Entre el águila y el dragón

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23 mayo, 2025
Por: José M. Holguín | jose.holguin1@udea.edu.co Samuel D. Sánchez | samsanchez@unal.edu.co

La disputa arancelaria entre China y Estados Unidos, desatada bajo el Gobierno de Donald Trump, sacude al mundo desde el llamado “Día de la Liberación”. En este contexto, Colombia se enfrenta a un panorama incierto en el que, por ahora, parece apostarle a fortalecer su relación con el gigante asiático, pero las consecuencias de esta decisión podrían jugarle en contra.

En la pugna entre China y Estados Unidos por la hegemonía económica mundial, países como Colombia están quedando en la mitad. Ilustración: José M. Holguín.
En la pugna entre China y Estados Unidos por la hegemonía económica mundial, países como Colombia están quedando en la mitad. Ilustración: José M. Holguín.
El 2 de abril fue llamado por el presidente Donald Trump como el “Día de la Liberación” en Estados Unidos. Esto porque era el día pactado para anunciar un paquete de aranceles del 10 % para la mayoría de los países, y otros más altos para países y comunidades políticas como Vietnam (90 %), Taiwán (64 %) y la Unión Europea (39 %). Estos impuestos llegaron acompañados de declaraciones sobre las relaciones comerciales: “Durante décadas nuestro país ha sido estafado por países cercanos y lejanos […], pero eso no va a volver a ocurrir”, dijo.
 

Desde esa fecha el principal objetivo de los aranceles ha sido China. Iniciaron en 67 %, luego escalaron hasta 145 % y, finalmente, tras un acercamiento entre las dos potencias, se establecieron de forma temporal en 30 % el 12 de mayo.

Colombia, aliado histórico de EE. UU. en el continente, está en medio de ese campo de batalla geopolítico en el que los aranceles y la guerra comercial han obligado a decenas de países a tomar un bando. Así, el país mira hacia Europa, África y, principalmente, al Pacífico en busca de mejores oportunidades.

A pesar del Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado en 2012 con EE. UU., Colombia fue uno de los países que recibió en abril el 10 % de aranceles. Esto provocó respuestas por parte de la Cancillería y el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo que, en conjunto, anunciaron que lideran “una estrategia integral para ampliar y consolidar nuevos destinos para nuestras exportaciones”. La canciller Laura Sarabia también declaró, durante el “Día de la Liberación”, que buscaría negociar la eliminación de los aranceles a Colombia, y que enviaría formalmente la petición el 11 de abril, aunque hasta ahora no ha habido avances significativos.

Detrás de esta conversación hay una razón importante: Colombia no puede responder recíprocamente a los aranceles, como sí pudieron hacerlo Brasil, China y la Unión Europea. Según Andrea Arango, politóloga y profesora de Ciencia Política de las universidades de Antioquia y Eafit, “Colombia no tiene cómo responder con la misma moneda”. Además, la profesora piensa que no hacerlo es una buena decisión: “Es reconocer lo pequeña que es nuestra economía, lo frágil y dependiente que somos de Estados Unidos hoy”.

La situación se complejiza más porque la economía colombiana depende, en gran medida, de las exportaciones e importaciones de este país norteamericano.

“Colombia no debería renunciar del todo a la relación económica, comercial y política con los Estados Unidos, porque sigue siendo el principal comprador de nuestros productos de exportación”.

Según el Dane, hasta marzo de 2025, el 32.3 % de nuestros ingresos por exportaciones provenían de las realizadas a EE. UU. Además, el 39 % de todas las inversiones extranjeras directas del 2024 vinieron de ese país: cerca de 5550 millones de dólares. Por esto, Javier Díaz, presidente de la Asociación Nacional de Comercio Exterior (Analdex), dijo en enero a CNN que no es posible reemplazar las exportaciones enviadas a EE. UU., como sugirió el presidente Petro en enero ante las amenazas de las imposiciones arancelarias de Trump.

La dependencia económica de Colombia con EE. UU. viene desde más atrás. Sin ir muy lejos, para el año 2000 el 30 % de las exportaciones colombianas llegaron a manos norteamericanas y, de acuerdo con el Dane y el U. S. Census Bureau, en 2015, poco después de la firma del TLC, las exportaciones a ese país alcanzaron su punto más alto: el 40 % de los productos colombianos.

Mantener una relación preferente con EE. UU. es riesgoso. Como dice Javier Sánchez, “la imposición de aranceles a México y Canadá por parte de Trump demuestra la volatilidad de depender de un socio que prioriza sus intereses sobre la estabilidad regional”. Por su parte, quienes se han acercado a China han enfrentado consecuencias directas desde Washington: el 28 de febrero del 2025 Trump afirmó que el canal de Panamá estaba bajo influencia china, y amenazó con medidas arancelarias a este país. En consecuencia, Panamá decidió no renovar el acuerdo de entendimiento con China que está vigente hasta el 2026 y por el cual hace parte de la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

“Yo creo que es interesante ver qué va a pasar con Estados Unidos, porque Trump está en una dinámica un poco amenazante: ellos o nosotros; pero tampoco está ofreciendo beneficios a cambio de elegirlos a ellos. Puede que Panamá se quede sin el pan y sin el queso”.

La vía hacia el Lejano Oriente

Cientos de países se han adherido a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que inició en 2013 con Xi Jinping, presidente de China. Esta estrategia se basa en la financiación de grandes proyectos de infraestructura por todo el mundo, como puertos en el océano Índico, el Sudeste Asiático, África y ciertos puntos de Europa, además de gasoductos y vías férreas entre Asia y Europa con el objetivo de consolidar la economía china. 

Panamá fue el primer país de la región en adherirse a este acuerdo en el 2017. Le siguieron Uruguay, Ecuador, Venezuela, Chile, Bolivia, Costa Rica, Cuba, Perú, Nicaragua y Argentina. Colombia fue el último en sumarse. El 14 de mayo Gustavo Petro firmó el ingreso del país a la Iniciativa de la Franja y la Ruta durante una visita diplomática a China. 

Al día siguiente EE. UU. reaccionó. La Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental, adscrita al Departamento de Estado de ese país, dijo en su cuenta en X que bloqueará el financiamiento internacional para proyectos en Colombia vinculados a empresas chinas, por ejemplo, el metro de Bogotá. Además, señaló que tomarán las mismas medidas con cualquier país de la región donde la Iniciativa de la Franja y la Ruta tenga proyectos porque, a su juicio, “ponen en peligro la seguridad de la región”.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta ha hecho que el bloque asiático sea más amenazante para los intereses de EE. UU. en el mundo –su reacción lo prueba– y más promisorio para muchos países en desarrollo. Para Andrea Arango, China está haciendo lo mismo que hizo EE. UU. con el Plan Marshall en la posguerra: a cambio de realizar aportes económicos para la recuperación de Europa, consolidó la ideología norteamericana en los países subsidiados. En el caso de China no es tan claro hasta dónde llegan sus aspiraciones con estas ayudas. 

En la última década China se ha convertido en un imán para las economías emergentes: su flexibilidad para negociar con regímenes de todo tipo y su capacidad para financiar megaproyectos lo hacen atractivo para muchos países. Colombia no es la excepción. En 2025, el 26.3 % de las importaciones han provenido de China, superando por primera vez a EE. UU., según el Dane. Además, las exportaciones colombianas al país asiático también crecieron un 23 % en 2024: alcanzaron los 2500 millones de dólares.

En febrero de 2025 esta era la brecha entre importaciones y exportaciones: más amplia respecto a China, con el que la relación es más reciente, que con EE. UU., nuestro aliado histórico. Fuente: Dane. Gráfico: José M. Holguín.
En febrero de 2025 esta era la brecha entre importaciones y exportaciones: más amplia respecto a China, con el que la relación es más reciente, que con EE. UU., nuestro aliado histórico. Fuente: Dane. Gráfico: José M. Holguín.

En este contexto, para la profesora Arango los roles del poder político han cambiado: “China es el que está promoviendo el libre mercado, la inversión extranjera, la conexión entre capitales; y Estados Unidos está haciendo lo que China hizo antes, que es cerrarse, cerrar sus fronteras, concentrarse en la producción nacional y cuidar su mercado”.

Las relaciones diplomáticas y comerciales entre Colombia y China iniciaron con Julio César Turbay (1978-1982) y se han mantenido (y fortalecido) desde entonces hasta el mandato de Gustavo Petro. China fue el tercer país más importante en exportaciones de Colombia durante 2024 y es el principal importador en lo que va del año. Además, es nuestro principal aliado asiático. En definitiva, el país del dragón se ha vuelto fundamental para nuestro desarrollo.

Gustavo Petro visitó China en octubre del 2023 con el objetivo de mejorar tratos sobre las exportaciones de cárnicos y los proyectos de infraestructura para el país. Allí insistió en su deseo de entrar al BRICS, una comunidad económica que empezó reuniendo a cinco países (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y que pretende generar un bloque económico distinto al occidental con la pretensión de rivalizar la hegemonía norteamericana. En su última visita en mayo, Petro viajó junto con sus homólogos de Brasil y Chile para insistir en ese acercamiento, además de entrar a la Ruta.

Javier Díaz, presidente de Analdex, coincide con Javier Sánchez en que la mejor vía para el país es diversificar su panorama de socios comerciales. La oportunidad de ampliar la cantidad de aliados puede representar para Colombia más estabilidad en el largo plazo, debido a que esto significa una mayor autonomía y libertad de acción. Sánchez dice que la entrada de Colombia al BRICS es cuestión de tiempo, porque a pesar de no ser un país con las capacidades económicas o tecnológicas que poseen otros miembros del bloque, sí hay acercamientos importantes. Añade que uno de los principales atractivos que tiene Colombia es lo que representa en Latinoamérica:

“Sería un golpe en la mesa en el ámbito internacional que los países del BRICS fortalezcan vínculos con uno de los mayores aliados de Estados Unidos en la región”.

Es por esto que, desde abril de este año, las relaciones con China se han venido intensificando: el martes 15 la canciller Laura Sarabia inició en Japón un recorrido diplomático por Asia en busca de mejorar las relaciones comerciales con varios países de la región. Un día después, Gustavo Petro se reunió con el embajador chino para concretar el encuentro de mayo en el marco de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (más conocida como Celac). Y el sábado 19 la canciller anunció que buscaría eliminar la visa para los ciudadanos de China y de algunos países de Asia (como India, Taiwán y Vietnam) para “facilitar el comercio, el turismo y la inversión extranjera”.

Un interés poco recíproco

El crecimiento del competitivo mercado asiático en Colombia ha potenciado el interés de enviar sus productos al país. Según Javier Díaz, el público colombiano cada vez muestra más interés por productos chinos. Prueba de ello son las prendas de bajo costo de empresas de fast-fashion como Shein, artículos tecnológicos y electrónicos de marcas como Xiaomi o Huawei, e incluso automóviles como los BYD; así como también productos químicos, plásticos y textiles, según la Administración General de Aduanas de China.

Sin embargo, esta relación de importación/exportación no es nada recíproca: de acuerdo con datos del Dane de 2024, la ganancia por exportaciones a China es de poco más 2000 millones de dólares, mientras que Colombia gastó alrededor de 14.000 millones de dólares en importaciones; esto dejó al país con un déficit de más de 12.000 millones de dólares. La conclusión: el mercado colombiano no resulta tan atractivo para los chinos.

El problema de la exportación no se limita únicamente a materias primas como el petróleo y el carbón, sino que el café y las flores, dos de los productos que más exportamos, no son distribuidos masivamente en China. Como lo menciona Díaz, estos productos generan poco interés en este país, cosa que en los tratos con EE. UU. no ocurre. “Mientras Estados Unidos consume el 40 % de nuestro café, China prefiere el té”, dice Díaz, y explica que Colombia lleva décadas acostumbrada a la forma de consumo norteamericana, lo que ha provocado que se aparte de mercados como el europeo o, en este caso, el asiático.

A esto se le suma que uno de los mayores obstáculos para el comercio exterior de Colombia es su falta de competitividad logística. El transporte de mercancías depende en un 80 % del costo del camión, y la ausencia de trenes eleva los valores de exportación al Pacífico. 

Socios a largo plazo

La posible entrada a los BRICS podría diversificar las opciones, pero Díaz aclara que “el Gobierno debe actuar con pragmatismo: diversificar sin provocar a EE. UU., modernizar la infraestructura y proteger la industria local sin aislarse”. También considera que, debido a las amenazas (y ahora acciones) de nuestro mayor socio comercial, una muy buena opción para el país es ampliar el mercado a otros países de Asia-Pacífico que hayan experimentado grandes crecimientos económicos. Por ejemplo, Singapur, Hong Kong e Indonesia, por medio del Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico, en el que estamos en lista de espera para ingresar. 

Para Andrea Arango, “no hay ningún país en el mundo que pueda ofrecer préstamos condicionados al nivel que ofrecen Estados Unidos y China para generar inversión en infraestructura y en desarrollos industriales grandes”. Y añade que organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial son sutilmente coordinados por parte de EE. UU., pues este es su principal accionista y tiene la última palabra en los términos de los aportes y los préstamos.

Según Javier Sánchez, el accionar chino para buscar aliados es más pragmático que ideológico, lo que permite que se puedan seguir realizando acercamientos a su economía sin tener que preocuparse por un posible gobierno ideológicamente opuesto a Petro en las próximas elecciones. Sánchez tiene la certeza de que el próximo presidente también buscará fortalecer el comercio con el gigante asiático.

Aunque hay consenso en que la mejor ruta para Colombia es la diversificación, además de seguir apostándole al fortalecimiento interno para ser más competitivo, la “guerra” desatada por Trump promete cambiar el tablero comercial y geopolítico y exige de países como el nuestro acciones urgentes que, por lo pronto, siguen sin estar claras.

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