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Versión impresa de De La Urbe

event 04 Septiembre 2021
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Julio César Caicedo Cano Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.
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  • El regreso a la U de Antes

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    Un año y cinco meses después del cierre, la Universidad de Antioquia sigue sin abrir sus puertas pese a que la mayoría de sectores del país ya lo hicieron. Los planes de reapertura de la administración no calman la ansiedad de los estudiantes por volver. Esto en medio de un contexto social caldeado que tuvo a Carabobo Norte como epicentro de la confrontación entre la primera línea y la policía durante el paro nacional, en la que además terminaron interviniendo bandas delincuenciales.

     

    Foto: Daniel Romero

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    Foto: Julio Caicedo

    Contenido en alianza con La Vuelta

    “GRAN APERTURA DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA. Estás cordialmente invitad@”, decía una publicación de Memes UdeA, una página de Instagram. En la tarjeta había un Piolín que se columpiaba en su jaula y en la descripción decía: “Si vamos más de 1000 nos tomamos foto en la fuente”. El martes 22 de junio cerca de 100 estudiantes aceptaron la cordial invitación y se reunieron en la entrada de la calle Barranquilla. Al mediodía, después de pintar carteles y bloquear intermitentemente la calle, la pequeña multitud forzó la reja que cedió sin mayor resistencia a los golpes de los estudiantes, quienes no entraban a la U desde el 15 de marzo del 2020, cuando sus puertas se cerraron debido a la pandemia.

    Al entrar, algunos estudiantes se reunieron en los bajos del bloque 9 para improvisar una asamblea y decidir el futuro de la “toma”, mientras un pelado montaba una chaza para vender las famosas empanadas de “frito gay”. Otros se esparcieron por el campus para ver si el paisaje era el mismo que recordaban y que muchos otros recorrieron por primera vez. Aunque no llegaron las mil personas, no faltaron las fotos en la fuente.

    Esa apertura momentánea de la Universidad se dio luego de que la asamblea multiestamentaria del 16 de junio exigiera la reapertura de los espacios comunes de la Universidad. En la noche los estudiantes desalojaron el campus, pues se presentaron disturbios en los alrededores.

    Nueve días después, la Universidad volvió a abrirse. Esta vez un grupo de jóvenes del movimiento Campesinos, Obreros y Estudiantes (COE) entraron a la Universidad, pero esta vez para quedarse. A diferencia de la toma anterior, esta no fue iniciativa de estudiantes, sino que fue llamada una “toma popular” encabezada por jóvenes de otras universidades e integrantes de la primera línea. Montaron un campamento en el bloque 9, en el que permanecieron más de un mes, hasta que el 30 de julio salieron del campus los últimos manifestantes. Esa irrupción implicó trasladar a última hora la sede de los exámenes de admisión que se iban a realizar en la Ciudad Universitaria a principios de julio.

    La primera semana de agosto la administración retomó el control del campus y comenzó a implementar lo que denominó la “fase uno” del retorno gradual, en la que reactivará el acceso a servicios y espacios del Sistema de Bibliotecas y las actividades de grupos artísticos y deportivos representativos de la Universidad. Sin embargo, un sector de los estudiantes considera que estas medidas son “pañitos de agua tibia” e incluso hablan de una nueva “toma” con actividades académicas y culturales.

    Mamados de la virtualidad

    “El día de hoy el estudiantado se volvió a reagrupar. Se toma la U como símbolo de resistencia y ante la política de tener aún a las universidades en cuarentena cuando hay una apertura económica de todos los sectores”, afirmó Vanessa*, estudiante de último semestre de uno de los pregrados de la UdeA, quien hizo parte de la primera toma. “Los y las estudiantes seguimos trabajando en casa y recibiendo educación virtual, cuando hemos visto que ha caído la calidad educativa y la deserción estudiantil está por los cielos”, agregó la estudiante.

    Laura Cano Loaiza está en segundo semestre de Periodismo y es una de los cerca de 5000 primíparos que no conocen el campus, al menos como estudiantes matriculados. Para Laura, la U fue virtual desde su inducción en julio del año pasado, y si conoce a algunos de sus compañeros es por iniciativa propia: “Es una experiencia que se siente muy a medias. Todo el mundo habla de la U con tanto amor que uno se siente dejado al ver que no puede experimentar todo eso”.

    Pero la molestia con las clases virtuales no solo se da en el Alma Máter. En diciembre de 2020, la inmobiliaria WeWork en asocio con Brightspot Strategy, una empresa consultora en educación, realizó una encuesta a más de 400 estudiantes estadounidenses con el fin de evaluar su experiencia en la virtualidad. Según sus hallazgos, la satisfacción general de los estudiantes disminuyó un 27 % en otoño de 2020, en comparación con la primavera del mismo año (al inicio de la pandemia de la covid-19). Los que siguen las clases exclusivamente virtuales mostraron la mitad de satisfacción que los que siguen la modalidad presencial (35 % frente al 69 %).

    ¿Por qué todo abre menos la U?

    Las protestas del paro nacional reactivaron el movimiento estudiantil y otras expresiones políticas y organizativas que ahora demandan espacios para realizar sus actividades. Esto también ha hecho que los estudiantes se sientan con mayor capacidad para exigir la reapertura.

    “La Universidad está concebida desde su visión y su misión como un eje de transformación social. En este contexto, que no solo es de pandemia sino también de levantamiento popular, es preciso que asuma un papel independientemente de cuál sea. El espacio físico de la Universidad debe abrir las puertas para que se desarrollen estas gestas y estos cambios de transformación social”, afirma David Álvarez, estudiante de Historia y activista de la Federación Universitaria Nacional. Para él hay un claro interés político al mantener cerradas las universidades públicas.

    ¿Y entonces por qué todo abre menos la U? Ante esta pregunta, el rector responde que la Universidad no se maneja con el mismo criterio que un bar o un centro comercial: “En la medida en que la situación epidemiológica y las regulaciones que emanan de los centros del Gobierno lo permitan, vamos a abrir esos espacios”, afirmó en un diálogo virtual con profesores el 17 de junio. Allí también negó que la decisión correspondiera a intereses políticos.

    La postura de la administración se ampara en la Resolución 777 del Ministerio de Salud de Colombia que a principios de junio definió los criterios para la reapertura económica y social en el país. Según ese documento, no se pueden desarrollar eventos de más de 50 personas en los municipios que tienen una ocupación UCI mayor al 85 %. En esos casos el transporte público solo podría tener un 70% de aforo y no podría haber público en los estadios. Sin embargo, en Medellín, que llegó a tener una ocupación del 99 % en el tercer pico de la pandemia, para julio ya había partidos con hinchada y hace varios meses el transporte público tiene aforos muy superiores a ese límite.

    Por su parte, la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia (Asoprudea) se ha mostrado en la misma línea de la administración y se desmarcó de la postura mayoritaria de la asamblea multiestamentaria, al considerar que abrir Ciudad Universitaria sería irresponsable.

    “Esto es extremadamente anómalo y tensionante, pero como Universidad decir: ‘Abramos, arranquemos de nuevo que nos echamos gel en las manos y el trapito en la boca y no ha pasado nada’... no, no consideramos que sea una opción en este momento”, afirma Juan Esteban Pérez, presidente Asoprudea. Para él, la reapertura de la economía fue un error del Gobierno que no se puede usar como pretexto.

    No todos los profesores comparten esa posición, como es el caso de David Bautista, docente de cátedra y químico farmacéutico con experiencia en inmunoterapia y desarrollo de vacunas: “El Plan Nacional de Vacunación va lo suficientemente avanzado y ya pasó la etapa tres en la que se vacunaron profesores y personal de apoyo. No hay excusa para no regresar suponiendo que además ya están vacunados los estudiantes que tienen comorbilidades, junto con sus padres y abuelos”.

    Para Bautista ninguna universidad pública debería continuar cerrada en agosto, pues en teoría profesores y administrativos ya tendrían las dos dosis o un mes con la primera, lo que les daría buena protección: “Estoy en contra de que colegas míos rechacen el regreso aun estando vacunados, porque por eso fue que nos priorizaron”.

    Entre tanto, los empleados agrupados en Sintraunicol consideran que la reapertura se debe dar cuando al menos el 80 % del personal docente y administrativo esté vacunado. Según datos de ese sindicato, para el 7 de julio el porcentaje se acercaba al 55 %. “Aunque la Universidad es el espacio propicio para la discusión, el debate y el análisis de los diferentes problemas sociales de nuestro país, el espacio de la U puede ser aprovechado y abusado por algunos oportunistas y violentos que sabotean la protesta social”, afirmó ese sindicato por medio de su Secretaría de Comunicaciones.

    Hay que volver, ¿pero cómo?

    Yéssica Giraldo, epidemióloga e investigadora de la Universidad CES, afirmó, a finales de junio, que con el tercer pico de la pandemia la situación en Medellín y Antioquia es crítica. Acerca de mantener cerradas las universidades, Giraldo le dijo a La Vuelta y a De la Urbe que “tendría sentido esperar si las estrategias gubernamentales y de las autoridades de salud pública fueran coherentes y congruentes con la situación epidemiológica. Con la reapertura total y la ausencia de medidas y políticas de salud pública, cualquier sector que se ponga a esperar depende de que la pandemia se autocontrole, que espontáneamente baje. Eso no tiene sentido”.

    Según Giraldo, hay evidencia científica que señala a los espacios educativos como fuentes importantes de transmisión, dada la socialización en esos entornos. Sin embargo, no descarta una reapertura: “No se puede decir de manera generalizada abrir, no abrir, o cerrar todos los espacios, sino hacer un análisis detallado y muy especificado del riesgo. Pienso que la Universidad de Antioquia podría mirar la reapertura de algunas actividades que se puedan realizar al aire libre. Se sabe que las actividades en espacios abiertos y con muy buena ventilación, control de los aforos y distanciamiento, combinado con estrategias de alternancia podrían dar buenos resultados”.

    De acuerdo con un estudio liderado por Hannah Lu, profesora del Departamento de Ingeniería de la Universidad de Stanford, publicado en enero en la revista Computer Methods in Biomechanics and Biomedical Engineering, las universidades suponen un riesgo real de desarrollar una incidencia extrema de la covid. Un total de 14 de las 30 universidades estudiadas mostraron “un pico de casos en las dos primeras semanas de clase”. La investigación sugiere que los brotes universitarios no están relacionados con la dinámica nacional del virus.

    Por otro lado, Elena Losina, investigadora de la Universidad de Harvard, en un estudio publicado en Annals of Internal Medicine, afirmó que las facultades pueden convertirse en focos de contagio debido al estrecho contacto de los estudiantes. Sin embargo, los análisis de Harvard y Stanford concluyen que el control de la pandemia es posible con medidas como distanciamiento, tapabocas, pruebas rutinarias y suspensión temporal de las clases presenciales en caso de brotes.

    “¿Cómo hacemos para controlar la tomada de tinto?”, es una de las preguntas que se hace el profesor Juan Esteban Pérez. Y es que uno de los factores a tener en cuenta ante un escenario de reapertura son las dinámicas propias de una universidad donde nadie se queda quieto. El control en aspectos como aforos, rutas y horarios que se da en otras universidades no es igual en la UdeA ya que, según Marcela Ochoa, directora de Bienestar Universitario, al interior del Alma Máter hay posiciones políticas que rechazan el control de ingreso.

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    Foto: Julio Caicedo

    ¿Piloto para el aeropuerto?

    Instituciones de educación superior como el CES, la UPB y Eafit les dieron a sus estudiantes la posibilidad de matricular clases presenciales o semipresenciales. La Universidad Industrial de Santander, la institución pública más grande de ese departamento, regresó a actividades académicas presenciales el 12 de julio. Sin embargo, en Medellín, otras instituciones de educación superior públicas, como la Universidad Nacional y el Politécnico Jaime Isaza Cadavid, todavía no dan ese paso.

    Desde el segundo semestre del 2020 la administración de la UdeA trabaja en un plan de reapertura que se ha venido aplazando debido a las circunstancias de la pandemia. En cuanto a Bienestar Universitario, se enfocaría en los deportistas representativos y los grupos artísticos institucionales. En relación con los espacios culturales, en una primera etapa se contemplan las visitas guiadas, la apertura del Museo Universitario en la segunda y, finalmente, los teatros y auditorios.

    La reapertura del Sistema de Bibliotecas también se realizaría en tres fases: la primera para préstamo de material y consulta en la sala patrimonial con previa reserva, la segunda para estudio individual con un aforo de 40 usuarios y una tercera en la que el aforo subiría a 140 personas. La implementación de estas fases comenzó a principios del mes de agosto, con el anuncio de reactivación gradual de algunos servicios de la biblioteca, los grupos representativos, las ceremonias de grado y las actividades presenciales en posgrados.

    Respecto al regreso a clases presenciales de pregrado, la Vicerrectoría de Docencia lidera una propuesta de “multimodalidad” que se llevará a cabo en la fase dos, en la que cada unidad académica definirá cuáles de sus cursos pueden ser presenciales, semipresenciales o virtuales. El regreso será gradual y se llevará a cabo el próximo semestre lectivo, que comenzaría en el mes de octubre en la mayoría de unidades académicas.

    “Hay que tratar de generar un equilibrio que nos permita mantener unas condiciones de vida lo más sanas posibles desde el punto de vista de la salud mental, pero que también nos permita mantener la salud física. Por eso la propuesta que hemos venido haciendo es un retorno gradual”, afirmó Ochoa.

    Ante el plan de la administración, en varias asambleas el estamento estudiantil ha cuestionado que los espacios donde se toman las decisiones son a puerta cerrada, no son amplios y no tienen representación estudiantil. El rector John Jairo Arboleda no ha asistido a ninguna de las dos asambleas multiestamentarias que han convocado los estudiantes para dialogar al respecto, ni hubo interlocución entre la administración y los promotores del campamento que exigían la reapertura. Entretanto, las asambleas de diferentes facultades han coincidido en la exigencia de reabrir la Universidad.

    “La administración está en la obligación de hablar con los estudiantes, pero si tú me planteas un proceso de negociación, si estamos hablando de la apertura de la Universidad, esa responsabilidad no es negociable”, afirma Ochoa, aclarando que esa posición no representa al Comité Rectoral del que hace parte.

    Con el paso de los días, el pico más agresivo de la pandemia cede. Profesores y personal administrativo completan sus esquemas de vacunación de acuerdo con su priorización y ese proceso llega cada vez a personas más jóvenes. Entre tanto, todos los estamentos de la Universidad coinciden en que el retorno debe ser gradual y con los protocolos necesarios, pero la principal diferencia está en el cuándo, ya que para muchos estudiantes y algunos profesores la reapertura es urgente, mientras que la administración avanza en planes que, pese a conducir a un retorno por lo menos parcial, no parecen resolver la inquietud sobre por qué mantener las puertas cerradas mientras muchos otros sectores, algunos que implican incluso mayores riesgos, retomaron hace meses la normalidad.

    *El nombre fue cambiado por solicitud de la fuente.

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