¿Puede la moda contar historias de situaciones sociales sin convertirlas en espectáculo? Lo que comenzó como una propuesta de conciencia social terminó envuelto en denuncias por uso indebido de imágenes, cuestionamientos éticos y críticas por apropiación simbólica.

El 21 de mayo en el Bogotá Fashion Week, el diseñador colombiano Ricardo Pava presentó Nuda Vida, una propuesta inspirada en los migrantes que cruzan la selva del Darién, una de las rutas más peligrosas del mundo para quienes intentan llegar a Estados Unidos.
La pasarela de Ricardo Pava se perfilaba como evento central del Bogotá Fashion Week y había generado expectativa por su propuesta estética y su mensaje: “Esta iniciativa busca despertar conciencia sobre la profunda vulnerabilidad que enfrenta una persona migrante en su lucha diaria por encontrar una vida digna y mejores oportunidades”, según el sitio oficial del Bogotá Fashion Week.
Sin embargo, días antes del desfile surgió una denuncia relacionada con el tablero de inspiración de la colección. Alejandro Gómez, director de La Liga contra el Silencio, mostró que la paleta de colores estaba inspirada en “Cada uno de los pasos por la ruta”. El “azul Necoclí” evoca las aguas del golfo de Urabá, punto de partida de muchos migrantes; el “verde Tropical” hace referencia a la espesura húmeda y peligrosa de la selva del Darién; el “gris Asfalto” simboliza los largos trayectos urbanos que atraviesan los viajeros en su camino hacia el norte; y el “petróleo”, un tono oscuro que remite al concreto de las grandes avenidas en ciudades como Nueva York.

Uno de los colores que más revuelo y críticas causó fue “Terra”, inspirado en una fotografía del fotoperiodista Federico Ríos, tomada en el Tapón del Darién durante una de sus coberturas sobre la crisis migratoria. La imagen retrata a Olga y Alessandra Ramos, una mujer y su hija embarradas de lodo en medio de la selva. Esta fotografía fue utilizada sin que Ríos autorizara su uso ni fuera contactado previamente.
El Tapón del Darién, es un territorio de selva virgen límite entre Colombia y Panamá, que en la última década se transformó en la ruta migratoria más letal de América. Hasta la década de 2010, apenas 10 000 personas cruzaban cada año. Sin embargo, en 2021 los cruces escalaron a más de 130 000, en 2022 superaron los 248 000 y en 2023 alcanzaron la cifra récord de más de 520 000, según el diario The Guardian.
El aumento se explica por la confluencia de crisis humanitarias (Venezuela, Haití, Ecuador, Congo) y rutas cada vez más organizadas por redes criminales, como el Clan del Golfo. Aunque en 2024 y parte de 2025 se observó una reducción en el flujo debido a nuevas políticas panameñas, aún miles cruzan mensualmente, enfrentando extorsión, violencia sexual y condiciones extremas. Además, las comunidades indígenas sufren el impacto ambiental y la falta de servicios; aunque cambien los números, la magnitud de la crisis persiste.
Más allá de la polémica que antecedió al desfile, Nuda Vida, la propuesta de Pava, al recurrir a una problemática tan sensible como la migración forzada, plantea interrogantes sobre el papel de la moda como vehículo a la conciencia social. ¿Puede una pasarela capturar la dignidad de quienes caminan por su vida en juego? ¿Desde dónde se cuentan estas historias y con qué consecuencias?
¿Qué es Nuda Vida?
Ricardo Pava es un diseñador de modas colombiano que, en 1991, fundó la marca de ropa que lleva su nombre. Desde entonces se ha posicionado como un referente de la moda masculina en Colombia. Según medios especializados en moda, sus colecciones se distinguen por su estilo vanguardista, minimalista, sofisticado y elegante.
En entrevistas con El Nuevo Siglo y Fashion Network, Ricardo Pava afirmó que Nuda Vida conmemora su trayectoria y evolución creativa, y que “cada pieza refleja la vulnerabilidad y resistencia de quienes migran movidos por la esperanza”. La colección, según Pava, explora el vacío de la identidad despojada por los gobiernos y propone una reconstrucción personal a través de la moda, apelando a la empatía al reconocer que, de algún modo, todos somos migrantes.
En un reel en su cuenta de Instagram, Pava explica que la inspiración para Nuda Vida nace de una vivencia personal, pues en 2023 su hija tuvo que viajar fuera del país debido a circunstancias difíciles: “Esta experiencia removió muchas emociones y me llevó a reflexionar sobre la vulnerabilidad, la resiliencia y la dignidad de quienes se ven forzados a empezar de nuevo”.
También cuenta que para la colección investigó un año y medio sobre la migración y que formó equipo con la Fundación de Apoyo al Migrante en Colombia, “para no solamente crear una colección artística por medio de las prendas, sino apoyar con un impacto social”. En una entrevista con El Espectador, el diseñador aseguró que están trabajando de la mano de la fundación “para que la empresa pueda aportar, con las prendas, a hacer talleres y a dar trabajo”.
¿En qué falló la ejecución de la propuesta de Ricardo Pava y por qué fue tan violenta?
Edward Salazar Celis, sociólogo experto en cultura, moda y candidato a doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de California, explica que es problemático utilizar la experiencia personal como inspiración, como en el caso de Pava, pues no todas las migraciones son iguales y tampoco son comparables: “No es lo mismo viajar por avión a Canadá que hacerlo por tierra en el Darién, como caminantes, cruzando las fronteras de múltiples países”.
Además, el testimonio personal, según Salazar, queda como una excusa que pretende blindar al diseñador de la crítica y se inscribe en una vieja lógica donde todo acto creativo es defendible por el esfuerzo que hay detrás o simplemente porque sea arte.
Para Salazar lo violento de la colección no radica solamente en las imágenes elegidas, sino en el método mismo de creación: una lógica cerrada, elitista, donde el diseñador parte de una percepción personal sin involucrar a las comunidades que representa: “No basta con las percepciones individuales del creador para lograr un resultado que responda adecuadamente al contexto social, histórico, político, sino que requiere de muchísimos más elementos adicionales en los cuales yo creo que es necesario emprender procesos de investigación, creación y participación mucho más rigurosos”.
Además, Salazar explica que el diseñador no muestra imágenes directas de migrantes y que sus símbolos evocan una representación fuertemente estereotipada de la experiencia migrante. Un ejemplo de esto son los tenis Croydon embarrados que usaron los modelos en la pasarela. Según Pava, “las prendas están relacionadas con el recorrido que ellos tienen a través de los ríos, de la selva, de los grises de la ciudad, de lo oscura y difícil que es esta problemática”.

El diseñador también habla de que las prendas son cómodas, funcionales y de materiales resistentes: “Buscan proteger la piel y el cuerpo de las adversidades que enfrentan los migrantes: clima extremo, humedad, insectos y largas jornadas a pie”. Como plantea el sociólogo Salazar, esa supuesta funcionalidad no responde a una interacción real con las personas en tránsito, sino a una construcción mediada por tropos heredados de una larga tradición de representación colonial: “Quienes tienen el poder de representación producen unas versiones exotizantes, estereotípicas y muchas veces deshumanizantes de las demás personas, haciéndolo a través de ideas de buena voluntad y de caridad”.
Además, para él, el resultado no es una prenda que un migrante podría usar en su travesía, sino un objeto simbólico, diseñado para un público de élite que asiste al Bogotá Fashion Week. Según Salazar, cuando se reduce la experiencia migrante a detalles como “los zapatos embarrados”, se borra su complejidad y se transforma el sufrimiento real en un elemento estético, funcional solo dentro de las pasarelas.
Otro de los aspectos problemáticos de la colección Nuda Vida fue el uso no autorizado de una fotografía del fotoperiodista colombiano Federico Ríos. La imagen muestra a Olga Ramos y su hija Alessandra, cubiertas de lodo en medio de la selva, y fue utilizada como parte de la paleta de colores de la colección para representar el color “Terra”.
¿Es posible representar realidades sociales desde la moda?
La periodista de moda de El Espectador Lucety Carreño cree que sí es posible representar problemáticas sociales como la migración desde la moda, pero subraya que la clave está en la metodología. Ella explica que para que estas representaciones funcionen es necesario establecer vínculos reales, colaboraciones con comunidades indígenas, con migrantes o con artesanos.
Pero más allá de una alianza simbólica, deben existir beneficios claros, tangibles y comunicados al público. “Las marcas deberían decir explícitamente qué van a aportar, cómo van a ayudar y de qué forma están contribuyendo. Que el consumidor lo entienda y no sienta que están instrumentalizando una tragedia para vender”, explica.
Ejemplos positivos para ella son proyectos como el de Carmen Navas, con su colección Visibles, y el trabajo del diseñador mexicano Ricardo Seco, quienes han abordado la migración desde una perspectiva personal, y campañas como la de la ONU en la Semana de la Moda de Nueva York, que colaboró con migrantes de Bosnia y Herzegovina. “Si quieres hacer un homenaje a una población tienes que involucrarlos a ellos”, dice Carreño.
El sociólogo Salazar coincide con Carreño en que la moda tiene el potencial de convertirse en una herramienta de transformación y participación social. Pero advierte que, debido a su naturaleza mercantil, este potencial debe manejarse con muchos cuidados: “No es lo mismo una prenda que se lleva sobre el cuerpo, que una obra que se expone en un museo. La moda es consumo inmediato y por eso mismo, exige responsabilidad profunda al representar experiencias sociales complejas”.
Para Salazar, la clave está en transformar la lógica de producción: “Para mí un elemento importante en todos sus aspectos es la co-creación y la participación, embarcarse en un proceso de trabajo con el otro y en donde los saberes y los conocimientos se socialicen de manera horizontal y las experiencias sean abordadas con mucho más cuidado”. Como ejemplo, menciona su experiencia con la marca colombiana Manifiesta, que trabaja junto a firmantes del Acuerdo de Paz en Colombia.
Otro ejemplo de esto es Visaje Negro, una marca creada en Urabá, la misma región por la que cruzan los migrantes, que busca enaltecer la cultura afrocolombiana desde una perspectiva personal y comunitaria. “Nosotros pertenecemos a la comunidad de la que hablamos. Yo soy una persona negra, racializada, y las historias que contamos vienen de nuestras vivencias, de lo que escuché de mis abuelos y mis padres”, explica Enrique Mena, el creador de la marca.
Visaje Negro no solo crea prendas con referencias culturales como el bullerengue o la producción del plátano en Urabá, sino que acompaña cada producto con una postal educativa que explica su contexto. “Mucho del racismo nace del desconocimiento. Por eso apostamos a la etnoeducación, una forma de enseñar desde adentro y hacia afuera: que tanto las personas afro puedan reforzar su identidad, como que quienes no lo son puedan conocerla y respetarla”.

El objetivo de Visaje Negro no es denunciar una tragedia, sino celebrar una cultura: “Hablamos desde adentro. No llegamos a un territorio un fin de semana a inspirarnos en una estética, sino que vivimos esta cultura todos los días”, concluye Mena.
La colección de Ricardo Pava dejó al descubierto tensiones éticas clave en la relación entre moda y denuncia social, ¿Qué significa visibilizar desde la moda? ¿Quién puede hablar del dolor ajeno y en qué condiciones? ¿Cuándo una prenda homenajea y cuándo instrumentaliza? En tiempos donde las industrias creativas buscan vincularse con causas sociales, el caso de Ricardo Pava evidencia que las buenas intenciones no bastan, como explica Edward Salazar: “Hubo al menos una intención de reconocimiento, pero se requiere también de la reparación y la redistribución”. Para Salazar, el diseñador debería salirse de su “propio horror” y buscar reconocer su error, al reproducir los problemas de apropiación, explotación y estereotipación.
La moda sí puede representar situaciones sociales, puede ser un medio valioso de denuncia y reflexión, especialmente cuando parte de una mirada crítica, informada y comprometida con las voces de quienes han vivido esas realidades. De lo contrario, corre el riesgo de convertir el sufrimiento humano en una estética al servicio del espectáculo.