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event 15 Septiembre 2022
schedule 20 min.
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Andrea Barraza y Melissa Tellez
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Ancón y los inicios del rock en Medellín

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La era del peace and love paisa inició con un festival que revolucionó a la juventud y escandalizó a la iglesia. Tres días de música, amor y drogas que hicieron historia.

Concierto de rock los 70 

 

Hablar de rock hoy suena fácil. Tenemos más o menos claro lo que es y lo que no lo es. Pero en los años sesenta y setenta, en el país del sagrado corazón, el aguapanela y la penca de sábila detrás de la puerta no estaba muy claro. Un sonido que por ese entonces rompía con la tradición del tango y los porros que predominaban en las emisoras antioqueñas. Una sonoridad más cercana a la juventud y a lo que pasaba en el mundo.

Venían desde afuera en la maleta de los viajeros discos con The Beatles, The Rolling Stone, Pink Floyd y aterrizaba en los pocos lugares nocturnos que había en la ciudad y posteriormente, se pasaron de mano en mano en casetes. Así, poco a poco se fue metiendo este sonido que traía consigo, además, un estilo de vida marcado por el peace and love, la negación a la violencia, la irreverencia, la rebeldía, una estética más relajada de cabellos largos y camisetas de colores y el consumo de estupefacientes.

Estos fueron los tiempos de lo que llamaron ye-ye o a go- go. Una música liviana y psicodélica para poner a bailar a las clases altas que querían igualarse a la moda europea y gringa.

Los jóvenes del momento (burgueses en su mayoría), no se quedaron atrás de está onda psicotrópica y nacieron los primeros grupos que intentaron imitar estos sonidos. Hago hincapié en el verbo imitar. Así nacieron los Yetis, The Speakers, Los teenagers, The Flippers, The Ampex, Los Falcons. Rock a la colombiana.

 losyetis

Los yetis. Foto: tomada de Radionica

 

Con esta nueva onda viene también la represión. En Medellín de los años 60 entraron 3 “males” (cómo lo catalogó la iglesia en repetidas ocasiones) que era necesario erradicar: la política de izquierda, el nadaísmo y el rock.

Comenzó una ola de persecuciones a cualquiera que se inclinara por alguna de las 3 vertientes mencionadas. A la policía se le autorizó de detener y motilar a la fuerza a los “melenudos” acusados de atentar contra el orden social y las venerables virtudes de la raza, cómo lo menciona el nadaista Gonzalo Arango en 1967.  

En el mundo entero ya el rock era un hecho. En el año 69 en New york se realizó el festival de rock más grande de todos los tiempos, Festival de música y arte de Woodstock, que reunió a 500 mil hippies en una granja que pregonaban la paz y el amor como estilo de vida.

Pese a las negativas de la sociedad tradicional, la policía y la iglesia, el rock ya estaba ganando terreno en estas tierras. Pero le hacía falta redención. Así es como a Gonzalo Caro -Carolo- un hippie de 22 años, en medio de un viaje de LSD (La dietilamida de ácido lisérgico, es una sustancia psicodélica semisintética) se le ocurrió regalarles a esos jóvenes de pelo largo y camisetas de colores el mejor regalo de su vida. El primer festival de rock nacional, el Woodstock  criollo.

Concierto de rock Ancón

Izquierda: Gonzalo Caro ‘Carolo’. Organizador de Ancón. Foto en “la caverna”. Foto tomada del fanpage Memoria visual de Medellín. Derecha: Festival Ancón 1971. Horacio Gil Ochoa. © Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

Antes de Ancón, la Milo a Go Go

La Milo a Go Go

“Medellín. Hoy domingo a las 10:30 a.m.  Coliseo Cubierto. Entrada gratis, con una etiqueta de MILO en la mano. Animador, Alfonso Lizarazo. Publicidad del concierto Milo a Go Go en Medellín. Traído de El Colombiano

La Milo a Go Go fue una gira de conciertos organizada por la empresa de chocolate de leche en polvo que se celebró entré 1966 y 1967 por las principales ciudades del país. Esta gira fue el primer concierto de rock en muchas de las ciudades por donde pasó. Incluyó Los Speakers, Los Ampex y cantantes como Óscar Golden y Harold.

En Medellín el evento se dio el 22 de octubre de 1966 en el coliseo cubierto. Asistieron alrededor de 20 mil espectadores de todas las edades que entre gritos pedían con ansias escuchar los primeros acordes de esas guitarras eléctricas. Luis Fernando Garcés, yeti honorario y testigo de primera fila de los acontecimientos de esa noche. “Sí, uno se puede referir al Festival de Ancón con respeto y orgullo… Pues con el Milo a go go pasa exactamente igual, hasta el punto de decir que la historia de la ciudad se puede contar antes de ese festival y después de éste, por ser quizá el primer concierto de rock con figuras locales y nacionales que se realizó en Medellín”.

Con esta única excepción, no había en Colombia un lugar, un evento que reuniera a la nueva juventud y a la nueva musicalidad importada. Tuvo que pasar un lustro, quien sabe cuantos muchachos motilados a la fuerza, el auge y la separación de The Beatles, la guerra de Vietnam, la llegada del hombre a la luna, la represión de movimientos estudiantiles en toda Latinoamérica y un desafortunado etcétera, para que Colombia se uniera de manera definitiva (y a lo grande) al movimiento rocanrolero.

Este evento fue armado con las uñas. La idea empezó a tomar forma en La Caverna de Carolo, un almacén de chucherías hippies que este tenía en el pasaje de Junín, en el centro de Medellín.

El mismo, a pie, fue por las escuelas y barrios de Medellín y Bogotá preguntando donde le indicaban, quien tocaba guitarra o quien tenía una banda de rock para ir armando el cartel del festival. A punta de favores y con el poder del convencimiento que solo un loco cómo él puede tener, logró conseguir los permisos de la alcaldía de Medellín, donaciones de empresarios de la ciudad, entre esos Leonardo Nieto (fundador de Versalles).

Logró que las disqueras contribuyeran con el sonido y con los obreros del pasaje La bastilla montó un escenario en el parque Ancón del municipio de La Estrella, lugar que escogió porqué ahí conseguía los mejores hongos alucinógenos.

No necesitó más. Hizo la publicidad y el 18 de junio de 1971 se paró en el puente que dividía al río Medellín con el parque y empezó a recibir 13,20 pesos por persona. Así arrancó el primer festival de rock en Medellín.

Felipe Hincapié, periodista que ha investigado arduamente este evento, dice asistieron alrededor de 300.000 personas entre hippies y curiosos que movidos por la mala prensa que se le hizo al evento por parte la iglesia, y los medios de comunicación locales que durante los tres días no dejaron de dar su opinión sobre el evento.

La ofensa fue tal que, al alcalde del momento, Álvaro Villegas Moreno, después del festival lo destituyeron de su cargo por permitir que se desarrollara aquel aquelarre permisivo e inmoral que atentaba contra las buenas costumbres, según la iglesia calificó este evento, en cabeza del entonces arzobispo Tulio Botero Salazar.

Fernando Gómez, en la Hora Católica, no dejó pasar la oportunidad, y en su editorial del veinte de junio de 1971 se soltó diciendo:

“Los festivales hippies constituyen el más desgarbado certamen de indignidad, de degeneración, de cinismo, de vulgaridad, de corrupción. De escándalo y de vergüenza para una sociedad. Ese mundo de los vagos, de los perezosos, de los drogados, del desaseo físico y moral no tiene por qué recibir el apoyo de la autoridad ni de los órganos de publicidad ni de una sociedad que se precie de culta y cristiana. El alcalde autorizó a los millares de hippies a que nos invadieran como una arrolladora avenida de fango putrefacto para que abofetearan con sus manos sucias el rostro de la ciudad, para que invitaran a los niños a ser maleducados, ruines, perversos y para que incitaran a la juventud a embrutecerse en el mundo del amor libre y de los estupefacientes destructores y enervante”.

Esos tres días marcaron una ruptura en los estándares de la juventud. Partió en dos la historia del rock paisa. Fue un grito en la cara a la enseñanza conservadora de curas y monjas. Les mostró a los jóvenes otra forma de vivir, de soñar, de ver la vida. No se puede negar que fue un hito en la historia de la ciudad, no solo musicalmente hablando, socialmente también.

Rock paisa post Ancón

Ancón fue solo la puerta que se abrió. Para que el rock en la ciudad se convirtiera en una insignia tuvieron que pasar diez años más, ya no era este sonido suave y psicodelico, con letras graciosas y amorosas de los primeros años. En los 80 adquiere un tono contestatario, anarquista y anti sistémico. Una denuncia a la violencia que se vivía en el país a causa de la guerra contra los carteles de la droga y los grupos armados ilegales.

Empezaron a llegar a la ciudad, con una sensación de clandestinidad, casetes y discos de Sex Pistols, Dead Kenendys, The Clash y Ramones. Sonidos con un carácter más fuerte, letras más contundentes, que iban más en resonancia con el sentimiento colectivo de indignación de los jóvenes de esos días.

Así es como aparecen en la escena rockera antioqueña grupos como Kraken, tocando heavy metal; y Parabellum, tocando hardcore. Se armaron bandos para cada uno de ellos y arranca un periodo de enfrentamiento entre punkeros y metaleros, que en el fondo no era más que una lucha de clases.

La playlist del rock en Medellín

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