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event 26 Febrero 2024
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Carmen Carolina Garnica
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Guatapé: entre conservar su historia y continuar transformándose

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Guatapé tiene alrededor de 6900 habitantes y según cifras no oficiales, recibe 20 mil visitantes en un día de la semana y 50 mil en fin de semana. Su tasa de desempleo es del 0% y el 92% de su actividad económica está orientada al turismo. Es un municipio que ha atravesado varias transformaciones y se enorgullece de su identidad como Pueblo de Zócalos y Colores.

 

Por: Carmen Carolina Garnica

Llovió por 40 días y 40 noches, el mundo se inundó y unos poquitos se salvaron en un arca. Tuvieron que esperar otros 150 días y 150 noches para que las aguas bajaran y pudieran volver a pisar la tierra de donde emergió un milagro: el peñón de Guatapé. A sus faldas también emergió un municipio lleno de devoción por el dios que les regaló la piedra, tanto así que no permiten que el festival de rock Más que sonidos —iniciativa propia de Guatapé que anualmente se celebra en el parque y en diciembre de 2023 vivió su catorceava edición— les interrumpa la misa de las seis de la tarde. Claro que esta, no fue la única inundación que vivieron.

Antes un territorio agricultor, ganadero y minero, Guatapé recibía visitas por el monolito de más de 200 metros de altura, pero nada comparado con la actualidad. Su camino hacia el boom turístico inició con la construcción de la represa del río Nare para el proyecto hidroeléctrico que buscaba abastecer al Valle de Aburrá. EPM anunció el proyecto en 1961, pero fue en  la navidad de 1969 que se interrumpieron las festividades con la noticia de que se iba a llenar el primer embalse en la zona rural del municipio a finales de enero de 1970. La situación ameritó un paro cívico, uno de varios que hubo a lo largo de los años en contra del proyecto o exigiendo las debidas compensaciones a los habitantes, pero ninguno detuvo la construcción del embalse. Este significó la desaparición de El Peñol y el 70% de Guatapé, además del desplazamiento de muchos habitantes y la pérdida de las tierras más fértiles del territorio. Hay una deuda que se mantiene con ambos municipios, por no mencionar que la hidroeléctrica no los abastece.

Pero Guatapé no había muerto. Como explica Ximena Urrea, antropóloga, magíster en Estudios Socioespaciales y oriunda del municipio, “después de que se construyó la represa, se fueron todos los trabajadores y en este pueblo no quedó sino pobreza y soledad, la gente que se quedó acá decidió que una de las maneras [de salir adelante] era empezar a trabajar en conjunto por un proceso común, y ese proceso fue la pavimentación del municipio”. La iniciativa, que surge en los 80, se identificó bajo el eslogan Guatapé no ha muerto hacían mingas, repartían el trabajo en comités y cada persona ponía el material para pavimentar al frente de su casa. Un hecho muy importante fue la pavimentación de la vía que conectaba a Guatapé con Marinilla –y Medellín–, lo que facilitó el acceso al municipio.

Foto del proceso de pavimentación.

 

“Como solo se hundió una parte de Guatapé, empieza a crearse un híbrido de una parte que es el viejo pueblo y una parte que es el nuevo pueblo, y esa parte que es el nuevo pueblo se le trató de llenar de alguna manera de los significados de ese pueblo que se hundía. Ahí es cuando surge fuerte el tema del zócalo porque, aunque el zócalo existía también en las partes altas que no se inundaron, se recuperan muchos de los motivos que se inundaron y se ponen en algunas de las casas” cuenta Urrea.

El zócalo es la parte baja de las paredes de las viviendas que sobresale ligeramente, es de cemento y se suele pintar de otro color. Los zócalos de Guatapé como los conocemos se remontan a 1919 cuando Isidora Urrea le pidió a su esposo José María ‘Chepe’ Parra hacer en el zaguán de su casa un zócalo en forma de cordero. Los zócalos se relacionan con la llegada del cemento al municipio, con el que se recubría la parte baja de las fachadas de las casas —antes de tapia y bahareque— para protegerlas de la humedad y el picoteo de las gallinas en las que tenían pañete de estiércol de caballo. El zócalo de ‘Chepe’ Parra atrajo la atención y pronto Guatapé se llenó de sus diseños en el exterior de las casas.

El zócalo es un símbolo con el que los guatapenses pueden expresar su identidad, al pasar por las fachadas te indica quién vive ahí o de qué es el comercio que visitas —en el caso del D1 su zócalo es su logo— algunos hacen referencia a elementos importantes del municipio como la piedra o su historia. 

Zócalos en honor al original del cordero. Por: Carolina Garnica

Otra transformación

Entre los comités de Guatapé no ha muerto, estaba el de ornamentación, el cual, entre otras cosas, definió las calles que iban a ser usadas para rememorar el pueblo que se había hundido, así surge la Calle del Recuerdo, donde pusieron los zócalos de ‘Chepe’ Parra que rescataron del pueblo inundado, esa fue la única calle que se empedró mientras el resto del pueblo estaba pavimentado. 

Sin embargo, Guatapé empezó a tener un boom turístico en los 90: la calle del recuerdo, el peñón y la represa atrajeron nuevos visitantes y la vocación de los guatapenses se transformó hacia el turismo y el sector de servicios. Entre 2008 y 2011 se empieza a empedrar y zocalizar el municipio y, a través del Acuerdo N° 09 de mayo de 2009, “se institucionaliza la utilización de zócalos en las fachadas de los inmuebles del municipio de Guatapé”, haciéndolo obligatorio. 

Por otro lado, el Acuerdo 10 del 19 de agosto de 2023 busca regular la elaboración y el tratamiento de los zócalos y, aunque el borrador todavía está en construcción, surge la pregunta de hasta qué punto son los zócalos reflejo de la identidad de los guatapenses si son reglamentados y obligatorios.

Las transformaciones de los 80, que se dieron de forma natural como parte de un proceso de memoria e identidad, se retomaron en los 2000 incentivadas por el turismo y fueron impuestas en el municipio. Ximena Urrea menciona: “En el momento en que se hizo ese empedrado no se hizo ningún proceso de gestión social, simplemente se le avisó a la gente: ‘lo vamos a hacer y ustedes se van a acordar de mí, esto va a ser muy bonito’. El dolor no era ni siquiera como de que se cambiara el cemento por las piedras sino como ese desconocimiento de lo que había implicado ese proceso de pavimentación. Aunque creo que con el tiempo se ha podido ir reivindicando la importancia que tuvo eso para la historia de Guatapé”. 

John Alzate, oriundo de Guatapé, gestor cultural y guía de Nativo Zócalos Tour, cuenta que cuando el municipio cumplió 200 años en 2011, se utilizó el dinero de la celebración para financiar los zócalos de las casas que no tenían el dinero para construirlos y los diseños los escogían de un catálogo. Actualmente el municipio no se encarga de la zocalización y quienes no tienen zócalos en sus casas deben pagar una multa.

Calle del Recuerdo. Por: Carmen Carolina Garnica

Urrea comenta: “en Guatapé esto es un turismo cultural entre comillas, porque es como escudándose en que los procesos históricos, la identidad cultural y la expresión plástica es lo que hace importante que la gente venga, pero finalmente lo que hacen es simplemente lograr unas escenificaciones para que la gente tenga la mejor foto en Instagram, algo que en el fondo lo vuelve muy vacío. No le apuesta a la verdadera sostenibilidad que tendría que pensarse en un proceso de turismo cultural. La prioridad no son las personas del lugar en términos de conservar esas expresiones que los hacen únicos, sino que aquí la prioridad se ha vuelto que las personas que vengan consuman y que al consumir dinamicen la economía. Es una espectacularización de la memoria”.

Por otro lado, John Alzate menciona: “el turismo, si lo analizamos en su conjunto, genera más problemas que beneficios para los lugares donde se desarrolla. En términos ambientales, de movilidad, de seguridad, de incremento de costo de vida para los locales, y ha empezado a generar "desplazamiento silencioso" producto de la gentrificación. Sin embargo, y debido a que se convierte en el principal renglón de la economía, la mayoría de las personas dependen del desarrollo de esta labor. Su transformación se hace evidente en su arquitectura, en el flujo de visitantes, las múltiples ofertas que se abren en hotelería, restaurantes, embarcaciones, las casas de familia pasan a ser hoteles, restaurantes, o centros comerciales”.

Otro problema con el turismo de Guatapé es que agencias ajenas al municipio y su contexto –usualmente de Medellín– no hacen turismo responsable, John Alzate explica: “no contratan guías locales, cuentan a su acomodo la historia del municipio, generan poco derrame económico para el comercio local y poco aportan al turismo sostenible”. La alternativa es apoyar a las y los gestores y guías culturales, él cuenta que la forma de hacerlo es “contratándolos para realizar los recorridos por el municipio, promoviéndolos a través de las recomendaciones, compartiendo sus páginas y publicaciones, valorando el trabajo de promoción local que realizan”. Porque un problema agregado es que las agencias captan al turista desde Medellín, dejando en desventaja a los locales.

Lo cierto es que Guatapé está atravesando otra transformación, una en la que la estética y el turista son la prioridad, es por eso que la plazoleta de los Zócalos es para el turista la calle de las sombrillas y preguntan por ella en lugar de la Calle del Recuerdo –quizás el lugar de mayor relevancia cultural en el municipio–; también es por eso que se ha normalizado que se derrumben las casas más viejas en el sector del ‘Guatapé Histórico’ para construir hoteles que repliquen la estética colonial que le gusta a los turistas; que se encuentren restaurantes que apelan a la identidad del extranjero y que entre la mercancía que venden haya camisetas de personajes como Naruto y Freddy Krueger. 

Fachada de un hotel que se construyó donde antes estaba una de las casas más antiguas. Por: Camen Carolina Garnica

En el municipio se ha discutido sobre el hecho de adelantar un proceso para declarar los zócalos como patrimonio cultural: “desde lo técnico uno podría decir que el zócalo cumple con un montón de esas condiciones para poder ser considerado patrimonio, pero acá también hay temor de que entonces ya no puedas tumbar la casa con los zócalos viejos. Si ya no puedes tumbar la casa, ya no puedes hacer el hotel de cuatro pisos. A la gente le gusta, pero le temen al mismo tiempo, lo sienten como la oportunidad, pero también como el freno para ese desarrollo económico. Entonces es muy cómodo utilizar [el zócalo], pero no sería tan rentable meterlo en todos los procesos de la legislación del patrimonio”, explica Urrea.

Cambiar la situación del municipio es un desafío, principalmente porque casi todos los guatapenses dependen del turismo para subsistir. Ximena Urrea piensa que una ruta es abrir espacios de discusión en la comunidad: “yo creo que la única manera de que eso se puede hacer sostenible y sobre todo que perviva en términos comunitarios es conversando. Esas no son decisiones que deban tomar las alcaldías y simplemente a través de decretos formular unas políticas públicas, sino que tiene que ser de verdad concertando con la comunidad”.

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