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Domingo, 05 Septiembre 2021 17:43

Editorial: Volvamos a ser plurales

Detengámonos un momento para leer este nombre con la lentitud que lo amerite:

Universidad de Antioquia.

Quedémonos ahí, en esa U y en esas primeras sílabas que nos remiten a la palabra universo. Universitas, de donde viene el término universidad, es ‘el conjunto de todas las cosas’. Esto es la UdeA para quienes la habitamos. La emoción de pasar el examen de admisión, las madrugadas a clase de seis, los paros, la vida que comienza a adquirir un nuevo significado social y político con las discusiones en clase, los tintos en Barrientos... Las imágenes que configuran el espíritu de la Universidad, del cual hacemos parte.

 

Desde el 15 de marzo de 2020, con pandemia a bordo, nuestra vida universitaria se ha estado readaptando. A pesar de todos los obstáculos que representó volcar las aulas de clases a las reuniones en Meet o Zoom, intentamos darles continuidad a los procesos formativos desde distintos frentes. De ese esfuerzo también hemos aprendido. A contrarreloj, fueron mejorando los canales virtuales, el uso de herramientas digitales, el empleo de metodologías alternativas y la consideración de nuevos modelos educativos, como la multimodalidad que ahora es la alternativa más clara para pensar en el regreso a las aulas.

Sin embargo, por más que fluimos en las clases y los foros virtuales, extrañamos la experiencia de pasar y quedarnos en el campus. Es en la interacción con el espacio físico que logramos afianzar nuestra relación con el otro, porque solo en este es posible la cercanía de la voz y la mirada que realmente ve. En su libro El enjambre, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han detalló lo siguiente: cuando estamos en una videollamada con alguien, ese otro nos ve en su pantalla y su mirada se proyecta. Si quisiéramos sentir que el otro nos mira sería necesario que lo hiciera mirando directamente a la cámara, pero así dejaría de vernos a nosotros.

Estos tiempos de soledad y distancia han ratificado nuestra necesidad de estar en contacto real con los otros. Por eso, a finales del año anterior, cuando en el país empezó la reactivación económica, y aún más en enero de este año, cuando los planes de retorno de los colegios y las instituciones públicas iban en marcha, a los universitarios nos surgió una pregunta: ¿y para cuándo la UdeA?

Durante el primer semestre de 2021, esa pregunta se repitió sin tener una respuesta clara. En De la Urbe reconocemos la multiplicidad de posturas y los matices que tienen los argumentos sobre el retorno. Entendemos que esas decisiones las guían consideraciones no solo epidemiológicas, sino también políticas y económicas que obedecen a las particularidades de la Universidad.

Lo cierto es que el personal docente y administrativo de las universidades fue priorizado en la etapa tres de vacunación y ante ello surgen las preguntas de si esta priorización tuvo el propósito de garantizar un retorno gradual a las aulas, y así el derecho a la educación de miles de personas en condiciones de calidad, o fue simplemente un privilegio otorgado a un sector de la población.

La falta de claridad en aspectos como estos nos llevan a plantear otro frente del debate. Como laboratorio de periodismo de la Facultad de Comunicaciones y Filología y como medio de comunicación queremos reflexionar sobre el diálogo y la información alrededor de la reapertura.

En un foro el 9 de junio con los rectores del G8, que agrupa a ocho de las principales universidades del Valle de Aburrá, el rector John Jairo Arboleda dijo que en ese momento la Universidad avanzaba en protocolos para el retorno del personal administrativo, en autorizaciones de ingreso al campus a algunas personas para actividades concretas y que, a partir de agosto, empezarían otras acciones para avanzar en la presencialidad.

Una semana después, el 17 de junio, el rector reiteró esos planes en una reunión a la que fueron citados los profesores. Se refirió a las comisiones dedicadas a evaluar la evolución de la pandemia y las condiciones para una reapertura, a los avances en el plan de vacunación y a las fases de un eventual retorno a la presencialidad. No hubo, como es comprensible, precisiones sobre las fechas, pues ello dependía, dijo el rector, de los niveles de contagio y de restricciones de carácter nacional.

Pero tampoco existió hasta ahora un espacio similar con otros estamentos ni algún mecanismo para anunciar la evolución de esas decisiones. La discusión continuó en los órganos directivos y las conclusiones trascendieron estos espacios solo en forma de rumor o por la decisión individual de las directivas de algunas unidades académicas de transmitir a sus profesores y a sus estudiantes lo que ocurrió en otros escenarios.

En el primer semestre de 2021, la UdeA tenía poco más de 38.000 estudiantes matriculados. Sumemos a los profesores, los contratistas, el personal administrativo y a las personas que antes de la pandemia habitaban la Universidad sin otro vínculo que el de asumirla propia por tratarse de una institución pública: ¿cuántas de esas personas tuvieron acceso a información clara sobre el retorno? La Universidad tardó en comunicar su intención y sus acciones para regresar y, en todo caso, durante meses excluyó de la conversación a buena parte de la comunidad a la que se debe.

El 1 de agosto la administración anunció el comienzo de la fase uno para el retorno gradual a la Universidad, que consiste en el acceso a espacios del Sistema de Bibliotecas y a escenarios que requieren estudiantes que hacen parte de grupos artísticos y deportivos. Esto se complementa con las excepciones contempladas en la fase cero, en la cual ya tenían ingreso personas vinculadas a actividades de investigación, prácticas avanzadas, asistencia en salud y actividades de mantenimiento.

La noticia, ahora sí, se difundió ampliamente por las redes de la institución, se comunicó en correos masivos y en una nota publicada en el portal web de la Universidad. El vicerrector general Elmer de Jesús Gaviria dijo que la decisión estaba animada por la petición de profesores y estudiantes de volver a hacer del campus un espacio de encuentro. Tres días después, con aún mayor despliegue, la Universidad anunció una propuesta de multimodalidad que consiste en que cada unidad académica opte para el semestre académico 2021-2 por alternativas que van desde la presencialidad y los cursos intensivos, hasta la virtualidad y las clases mediadas por las TIC.

Esta vez, entonces, hubo anuncios, publicaciones y correos, pero sigue pendiente la construcción de un diálogo activo para el retorno. ¿Cómo va a ser ese rehabitar la Universidad y cómo asumir las responsabilidades colectivas que permitan mantener abiertas las puertas de los espacios universitarios? Finalmente, el centro de este debate es la vida. Y la vida es el cuerpo y la salud, pero también es la alegría de llegar al lugar que amamos. Pongamos en sintonía esas dos formas de vivir y construyamos colectivamente la corresponsabilidad que implica el retorno.

Preguntas y propuestas diversas que surgen desde todos los estamentos universitarios deben encontrar un lugar para ser escuchadas, sobre todo si hablamos de la UdeA, donde el debate es una de sus principales potencias. Y para esto no solo es necesario una estrategia de comunicación efectiva y accesible, sino también una apuesta por un diálogo abierto, concertado, planificado y plural.

Volver a la Universidad demanda entonces compromisos mutuos y una conversación activa entre todos los estamentos, teniendo en cuenta las particularidades y complejidades de cada uno y los espacios autónomos que estos mismos han conformado y que incluyen las asambleas y los claustros.

En ese sentido, la participación es importante en dos aspectos. El primero, para escuchar las preocupaciones y las aspiraciones de otros actores para así imaginar el escenario de retorno. El segundo, para contar con las voluntades de estos actores y llegar a acuerdos para que la reapertura sea exitosa. Partimos de que es necesaria una comunicación e interlocución continua para llegar a unos acuerdos que, si bien estarán en constante transformación, serán de ayuda para dirimir diferentes visiones de Universidad, eso que también implica volver a habitarla.

“Sé plural como el universo”, dice la frase de Fernando Pessoa que está suspendida en una de las columnas del bloque administrativo. El retorno compete a toda la comunidad universitaria y, en ese sentido, debe atender a la pluralidad y al diálogo concertado.

Que en nuestro universo, que es el Alma Máter, encuentren lugar todas las voces.  

Publicado en Edición 101
Domingo, 05 Septiembre 2021 17:08

Opinión: Somos más que un instrumento

Los músicos otra vez servimos de comodín. Por eso el concierto del 5 de mayo no le estorbó a nadie. Ese día alrededor de 150 músicos conformaron una orquesta improvisada y se reunieron en el parque de la Resistencia. Los dirigía la estudiante de Música, Susana Boreal. El video que se hizo viral rodó a principios de mayo entre chats académicos y familiares como ejemplo de protesta: después de varias jornadas de violencia, el concierto y su directora representaban la forma “correcta” de manifestarse.

El nombre de Susana Boreal es Susana Gómez Castaño, tiene 27 años y es estudiante de Música con énfasis en Dirección Orquestal en la Universidad de Antioquia. Después de ese día varios medios de comunicación romantizaron la acción de los músicos y volcaron la atención del movimiento social sobre una única figura. El 6 de mayo, la Agencia EFE publicó una nota titulada “El arte suaviza el rostro de las protestas en Colombia y propone reflexión”. El 7 de mayo, Noticias Caracol se refrió al concierto como una protesta “realmente social”. Gómez, ya convertida en celebridad, fue portada de la edición de julio de la Revista Credencial: “¿Cómo es la generación de la paisa que se viralizó como símbolo de la protesta pacífica?”, decía la revista.

Esta lógica enaltecedora fue la misma de varias instituciones del Estado que aprovecharon su figura para promover sus propias apuestas e interpretaciones sobre las protestas. “Hoy la música nos une para hacerle un homenaje a la paz. Decenas de músicos del área metropolitana tocaron por primera vez, unidos en un mensaje, para rechazar la violencia durante el #ParoNacional5M”, escribió la Alcaldía de Medellín en una publicación en Facebook el mismo 5 de mayo. Cinco días después, el Proceso Social de Garantías presentó un informe que contabilizaba 1081 agresiones contra manifestantes durante el paro nacional en Antioquia.

¿Los músicos que se reunieron ese día querían hacerle un homenaje a la paz?, ¿rechazaban la violencia en el paro? No. O por lo menos no fue ese el motivo de la convocatoria. La intención del concierto era que los músicos académicos volviéramos a habitar la ciudad con nuestros instrumentos y participáramos de la movilización como conjunto. Un intento por reunir un gremio fragmentado y con poca participación en los espacios de protesta.

El nombre de la convocatoria para ese día fue: “La música es un mensaje poderoso”. ¿Pero cuál era el mensaje? Sectores de los medios, la institucionalidad, el movimiento social y la ciudadanía se valieron de esa falta de claridad para darles sus propias interpretaciones y utilizarlo para beneficiar sus intereses.
Toda esta situación expuso una problemática que viene desde movilizaciones anteriores: los músicos académicos no hemos tenido una función más allá de la amenización y el acompañamiento de las protestas. Como gremio hemos sido excluidos –o nosotros mismos nos hemos excluido– de los escenarios de deliberación del movimiento social y se han ignorado nuestras exigencias particulares.

Hemos participado de acciones de manera aislada y sin asumir su trasfondo político. Al estar en un lugar cómodo que nos endiosa como si fuéramos una brújula moral, nos integramos fácilmente a los juegos políticos de otros. No incomodamos porque seguimos siendo fichas, no jugadores. Condicionar nuestro arte como una apuesta únicamente estética y no política es lo que permite que se nos instrumentalice. A pesar de los esfuerzos por conformar espacios de construcción colectiva como las asambleas populares de músicos del Valle de Aburrá que se organizan desde junio de este año, los espacios de representación están cooptados por individualidades.

Los músicos debemos sobrevivir con poco presupuesto estatal y en condiciones laborales precarias que empeoraron con la pandemia. Ante eso tenemos pendiente desligarnos de la tradición que ubica la música académica al lado de los gobiernos y rechazar las acciones que hacen que las protestas tengan más tintes de premios Grammy que de movimiento social.
Mientras se nos siga utilizando como ejecutores de instrumentos y como medio para llegar a los fines de otros no ganaremos nada. Citando a Cepeda Samudio: “Hemos sido criados como instrumentos pero estamos vivos; somos humanos; el odio no nos ha secado la piel”.

Publicado en Edición 101
Sábado, 04 Septiembre 2021 22:59

El regreso a la U de Antes

Un año y cinco meses después del cierre, la Universidad de Antioquia sigue sin abrir sus puertas pese a que la mayoría de sectores del país ya lo hicieron. Los planes de reapertura de la administración no calman la ansiedad de los estudiantes por volver. Esto en medio de un contexto social caldeado que tuvo a Carabobo Norte como epicentro de la confrontación entre la primera línea y la policía durante el paro nacional, en la que además terminaron interviniendo bandas delincuenciales.

Publicado en Edición 101
Martes, 13 Octubre 2020 01:50

Colombianos luchando desde el laboratorio

Son muchas las historias que se pueden contar hoy en día sobre ese otro “frente de batalla” en el que se convirtieron los laboratorios científicos y médicos del mundo. Aquí solo encontrará dos de ellas, forjadas con la ciencia de las universidades y teniendo a académicos, profesores, estudiantes e investigadores como protagonistas.

El aislamiento del virus SARS-CoV-2, en la Universidad de Antioquia, y el tratamiento con plasma de convaleciente para el Coronavirus, en la Universidad del Rosario, son las historias que podrás conocer en esta investigación.

“¡Lo logramos!”, fue lo primero que le dijo Francisco Javier Díaz a su compañero Wbeimar Aguilar, ambos profesores de la Universidad de Antioquia e integrantes del grupo Inmunovirología de la Facultad de Medicina. Con los puños elevados y levantándose de su silla, Díaz celebraba en su laboratorio haber observado, a través del microscopio, el aislamiento de la COVID 19.

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