“Ir al ginecólogo para mí ha sido un tormento”: lo que hay detrás de la violencia ginecológica

No hay una definición oficial de ninguna entidad nacional o internacional, pero esta forma de violencia basada en género ocurre tras las puertas de los consultorios en las palabras y acciones que ejercen los profesionales de la salud en el encuentro con las pacientes.
Los trapitos sucios se lavan en la casa

¿Qué pasa cuando el hogar es el lugar del que te quieres proteger? ¿Qué sucede cuando el monstruo no está debajo de la cama sino en todas partes? Cuando los sueños se tornan pesadillas y el despertar no trae consuelo. ¿Cómo enfrentar la cruda realidad que se despliega ante los ojos? Cuando las palabras se atascan en la garganta, cuando el juego se vuelve parte del temor, cuando mirar hacia adelante parece una hazaña, ¿cómo lidiar con el peso de un pasado que te marca de por vida? Bris es una mujer de 28 años. Le gusta nombrarse y que la nombren como Bris Pino, sobre todo por la conexión con lo femenino, con su mamá. Tiene piel mestiza, ojos grandes que caen a los lados, cabello lacio que enmarca su rostro, dos tatuajes de mandalas en los hombros que la mantienen, como ella dice: “en equilibrio”, y buena postura. No parece que por años estuvo encorvada, la meditación la ayudó a enderezarse. Aprendió a soltar, soltar todo lo que partió del dolor de su infancia. Vive en el barrio Santa Rita, Bello. Es feminista popular y toda su militancia ha sido en Medellín. Estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Luis Amigó, trabaja como educadora popular en la Corporación Amiga Joven, acompañando procesos de niñez en prevención de violencia sexual. Han sido 6,352 casos de violencias sexuales contra menores de edad en el municipio de Medellín del departamento de Antioquia, desde julio de 2022 hasta noviembre de 2023, según el Sistema de Vigilancia en Salud Pública (SIVIGILA). Para dimensionar esta realidad, basta con imaginar que estos casos podrían llenar 7 veces el Teatro Pablo Tobón Uribe de Medellín, que tiene una capacidad para 880 personas. Es una imagen impactante que confronta con la magnitud del problema y obliga a reflexionar sobre qué se está haciendo como sociedad para proteger a los niños y las niñas. Dentro de estos casos, se registraron 1,568 actos sexuales, 1,352 accesos carnales, 897 acosos sexuales, 711 otras formas de violencia sexual, 37 casos de explotación sexual, 5 de trata de personas, y 2 de mutilación genital en menores de 5 años. Cada uno de estos números representa una historia de sufrimiento. El 76% de estos casos corresponde a 4.841 violencias sexuales que han afectado a niñas. Esto debería replantear los enfoques y políticas que se tienen para abordar la violencia de género desde sus raíces más profundas. Grietas y olvido Durante dos décadas, Bris ha luchado por rescatar los fragmentos buenos de su infancia. Ha intentado exiliar la amnesia, esa que puede durar en una persona desde minutos, hasta décadas. Sin embargo, sus esfuerzos apenas han logrado desenterrar migajas de recuerdos que han ido liberándose como una hoja seca de un árbol, o como todo un montón de ellas. Estas memorias que se reviven en su mente, atraviesan su ser como ráfagas de angustia, perturbando sus músculos, desafiando su equilibrio y acelerando el latido de su corazón. La memoria es un resguardo del pasado con escondites; entre sus pliegues se encuentran los momentos que se resisten a ser rescatados por palabras. De acuerdo con el docente de Psicobiología en la Universidad de Antioquia, Jorge Iván Fernandez, quien ha trabajado el tema de bases biológicas de la conducta durante diez años, “recordar algo que no puedes nombrar es más difícil. Algo que no puedes entender. Puede que haya personas que digan: ‘yo no sabía. Vine a entender, que a mí me abusaron, cuando me lo señalaron’. Si no tienes palabras para nombrar algo, no está en tu vocabulario, en tus referentes del mundo, va a ser muy complicado decir: ‘a mí me pasó esto’, pero cuando tienes ya las herramientas, es posible reconocerlo”. El lenguaje y la evocación van de la mano: se nombra para que algo exista, pero a veces el dolor cae sin mitigaciones en los recuerdos y los empaña de forma indefinida. A los 8 años, Bris dormía en una habitación con todas sus hermanas, en ella había cinco camarotes apiñados como refugio, con una entrada resguardada por una cortina que apenas conseguía ocultar el peligro que la acechaba. Cada noche, sin falta, ella y sus hermanas se armaban de coraje, organizaban una barricada improvisada con canecas, palos y cualquier trasto que pudiera desencadenar, el estruendo necesario para alertarlas de que el hombre que las aterraba tanto, había llegado. Repetían el ritual una y otra vez, aferrándose a la idea de que esa noche, quizás, él no entraría. El escenario más común donde ocurren casos de violencia sexual, es el hogar, con un total de 3,266 casos, según los hechos reportados por SIVIGILA, entre julio de 2022 y noviembre de 2023 en el municipio de Medellín. Es crucial resaltar que dentro de este contexto, se incluyen los dos casos de mutilación genital. Estas cifras confrontan con una realidad en la que el lugar que debería ser un refugio seguro para niños y niñas se convierte, en demasiadas ocasiones, en el escenario de sus peores pesadillas. BRIS «Tengo algunos recuerdos que me llegan a la cabeza, entre ellos está que él lo hizo muchas veces, pero hubo uno en el que sentí que no era algo normal, que eso no era un amor de papá, y hablé. Más o menos como a los siete años, recuerdo que yo estaba muy enferma en la casa de mi abuela, y estaba sola. Todos habían salido, no sé para qué. Mi papá llegó a mirar cómo estaba yo. Recuerdo que apenas llegó, me senté… sabía qué iba a pasar, sabía que llegaba a tocar. Vi que él empezó a mirar como por las habitaciones si había alguien. —Quién hay aquí —Me dice. —Estoy sola. —Entonces venga yo le hago unos masajitos, venga la acaricio. Venga veo cómo está para tocarla. Empezó a tocarme las piernas, los hombros, los senos, y ya me iba a tocar mi vulva, cuando le dije: —¡Nooo, usted qué está haciendo! Usted porque me toca, usted porque me toca
¡Cuidado con los príncipes azules!

En Colombia, los mitos del amor romántico están relacionados con la violencia de pareja. Érase una vez un lugar con olor a café, verdes paisajes y cuentos de hadas en el que las personas creían en los mitos del amor romántico, sin saber que estos los separaban de un final feliz. El amor dura para siempre, todo lo puede, de todo es capaz. Perdona, aguanta, sufre, o al menos así lo dice el amor romántico, un ideal basado en mitos como la fidelidad y los celos , que está instaurado en el imaginario colombiano y que, según una investigación del 2022, está relacionado con la violencia en pareja. Las mujeres son las principales víctimas de esta creencia. La investigación, titulada “El Amor romántico y sus mitos en Colombia: una revisión sistemática” identificó los mitos románticos de mayor relevancia en el contexto colombiano y las consecuencias relacionadas con la violencia de género. El estudio confirma que estos “podrían contribuir a esta violencia, al reafirmar roles de género desiguales y patriarcales”. Diana González, trabajadora social, magíster en intervención social, especialista en prevención y atención de violencias basadas en género (VBG) y miembro de la Secretaría de la Mujer en la Gobernación de Antioquia, dice que esta investigación resalta “la relación entre el amor romántico y las prácticas de conflictividad, de agresión y de violencias, y esta idea de que el amor nos saca de sí. Que entramos bajo un hechizo y no somos responsables de nuestras acciones, porque estamos enamorados o enamoradas”. Para entender los hallazgos menciona que “los roles de género tienen que ver con los lugares, las tareas y las labores que le corresponden a los hombres y a las mujeres y digamos que no es solo una división de estereotipos y roles, sino que también es una valoración, se valora lo masculino y se desprecia lo femenino”, dice. Mientras que lo femenino se asocia a la entrega y al sacrificio infinitos, de los hombres se espera dominación, control y fuerza. “Ahí está la explicación o la conexión entre el amor romántico y la violencia de género; en que la base es muy desigual Una investigación realizada por Alejandra Ariza Ruiz, Carmen Viejo Almanzor y Rosario Ortega Ruiz, de la Universidad de Córdoba (España) , sintetiza los estudios empíricos sobre el amor romántico en Colombia. La muestra está compuesta por 26 investigaciones y reúne los artículos de mayor impacto publicados en bases de datos especializadas de ciencias sociales. Se trata de un análisis del estado del arte interdisciplinario, es decir, revisa investigaciones de varios campos de las ciencias sociales y su relación con los mitos del amor y la violencia en pareja. Alejandra Ruiz, investigadora principal, dice que por ejemplo mediante el análisis de la obra literaria de la bogotana Soledad Acosta [que se hizo en 2017] identificó “que, en el siglo XIX, el amor romántico se asoció con el sufrimiento de las mujeres (heroínas de los relatos), de varias maneras –despechos, dolor, enfermedad, muerte–” y que también basada en análisis [que se hizo en 2011] de foros de Internet sobre noticias de violencia conyugal del principal periódico del país, evidenció “una asociación entre el sufrimiento y la feminidad con expresiones del tipo: ‘a las mujeres les gusta sufrir maltrato’.” Un amor hecho de mitos Para la psicóloga Yurani Muñoz, quien acompaña mujeres víctimas de violencias basadas en género en Medellín y hace análisis de cifras de violencia intrafamiliar, los resultados coinciden con algunas de las situaciones que se encuentra en las atenciones. “Mitos fundantes hay un montón en función de las relaciones y eso mantiene las relaciones en violencia de pareja. El mito de la media naranja, que se va a encontrar a la persona perfecta que hacemos match y encajamos perfectamente” explica Muñoz, quien además hace parte del Grupo de Investigación de Género, Subjetividad y Sociedad de la Universidad de Antioquia. Menciona también el mito de la fidelidad absoluta y exclusiva de las mujeres, que crea en ellas mentalidad de que el amor debe durar para el resto de la vida sin importar qué y el mito de los celos que está basado en el control sobre la pareja. “Lo digo como cruzando con la experiencia laboral y es: mujeres muy jóvenes que todavía consideran o que siguen viendo y siguen siendo educadas en que si me cela es porque me quiere, lo hablo en términos de mujeres porque son las mayores afectadas en una situación de violencia.” Más allá del cuento de hadas En 2022, la violencia de género en Colombia causó 614 feminicidios. Y en 2023 disminuyeron a 410, pero continúan ocurriendo. “Yo creo que la investigación es muy relevante, o sea, casi que es la principal razón por la cual las mujeres y las adolescentes son asesinadas en nuestro país. El feminicidio es un asunto real y lo que nos cuentan las cifras es que la mayoría se llaman feminicidios íntimos, o sea, se dan en el contexto de las parejas o las ex parejas. Es un asunto muy vigente e incómodo para nuestro país. Y casi siempre se pone desde la voz de las feministas, es como una se vuelve una cantaleta y se vuelve paisaje,” resalta Diana González. Sin embargo, las tres autoras concluyen en que los resultados de esta investigación son relevantes para el contexto colombiano. Sin embargo “en la comprensión de la problemática son limitados, primordialmente, por la imposibilidad de identificar elementos psicológicos puntuales subyacentes a los mitos románticos y a los estereotipos de género que pueden desencadenar o prevenir violencia.” Para González la investigación realizada reconoce que en Colombia se han realizado varias investigaciones al respecto y esta en particular lo que hace es reconocer esa trayectoria. Pero falta ahondar más en esta y en las próximas en qué sigue, qué queda faltando. Para González y Muñoz es importante que esta investigación y otras similares, salgan del papel y la academia. Para Yurani deberían empezar a reflejarse o derivar en las políticas públicas, en programas de atención e intervención.