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event 29 Abril 2024
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Leidy Restrepo Mesa
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  • Algo huele mal en la quebrada Doña María

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    La tercera microcuenca más importante del río Medellín ya no tiene playas ni recibe paseos de olla. La expansión urbana, las presiones de empresas agroindustriales y hasta los temores de los habitantes por su seguridad tienen amenazado este afluente: una doña que paría material para construir y ya solo recibe contaminación.





    Quebrada Doña María, tercera microcuenca más importante para el río MedellínLas que antes eran las instalaciones de un balneario ahora le pertenecen a Biociclo, que realiza sus actividades alrededor de la quebrada Doña María, en San Antonio de Prado. Foto: Leidy Restrepo Mesa.

    Hace muchos domingos que los habitantes de San Antonio de Prado dejaron de bañarse en las playas de la quebrada Doña María. Todavía se ven a la orilla los fogones de leña para montar el sancocho y las piedras tiznadas donde subían las ollas, pero ya nadie quiere cocinar con el agua turbia que desciende por la quebrada, ni tocar ese suelo lamoso de los charcos, ni aguantarse el olor a marrano y desechos que le dañan el paseo a cualquiera.

    En una casa sobre un lote empinado cerca de la quebrada vive Manuel Velásquez desde hace 43 años. La quebrada suena azarosa y cada vez menos natural, no obstante, el lote, que además comprende su casa y otras dispuestas para recibir a ciclistas, está lleno de fauna nativa que convoca a los animales de la microcuenca. Manuel dice que alrededor de 2005 la gente empezó a dejar de bañarse en la quebrada, con lo que los balnearios y los estaderos empezaron a cerrar. Recuerda a sus vecinos que vivían de los balnearios, hoy construcciones abandonadas. Uno de ellos, calcula, “directa o indirectamente generaba ingresos para más o menos unas 15 personas de la comunidad”. Solo queda uno, al que llegan en su mayoría jóvenes y pocos se meten al agua. 

    Al frente del último que cerró, se instaló en 2016 Biociclo, una empresa que produce fertilizantes a partir de residuos orgánicos. Según los vecinos, el olor de sus actividades es fuerte, desagradable y los perjudica. Un habitante de la zona cuenta que una de sus empleadas renunció porque se sentía enferma al trabajar allá. Esta es solo una de las presiones sobre la Doña María: otras empresas agroindustriales y la expansión urbana ensucian sus aguas cada vez menos claras.

    Más que agua para bañarse

    La quebrada Doña María es la tercera microcuenca más importante para el río Medellín por la cantidad de agua que le aporta. Nace en el cerro del Padre Amaya, en San Antonio de Prado, y desciende por ese lado de la cordillera, regando el corregimiento hasta llegar sucia, furiosa y maloliente al río Medellín, en Itagüí.

    Según el Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA), en la Doña María hay problemas con el manejo de vertimientos, falta de mantenimiento de pozos sépticos, mala disposición de residuos sólidos, lejanía de los puntos de acopio de basuras y falta de cultura ambiental de las comunidades que viven cerca de la quebrada. Además, hay problemas de deforestación, disminución o remoción de la cobertura vegetal de las riberas, así como asentamientos informales alrededor de la cuenca y cercanía de porquerizas y ganadería.

    Sin embargo, aún hay turismo. Ciclocampeón y La Casa del Ciclista de Medellín, los negocios familiares de Manuel, hacen rafting y recorridos por la quebrada. Algunas veces incluso con la Secretaría de Medio Ambiente o la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín. Confiesa que el día anterior a los recorridos llama al mayordomo de una finca cercana dedicada a la porcicultura: “Hermano, tengo actividad, para que por favor me cuidés”.

    Barrio informal contruido a las orillas de la quebrada Doña María en San Antonio de Prado. Foto por Leidy Restrepo Mesa

    Vista panorámica de la quebrada Doña María en San Antonio de Prado. Foto: Leidy Restrepo Mesa.

    En San Antonio de Prado ha aumentado, desde finales de los 90, la agroindustria porcina y avícola que demanda agua para los animales y salidas para el estiércol. Entonces, la microcuenca tiene que abastecer a más marranos y recibir más lixiviados que se escurren por las montañas hasta el cauce de la quebrada.

    Jeisson Bedoya, antropólogo pradeño, recuerda que de un momento a otro la quebrada cambió su aspecto y sus piedras se volvieron lamosas. Supone que se debe a los desperdicios orgánicos, se queja y luego recuerda el olor: “Es tan abominable que, por la tarde y por las noches, se filtra por toda la cuenca y yo desde mi casa lo siento”. Vive en Pradito, un barrio del corregimiento a cinco kilómetros de las actividades agroindustriales y los vertimientos. 

    Ana María López, bióloga de la Corporación Pro Romeral, una organización que propende por la recuperación de los ecosistemas y las microcuencas en Antioquia, ubicada en San Antonio de Prado, explica que la razón es el mal manejo de la porquinaza (un fertilizante orgánico obtenido de los excrementos de los porcinos) por falta de alternativas como biodigestores: “La porquinaza, que desde las prácticas ancestrales se usa para fertilizar el campo y los pastos, llega a la quebrada cuando llueve, por escorrentía o por infiltración”.

    La Doña María es una de las quebradas priorizadas en el Plan de Ordenamiento del Recurso Hídrico (PORH) del 2019 del río Aburrá-Medellín, contratado por el AMVA para administrar de manera eficiente el agua. Sin embargo, la comunidad no ha visto acciones que den cuenta de esa priorización.

    El 28 de diciembre de 2023, la UdeA actualizó la reglamentación de usos del agua y vertimientos en la quebrada mediante un convenio interadministrativo con Corantioquia y el AMVA. Sin embargo, esa reglamentación solo contempla las descargas directas, así que la caída de porquinaza por escorrentía no es tenida en cuenta.  

    “Sobre todo como a las cinco de la mañana uno ve bajar la quebrada Larga (afluente de la microcuenca) así, roja y toda cochina”

    Los habitantes del sector mencionan algunas empresas de agroindustria que tiñen de rojo y llenan de una espuma alta las quebradas que irrigan a la Doña María. “Sobre todo como a las cinco de la mañana uno ve bajar la quebrada Larga (afluente de la microcuenca) así, roja y toda cochina”, dice uno de ellos, quien decidió no revelar su nombre por miedo a represalias.

    Para Ana María, la microcuenca no es solo el agua, sino todo el ecosistema asociado. Un cambio evidente, según la bióloga, es la disminución del caudal debido a la pérdida de vegetación que conservaba la humedad. Además, el servicio de acueducto y las actividades porcícolas, avícolas y ganaderas demandan mucho más recurso hídrico, según la última reglamentación de usos del agua y vertimientos que hicieron Corantioquia y el AMVA en 2023. Y, en clima seco, el índice de uso del agua es “alto” o “muy alto” en 18 de las 28 microcuencas analizadas.

    En 2017, la Corporación Pro Romeral hizo un estudio para evaluar la calidad del agua de la Doña María mediante macroinvertebrados y variables fisicoquímicas. Ana María participó y cuenta que en la parte alta de la quebrada encontraron macroinvertebrados que dan cuenta de una buena calidad del agua, “como unos odonatos, que son libélulas de un género que solo vive en aguas limpias”. Pero en los tramos medio y bajo, a medida que en los bordes de la quebrada hay menos árboles y más fincas agroindustriales “encontramos macroinvertebrados que son de aguas sucias, por ejemplo, larvas de mosquitos y otros dípteros”. 

    Luego, en 2020, Corantioquia concluyó que el tramo del río Aburrá donde desemboca la Doña María incumplió sus metas globales de carga contaminante, tanto en el parámetro que mide la presencia de oxígeno en el agua como en el que mide la suspensión de residuos sólidos en las corrientes. En la última medición del índice de calidad del agua que hizo Corantioquia en 2023, cuatro de los puntos de la quebrada tienen calidad “aceptable” y dos, “buena”.

    Amenazados

    Como edila en la Junta Administradora Local (JAL) entre 2020 y 2023, a Génesis Vélez, lideresa social pradeña e historiadora, los habitantes del sector le contaron que cuando los funcionarios de medioambiente van, en ocasiones “los sacan de allá amenazados”. Y en sus proyecciones a futuro, el PORH menciona que los grupos armados ilegales pueden influir en la implementación de acciones para el ordenamiento del río Medellín. Pareciera que esta problemática también puede afectar a la Doña María, que aporta el 5.7 % de la oferta hídrica del río.

    Dicen los vecinos de la lideresa y de la quebrada que por situaciones de orden público “los funcionarios no pueden hacer nada”, que “un cartógrafo o un geólogo van a ir a mirar el suelo y los sacan”. Sin embargo, Corantioquia asegura que en el último proceso de reglamentación “no se han reportado novedades relacionadas con problemas de orden público que hayan afectado de alguna manera a personal de Corantioquia o del convenio”. 

    Pero las presiones no son solo de actores armados. Para Ana María, en San Antonio de Prado pesa mucho el poder de algunas familias dueñas de la agroindustria. “¿Qué les va a decir uno? Puede solicitar una revisión por medio de Corantioquia, pero puede que eso le juegue la mala a uno y ahí sí qué miedo”. Génesis dice que ni Corantioquia ni el AMVA le prestaban acompañamiento ante denuncias de la comunidad: “Si yo como edila y presidenta de la JAL les pedía cita, nunca llegaban”. Corantioquia contestó que “no cuenta con una unidad de atención de emergencias ambientales”, pero que sus canales de recepción de peticiones o quejas ambientales están disponibles y son atendidas “de acuerdo con la capacidad operativa”.

    Barrio informal contruido a las orillas de la quebrada Doña María en San Antonio de Prado. Foto por Leidy Restrepo Mesa

    Las casas y asentamientos informales se convierten en la orilla de la quebrada a la altura del tramo medio del cauce de la Doña María, aunque la ley dicta que deben respetar una distancia de mínimo 20 metros. Foto: Leidy Restrepo Mesa.

    El año pasado, Génesis decidió dejar su liderazgo debido a que recibió amenazas. “Yo ya dejé toda mi constancia en la Fiscalía y me separé de esos espacios”, dice. Está cansada de que la plata y las empresas muevan políticamente el territorio: “¿cómo se va a poner a pelear uno con eso? Lo matan”. 

    San Antonio de Prado se juntó entre 2012 y 2013 en un movimiento social en contra del relleno sanitario El Guacal, que servía a Envigado, y hasta lograron su cierre. Pero, según Génesis, “ya no hay esos jóvenes, ya no hay esas fuerzas, ya nos da miedo”.

    Ana María cuenta que en el movimiento #NoMásGuacal, la Corporación Pro Romeral encontró que el lixiviado que emanaba del relleno contaminó algunos afluentes de la Doña María. También dice que en la quebrada “se hicieron estudios y encontraron algunas trazas de mercurio, de metales pesados y otras cosas” que, junto con la ganadería y la porcicultura, terminaron de aporrear la quebrada y su biodiversidad. En El Salado, donde quedaban las playas, no se volvieron a ver peces “y si se ven son los corronchos chiquititos, pero no se ven, por ejemplo, los capitanes grandes que incluso los viejos iban a pescar allá”, recuerda Ana. 

    En enero de 2024, en la casa de Manuel se hizo una reunión comunitaria citada por el Área Metropolitana. En un mapa de la Doña María y sus afluentes, los asistentes ubicaron los que consideran puntos críticos. La reunión era para 25 personas, y apenas llegaron 10 o 12. “Pero mejor”, dice Manuel, porque si hubieran llegado “ciertas personas”, no habrían podido hablar.

    Parir construcciones y casas 

    Quizás por su femenino nombre –bautizada así por recorrer en la Colonia las tierras de doña María de Quesada– o por ser despreciada como tantas de las corrientes que descienden estas montañas y terminan en el Valle de Aburrá, a la Doña María la han alabado, disfrutado y ultrajado desde que la habitaban los indígenas. Y debe ser de tanto parir material que con los años la quebrada se fue haciendo doña.

    “De esa quebrada se sacó mucho material, todos mis tíos trabajaron allá y yo tuve una novia que es la nieta del que explotó esa cantera desde los años 60”, cuenta Jeisson. Extraían arena, gravilla y todo el material de playa, incluso el caolín con el que hacían porcelanas en Caldas, hasta que Corantioquia la cerró, dice el antropólogo, quien creció alrededor de la Doña María. 

    Para la sociedad pradeña esa actividad en la quebrada fue muy importante, pues con esa piedra se construyeron edificaciones como la fachada de la iglesia principal del corregimiento, cuenta Génesis como historiadora. Además de inmuebles, también crecieron oficios como el de arenero o gravillero. “Todavía, si usted va a la quebrada, ve algunas personas recogiendo todo eso”, continúa. Todo ese material lo extraían sobre todo del tramo en la vereda El Salado. Por eso, el sector adoptó el nombre Las Playas, y entonces, desde Medellín y sus alrededores, empezaron a subir a hacer paseos de olla y tirar charco. Así, a la Doña María le crecieron en sus curvas los balnearios que luego quedaron abandonados.

    Olores ofensivos

    Personas haciendo sancocho alrededor de la quebrada Doña María en la vereda El Salado

    Todavía hay personas que hacen paseos de olla en la vereda El Salado, en el sector conocido como "las playas", pero no todas deciden bañarse en las aguas. Foto: Leidy Restrepo Mesa

    El PORH reconoce que el Plan Integral de Ordenamiento de Microcuencas (PIOM) de 2007, elaborado por la Alcaldía de Medellín, es la principal fuente de información sobre las condiciones de oferta hídrica en la subcuenca Doña María. Pero los usos del territorio han cambiado mucho en estos 17 años.

    El PIOM, por ejemplo, identificó 36 usuarios que requerían análisis para determinar si realizan vertimientos en la Doña María. Sin embargo, la reglamentación vigente desde diciembre del 2023 identificó 114 usuarios generadores de vertimientos, de los cuales 107 son residenciales y siete son de uso no doméstico.

    Pero el agua no es la única que padece las consecuencias de las actividades alrededor de la Doña María. “Cuando yo paso por ahí me da mucho dolor de cabeza, incluso se ha registrado en la Secretaría de Salud de Medellín que muchas personas de la vereda El Salado han tenido afecciones respiratorias”, cuenta la bióloga Ana María. Su hipótesis es que estas podrían ser causadas por el uso de componentes o acelerantes químicos en el procesamiento de residuos.

    Por ahora, Corantioquia tiene en trámite las quejas sobre olores relacionadas con las operaciones de Biociclo. Después de inspeccionar las instalaciones de la empresa, le ordenó presentar en 2018 un Plan para la Reducción de Impacto por Olores Ofensivos (PRIO) en las actividades de transformación de residuos orgánicos, material vegetal y lodos no peligrosos en abonos y fertilizantes. 

    En respuesta, Biociclo presentó un PRIO mejorado en noviembre de ese año, que incluía estrategias y medidas técnicas para abordar las preocupaciones ambientales. Sin embargo, tras la evaluación, Corantioquia le requirió a Biociclo realizar ajustes adicionales para cumplir plenamente con los estándares establecidos. 

    Además de la porquinaza y los olores de empresas como Biociclo, a la Doña María le andan creciendo “unos barrios subnormales, ilegales, informales, alrededor de la cuenca. Se están construyendo casas que no respetan la ley ambiental de 20 metros” hasta el cauce, cuenta Génesis. En esas casas no cocinan con el agua que les pasa por el lado, sino que la ensucian más. Poco a poco, la Doña María se quedó sin playas y se están quedando sin agua los habitantes de San Antonio de Prado.

     
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