registro sanitario, el Invima no las certifica ni estudia, lo cual permite que cualquier copa menstrual, segura o no, pueda ser comercializada. “La regulación del tema ha sido difícil y lenta, la institución ha dejado al aire este asunto por desconocimiento y falta de voluntad”, expresa Laura Benavides, politóloga y vocera del colectivo Derechos Menstruales Colombia, organización de la sociedad civil que se dedica a promover derechos relacionados con la menstruación y que tiene en su agenda campañas que previenen el uso de copas menstruales piratas –llamadas así porque son copias de marcas registradas– o que afectan el derecho de la salud de las mujeres.

    Además el Invima registró por primera vez una copa menstrual en 1992, bajo el nombre de “copa blanda recolectora de flujo menstrual”, con una vigencia de 20 años; en ese momento era estudiada por esa entidad como un dispositivo médico. Sin embargo, en 2005 se expidió el Decreto 4725 el cual cambió el régimen de registros sanitarios de dispositivos médicos y la copa quedó por fuera de su definición. Entre tanto, la Comunidad Andina de Naciones, de la cual Colombia hace parte, reguló los productos menstruales con la Decisión 706 de 2008, pero este fallo tampoco contempla la existencia de otros productos que no sean absorbentes, como tampones o toallas higiénicas.

    Lo que hace el Invima entonces es expedir un certificado de no obligatoriedad de su Dirección de Cosméticos, Aseo, Plaguicidas y Productos de Higiene Doméstica, en el cual explican que la entidad no tiene competencia para aprobar o no esa clase de productos. A pesar de esto, muchas tiendas muestran este documento como una certificación de calidad de sus productos, cuando justo indica todo lo contrario. “Aquí hay varias lecturas. Pero primero está el desconocimiento de la entidad de lo que es la copa menstrual y de lo que puede implicar para la salud y la menstruación de las mujeres”, señala Benavides.

    Por otro lado, la idea de que solo las marcas registradas por la FDA son seguras también es inexacta: la FDA tampoco aprueba ni testea copas menstruales. En Estados Unidos la copa es considerada un dispositivo médico clase II, y solo los dispositivos superiores a clase III pasan por pruebas clínicas exhaustivas. En el caso de las copas, la realización de estas pruebas es voluntaria, una decisión de cada marca. Desde 2014, solo necesita notificación previa a la comercialización, es decir, no pasan por ensayos clínicos para ser vendidas. Y cabe resaltar que esa entidad solo se responsabiliza de los productos comercializados en su territorio.

    Esta aclaración es importante, ya que muchas empresas que venden el producto pirata en páginas de comercio electrónico como AliExpress o Alibaba usan las certificaciones de la FDA o de RoHS –una directriz adoptada por la Unión Europea que estudia la existencia de sustancias peligrosas en aparatos eléctricos y electrónicos–, para demostrar que son seguras. Esos documentos suelen ser alterados y no representan en cualquier caso una verificación de calidad.

    “Lo preocupante de todo esto es que no existe una certificación a nivel nacional, no puedo darle la tranquilidad a una mujer de que su copa es segura”, cuenta Sandra Escobar, ginecóloga y usuaria de la copa menstrual. Ella ha asesorado a mujeres que llegan a su consultorio porque quieren iniciar este proceso y dice que una de las preguntas más frecuentes es sobre cómo escoger una copa correcta y confiable. Cree que lo complejo de elegir es uno de los motivos por los que las mujeres desisten de su uso.

    Pero otra es la posición de Sarah Cadavid, diseñadora industrial y creadora del diseño de la Beppy Cup, una de las primeras copas menstruales que permite tener relaciones sexuales con penetración con ella puesta. Para la creación de esta copa Cadavid estudió el uso y la composición de distintas existentes en el mercado. Para ella, lo fundamental está en el reconocimiento del material, pues existe la idea de que toda copa que tenga un diseño convencional es insegura. “Hay marcas genéricas que no necesariamente son piratas o malas, sino que son moldes genéricos, moldes que son de uso abierto y que cualquier persona puede utilizar en cualquier parte del mundo”. Si bien esto puede restarles confiabilidad a las empresas, no es ilegal ni inseguro.

    En lo que coinciden Benavides y Cadavid es que una guía para garantizar la compra segura de copas son las certificaciones que expide la Organización Internacional de Estandarización (ISO), más específicamente la ISO 13485, la norma reconocida internacionalmente para sistemas de gestión de la calidad en la industria de dispositivos médicos.


    Lo que responden las tiendas

    Cabe aclarar que no todas las tiendas venden copas menstruales inseguras; aun así, es más común de lo que se quisiera. No basta con guiarse por sus precios para dudar de su calidad, pues algunas venden a precios iguales o superiores al de marcas reconocidas para no levantar sospechas.

    Durante esta investigación De la Urbe encontró que cuando las personas preguntan o cuestionan la calidad de los productos suelen ser bloqueadas.

    Cuando usuarias reclaman por alguna infección u otro problema de salud, el argumento más común es la falta de higiene al manipular la copa, como le respondió su primera asesora a Juddy Morales. Al preguntarle directamente a una de esas tiendas si contaba con algún certificado ISO, la respuesta fue que “eso se lo daban no más a los bancos”.

    La ginecóloga Catalina Acuña aclara que, a pesar de estos casos, las copas certificadas son productos más seguros que otros con más tiempo en el mercado. “La preocupación por la copa es porque es algo nuevo, pero llevamos años sin preocuparnos de eso que nos estamos poniendo en el cuerpo. Muchos estudios han demostrado mayor probabilidad de los tampones y toallas higiénicas de ocasionar el síndrome de shock tóxico –una infección causada por toxinas bacterianas que puede generar desde fiebres altas hasta, en casos muy raros, ser mortal–. Ese es un problema real, pero las industrias no nos lo quieren mostrar”.

    Laura Benavides atribuye la amplitud del comercio de copas piratas al desconocimiento y al tabú sobre la menstruación. “Solo hasta la década de los sesenta se empezó a investigar la implicación del uso de tampones y toallas en el cuerpo. ¿Cuánto tardaremos para que todas puedan acceder a copas menstruales seguras?”.

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