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event 10 Octubre 2020
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Pandemia y educación rural: retos inesperados

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Uno de los retos de la educación en el país es el acceso a internet. Desde el 15 de marzo del 2020 las instalaciones de las instituciones educativas públicas y privadas del país fueron cerradas debido a la pandemia de la covid-19.

 

ILUSTRACIÓN

Ilustración: Romario López.

En los últimos meses de lo que va del 2020, cuando se habla de educación en Colombia, a una de las conclusiones a las que llegan tanto docentes como estudiantes, es que no estaban preparados para la virtualidad. Ni en las grandes ciudades donde hay mayor facilidad para acceder a internet ni en las zonas rurales del país donde contar con energía eléctrica parece un privilegio de solo unos pocos. Según el censo del Dane en el 2018, menos del 10 % de los hogares en el campo poseen un computador.

La pandemia ocasionada por la covid-19 llevó a que el presidente de la república decretara cuarentena preventiva en todo el país, esto generó el cierre de las instituciones educativas el 16 de marzo, con la medida se impactó a más de nueve millones de estudiantes que cursan básica primaria y secundaria en el país, según datos reportados por el Sistema Integrado de Matrícula, en el 2018.

Ante la incertidumbre generada por este inesperado cierre de los centros educativos y el futuro de las clases, la ministra de Educación, María Victoria Angulo, hizo pública una serie de medidas tomadas por el Gobierno sobre el futuro de las clases en el país. Una de estas medidas fue adelantar las vacaciones de mitad de año de los estudiantes, desde el 30 de marzo hasta el 30 de abril, tiempo que sirvió a los docentes y rectores para diseñar un plan que diera continuidad a la formación académica desde sus casas.

Reestructurar las clases, buscar la forma de llegarle a los estudiantes y generar una reflexión social sobre el futuro del modelo educativo en el país han sido varias de las tareas que tienen Ezequiela Tovar, en Turbo y Andrés Olivera en Amalfi, Antioquia; Magola Torres en Puerto Escondido, Córdoba, y Alfredo González en Uribia, La Guajira. Todos ellos profesores que siguen enseñando en medio de la pandemia.

Conectividad: un problema en la educación actual

 

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La docente Ezequiela Tovar suele dar clases a más de 30 estudiantes por grado. Fotografía: Ezequiela Tovar.

 

Voz de la profe Ezequiela Tovar Mercado.

Ezequiela Tovar Mercado trabaja como docente en la Institución Educativa La Playa, en Turbo, municipio del Urabá antioqueño, y junto a 48 docentes más son los encargados de dar clases a los 1500 estudiantes matriculados en el plantel educativo.

Cuenta que además de la mala señal de internet en la zona donde trabaja, se suman los cortes de energía eléctrica y el no contar con una emisora local que les permita escuchar las clases que el Ministerio de Educación Nacional (Mineducación) ha estado difundiendo por la radio y por canales de televisión como estrategia para aquellos niños, niñas y jóvenes que no pueden acceder a las clases virtuales con sus profesores.

La estrategia Aprende en Casa elaborada por Mineducación se ha estado implementando desde el 25 de marzo del 2020 a raíz de la pandemia y busca que los maestros de las zonas rurales cuenten con guías que les permitan desarrollar con sus estudiantes, y a los estudiantes que complementen sus conocimientos desde casa.

“Yo creo que el reto de la educación virtual es el autoaprendizaje”, dice Andrés Olivera, docente de la Institución Educativa Presbítero Gerardo Montoya del municipio de Amalfi, Antioquia.

Sin embargo, no ha sido fácil adaptarse a la nueva modalidad de estudio y el aprendizaje se ha visto afectado, pues en este momento a los estudiantes les toca ser autónomos con sus trabajos. “La educación virtual me ha resultado incómoda, pues no ha sido fácil adaptarme a esta modalidad sin maestro ni aulas físicas a las cuales asistir”, expresa Ana Vega, estudiante del grado 11 de la Institución Educativa Puerto Escondido, en el departamento de Córdoba.

“El reto de la educación virtual es el autoaprendizaje”: Andrés Olivera, docente de Filosofía y Educación Religiosa.

Las brechas en la educación rural

Luis Fernando Herrera, quien hace parte de la Corporación Región y ha trabajado el tema de la educación en Antioquia y Córdoba, dice que “hay una brecha educativa entre lo rural y lo urbano”. Las abismales diferencias entre lo urbano y lo rural en el país se pueden evidenciar en lo económico, en el desarrollo social, la seguridad y la educación. Todos estos factores se relacionan y evidencian el atraso que tiene el campo colombiano, donde se presentan diversas luchas, como la legitimidad de su territorio y una verdadera apuesta por la educación de sus pobladores.

Para mostrar un ejemplo, la tasa de analfabetismo en las zonas urbanas es de 3.52 %, según el censo de 2018 del Dane, y en las zonas rurales asciende a 12.13 %, según el Censo Nacional Agropecuario del 2014. En cuanto al acceso a una calidad de vida que incluya salud, vivienda, seguridad, educación, protección social, entre otras, las cifras muestran una gran diferencia entre las zonas urbanas y las rurales.

En las primeras es de 18.5 % mientras que en las segundas de 45.9 %, según el Departamento de Planeación Nacional en 2015. En otras palabras, existe una significativa inequidad en cuanto al acceso a bienes básicos que debería proporcionar el Estado a sus habitantes, lo que ha acentuado la pobreza y la marginación en el campo colombiano.

El documento de la Fundación Empresarios por la Educación, “Reflexiones innegociables en educación básica y media para el 2018-2020”, da cuenta de que el 37 % de las escuelas rurales cuentan con agua potable; el 51 % poseen baños en buen estado, el 84 % tienen energía eléctrica, 53 % de estas cuentan con internet y el 46 % con línea telefónica.

“La infraestructura de las instituciones educativas rurales son muy precarias, no cuentan con agua, alcantarillado ni material didáctico. Es un problema de desigualdad. Las escuelas están construidas en terrenos donados por la misma comunidad que, en muchos casos, no están legalizados”, afirma Luis Fernando Herrera.

 

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El docente Andrés Olivera ha trabajado en poblaciones rurales durante sus siete años de experiencia. Foto: Andrés Olivera.

 

Voz del profe Andrés Olivera.

Para el profesor Andrés Olivera uno de los retos actuales que se le presenta a la educación es mantener una buena relación y comunicación con sus estudiantes más que enseñar, pues sin esto ¿de qué les sirven sus conocimientos o las guías que Mineducación les ha enviado?

También entra a jugar un papel importante el buen uso de los celulares y computadores por parte de los estudiantes ‒quienes cuentan con ellos‒, explica Olivera. Muchos de ellos desconocen el uso de un correo electrónico, de plataformas como Zoom o Meet, o búsquedas en internet. “Los jóvenes no son nativos digitales son nativos de redes”, afirma Herrera.

También a ellos la virtualidad se les está dificultando. Por eso una buena política sobre la implementación de las tecnologías en la educación se hace más que necesaria en estos momentos. Es decir, una política que abarque a todas las regiones del país y también que las instituciones cuenten con material óptimo, como lo son computadores en buen estado y con acceso a internet.

El trabajo realizado por el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones es un avance, pero esta pandemia ha dejado en evidencia que su implementación es sectorizada, clasista y beneficia a unas pocas instituciones educativas ubicadas, en su mayoría, en las ciudades. “A muchos docentes les ha costado migrar de la educación presencial a la virtualidad”, opina Olivera.

Reinventarse para la virtualidad

 

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Magola Torres, docente de Lengua Castellana. Fotografía: César Moreno.

 

Voz de la profe Magola Torres.

En el municipio de Puerto Escondido, Córdoba, donde reside y trabaja Magola Torres, de los 1633 planteles educativos ubicados en las zonas rurales del departamento solo 1416 poseen energía eléctrica y de estos solo 306 cuentan con internet. En cuanto al acceso a internet en el casco urbano del municipio de Puerto Escondido es de 7.15 % y en las poblaciones rurales de 0.67 % según censo del Dane en 2019.

“La dificultad más notoria que he tenido ha sido la conectividad, porque acá en Puerto la señal es mala y la energía se va a cada rato”, dice Sara Milena, estudiante del grado 11 de la Institución Educativa Puerto Escondido, quien pese a las dificultades que se presentan en la zona dice sentirse a gusto con esta nueva modalidad de estudio. “Lo más importante es cuidar nuestra integridad”, agrega.

“El 37 % de las escuelas rurales cuentan con agua potable; el 51 % poseen baños en buen estado, el 84 % tienen energía eléctrica, el 53 % de estas cuentan con internet y el 46 % con línea telefónica”, según el artículo “Reflexiones innegociables en educación básica y media para el 2018-2020”.

Los retos de la etnoeducación en La Guajira

 

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Alfredo González es docente de Lengua Española y trabaja con estudiantes de básica secundaria en el municipio de Uribia, La Guajira. Fotografía: Alfredo González.

 

Voz del profe Alfredo GonzálezLa Guajira es uno de los departamentos con mayor diversidad cultural del país y de los más pobres, con carencias en infraestructura, agua potable, alimentación, energía e internet. En este último punto, de las 1336 instituciones educativas ubicadas en las zonas rurales solo 87 cuentan con este bien según el censo de 2019 del Dane. Además de problemáticas como la alta tasa de analfabetismo.

En Uribia, municipio donde trabaja el docente González, era de 40.7 % según datos recogidos por el Dane en el 2014. Tierra árida con altas temperaturas que sobrepasan los 40 grados centígrados y donde la mayoría de su población se encuentra en zonas rurales dispersas, el 60 % de ellas según el Plan de Desarrollo Departamental 2016-2019.

En municipios como Manaure y Uribia las cifras de deserción en el ciclo educativo están entre 93 % y 95 %,

La deserción escolar por la alta dispersión rural de las comunidades, en su mayoría indígenas, la carencia de transportes escolares que conduzcan a los estudiantes hasta los centros educativos, la pobreza sistemática y la falta de recursos básicos conlleva a que muchos estudiantes de básica secundaria abandonen las aulas, siendo el grado noveno en el que se presentan los mayores casos de deserción escolar. En municipios como Manaure y Uribia las cifras de deserción en el ciclo educativo están entre 93 % y 95 %, según el Plan de Desarrollo Departamental 2016-2019.

El gran reto para continuar en lo que resta del año con las clases virtuales es el acceso a internet, que en el municipio de Uribia es de 0.91 % según censo del Dane en 2019. Mientras tanto, Alfredo González se comunica por las plataformas tecnológicas con aquellos estudiantes que cuentan con internet. Con los otros, la institución les fotocopia las guías que él ha realizado y se las hace llegar. Los alumnos que logran salir a los pueblos con energía eléctrica lo llaman y entonces en esos cortos minutos Alfredo aprovecha para responder sus preguntas, darles ánimos y escuchar sus dudas que en este tiempo parecen proliferar.

En cuanto a la educación virtual “está diseñada para la educación superior, porque el estudiante es autodidacta, es responsable de su proceso de aprendizaje, escoge este tipo de formación, pero el estudiante de educación básica y secundaria, no”, opina.

Si bien ni a los niños y jóvenes ni sus padres ni a los maestros se les preguntó si querían estudiar, enseñar por medio de plataformas virtuales fue una medida que ha buscado dar solución a la crisis generada por la pandemia. Y ha dejado en evidencia las grandes brechas que existen entre el campo y lo urbano. Parece ser que en Colombia tanto la educación en general como la educación virtual no son un derecho fundamental, sino un bien al que pueden acceder unos pocos.

Este reportaje hace parte del especial Entreabierta: Colombia en pospandemia. También puede consultar otros temas relacionados con la educación en pandemia: La educación rural: un desafío en pospandemia y Universidad de Antioquia: el papel de la tecnología en la pandemia.

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