De casa familiar a escombros: la lluvia les quitó su hogar a los Cano

​​Así se veía la casa de la familia Cano de Ossa antes de su derrumbe.

Una lluvia constante y fría marcó, gota tras gota, el final de un legado familiar. En el corregimiento de San Antonio de Prado, la casa de la familia Cano de Ossa, que resistió décadas de historia y aguaceros, se vino abajo el lunes 28 de abril tras varios días de intensas lluvias. Así lo narró Yileny Cano, quien con su historia también dejó al descubierto la fragilidad de los que, como ella, siguen esperando que la emergencia climática no los borre del mapa. ​​Así se veía la casa de la familia Cano de Ossa antes de su derrumbe. Fotografía proporcionada por la familia. La mañana del 28 de abril no había luz. Lo único que se percibía era una suave llovizna que golpeaba el techo luego de una noche tormentosa. Cerca del mediodía, fuertes crujidos y una grieta que se expandió rápidamente fueron la sentencia final: ya no había casa, todo se vino abajo.      El 27 de abril de 2025 fue la última noche en la que Yileny Cano, de 33 años, fue a dormir en la casa que le había heredado su padre a la familia. Esa casa, con una puerta verde y un pequeño corredor en la entrada lleno de plantas y macetas llevaba más de 50 años en la vereda Los Naranjitos. Levantada a pulso por el trabajo de un agricultor y reformada en los últimos años por sus hijos, el hogar de los Cano de Ossa en el corregimiento de San Antonio de Prado terminó convertido en unos ladrillos llenos de barro y tierra. Un crujido en el almaLos hermanos Nelson Enrique, Yileny y Jorge Alberto Cano se fueron a trabajar en la mañana del lunes 28 de abril. Todos bastante preocupados porque los aguaceros de los últimos días habían causado inundaciones, deslizamientos y evacuaciones en la zona. Pero la preocupación no era solo esa; ellos tenían un antecedente: en 2009 se vieron obligados a desalojar la casa durante cinco años por circunstancias parecidas. Desde la Alcaldía les explicaron que era un terreno de alto riesgo y que no debían pagar impuestos. Sin embargo, al regresar en el 2014, les llegó un cobro coactivo por el que debían responder. En aquel momento lo único que pensó Yileny fue “yo cómo voy a dejar perder la casita” y adquirió una deuda que terminó de pagar en el 2021, “no era una casa de lujos, pero tenía un valor sentimental muy grande para todos nosotros”, cuenta con nostalgia.   “no era una casa de lujos, pero tenía un valor sentimental muy grande para todos nosotros” Yileni Cano Ese lunes, Nelson y Jorge regresaron a casa más temprano. Allí, su madre, Luz Miriam de Ossa los esperó preocupada por una grieta que vio en el baño y que parecía hacerse más grande conforme avanzaba el día, grieta sobre la que Yileny ya había avisado al DAGRD (Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Desastres) antes de salir para su trabajo; nunca llegaron. Pero una llamada comenzó a cambiar el rumbo de las cosas.   Yileny llamó a su madre a eso de las 10:00 de la mañana a preguntarle cómo iba el día, y ella solo le dijo que la grieta del baño estaba más grande y se escuchaba traquear el techo. Sin pensarlo, le sugirió sacar, con ayuda de sus hermanos, la nevera, la lavadora y algo de ropa para irse en la tarde a la casa de otra de sus hermanas. Muy preocupada, pidió permiso en su trabajo y tomó un taxi mientras llamaba nuevamente a su mamá. La respuesta al otro lado del teléfono la destruyó por completo: “no Yile, es que la casa se cayó”.  Más de 50 años de recuerdos y esfuerzo quedaron reducidos a lodo y escombros. Fotografías proporcionadas por la familia. El techo comenzó a traquear muy fuerte cerca de las 10:40 de la mañana, como si se rompiera a toda prisa. Tanto así que Nelson y Jorge lo único que dijeron fue: “No mamá, salgámonos ya, salgámonos rápido”. Corrieron hacia el patio y vieron el derrumbe que estaba en la parte trasera; siendo casi las 11:00, la casa se vino al suelo. “Todo se nos fue. El suelo, la cocina, una cama destruida y otra atrapada. Lo único que pudimos sacar fue algo de ropa, pero perdimos demasiadas cosas”, cuenta Yileny, quien al ver la escena escribió por un grupo comunitario que la casa se le había caído.    Sus ojos se aguaron mientras contaba la pérdida; era el recuerdo de que hace unos días tenía casa y hoy camina entre escombros. Ese lunes solo pudo llorar en el taxi, pero a la vez se convenció de que debía ser la fortaleza para su familia.    La solidaridad hace de casa Génesis Vélez Muñoz, lideresa comunitaria y quien conoce a la familia desde hace años, acudió al llamado de Yileny. En su voz se percibían las ganas de ayudar, y lo confirmó cuando lo primero que hizo al recibir la llamada fue ir hasta la casa de los Cano. “Fui a decirles que aquí estamos con fuerza. Porque si bien yo no tengo recursos económicos para donar, sí tengo fuerza, eso es lo que yo aporto”. Génesis pasó los últimos días cortando árboles, sacando agua de las casas, recolectando colchonetas, organizando mercados y acudiendo a sectores damnificados en San Antonio de Prado ofreciendo toda su ayuda y bondad.   Además de los esfuerzos de la misma comunidad para ayudar a las familias afectadas, desde la Alcaldía y la Corporación Presente se impulsó una donatón que espera recolectar ropa, alimentos no perecederos, medicamentos y elementos de aseo para atender a los damnificados en este corregimiento y en Altavista.    Hasta el 8 de mayo, la fecha, en San Antonio de Prado hay 317 damnificados que hacen parte de las 409 familias —unas 1.738 personas afectadas— que han tenido que abandonar sus viviendas en la ciudad: 172 de manera temporal y 237 de manera permanente.    Intimidad al descubierto  Ahora, Yileny