25 años de anécdotas para un periodismo siempre joven

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10 diciembre, 2024
Por: Santiago Vega Durán / santiago.vega@udea.edu.co
En medio de la celebración de nuestras bodas de plata nos tomamos un tinto y nos reunimos con personas del pasado y el presente de De la Urbe. Recordamos el camino que hemos recorrido para aventurarnos a imaginar el futuro que vendrá.

En un plató iluminado con luces amarillas, lleno de gente que acumula recuerdos, nos reunimos durante dos horas cuando septiembre estaba por terminar y la celebración por los 25 años de De la Urbe, por iniciar. Con tinto en mano, 15 personas compartimos las anécdotas de nuestro paso por este medio; algunos lo vieron nacer, otros estuvieron durante su consolidación, y también estuvimos quienes lo conformamos en el presente.

El nacimiento

Un día de finales del siglo XX, el profesor Carlos Agudelo llegó con la idea de Joseph Pulitzer, quien en 1903 apoyó la creación de la Escuela de Periodismo en la Universidad de Columbia (Nueva York), como un laboratorio para la “preparación real” de los periodistas. Agudelo movió una fibra que inquietaba a los estudiantes y los profesores de aquella época: “¿Cómo es posible que en una facultad de comunicaciones no tengamos nuestro propio medio?”. En aquel entonces era el pregrado de Comunicación Social – Periodismo. Así nos lo contó Carlos Mario Correa, uno de esos profes que estuvieron en el origen.

Atendiendo a esa necesidad, los estudiantes y los profesores se juntaron para parir a De la Urbe y fue así como en octubre de 1999 circularon 5000 ejemplares de la primera edición del periódico bajo la premisa de hacer “periodismo universitario para la ciudad”. 

Para hablar de ese nacimiento nos acompañaron Heiner Castañeda, Ximena Forero y Carlos Mario, profes que hicieron parte de esos primeros años; también estuvo Mauricio Galeano, egresado de Comunicación Social – Periodismo que fue de los primeros estudiantes en participar en el periódico. Mauricio nos contó de la ocasión en la que el poeta Fernando Rendón se “encrespó” con De la Urbe por un artículo que criticaba el Festival de Poesía de Medellín que él organizaba. Tal fue la cólera del tipo que un día llegó braveando a la oficina del periódico con cuatro hombres malencarados. Según Mauricio, poco les faltó para el intercambio de golpes.

Así arrancó el despelote, incomodando a los que estaban acostumbrados a vivir cómodos y haciéndoles ojos coquetos a las historias que no cabían en la agenda de otros medios.

El crecimiento

De la Urbe creció en medio del cambio: le tocó la división del pregrado de Comunicación Social – Periodismo en los pregrados de Comunicaciones y Periodismo a finales de los 90, además de los inicios del internet en los 2000. Maryluz Vallejo, otra profe que estuvo en los inicios de De la Urbe, nos contó en un video que para imprimir las primeras ediciones tenían que enviar el periódico en un disquete con algún piloto de avión que saliera hasta Manizales, donde alguien de la imprenta del periódico La Patria lo recibía para sacar el tiraje de la edición. Pero con la llegada del correo electrónico todo se redujo a un clic.

Crecer en medio de estos cambios también le permitió a De la Urbe experimentar con nuevos formatos y narrativas. Aparecieron entonces DLU Radio, DLU Televisión y DLU Digital, que llegaron a medida que el recién creado pregrado en Periodismo avanzaba en su plan de estudios y se adaptaba al entorno del momento, pero cada uno funcionaba por su lado sin converger mucho. Así lo contó Ximena Forero, quien hoy es la coordinadora de lo que llamamos sistema de medios De la Urbe.

El periódico siguió siendo el consentido de muchos, aun cuando los 2000 trajeron toda esa revolución digital. Y fue desde el papel que De la Urbe vagó por las calles color neón madrugada, por la melodía cleptómana del tintinear de las tragaperras y por el morbo desinhibido del sexo, la desnudez y el erotismo. Desde ese momento de consolidación, su actividad favorita ha sido recorrer Medellín para contar sus historias.

Las historias

Ramón Pineda y Camilo Jaramillo fueron dos de los directores del periódico que nos acompañaron ese día. Ramón tomó las riendas de las páginas de papel cuando De la Urbe cumplió 10 años. Camilo lo recibió poco después, a los 13, y lo tuvo hasta los 16. Ambos narraron historias de la rebeldía que ha caracterizado al medio con el paso de los años. Por ejemplo, Ramón contó que en marzo de 2011 el Esmad irrumpió en Ciudad Universitaria con su característica violencia y De la Urbe no se perdió el alboroto. Sergio González fue el fotógrafo que congeló el tiempo para que los lectores de aquella edición 52 vieran la escena de los sujetos plásticos desfogando sus iras internas contra la rebeldía universitaria.

Muchos años después, durante la coordinación general de Juan David Alzate y la dirección del periódico de Juan David Ortiz, ambos presentes en el encuentro, ocurrió otra historia que habla de esa capacidad escurridiza para contar historias. Ortiz contó que, en 2018, para la edición 90, les plantearon un reto a los estudiantes de periodismo: pasar 24 horas seguidas recorriendo las calles del occidente de Medellín, por barrios que en aquel momento enfrentaban un recrudecimiento de la violencia urbana. Al reto, aunque asustaba, se le midieron 26 reporteros y reporteras.

Caterine Jaramillo, Daniela Gómez, Andrea Yepes, Daniela Sánchez y Mariana White fueron auxiliares o monitoras de De la Urbe en diferentes momentos. Ellas nos contaron sus vivencias desde el ojo menos directivo. Hablaron de cierres hasta tarde, de descubrimientos vocacionales, de la importancia de lo que aprendieron y del amor que sienten por hacer parte de esta historia. Por ejemplo, Andrea nos contó que en un momento en el que todos querían hablar del conflicto armado, ella encontró en De la Urbe un sitio para hablar de moda. Por eso defendió que De la Urbe es un espacio para que los estudiantes y las estudiantes de Periodismo hablen de lo que les apasiona.

Dos horas de conversatorio no son suficientes para contar todo lo que De la Urbe nos ha hecho vivir. Por eso, por más que quiera contar todo lo que allí dijimos y escuchamos, lo mejor es narrar las risas mientras contábamos nuestras anécdotas, los abrazos de la gente después de años sin verse, la sorpresa después de enterarnos de cuentos que no nos sabíamos, las carcajadas luego de que se nos cayera la torta de las bodas de plata y el orgullo en los ojos por haber sido una de las tantas vidas por las que hoy celebramos el cumpleaños de un medio que tiene por vocación mantenerse joven sin importar cuántos años tenga.

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