Selva en fuga: el tráfico de madera que devora los bosques bolivianos

En la frontera entre Bolivia y Perú, el paso de madera ilegalmente extraída de la Amazonía, incluso de zonas protegidas, es común y se hace en medio de un entramado de corrupción en varios niveles y con la participación de grupos que siguen operando entre las sombras, invisibles pero presentes. Los controles de los dos Estados son pocos, a veces no llegan a tiempo y otras, nunca. Los bosques del departamento de Pando, Bolivia, ocupan una superficie aproximada de 6,4 millones de hectáreas, de las cuales 94 % corresponden a bosques tropicales. Inserto completamente en la Amazonía, este departamento alberga una rica biodiversidad. Los árboles de sus bosques pueden alcanzar más de 40 metros de altura y vivir varios siglos. Foto: Eduardo Franco & Ernest Drawert. Selva adentro, en el norte del departamento de Pando, Bolivia, la vegetación parece tragarse la ruta. El paisaje se vuelve más denso y menos vigilado. En la comunidad Holanda, un estrecho desvío penetra las entrañas de esa espesura. Es el inicio de un camino comunal que serpentea los límites de la Reserva Nacional de Vida Silvestre Amazónica Manuripi, que comparte 67 kilómetros de frontera difusa con Perú. Por este camino, los vehículos escasean. Solo las motocicletas cruzan el monte con frecuencia, muchas cargadas hasta con cuatro miembros de una familia, incluidos niños. Por el mismo camino, cruzando desde Perú, llegan también otros visitantes. No vienen por turismo ni por parentesco. Son traficantes de madera. https://delaurbe.udea.edu.co/wp-content/uploads/2025/07/Drone-bosques-Pando-Bolivia.mp4 “Sí, hemos vendido madera a peruanos”, admite un miembro de la comunidad rural campesina, usualmente llamados comunarios, que prefiere no revelar su nombre. Lo hace sin orgullo ni temor, como quien comenta algo cotidiano. “En triple”, explica. Cuando le preguntamos si entra hasta la comunidad, la respuesta llega sin vacilación: “Entra hasta donde sea. Rompe el monte”. Los triples son grandes camiones con tres pares de ruedas parecidas a las de un tractor. Su carrocería adaptada es solo una plataforma de madera cruda sin contención en los bordes. Son vehículos militares antiguos de procedencia rusa, adquiridos en Ecuador, e ingresados a Perú desarmados como chatarras. No cuentan con placas de rodaje ni con autorización para transitar y son usados para mover la madera desde los puntos de extracción hasta zonas intermedias donde es acopiada. Una vez hecho el trato con el comunario, los triples ingresan atropellando la selva con su doble tracción, resistiendo el barro y trepando pendientes. En ellos van los responsables de cortar y cargar la madera: taladores y estibadores. Llevan motosierras, combustible, y los llamados “castillos”: una herramienta de metal que une a dos motosierras para que puedan cortar al mismo tiempo, aserraderos móviles que pueden transformar un tronco de 40 metros en tablones en cuestión de horas. Operan de noche, en grupos pequeños, eficaces. Entran, cortan, acumulan la madera en lugares conocidos como “rodeos” y finalmente, los estibadores la cargan a los triples para regresar a Perú. «Las especies codiciadas son: mara, cumarú, cedro, roble, y almendrillo. Paradójicamente, las últimas tres tienen prohibición de extracción y se encuentran bajo la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres». (CITES). Algunos cruzan incluso los límites de la Reserva Manuripi, donde la extracción maderera comercial está completamente prohibida. Aun así, los campamentos se montan. Los motores rugen. Los árboles caen. La ley es apenas un murmullo. Desde 2005, los guardaparques han realizado operativos para desalojar campamentos y quemar triples incautados. El último se registró en 2023, según un exfuncionario del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (SERNAP). Nos pide reservar su nombre. Los traficantes han puesto un precio sobre su cabeza. Lo que se arriesgan a hacer no es menor. Transportar madera ilegal por rutas bolivianas debería implicar el cruce de al menos algún punto de control. Pero en toda la carretera recorrida por nuestro equipo periodístico, solo se encontraron dos controles policiales. El más cercano a las comunidades, en Empresiña, es apenas una cabaña de madera con una cuerda colgante que se alza para dar paso. «No hay puntos de control forestal. No existen oficinas de aduana. Y cuando no hay papeles que acrediten el origen de la madera, los billetes hacen el trabajo. Con sobornos, los oficiales miran a otro lado. Todo tiene lugar en un paisaje que parece diseñado para el contrabando, donde los árboles valen más muertos que vivos». Los papeles que blanquean la madera ilegal Después de viajar en triple, la madera es cargada a un camión semitrailer y se moviliza con la obtención de una Guía de Transporte Forestal (GTF) falsificada. Cuando es legal, esta guía se trata de un documento oficial emitido por el Estado peruano, que “ampara la movilización de productos y subproductos forestales maderables”. El camión “triple” peruano decomisado en febrero de 2025 por la ABT Pando en un operativo en la comunidad Alta Gracia, municipio de Filadelfia, está estacionado afuera de sus oficinas en Cobija. Foto: Eduardo Franco. Pero nada en este negocio ilícito es gratuito. Obtener una de estas guías, esa hoja que abre las barreras al contrabando, no es un trabajo sencillo ni barato. Hasta ahora, dos grandes entramados han sido develados por la Fiscalía Provincial Corporativa Especializada en Delitos de Corrupción de Funcionarios en Madre de Dios, departamento peruano que comparte una línea fronteriza de aproximadamente 120 kilómetros con Bolivia. El primero, en 2020, se denominó “Los Hostiles de la Amazonía”. Una red de extracción, acopio y transporte de madera con ayuda interna, cuya organización se divide en tres grupos: los comercializadores, que se encargan de corromper a los funcionarios del gobierno regional, la policía, la Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria de Perú (SUNAT) y otros; los tramitadores o blanqueadores, quienes consiguen los documentos fraudulentos para que la madera ilegal pueda salir de Madre de Dios; y los funcionarios, que a cambio de dinero no registran la documentación ni verifican el volumen o especie de la madera transportada, favoreciendo el tráfico ilegal de recursos naturales. La investigación de este caso se abrió en distintas fases y en
Deforestación en Antioquia: conversaciones entre humanos y árboles

…hemos creado la palabra “árbol” para nombrar a un ser vivo bellísimo que tiene una capacidad enorme de relacionarse y hacerse posible a sí mismo, ¿Cuál es la diferencia entre todos los otros seres que hacemos lo mismo? Me gustaría que las palabras realmente expresaran la belleza, pero estas tienen todavía muchas formas limitadas. Aún así, han llegado a agradarme algunas que nos hemos inventado para darle, al menos, existencia comprensible y compartida entre nuestra propia especie. Por ejemplo, hemos creado la palabra «árbol» para nombrar a un ser vivo bellísimo que tiene una capacidad enorme de relacionarse y hacerse posible a sí mismo, ¿Cuál es la diferencia entre todos los otros seres que hacemos lo mismo? Hemos establecido también, que existe algo intangible, propio de cada ser humano, que se llama «imaginación». Ahí las pálidas imágenes de un mapa y un rostro se mezclan con la voz de Gustavo y le crean una «casa» – otra palabra con la capacidad enorme de hacerse posible a sí misma – a la historia que voy a escribir. Ostentosamente anarquista Al sur del Valle de Aburrá, concretamente en Itagüí, vivió la infancia Gustavo Adolfo Palacio, cuando el valle todavía parecía un valle, y se ordeñaba y se tenían marranos y perros, y los bellísimos árbol-es eran difíciles de contar. Para ese entonces el deseo instintivo de cuidar, que había heredado naturalmente por ser un hombre humano, se combinaba con el de su padre, otro hombre humano cuidador, para repetirle en su cabeza: los animales no se maltratan. Esa relación básica en tiempo pasado no le advertiría que, años después, haría parte del Ejército de Liberación Nacional (ELN), de la Juventud Communista de Colombia (JUCO), de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), de un proceso de paz y de un Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) en la vereda Carrizal, al nordeste del municipio de Remedios, Antioquia. «La primera vez que me metí así, como a mover armas y a conspirar y a tirarle a la policía o al ejército, fue cuando era un niño. A los doce años me metí con el ELN, hasta los catorce y medio que mataron al comandante que nos dirigía. Ahí como conocía la JUCO comencé a acercarme y me fui metiendo; por esas mismas circunstancias empezó a sonar un proceso de paz con las FARC y me empezó a tramar más el tema de la paz y el tema político con la JUCO. Terminé en la Unión Patriótica y los diálogos que habían con las FARC, pero cuando la masacre de la JUCO, la masacre de Segovia, cuando se dió toda esa oleada de violencia, esa matazón de líderes sociales, sindicalistas, se me cerraron las puertas y decidí ingresar al cuarto frente…para quedarme en la montaña» – me cuenta. ¿Qué puedo decir yo? Es así, nadie sabe lo que esconde el futuro, ni la tierra negra, amarilla, metálica, más adentro de ella misma, más adentro de nosotros. Cuando apenas estaba en las filas pensó en su nombre. Se quería llamar Camilo Ernesto, por Camilo Torres y por Ernesto el Che Guevara. Esas palabras también me gustan, esas en las que nos autoreferenciamos. De cualquier modo no se llamaría así. El «encargado de las hojas de vida», Aldruar José Octavio, le dijo que no se podía, que ya existían en el registro un Danilo, un Camilo, que mejor se llamara Teófilo. Gustavo le dijo «¿¡Cómo!?» y él le respondió «Sí, Teófilo». Luego Gustavo le dijo «Ay no, ese nombre tan feo», pero «el encargado de las hojas de vida» le empezó a hablar de Teófilo Forero, un líder comunista, y le insistió tanto que él aceptó. Más adelante leyó la historia de un personaje de Santander que le gustó mucho, era Vicente Rojas Lizcano, más conocido por su seudónimo Biófilo Panclasta. Ese hombre tan «anarquista, particular y loco que estuvo en la insurrección soviética, que intentó matar al rey de España y la reina de Inglaterra», en el que encontró inspiración, no sólo compartía con su nuevo alias un parecido fonético, sino que también le regalaría su apellido. No sé si Gustavo dejó de ser Gustavo cuando se nombró Teófilo Panclasta, no sé si dejó de ser Teófilo Panclasta cuando se volvió un firmante y todos de nuevo lo llamaron Gustavo; sólo sé que ese espacio de diferencia importa si veo en perspectiva la historia de su vida. El hogar Al principio, cuando dije que esta historia tenía casa en mi imaginación no quise decir también que fuera mentira; sino que a Teófilo Panclasta-Gustavo Palacio, solo le he visto una vez, y todo lo que me cuenta lo escucho una o dos mientras cierro los ojos y creo imágenes verdosas de bosques antioqueños, y guardo la firmeza con la que se camina en la oscuridad, aquí en mi mente y en mi corazón. En sus treinta y dos años como miembro de la guerrilla, de 1985 a 2017, recorrió muchos lugares, pero sobre todo estuvo en la Serranía de San Lucas. Esos muchos lugares fueron, por ejemplo, el occidente de Boyacá, el Norte de Santander, Ocaña, Arauca y Catatumbo. Pero la serranía, que está entre Antioquia y Bolívar, que es una forma específica de expresión geográfica en nuestro planeta: un conjunto de montañas, dentro de otro conjunto más grande de montañas; se convirtió en su hogar más permanente e hizo que su relación con la ruralidad y con la naturaleza fuera otra. «Una de las cosas que me producen nostalgia y me parecen bonitas, es saber que yo me levantaba por la mañana, me cepillaba los dientes, y al lado estaba el otro compañero: «Quiubo parcero, cómo amaneció» y nos cepillamos juntos. O sea, el no tener intimidad en cierta medida me parecía muy hermoso. Esa relación entre nosotros y el agua, el baño, hombres y mujeres. Esas relaciones así, tan naturales, tan silvestres, ese rollo de hacer la camita juntos, de que una hoja de plátano nos servía como colchón, de aprender cómo
Si los bosques pudieran hablar, ¿qué historias nos contarían?

En Colombia no solo se acaba la Amazonía. En lo que va del siglo XXI, Antioquia ha perdido más del 12% de su cobertura arbórea; esto amenaza la biodiversidad del departamento, la sostenibilidad del territorio y, en algunos casos, la seguridad de los habitantes. ¿Qué se puede conocer del fenómeno de la deforestación a través del periodismo de datos? Antioquia menos verde En Antioquia hay 7 municipios que han perdido al menos una cuarta parte de su bosque entre 2002 y 2022. Las regiones del Nordeste y Magdalena medio son las zonas con cifras más críticas de deforestación en este periodo de tiempo. ¿Nuestra casa sigue siendo verde? La problemática de la deforestación en el departamento se ha incrementado en los últimos 20 años. Solo en Remedios hay un descenso del 34% en la cobertura de bosque visible, mientras en Segovia es del 30%, en Yondó del 26%, en Puerto Berrío del 25% y en Vegachí del 24%. Estos municipios de las regiones Nordeste y Magdalena Medio encabezan la lista de pérdida de bosque en Antioquia y hacen parte de los 28 identificados en los Núcleos de Alta Deforestación (NAD) del país según el Plan Estratégico del Programa para el Control de la Deforestación y Gestión Sostenible de los Bosques en Antioquia. Uno de los núcleos es la Serranía de San Lucas que se extiende por los tres municipios más deforestados. ¿Qué nos muestran las tendencias? En esta investigación se pudo establecer que luego de un alto pico de pérdida de hectáreas en un municipio, emergen auges económicos en tres factores asociados a la deforestación: minería, ganadería y siembra de cultivos ilícitos (coca). Vegachí, por ejemplo, pasó de 0 hectáreas observables de coca en 2016 a 7.890 hectáreas en 2022. En el mismo periódo, Segovia duplicó sus hectáreas de coca, Remedios las multiplicó por diez y Yondó superó por primera vez, desde 2001, las 1.000 hectáreas. Puerto Berrío, Remedios, Segovia y Vegachí, duplicaron su producción de oro entre 2016 y 2022. También, la población bovina creció en Segovia (156%), Remedios (97%) y Vegachí (87%), durante este periodo de tiempo. En el gráfico se puede observar el comportamiento de estos factores luego de un pico de deforestación. Interactúe con el gráfico, eligiendo factores para compararlos. Anotaciones selváticas Gustavo Adolfo Palacio o Teófilo, como le gusta que le digan, es habitante del AETCR Carrizal entre Remedios y Segovia, y firmante del acuerdo de paz con las FARC. Su relación con el bosque viene desde sus días de combatiente y, ahora, promueve la reforestación y cuidado de los bosques en su comunidad. Puedes conocer su historia aquí: Deforestación en Antioquia: conversaciones entre humanos y árboles. Sobre delitos ambientales El manejo judicial en Colombia de los delitos ambientales todavía deja muchos vacíos y demuestra una alta incapacidad del sistema para avanzar en los procesos. En Colombia el número de casos reportados por la Fiscalía General de la Nación ha aumentado en un 88% en los últimos 13 años. Han entrado a indagación 3.528 casos y sólo 13 de ellos han llegado a la etapa de ejecución de penas. En el siguiente gráfico se muestran los casos por año en cada una de las etapas del proceso. Antioquia es el departamento del país con mayor número de registros activos de delitos ambientales entre 2010 y 2023, han entrado a indagación en la Fiscalía 262 casos. En el siguiente gráfico se puede evidenciar que 9 de cada 10 delitos permanece en etapa de indagación por más de 5 años, la mayoría no pasa la etapa de indagación. Los delitos más comunes en el departamento son aprovechamiento ilícito de recursos naturales renovables, contaminación ambiental, daño en recursos naturales y explotación ilícita de yacimientos de minerales (como el oro). En términos generales, la deforestación parece estar bajando. Aunque la imposibilidad de controlar los factores clave de la tala de árboles sigue haciendo de este departamento menos verde, disminuye los hábitats naturales para sus especies endémicas y, eventualmente, desplazará poblaciones humanas por los cambios en el ecosistema.