Quién piensa en Tango y Medellín, piensa en el Salón Málaga, a pocos pasos de la estación San Antonio del metro, en el centro de la ciudad. Este bar conserva la estructura de los antiguos bares, donde la música y la tertulia se funden en el aire hasta crear esta bruma nostálgica, romántica, casi sepia que tenían los bares por allá en los años 50. Sus muros, tapizados con fotografías, discos y recortes de prensa, salvaguardan la memoria de este género musical del que se apoderaron los paisas hasta hacerlo propio.
Hasta aquí llegamos un viernes en la noche, con la esperanza de poder escuchar aquellos tangos de antaño y mimetizarse con el entorno. Intentamos evocar aquellos años, cuando el tango llegó en tren, desembarcó en Guayaquil y se quedó a vivir para siempre entre estas montañas.
Al llegar, la sorpresa fue nuestra al encontrar en la puerta un cordón de terciopelo que impedía el paso, una fila de personas esperando para ingresar y un caballero en la entrada confirmando si se había hecho reservación. Nos formamos en la fila, pero fue en vano. Esa noche no iba a ser posible escuchar tangos. Era noche de boleros.
—¿Cuándo podemos volver para escuchar tangos?
—Los sábados en la noche se ponen tangos. Vuelvan mañana
Clase de tango en el Salón Málaga, centro de Medellín.
A unas pocas cuadras del Salón Málaga está el Homero Manzi. En la esquina de la carrera 41 y calle 48. Un bar oscuro y no tan grande que después de 34 años mantiene su apariencia de aquellos años. Oscuro para mantener su aire bohemio, mesas de tubo de aluminio sin manteles y una barra grande con sillas altas para los visitantes solitarios.
Tuvimos suerte. El bar está abierto, sólo tres o cuatro mesas ocupadas por parejas que hablaban en un tono de voz bajo, una mesera para todo el lugar. Por el eco la música de los parlantes se vuelve inentendible, pero definitivamente es Tango. Al igual que el Málaga, las paredes están tapizadas con fotos de los grandes exponentes del tango. Gardel, Piazzolla, Libertad Lamarque, Julio Erazo, entre otros.
Esa era una noche confusa. Afuera llovía a cántaros, pero el calor que se sentía no era congruente. La humedad del ambiente, la oscuridad del bar, la música melancólica, parecía una escena de una película triste, de un país lejano, de una ciudad que no era esta.
No eran aún las 8 de la noche cuando alrededor de 30 jóvenes de no más de 25 años entraron al bar haciendo tal algarabía que alteraron con su alegría el ambiente del lugar. Venían en busca de una cerveza fría o de un trago de ron, pero sobre todo de tango. Esa noche, igual que todos los viernes desde hace un par de años, el bar se llena de parejas que a ritmo del bandoneón juntan sus cuerpos en un encuentro pasional, casi espiritual.
Y es que contrario a lo que se pensaría, en Medellín ocurre un fenómeno particular. El tango no se quedó relegado a la música de antaño solo consumida por los octogenarios. Cada vez está ganando más espacio entre las nuevas generaciones.
Natalia Giraldo Calderón, más conocida como Nagica (por sus iniciales) tiene 33 años. La música en su vida no fue coincidencia. Había estado en su vida desde siempre, en los bares y heladerías del barrio Santa María de Itagüí, donde creció, en el equipo de sonido que acompañaba a su mamá en las noches de aguardiente, en la memoria de sus abuelos que fueron músicos igual que ella. Pero Nathalie cantaba rock. Cantar tango no era lo que había planeado para ella. Como suelen decir los adeptos al género, el tango la encontró.
Nagica. Concierto Los caballeros del Tango 14 de junio 2022 en el pequeño teatro. Foto: Sebastian Valencia Ortiz
En el 2020, durante la pandemia por el COVID-19, los músicos sufrieron particularmente por el cierre de establecimientos comerciales. Como alternativa, muchos se lanzaron a la calle a acompañar la cuarentena de miles de personas que por esos días estaban encerradas en sus casas. Así fue como la calle se volvió su primera gran tarima.
Actualmente es cantora de Los Caballeros del Tango, una agrupación paisa que nació hace un año como parte adjunta del proyecto de La Tanguería, un restaurante en el exclusivo sector de Provenza que fusiona la tradicional parrilla argentina con este ritmo porteño.
La orquesta está conformada por una línea de cuerdas, violines, viola, violonchelo y contrabajo; piano, una línea de bandoneones y dos voces. La estructura tradicional que las orquestas de tango adoptaron a mediados del siglo XIX.
En Medellín, la vida es un tango
El otro cantante de Los caballeros del tango es Amed Rangel. A diferencia de Nagica, empezó en el tango a los 45 años. Dice que el tango primero es necesario vivirlo para después poder sentirlo. Y así fue su caso.
El contexto en el que creció estuvo marcado por el abandono, las separaciones, rupturas, exceso de alcohol y drogas, prostitución y un lamentable etcétera. Con este panorama en su vida lo encontró el tango, luego de una separación amorosa de la que creyó nunca poder recuperarse.
Sin embargo, como suele pasar en estos casos, el tango ya estaba presente en su vida. Fue la banda sonora en sus años de infancia. Estaba en la cantina donde se tomó sus primeros tragos en la esquina del barrio Pérez, en Bello donde creció; en la radiola en casa de sus padres; en la guitarra y voz de sus tíos cuando se reunían en familia. El tango estuvo presente, pero jamás pensó que en él encontraría el consuelo para sobrellevar el dolor que para muchos es la existencia.
Una vida como esta, es una vida de tango. Es necesaria, aunque no indispensable, la experiencia de la que habla el tango en sus letras para encontrar en este género el sentimiento de identidad necesario para interpretarlo, sentirlo, vivirlo. O esto es lo que dijo Amed en una conversación que tuvo lugar en el salón Versalles, otro restaurante icono en la ciudad y reconocido no solo por la exquisitez de sus productos, sino por ser un rinconcito argentino en la calle Junín, en el centro de Medellín.
Ese fue el sueño de su fundador, Leonardo Nieto, un chef argentino. Quiso montar un rincón al estilo Buenos Aires en la ciudad donde murió Carlos Gardel, su ídolo de juventud.
Que Amed se sienta de esta forma con respecto al tango no es sorpresivo. Medellín es una ciudad que adoptó el tango como propio posiblemente por las similitudes tan grandes que existían con Buenos Aires.
Amed Rangel. Concierto Los caballeros del tango 14 de Junio 2022, en El Pequeño Teatro. Foto: Sebastian Valencia Ortiz.
Lo que trajo el tren
Que el tango haya llegado a Medellín y haya sido adoptado como propio no es una casualidad. De ser remitido a los hechos, aquella teoría que dicen que el tango gustó por la gira que hizo el actor y cantante argentino Carlos Gardel a Medellín en el año 1935, en la que por desgracia encontró la muerte, pierde toda validez. Pues ni Bogotá, ni Barranquilla, ni Cali se convirtieron en capital mundial del tango tras esa visita.
Son otros los factores que intervinieron para que la ciudad fuera merecedora de semejante título. Para empezar, y partiendo de la teoría del sociólogo Bourdieu sobre el sentido social del gusto, que un grupo de personas adquiera determinado gusto, en este caso musical, depende en gran medida de los constructos sociales que los rodean. Es decir que no es una acción enteramente libre e individual, sino que depende de las condiciones sociales de producción y consumo.
Entonces, teniendo esto presente, ¿cómo es que el tango, un género musical calificado como arrabalero en Buenos Aires, entró a Medellín por la clase social alta y adquirió no solo popularidad, sino también prestigio?
Para intentar responder a esta pregunta, conversamos con el periodista, escritor, urbanista y amante del tango Reinaldo Spitaletta, quien a demás tiene una serie de reflexiones publicadas a cerca de la relación de Medellín con el tango. Nos dio un recorrido histórico por la ciudad y nos explicó los factores que necesitaron coincidir para la apropiación del tango en la ciudad.
Para empezar, es necesario entender el orden en el que se fue construyendo la ciudad. Medellín fue, en primer momento, una ciudad planeada por las élites para cubrir sus necesidades y expectativas. Así fue como nacieron sectores como La playa, Villanueva, Prado, entre otros. Se erigió además como una ciudad industrial. Se fundaron fábricas de alimentos, bebidas y los telares que le dieron prestigio industrial. Y donde hay fábricas, se necesita mano de obra. Así fue como nacieron barrios obreros, para la clase social trabajadora, en Manrique, Aranjuez... A estos barrios empieza a llegar gente del campo y va poblando estos barrios emergentes.
Moviéndonos un poquito de locación. En Buenos Aires, Argentina, aproximadamente a mediados del siglo XIX, miles de europeos desembarcaron en el puerto del Río de la Plata huyendo de los vestigios de la primera guerra mundial. Venían huyendo de la pobreza, el hambre, el dolor, la desesperanza que vivía el viejo mundo por aquellos años. Internamente también se estaba viviendo una migración de gauchos, afroamericanos e indígenas, mayormente varones, que modificaron la estructura sociocultural del entonces creciente Buenos Aires.
Debido a sus condiciones llegaron a vivir hacinados donde podían, así fue como nacieron los arrabales, barrios de la periferia donde se aglomeraron indistintamente. Este fue el caldo de cultivo perfecto para una vida donde ladrones, prostitutas, mendigos, comerciantes y embaucadores tuvieron un papel protagónico y el alcohol y la noche se volvieron el mejor aliado. Así fue como se fueron fusionando libremente las formas musicales más diversas. El candombe, la payada, la milonga, la música habanera, el tango andaluz, la mazurca, la polca, el vals, la zarzuela y el sainete. Provenientes de orígenes igual de diversos: africanos, gauchos, hispanos coloniales, italianos, judíos, alemanes, polacos, andaluces, cubanos, etc., hasta formar el tango.
Pero a principios del siglo XX, el tango llegó a territorio europeo y en parís fue donde recibió la bendición oficial. Pasó de ser estigmatizado, a ser un género de grandes músicos. Y con esta bendición empieza a llegar a Latinoamérica y aterriza en Medellín cómo la música que se escucha en los cafés parisinos y en España.
Por los costos de importación de los discos y de los aparatos necesarios para reproducirlo, como el fonógrafo, por lo tanto, es inherente decir que tuvo que entrar por las clases altas. Según Spitaletta, para la popularización del tango pasaron dos cosas. La primera es que los importadores de discos, para comercializar más el tango, lo grababan sobre discos de bambuco que era de comercialización más popular. Así se fue metiendo como quien no quiere la cosa.
El segundo factor tuvo que ver con la aparición de las cantinas en el desaparecido sector de Guayaquil, que estaba ubicada justo en frente de la estación del ferrocarril de Antioquia, donde convergía una variedad interesante de la sociedad. Por un lado, los empresarios, comerciantes, viajeros; pero a su vez los ladrones, las prostitutas, cantineros. De esta forma se fue generalizando el consumo del tango y pasó de los reproductores de los ricos, a las vitrolas de las cantinas de los barrios populares.
En este sector se disputaban la primicia de escuchar los discos de tango que llegaban de Estados Unidos y Europa, pues aquí llegaban los comerciantes (legales y no legales) cargados con los acetatos de tango. Igual que muchas otras cosas, el tren fue determinante en la apropiación cultural del tango en la ciudad.
Teniendo todos estos factores en cuanta, llegamos a la conclusión que el tango tiene las características que reunía la confusión urbana. Confusión derivada de la fascinación y del encanto moderno, pero a la vez de una fuerte resistencia antimoderna, pero que no fue contestataria, sino más bien que acompañó el solitario dolor del proceso al progreso.
El tango, vínculo de ayer y hoy entre Medellín y Buenos Aires (Argentina).
¿El tango vive o sobrevive?
87 años después de la muerte de Carlos Gardel en Medellín, cuando el tango alcanzó el punto cúspide de consumo en la ciudad, sigue habitando en las calles y en los corazones de los antioqueños. Pero después de tanto tiempo y conviviendo con otros géneros más cercanos a los tiempos que corren, ¿el tango vive o sobrevive?
Para responder a esto fuimos al sector más tanguero de toda la ciudad. Leímos de una avenida que se le había escapado a Argentina. Llena de música y baile en cada esquina. Está ubicada en Manrique, en la comuna 3. Sector obrero de la ciudad donde habitaba principalmente la clase media – baja y donde además se levantó la meca del tango en Medellín.
Estamos hablando de la calle 45, la avenida Carlos Gardel, la tangovía también la han nombrado. En esta calle se levantaron tabernas, heladerías, salones de baile, la Casa Gardeliana que funciona como museo, una estatua a Gardel, todo en honor al Tango.
Allá llegamos. En Metroplús desde la estación Hospital a la estación Gardel que está situada sobre toda la 45. A pocos pasos, la estatua de Carlos Gardel. A simple vista se podía ver el espíritu que rodeaba el lugar. Zapaterías, graneros, ferreterías, farmacias, bares, tiendas, todas bautizadas en honor a Gardel o al tango.
A contados metros de la estatua está la casa Gardeliana. Una galería dedicada a exponer objetos personales de Carlos Gardel y fundada también por el ciudadano argentino Leonardo Nieto. Hoy se sobrevive como un órgano que respira con dificultad en el corazón de Manrique. Se mantiene con muy buena intención, pero poco atractivo.
Llegamos pasadas las 3 de la tarde, la casa estaba abierta y por los parlantes se escuchaba un tango. El lugar está lleno de mesas y una tarima decorada con retratos abstractos de Gardel. El lugar estaba vacío, solo estaban 5 mujeres de unos 60 años conversando y esperando alguna clase de baile, por lo que se alcanzaba a distinguir de sus palabras.
Que estuviera vacío no era lo llamativo, pues era un día de semana en horas de la tarde. Apenas normal. Lo curioso es lo descuidado del lugar. Tiene la apariencia de no haber sido visitado con frecuencia en mucho tiempo. Los objetos que ahí se exponen se ven descuidados y expuestos sin ningún tipo de orden. En otros tiempos este lugar era considerado el templo del tango, ahora parece solo el cuarto de atrás donde quedó guardado por no desecharlo.
En Manrique esperábamos encontrarnos con lo que tantas crónicas, cuentos y poemas decían de esta calle, pero más bien encontramos una calle aferrada a la nostalgia de lo que un día fue y que el paso del tiempo y la modernización urbana le ganó ventaja.
En Medellín el tango está presente en las nuevas generaciones, que lo han abrazado y luchan por preservarlo. Pero, por otro lado, los lugares emblema tradicionales se han visto perjudicados por las nuevas modas musicales que conviven en la ciudad. No en vano Medellín es considerada la segunda capital del tango, sus escuelas de música hoy enseñan sus formas, se mantienen presentes lugares para bailar y escuchar el tango. Pero tampoco se puede negar que ahora se vive como un recuerdo, una apelación a la nostalgia de lo que fue y se resisten a que deje de ser.
En Medellín el tango está presente en las nuevas generaciones, que lo han abrazado y luchan por preservarlo. Pero, por otro lado, los lugares emblema tradicionales se han visto perjudicados por las nuevas modas musicales que conviven en la ciudad. No en vano Medellín es considerada la segunda capital del tango, sus escuelas de música hoy enseñan sus formas, se mantienen presentes lugares para bailar y escuchar el tango. Pero tampoco se puede negar que ahora se vive como un recuerdo, una apelación a la nostalgia de lo que fue y se resisten a que deje de ser.
Casa Gardel, en el barrio Manrique.
La playlist del tango en Medellín