Hace 100 años se estrenó la primera película grabada y producida en Antioquia. Hoy, los esfuerzos por contar historias por medio del cine son más grandes que nunca, además de enfrentar los desafíos de un contexto en el que el cine colombiano todavía es subestimado.
Cuando llegó a Medellín el primer cinematógrafo, en 1899, los habitantes de la villa que empezaba a tornarse en ciudad llenaron el teatro Gallera (posteriormente teatro Bolívar), un recinto situado a 200 metros del parque Berrío y con capacidad para 1000 espectadores. El espectáculo estuvo dividido en dos partes, cada una con exhibición de 10 cortos diferentes que mostraban secuencias de la vida en las grandes ciudades europeas: las corridas de toros, los carnavales de Niza, los trenes, los transeúntes, los bailes y las situaciones cómicas.
Pero no fue sino hasta 1925 que se estrenó en la ciudad un largometraje hecho enteramente entre las montañas del Valle de Aburrá. Bajo el cielo antioqueño fue una de las primeras cinco producciones cinematográficas hechas en Colombia. Escrita y producida por el magnate de la aviación Gonzalo Mejía y dirigida por Arturo Acevedo Vallarino es una película que, llena de clichés y dramatismo, cuenta la historia de Lina, una adolescente burguesa que escapa de casa con su novio para contrariar a su padre. Se realizó como un mero entretenimiento para los ricos de la época, pero logró marcar un antes y un después para que en nuestras mentes se empezaran a gestar historias por medio de imágenes.
La búsqueda por definir una expresión propia en el cine ha atravesado un camino complicado. Incluso hoy es difícil hablar de un cine local, ya que generalmente las producciones son hechas en medio de un ecosistema fílmico que tiene participantes distribuidos en todo el país y fuera de él. Sin embargo, el cine se ha consolidado como una manifestación cultural de gran importancia para Medellín y sus habitantes, con historias que han trascendido la cordillera y recorrido el mundo. Películas como Rodrigo D. No futuro (1990), La vendedora de rosas (1998), Los nadie (2016) y Los reyes del mundo (2022) así lo demuestran.
Un siglo después de aquella lejana primera incursión en el cine, el panorama fílmico de Medellín es irreconocible. En 2024 se estrenaron 74 largometrajes colombianos, 85 % más respecto al promedio entre 2014 y 2019. De esos 74, ocho fueron realizados por cineastas antioqueños.
Sin embargo, el milagro no ha sido tan fácil como contarlo. Hacer cine en Colombia y en Medellín es embarcarse en una gesta de magnitudes homéricas que puede tardar años en llegar a buen puerto (en caso de sobrevivir al intento). “Bueno, entonces empiezo haciendo un corto”. Pues no es tan fácil, ni tan rápido, ni tan barato.
Irati Dojura, comunicadora audiovisual y multimedial de la Universidad de Antioquia, estrenó en febrero de este año su cortometraje Akababuru: expresión de asombro en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Los 13 minutos que dura el corto condensan cinco años de su trabajo y vida. “Ahorita la pregunta que más me hacen es: ‘Bueno, ya hiciste el corto, ¿y el largo?’. Y yo: ‘Virgen Santísima, el largo’. Y dicen que hacerlo es el doble de años, así que, caramba”, comenta entre la risa y la preocupación.
“Ahorita la pregunta que más me hacen es: ‘Bueno, ya hiciste el corto, ¿y el largo?’. Y yo: ‘Virgen Santísima, el largo’. Y dicen que hacerlo es el doble de años, así que, caramba”.
Irati Doruja
Pero el tiempo para producir contenido audiovisual de calidad en condiciones como las de Medellín no está grabado en piedra. Julio César Gaviria, director y productor que ha participado en la realización de 15 películas grabadas en Colombia, estrenó Uno, su primer largometraje como director, en noviembre de 2024. “Las películas tienen una vida propia, ellas nacen y son las que deciden cuándo salen a la luz y cuándo se mueren. Nosotros salimos a buscar acuerdos de financiación desde el 2020, o sea, en pandemia. La película se filmó en septiembre del 2023, en posproducción fueron más o menos ocho meses de trabajo y luego cuatro meses más entre la preparación y toda la etapa de promoción”. El total: cuatro años y medio. Sin embargo, estos años se cuentan desde cuando tenía un guion terminado para buscar acuerdos de financiación, por lo que el tiempo es, en realidad, más largo.
¿Qué tanto se hace en ese promedio de cinco años? Los obstáculos no faltan, las realizadoras y los realizadores audiovisuales de Medellín muchas veces deben obrar milagros en condiciones que distan de las óptimas para producir de una manera rápida y efectiva sin sacrificar la calidad de sus obras. Entre creación, financiación, producción, posproducción, distribución y exhibición hay cientos de batallas que se luchan todos los días, desde que nace la idea de hacer un filme hasta que este deja de proyectarse en cines (si llega a hacerlo).
Conseguir la plata
Hacer cine cuesta mucho dinero. Según un estudio financiero de Proimágenes Colombia, la entidad encargada de la administración de los principales estímulos en el país, el costo promedio de realización completa de un largometraje colombiano es de 2656 millones de pesos: 109 en la etapa de desarrollo, 254 en preproducción, 1069 en producción, 540 en posproducción y 684 millones en promoción.
Para financiar una película hay tres posibles caminos a seguir: fondos públicos, inversionistas privados o una mezcla de ambos.
El primer camino lleva a las convocatorias de estímulos. Aunque en el país han bajado los fondos públicos para el cine, y se han cerrado algunos como Crea Digital y el mercado de coproducción de RTVC y Señal Colombia, estos se han fortalecido en Medellín. Este año, la Comisión Fílmica de Medellín, encargada de fortalecer la industria audiovisual y cinematográfica local, cuenta con una bolsa histórica de 1500 millones de pesos destinados al Incentivo Cinematográfico y Audiovisual. En 2023 fue de 161 millones.
A pesar de esto, aún hay problemáticas en cómo se distribuyen estos recursos. Ana Katalina Carmona, líder del Consejo Audiovisual y Cinematográfico de Medellín como representante del gremio de guionistas, ha insistido en que estos recursos empiecen a ofertarse con categorías para creadores emergentes y para creadores con trayectoria: “Hay cosas que no están funcionando tan bien, pero otras sí. Ya somos muchos. Hay nuevos y hay gente con trayectoria. Los estímulos casi siempre se los llevan las personas con trayectoria”.
Los fondos que están vigentes se han conseguido mediante procesos de concertación donde el Consejo Audiovisual ha expuesto sus necesidades y ha levantado la voz cuando ha visto vulnerados sus derechos. “Somos un consejo muy activo, cuando tenemos que hacer bulla, hacemos bulla. Nos tomamos la participación ciudadana muy en serio. Vamos a las plenarias, proponemos mejoras en las políticas públicas y eso nos protege también”, cuenta Ana Katalina.
El segundo camino lleva a los privados. En 2003 fue sancionada la Ley 814, conocida como la Ley de Cine. Esta funciona como una invitación a participar activamente en el fomento de proyectos cinematográficos colombianos. Las personas naturales o jurídicas pueden obtener beneficios tributarios del 165 % por invertir o donar en una película colombiana. Es decir, por cada 100 pesos invertidos, se descuentan 165 pesos de su declaración de renta.
También existe la Ley 1556 de 2012, mediante la cual los productores extranjeros pueden beneficiarse al grabar sus películas en territorio colombiano; pueden recibir hasta un 40 % de retorno en costos de producción y un 20 % en costos de logística. Gracias a esto, Colombia, y particularmente Medellín, se perfila año tras año como un destino atractivo para cineastas internacionales.
“Esas leyes son las que permiten que en Colombia hagamos cine. Lo que hace Medellín es tratar de calcar esos incentivos con fondos liderados por entidades locales. Es ahí donde nosotros como ciudad y como departamento aprendimos de Colombia”, comenta Julio César Gaviria. Él, además, proyecta que en cuatro años puede haber una industria local fortalecida, capaz de producir películas y series en la región con mayor eficacia.
“Esas leyes son las que permiten que en Colombia hagamos cine. Lo que hace Medellín es tratar de calcar esos incentivos con fondos liderados por entidades locales. Es ahí donde nosotros como ciudad y como departamento aprendimos de Colombia”.
Julio César Gaviria
Aquí entra a escena otro de los actores más importantes del ecosistema cinematográfico: las productoras. Y es que, en medio de la búsqueda de financiación, es probable que, en ocasiones, deba figurar una persona jurídica que se haga cargo del dinero. Ana Katalina, que además es cofundadora de Querida Productora junto con el escritor José Ardila, afirma que “por más buen productor que seas necesitas un marco institucional que te ayude a administrar esos recursos. Hay convocatorias más grandes, para largometraje, que no aceptan que te postules como persona natural”. En el marco de este requerimiento han surgido iniciativas de productoras de cine independiente y alternativo en la ciudad como Crisálida Cine, Monociclo Cine, Lúcida Cine, Ojo Mágico, Máquina Espía o Animal Films.
Lista la película, ¿y ahora?
La grabación de las películas también trae consigo dificultades que van desde problemas de logística, como alimentación y transporte, hasta problemas más estructurales, como la imposibilidad de grabar determinada escena en determinada locación. Sin embargo, estos percances son inherentes a la realización audiovisual en todo el mundo.
El problema mayor llega cuando la película ya está grabada, editada y con años de trabajo de cientos de personas a cuestas. Es aquí cuando llega el momento de buscar una distribuidora, que es la que se encarga de comercializar el resultado y buscar exhibidores, es decir, aquellos que proyectan las películas en sus salas de cine tras comprar sus derechos.
En Medellín y Colombia el distribuidor más grande es también el exhibidor más grande: Cine Colombia. Esta empresa, que fue fundada por un grupo de empresarios antioqueños hace 98 años, está enfocada en distribuir y exhibir películas internacionales. En 2024, de los 74 estrenos nacionales solo uno fue distribuido por Cine Colombia (Malta, dirigida por Natalia Santa). Las demás películas fueron distribuidas por 22 empresas distintas: Danta Cine fue la que más distribuyó, con 10 títulos, seguida por Cinecolor Films, con nueve, y La Alucinante Fábrica, con ocho.
Cine Colombia tiene la parte más grande de la torta en distribución de cine con 48 complejos de salas de cine y 340 pantallas distribuidas en el territorio nacional. Cinemark, otra de las grandes distribuidoras en el país, cuenta con 31 complejos y 185 pantallas. “Nosotros llegamos con un largometraje y ellos dicen ‘No me interesa. Prefiero poner Barbie en todas mis pantallas al mismo tiempo. O la nueva de Spider Man, porque es lo que la gente quiere ver’”, cuenta Ana Katalina, que, sin éxito, ha ofrecido sus películas a Cine Colombia. “Finalmente es que la gente no tiene todavía la formación cinematográfica como para elegir otras cosas”, añade.
De acuerdo con las cifras de cine en Colombia publicadas por Proimágenes, la asistencia a películas colombianas entre enero y noviembre de 2024 fue de 997.059 espectadores, que representa un aumento del 56.3 % frente al mismo período del 2023. A pesar del casi millón de asistentes en 2024, esta cifra es la cuarta más baja en los últimos 10 años.
De los más de 45 millones de espectadores de películas en 2024 en Colombia, solo el 2.2 % vio alguna película colombiana. “Los colombianos no vemos cine colombiano. En las salas de cine priorizamos otro tipo de narrativas, casi siempre anglosajonas, americanas o europeas”, reflexiona Irati Dojura sobre la dificultad de atraer audiencias al cine nacional.
Para solucionar esta problemática de audiencias en el sector audiovisual de Medellín se habla sobre diferentes propuestas como, por ejemplo, la cuota de pantalla. Esta propuesta obligaría a los exhibidores a mostrar un mínimo de películas colombianas en un período determinado; países como Reino Unido, Corea del Sur, Brasil y Argentina han implementado esta estrategia con resultados más o menos favorables.
Sin embargo, para Juliana Restrepo Santamaría, coordinadora administrativa de la Cinemateca Distrital de Medellín, la cuota de pantalla no es la solución. Ella considera que la mayor tarea está en la formación de públicos mediante labores de difusión y educación: “No reconocemos el valor que tiene el cine local. La única manera de seducir a las audiencias es mostrarles el panorama tan amplio que hay”.
Pensar en el futuro
El cine en Medellín sigue creciendo y, a juicio de Julio César Gaviria, se perfila como uno de los renglones más importantes en la industria creativa de la ciudad. Por esto, en el Plan de Desarrollo Distrital 2024-2027 hay una serie de proyectos enfocados a mejorar el ecosistema cinematográfico desde el sector público. Estas iniciativas se plantean en el marco de Distrito Cinema, un proyecto de infraestructura para el sector audiovisual con énfasis en cine y animación. Así, se espera que este año se inicie la construcción del edificio para la Cinemateca Distrital de Medellín que, desde 2017, funciona de forma itinerante, es decir, sin una sede fija.
Cristian Cartagena, actual subsecretario de Arte y Cultura, dice que la Cinemateca Distrital “tendrá diferentes espacios para los diferentes componentes de la cinemateca: exhibición, formación y archivo. Además, en el caso del sector audiovisual y cinematográfico lo que buscamos es aumentar el compromiso en la línea de festivales”. Desde 2021 y de manera anual se realiza en Medellín el Festival Miradas, con el objetivo de celebrar el cine creado en la ciudad y sus realizadores. Además, este año la productora TheGseven, con el apoyo de la Academia Colombiana de Cine y Proimágenes Colombia, promovió la declaración de abril como el Mes del Cine Colombiano, con proyecciones de diferentes títulos nacionales nuevos y antiguos en salas de todo el país.
Aunque ha pasado un siglo desde la primera vez que una cámara de cine filmó las calles, las casas, las montañas de Medellín y su gente, decenas de cineastas recorren hoy esta ciudad que, detrás de los grandes cambios que se ven a primera vista, mantiene las mismas preocupaciones por el trabajo del día a día, la idea de una identidad paisa, el sentido de pertenencia y el afán de crecimiento. La curiosidad por ver el mundo proyectado en la gran pantalla sigue intacta, y seguramente lo seguirá estando 100 años más.