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DLU LAB
event 10 Junio 2022
schedule 23 min.
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Por:
Valentina Arango Correa
Carolina Londoño Quiceno
Mateo Ruiz Galvis
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Stefany: a la UdeA le sobran un pupitre y un pincel

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El 8 de junio de 2022, en medio de la conmemoración del Día del Estudiante Caído, Stefany Orrego Bedoya, artista y estudiante de Química, falleció en una explosión causada por la manipulación de explosivos artesanales en una casa cerca de la Universidad de Antioquia. 

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Homenaje a Stefany en los bajos del bloque 9. UdeA. 9 de junio de 2022. Fotografía: Wilson Giraldo.

Stefany Orrego Bedoya era bellanita. Allá se crio y los amigos del parche cultural la vieron convertirse en una prometedora artista. “Era muy activa. Fue llegando a los parches, muy dispuesta a hacer. Tratando de participar con los muchachos de la escena local de pintas. Era muy pilosa, pintaba muy bien, era del barrio”, dice uno de sus amigos, quien pidió mantener su nombre oculto para no ser estigmatizado.

Esos muchachos del barrio dicen que el paro nacional de 2021 fue para Stefany una revelación artística. Luego de las protestas, se reunían en la Choza Museo Marco Fidel Suárez, y ahí ensayaban noches enteras con las latas de aerosol. Stefany era una pintora. En su Instagram publicaba pinturas al óleo y ofrecía el servicio de cuadros por encargo. De hecho, en abril expuso sus obras en Lukas, un café cultural de Bello.

Uno de los murales que quedaron de esos días de protesta y experimentación artística del paro, en la plazoleta central de la Choza, está firmado por ella y uno de sus amigos. Es un corazón resquebrajado y debajo de él un mensaje que dice “¿Dónde están?”. Se refiere a los jóvenes que fueron desaparecidos o asesinados en medio de las protestas.

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Instalación por los estudiantes caídos. Plazoleta Barrientos. UdeA. 7 de junio de 2022. Fotografía: David Álvarez.

Sobre pupitres en la plazoleta Barrientos de la Universidad de Antioquia se encuentran los nombres y las fotografías de estudiante en honor y memoria de las luchas universitarias. Luis Fernando Barrientos, Gonzalo Bravo, Paula Andrea Ospina, Magaly Betancur, Nicolás Neira, Dilan Cruz y Julián Orrego. Todos murieron protestando. Es 7 de junio. Al fondo, en una pared empedrada, un grafiti: “En el fragor de la lucha o en la quietud de la muerte”.

Desde el lunes rondaba un rumor: “Fijo el miércoles y el jueves hay tropel”, se decía en medio de las conversaciones. Se espera la confrontación, los estallidos, "van a cerrar la Universidad". Ambos días, 8 y 9 de junio, se conmemora el Día del Estudiante Caído. Este año, sin embargo, el 8 de junio a las tres de la tarde, frente a una casa de tres pisos, hay un carro de bomberos. Acaba de ocurrir una explosión. Los ánimos ya están más calmados. No se ve humo, ni la edificación quemada por fuera. Solo los bomberos hablando, mirando hacia arriba. La escena es grabada por un celular.

El video comienza a circular. En la Universidad, pasadas las tres de la tarde, un estudiante lo abre y le dice a quien lo acompaña: “Esto está a una cuadra de mi casa”. Se ve una fila de agentes del Esmad y muchos policías. Se escuchan los murmullos de los vecinos. Dos meses antes, en el mismo sector, una bodega textil se había incendiado. Esta vez se trata de una pensión estudiantil.

Los videos y los mensajes no tardan en inundar los chats de WhatsApp, los grupos en Facebook y las historias de Instagram de nosotras, las universitarias. La noticia se riega como pólvora, casi con las mismas palabras: “Explosión en una casa dejó cuatro estudiantes de la Universidad de Antioquia heridos de gravedad”.

En otro video, el brigadier general Gustavo Franco dice que la explosión fue por la manipulación de papas bombas y que fueron cuatro los afectados, entre ellos una mujer. En otro más, un joven camina con la camiseta destrozada y el cuello ensangrentado, y un paramédico lo ayuda. Y en uno más, cuatro hombres cargan un cuerpo cubierto por lo que parece una cobija, lo bajan por las escaleras exteriores de la casa y, en el tercer piso, donde ocurrió la explosión, un policía con el casco puesto custodia la entrada.

Una hora después, a las cuatro de la tarde, todo está listo en Ciudad Universitaria. Las papas se cocinaron. Los capuchos se cambiaron de ropa para ocultar sus identidades. Una, dos, tres detonaciones. Dicen que después de la tercera es que se bloquea la calle Barranquilla. Así ocurre y la Universidad emite la orden de evacuación. Algunos se quedan y mientras sucede el tropel una voz, que está hecha de muchas otras, recorre los pasillos.

Se comienza a decir su nombre, no muy fuerte. “Stefany”. “Stefany”. Una de las estudiantes herida por la explosión. Se dice que está muerta. El Esmad llega y comienza el tropel. Un policía le dice –le confirma– a un amigo nuestro que una mujer murió. Una estudiante murió. Una joven murió. Otra estudiante que cae. Otra estudiante que muere.

No fue hasta que el alcalde suspendido Daniel Quintero tuiteara a las 10 de la noche, para que todo quedara confirmado. Supimos que hubo una estudiante que al ser llevada al centro médico murió por la gravedad de sus heridas. Se llamaba Stefany Orrego Bedoya y estudiaba Química. Supimos de las heridas de los otros tres estudiantes que estaban con ella: Andrés, Santiago y Jeremy. Llegaron a la Policlínica con quemaduras, contusiones y riesgo de amputación de algunas de sus extremidades.

Al día siguiente, 9 de junio, en el bloque 9 de la Universidad se les rindió un pequeño homenaje, en especial a Stefany. “Políticamente viva, no has muerto, no has muerto compañera”, cantaron los asistentes. A ese performance anual de pupitres vacíos, se sumó uno más, un nombre más, otra foto más. Un pupitre rojo, a falta de féretro, y un caminito de velas que lo envolvían, algunos carteles y una bandera que rezaba: “Aquí estamos los que luchamos y enseñamos”. Aunque Stefany ya no esté para luchar, ni para aprender.

Se convocó a una velatón a las seis y media de la tarde en la plazoleta Barrientos, lugar que tiene el apellido de Luis Fernando, un estudiante asesinado por un agente secreto del antiguo DAS hace 49 años. Sin embargo, las detonaciones de las papas dieron paso al segundo tropel de la semana. Algunos capuchos pasaron entregando masmelos con este mensaje: “En las manos una papa, en el grito las consignas del pueblo y en la sangre revolución y dignidad”. A las dos de la tarde, se dio la orden de evacuación y solo algunas personas se quedaron. Por lo que apenas unas 30 personas encendieron velas en la noche lluviosa. Al día siguiente, a las once de la mañana, en la iglesia del parque principal de Bello, familiares y amigos recordaron a Stefany en una misa.

Mientras, las redes sociales continuaron bullendo un rato más. No mucho. Uno que otro cruce de ideas sobre la historia de la joven que murió manipulando papas bombas en una residencia estudiantil; de los otros tres estudiantes que ahora se debaten entre la vida y la muerte en un hospital y que, a la vez, están siendo judicializados. De fondo, ruido digital: el odio. A Stefany le han dicho que era una vándala y que se merece el destino que tuvo por haber escogido esa forma de lucha política.

Como si la capucha o las papas bombas los anonimizaran y les quitaran humanidad, los comentarios en redes sociales enfatizan en la idea de Stefany como un eslabón más de ese esquema de violencia sistemática. Más allá de sus formas de lucha, Stefany era una artista plástica dedicada, una estudiante que apenas comenzaba su carrera universitaria y una bailarina motivada por la curiosidad. Ahora, a la Universidad de Antioquia, a la ciudad, al país les hacen falta una estudiante, una pintora, una bailarina, una hija y una amiga.

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Mural por los desaparecidos durante el paro nacional de 2021 firmado por Stefany y su amigo. Plazoleta del Museo Choza Marco Fidel Suárez, Bello. Fotografía: Carolina Londoño.

Durante dos noches, los amigos de Stefany van a la Choza a homenajearla. El 9 de junio, uno de ellos ve el mural, la recuerda. Al darse cuenta de su muerte, llora todo el día. Quiere ir a la velatón en la Universidad, pero no puede entrar. Nadie más puede entrar. Las personas de la Choza están parchando. Caen unas gotas de lluvia, pero no las suficientes para convertirse en aguacero y para pararlos de sus lugares. Su amigo prende una vela y la encierra en un vaso de plástico para que el frío no la apague. La vela, una sola, se ve pequeña en medio del parque, de la noche, de las miradas, y la pasan por alto. Su amigo se sienta en una banca y ve la vela a los lejos. Al rato, aparecen en el parque varios jóvenes vestidos de negro. Son ocho. Una chica trae en las manos un ramo de flores. Deja una flor al lado de la vela. Son amigos de Stefany. Como en procesión, cruzan el parque y se sientan cerca del mural, en un círculo.

Pero a Stefany no solo la recuerdan los del parche de las pintas. No solo era pintora, sino que también practicaba danza. Desde que era niña estuvo en ballet y en 2016 comenzó en la academia de baile Diamonds, también en Bello, en la que participó como bailarina en dos musicales realizados por la academia. En uno de ellos hizo de la Reina Blanca, la protagonista de una reinterpretación de Alicia en el país de las maravillas.

Verónica Tamayo, una de sus amigas de la academia de baile, recuerda que conocía a Stefany desde 2016. Dice que sus ritmos favoritos eran el contempo y el ballet, y que en ocasiones pasaban más tiempo ensayando que en la casa, para montar las obras de danza de la academia. Crecieron juntas en el campo artístico. Verónica dice que Stefany siempre fue muy madura y centrada para su edad y que, además, la conmovían las injusticias, por lo que formó fuertes posiciones políticas a partir del paro nacional. Finalmente, dice que Stefany es una víctima más de las circunstancias de la lucha.

Sus amigos se dieron cuenta de su muerte por medio de grupos de la Universidad. Cuando se pusieron en contacto con la familia para contarles lo sucedido, ya ellos sabían y estaban en la clínica. Una hora después les llegó la noticia de su fallecimiento.

Hoy, 10 de junio, a las siete de la noche, sus amigos van a realizar una conmemoración y velatón en su nombre en la Choza. Uno de ellos dice que “le duele mucho a uno como joven ver esos comentarios tan ácidos de las redes sociales. Ella no era ninguna vándala… Que digan que por hacerle un homenaje estamos homenajeando a una bandida… Qué falta de valor”. Todavía así, sin importar los comentarios negativos, esperan juntarse todos los conocidos y los amigos e incendiar la noche, con velas y flores, para recordar a Stefa a la “chica de look urbano, que vivía en un barrio más adentro, una pelada de Bello, supremamente pilera, que era una artista”.

Las velas que se prenderán hoy alumbrarán su mural. En la Universidad las velas que se prendieron ayer amanecieron menguadas, al pie de otro pupitre que se puso en Barrientos, esta vez, de madera. En el respaldo, una foto suya. En el asiento, su nombre escrito con un marcador. Detrás, colgada, la tela que se ondeó con vehemencia ayer: “Stefany vive en el fragor de la lucha”.

Tampoco te olvidaremos, Stefany.

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Velatón por Stefany. 10 de junio de 2022. Plazoleta Barrientos, UdeA. Fotografía: Manuela Echavarría.

 

 

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