Foto: Salomé Vásquez Yepes
El semestre académico 2023-II, cuyas clases comienzan el 18 de septiembre en la Facultad de Comunicaciones y Filología de la UdeA y van hasta febrero de 2024, continúa con el rezago que han tenido los últimos calendarios académicos y que ha abierto una discusión sobre el impacto que este tiene en la salud mental de los estudiantes.
Según el Ministerio de Educación, “un calendario académico es el sistema de distribución racional del tiempo destinado a la planeación, organización, ejecución y evaluación de las actividades curriculares de establecimientos educativos”, pero para varios estudiantes de la Facultad no funciona así. Paula Pérez, estudiante de cuarto semestre de Periodismo, cuenta que se ha visto perjudicada por el ritmo irregular de su calendario académico: “antes de entrar a la universidad yo me sentía muy motivada, creía en mis capacidades para enfrentarme a esta carrera, pero a medida que he avanzado me he frustrado y mi salud mental se ha deteriorado”.
Aunque es normal que al avanzar en la carrera la intensidad académica aumente, los ritmos que se llevan en la Facultad han hecho que sufra de ansiedad, pase noches sin dormir y se sienta frustrada hasta el punto de tener que asistir a terapia. Paula afirma que una de las cosas que la perjudican es no tener buenos espacios para descansar y reflexionar sobre lo que ha aprendido, ya que está terminando un semestre y en muy poquito tiempo está empezando el otro.
Los problemas de salud mental en la etapa universitaria ya se venían estudiando antes de la pandemia de covid-19 y los confinamientos que implicó. Según Renato Alarcón, profesor emérito de psiquiatría en la Facultad de Medicina de Mayo Clinic, no se abordaban con la seriedad necesaria. En su estudio “La Salud Mental de los estudiantes universitarios” menciona que el proceso universitario se da en un momento crucial de la vida que es el paso de la adolescencia a la adultez joven, etapa donde se viven conflictos personales, reflexiones sobre el futuro y sobre la verdadera vocación, teniendo muchas veces que alejarse de la familia. Y a todo esto se le suma la complejidad propia de los estudios superiores. Todos estos factores pueden desembocar en depresión, ansiedad, abuso de sustancias, entre otros problemas mentales que ponen en riesgo la vida de los estudiantes. Pero con la pandemia, estos problemas ganaron más protagonismo.
Según la OMS, enfermedades como la depresión y la ansiedad aumentaron en un 25% después del primer año de encierro. Estas afectaciones en la salud mental se extrapolan a todos los ámbitos de la vida de una persona, incluyendo el ámbito académico. Los estudiantes universitarios al regresar a la presencialidad, según Anna María Fernández, doctora en Antropología y Cultura, experimentaron miedo, incertidumbre, estrés y tristeza, sentimientos que estaban relacionados con la preocupación por el virus y la pandemia. Ella resalta que estos sentimientos son un nuevo desafío para la educación superior.
La Facultad de Comunicaciones y Filología de la UdeA entró en semestre híbrido (clases virtuales o presenciales) a finales de octubre del 2021, después de casi 2 años de clases totalmente virtuales. Para el siguiente semestre, el 2022-1, las clases se retomaron totalmente presenciales. Además, la Universidad comenzó el semestre 2022-I con la premisa de regularizar los calendarios de las diferentes facultades, que venían irregulares por las paros y dinámicas propias de la universidad pública, como la participación en el estallido social del 2021, lo que conllevó a que las vacaciones entre semestre y semestre para la Facultad de Comunicaciones no fueran de dos meses, como suelen ser cuando el semestre es regular.
Cuadro comparativo de las vacaciones que se han tenido entre los semestres después de la pandemia.
A raíz de esto empezó a crecer un malestar entre los estudiantes de la Facultad que consideraban que este ritmo estaba impactando su salud mental porque se sentían agotados más de lo normal en varios aspectos académicos. Según Juliana Escobar, estudiante de Filología Hispánica, esto afecta en particular a los estudiantes foráneos, ya que tienen que estudiar hasta el 22 de diciembre, y a las personas que trabajan, ya que no pueden aprovechar la temporada decembrina.
Este malestar desembocó en varias asambleas estudiantiles en el semestre 2022-II para hablar sobre los problemas que estaba trayendo este ritmo. Entre los problemas que se abordaron en esas asambleas se habló del agotamiento físico y mental, de estudiar en plenas fiestas de fin de año sin dejar que los estudiantes disfrutaran de ellas, entre otros. Estos problemas se recogieron en un pliego de peticiones que fue llevado ante la administración, con sugerencias para el calendario del semestre siguiente. Salomé Hernández, representante Estudiantil ante el Consejo de Facultad, dijo que con el anterior decano, Edwin Carvajal, con el cual se definió el calendario 2023-I, era difícil hablar, exponer los puntos de las asambleas y sobre todo que estos fueran tenidos en cuenta para la debida planeación del próximo calendario. Buscamos la respuesta del exdecano al respecto, pero al cierre de este artículo no nos habíamos podido comunicar con él.
Tras mostrar a la administración el pliego de peticiones se hizo una asamblea multiestamentaria en la que se reunieron estudiantes y administrativos para socializar el calendario para el 2023-I. En esta asamblea se discutió cómo había quedado dicho calendario y sí habían tenido en cuenta el pliego de peticiones de los estudiantes. Las vacaciones entre el semestre 2022-2 y 2023-1 eran de 21 días y este último comenzaba el 27 de marzo, una semana antes de Semana Santa, lo cual generó desagrado entre los estudiantes, pues para estos no se justificaba empezar una semana antes de salir a otro receso. Todo esto concluyó en una asamblea estudiantil que se convocó para el lunes 27 de marzo, en la que decidieron entrar a paro por una semana por el “agotamiento académico acumulado”. Esta decisión generó diferentes reacciones: para algunas personas fue una decisión pertinente mientras que para otras fue una decisión absurda.
Imagen difundida después de la asamblea en la que se convocó el paro.
Según la actual decana de la Facultad, Olga Vallejo, desde que entró a su cargo en el semestre 2023-I se ha tratado de resolver este problema. Para esto habló con los representantes estudiantiles y acordaron cuatro criterios que acompañarán a todos los calendarios que se propusieran.
En primer lugar, hacer semestres completos, es decir, que no estuvieran cortados por vacaciones. Esto para el calendario 2023-II no se pudo llevar a cabo, ya que hacerlo implicaría un problema para las carreras modulares de la facultad (Comunicación Social y Comunicación Audiovisual), pues en estas se cursan bloques de materias conectadas entre sí. Al proponer un semestre especial que no cumpliera con las 18 semanas normales, habría problemas ya que no sé podrían ver todas las asignaturas.
El segundo criterio fue que entre semestre y semestre hubiera un receso mínimo de 4 semanas (sin contar Semana Santa). Esto se implementó en el calendario próximo a iniciarse, ya que las vacaciones van desde el 18 de agosto hasta el 18 de septiembre.
El tercer acuerdo es que en diciembre no se trabajará ningún día que empiece por 2, lo que llevará a estudiar solo los primero 15 días de este mes. Así quedó en el calendario que comienza.
Y, finalmente, habrá libertad de metodología para trabajar las primeras dos semanas de diciembre y las últimas dos semanas de enero. Los estudiantes podrán hablar de cómo quieren que se trabaje esas semanas, si virtual o presencial.
Con estos acuerdos se reunió un comité para definir el calendario 2023-II. Salomé Hernández asegura que, aunque con esta decana están tomando en cuenta las sugerencias de los estudiantes, sigue primando lo que les conviene a los profesores de cátedra. Por su parte, Juliana Escobar afirma que este calendario es una mejoría a como se venía trabajando en los semestres anteriores, pero que hay cosas que siguen afectando a los estudiantes. Por ejemplo, aunque tienen más vacaciones en diciembre, estas todavía interrumpen el semestre, por lo que los estudiantes no podrían descansar del todo ya que quedan con trabajos para presentar después de vacaciones.
Para regularizar el calendario es necesario tener en cuenta la situación de los profesores de cátedra. En las asambleas se ha propuesto cancelar semestres o hacer unas vacaciones más largas, pero esto afectaría a los profesores de cátedra ya que solo se les paga por clase dada, lo que hace que al salir a vacaciones o cancelar un semestre no reciban pago alguno. Según Vallejo, la decana de la Facultad, “dejar a estos profesores sin salario por más de un mes con la finalidad de regularizar el calendario sería inhumano. Además, se podrían perder personas valiosas, ya que estas buscarían otros trabajos”. Agrega que, aunque los profesores vinculados no sufren de este problema, no quedarían haciendo nada mientras se retoman las clases.
No obstante, dos estudiantes de la Facultad de Comunicaciones que pidieron la reserva de sus nombres consideraron el pago de los profesores de cátedra es un problema administrativo que debe solucionar la Universidad o la Facultad: “esto no es un problema de los estudiantes, pero aun así los que estamos llevando la carga de todo somos nosotros y esto lo estamos pagando con nuestra salud mental”, dijo uno de ellos.
Más allá de la situación específica de los profesores de cátedra, esas opciones podrían impactar financieramente a la Facultad y, de aplicarse en otras unidades académicas, a toda la universidad.
Adriana Ruiz, psicóloga, especialista en medición y evaluación psicológica y coordinadora de Bienestar en la Facultad de Comunicaciones y Filología ratifica que la pandemia jugó un papel importante en el agotamiento y los problemas de salud mental que se están presentando en la Facultad, ya que a pesar de todos los problemas que generó el confinamiento, estar en la casa era más cómodo para los estudiantes. Y cuando se volvió a la presencialidad no se hizo ninguna preparación para esto. Además, los ritmos comenzaron muy discontinuos por el calendario irregular. Según ella, esto causa que no se dé tiempo de procesar lo que se está pasando o cómo se están sintiendo las personas. A todo esto hay que sumarle la vida personal de los estudiantes, profesores y administrativos que afecta en general la vida académica.
Adriana también asegura que las últimas cohortes tienen una baja tolerancia a la frustración y unos niveles de exigencia muy altos, lo que conlleva a que no sepan cómo enfrentar los problemas y a que esto desencadene en afectaciones de su salud mental.
Tomás Arboleda es un estudiante de periodismo que ha estado en la Facultad antes, durante y después de la pandemia. Afirma que sí se siente agotado físicamente por cómo se han llevado los semestres, pues según él, el problema no es tanto que estén irregulares, sino que casi todas las evaluaciones en los cursos se dejan para el final de semestre, lo que él siente que lo agota más rápido. Respecto al cansancio que de manera general se nombra en la Facultad por parte de los estudiantes, Tomás dice que él no lo siente de esa manera, ya que se está volviendo a un ritmo regular, como se llevaba antes del encierro por covid-19. Incluso, para él, la pandemia fue más pesada, ya que se pusieron más trabajos y evaluaciones. Para Tomás, este agotamiento académico en general está más presente en las generaciones post pandemia que no sabían cómo era el ritmo de la universidad antes.
Frente a este problema no hay soluciones claras. Algunas personas administrativas de la Facultad, como Adriana Ruiz, coordinadora de Bienestar, expresan que lo que se debe buscar son herramientas para que los estudiantes puedan afrontar las situaciones de crisis que se les puedan presentar, mientras que varios estudiantes plantean que lo mejor sería salir a paro o hacer un semestre intensivo para poder así regularizar el calendario y tener unas vacaciones dignas.