La noche en que la quebrada reclamó su cauce en Altavista

En Altavista, uno de los corregimientos de Medellín más afectados por las lluvias, la quebrada La Guayabala rompió su habitual silencio y en el proceso se llevó decenas de casas. Esta es la historia de Alexa y de su familia que, como muchas, siguen de pie ante la incertidumbre del desastre. Vereda Buga del corregimiento Altavista, 29 de abril. Foto: Alexa Vivas La madrugada del martes 29 de abril no fue como cualquier otra para Alexa Vivas, una joven estudiante que vive en la vereda Buga del corregimiento Altavista. Ese día, en Medellín, las intensas lluvias provocaron el desbordamiento de la quebrada La Guayabala, en Altavista, desencadenando deslizamientos de tierra que arrasaron con viviendas y dejaron a cientos de personas sin hogar. Poco antes de las tres de la mañana, un ruido ensordecedor rompió la quietud. Al asomarse por la ventana, Alexa alcanzó a ver varias masas oscuras moviéndose rápidamente; era la quebrada La Guayabala desbordada por las intensas lluvias, arrastrando piedras, casas, cosas y escombros. Comenzaron a escucharse gritos de auxilio desde las casas vecinas. En cuestión de segundos, el agua ingresó con fuerza por la puerta trasera del hogar de Alexa. “A altas horas tuvimos que evacuar cuatro casas porque el agua y el barro invadieron nuestras viviendas. Entre tanto barro, las salidas se taparon, y entre varios vecinos nos ayudamos a salir”, recuerda Alexa. Aunque los daños en su hogar no fueron graves, el miedo y la desesperación le impidieron tomar alguna de sus pertenencias. A pesar de todo, lo que más le preocupaba a ella y a su familia era la incertidumbre de lo que podría suceder a continuación. La quebrada que rompió el silencio La quebrada La Guayabala, que cruza gran parte del corregimiento, fue monitoreada durante algunos días por los habitantes de la vereda debido a las fuertes lluvias de abril que ya habían provocado inundaciones menores, pero nunca algo de esta magnitud. Según los vecinos, el agua comenzó a subir alrededor de la 1:30 a.m., y para las 3:00 había inundado varias viviendas. El barrio colapsó, las vías principales quedaron bloqueadas por deslizamientos, el acceso al transporte público, la electricidad y el internet se cortaron y muchas cuadras quedaron incomunicadas. La falta de energía eléctrica y agua potable agravó aún más la situación, algunas familias, como la de Alexa, quedaron desconcertadas ante la idea de qué más podría pasar. La tragedia alcanzó su punto más doloroso con la muerte de Yulieth Arboleda, de 37 años, y la desaparición de su hijo José Miguel, quien tenía 13 años. Ambos fueron arrastrados por la corriente mientras intentaban escapar de su casa. El cuerpo de Yulieth fue hallado horas después, mientras que el de José Miguel fue encontrado al día siguiente en la Hidroeléctrica Carlos Lleras Restrepo, en Barbosa. La Alcaldía de Medellín acompaña al corregimiento de Altavista. Foto: Alcaldía de Medellín. La espera bajo techo ajeno Con el pasar de las horas, la magnitud del desastre se hizo evidente, muchas familias quedaron afectadas, las autoridades habilitaron albergues temporales en el Colegio Altavista, en la iglesia San Juan Evangelista, en la casa cultural de la vereda de Buga y en el centro comunal del sector El Limonar. Allí había cientos de personas mojadas, sin documentos y con los zapatos llenos de barro. Ante la magnitud de la tragedia, las autoridades locales declararon la calamidad pública en Medellín, lo que permite movilizar recursos y brindar atención a los damnificados. El alcalde Federico Gutiérrez hizo un llamado a la ciudadanía para evitar arrojar basura en las quebradas, ya que esto contribuye al colapso de los afluentes durante las lluvias. Los damnificados fueron alojados temporalmente en albergues comunitarios dispuestos por la Alcaldía de Medellín. Entre los puntos habilitados estaban el centro de integración comunitaria del sector El Socorro y la sede comunal de El Corazón. Allí, se les proporcionó alimentación, atención médica básica y acompañamiento psicológico. Las condiciones han sido difíciles para la comunidad: baños compartidos, niños enfermos, y mucha incertidumbre. La situación en el sector era tan abrumadora que resultaba difícil pensar en todo lo que está ocurriendo, lo que se perdió y lo que depara el futuro. La falta de agua potable obligó a muchas personas a utilizar agua de lluvia almacenada en baldes, los alimentos comenzaron a escasear en varias familias, y la presencia de las instituciones se volvió indispensable: “Aunque en la vereda contamos con acueducto veredal, el agua llega con barro, lo que impide su consumo. Para acceder a agua potable dependemos de que alguien se atreva a transitar por las vías, que hoy están prácticamente intransitables”, cuenta Alexa. Las zonas comunes de la vereda Buga que hoy reflejan la tragedia. Foto: Alexa Vivas. El peso de la pérdida Por encima de los daños materiales, la tragedia dejó heridas profundas. Alexa manifiesta que más allá de las situaciones difíciles que vive la comunidad, las marcas que quedan, también son psicológicas, cicatrices que quedan en la mente y el corazón. Las familias no solo han perdido sus pertenencias, también han visto desaparecer su tranquilidad, muchas sienten que se le arrebata el derecho a una vida digna, algunas deberán empezar de cero, y la incertidumbre diaria se vuele una carga insoportable. Los testimonios se repiten. Carlos Andrés Vergara, quien representa a las personas con discapacidad en la zona, vive detrás de la quebrada y fue testigo directo de lo ocurrido. Recuerda con angustia cómo la avalancha arrasó con todo a su paso, escuchaba el estruendo de las piedras y los escombros mientras la corriente destruía todo. Su mayor dolor son las familias del sector, quienes perdieron a sus mascotas, quienes buscaban entre el barro a vecinos desaparecidos, y quienes ahora viven con el miedo constante de no saber qué pasará después. Las lluvias continúan, y con ellas, la amenaza de más destrucción. La esperanza entre escombros A pesar del dolor, en Altavista también se respira solidaridad. Voluntarios, fundaciones y vecinos se han unido para repartir alimentos, ropa y medicamentos. Desde que ocurrió la
Altavista bajo el agua: entre el lodo y la esperanza

La noche cayó como un manto oscuro sobre el corregimiento Altavista. A las 9:00 de la noche, la tormenta se desató con furia. La lluvia no paraba de caer y el ruido de las quebradas desbordadas retumbaba como un eco. Para Deyanira Murillo, líder comunitaria de la zona, no era la primera vez que enfrentaba la fuerza incontrolable de la naturaleza. Destrucción causada por la creciente en Altavista. Foto: Mario Yesid Banguera Hurtado. “¡Corran! ¡El agua se viene!”, gritó Deyanira mientras observaba el panorama de horror desde su ventana. En el mismo instante, el lodo comenzó a caer por las laderas de la montaña. Cubrió las casas, las calles, todo. Las familias corrían, no sabían a dónde, pero sabían que quedarse era una sentencia de muerte. A esa hora no quedaba tiempo para salvar nada más que a los suyos. El reloj marcaba las nueve de la noche cuando la quebrada Altavista, junto con otras cercanas como Potrerito y La Guayabala, rompieron su cauce y se tragaron todo a su paso. Casas, árboles y vehículos quedaron atrapados bajo el agua y el barro. El ruido de las aguas arrastrando todo era tan fuerte que parecía que el mismo suelo se desmoronaba bajo sus pies. En los primeros minutos de pánico, Deyanira intentó socorrer a los vecinos que aún no lograban escapar. El camino hacia su propia casa quedó completamente bloqueado. El barro ya cubría las vías de acceso y la oscuridad hizo el trabajo aún más difícil. “Recuerdo que cuando miré afuera, la quebrada ya estaba arriba de las casas. La gente gritaba y corría, algunos lograron llegar a las zonas altas, pero otros quedaron atrapados”, relató Deyanira. La tragedia cobró dos víctimas fatales esa noche: Yuliet (37 años) y José (13), madre e hijo. Otros miembros de la familia fueron evacuados de urgencia, pero las pérdidas materiales fueron devastadoras. La Alcaldía respondió rápidamente a la emergencia. “Esta es una de las tragedias más graves que hemos enfrentado. Sin embargo, tenemos que hacer todo lo posible por ayudar a quienes han perdido todo. El apoyo de la comunidad y las autoridades debe ser inmediato”, dijo el alcalde Federico Gutiérrez durante una rueda de prensa posterior a los hechos. Deyanira, a pesar del caos, no dejó de pensar en su comunidad. Después de asegurarse de que su familia estuviera a salvo, se unió a un grupo de voluntarios que comenzaron a recorrer las zonas más afectadas. “Había personas con heridas, otras no sabían qué hacer, sus casas estaban completamente destruidas. No había tiempo para pensar en nada más que en ayudar. En ese momento, solo éramos la comunidad”, afirmó con la voz entrecortada. “Recuerdo que cuando miré afuera, la quebrada ya estaba arriba de las casas. La gente gritaba y corría, algunos lograron llegar a las zonas altas, pero otros quedaron atrapados”, Deyanira, afectada por las inundaciones en Altavista Durante los días siguientes el municipio entregó kits de aseo, cobijas, mercados y colchones a las familias damnificadas; habilitó albergues temporales y prestó atención médica básica y psicológica. Además, el gobierno municipal destinó 32.000 millones de pesos para la limpieza de los cauces de las quebradas y la construcción de estructuras de contención y anunció planes de reubicación para las familias que lo perdieron todo. “Vinieron con kits de aseo, con ropa, con mercados. Nos ofrecieron albergues. Pero lo que necesitamos no son solo ayudas temporales. Necesitamos que nos escuchen, que trabajen en la prevención de estos desastres. El alcalde nos prometió más ayuda, pero necesitamos saber que vamos a tener un lugar seguro para vivir, y no solo por unos días”, explicó Deyanira. La solidaridad también llegó desde la ciudadanía. Voluntarios de distintas fundaciones y organizaciones sociales se hicieron presentes en Altavista para apoyar en la limpieza y distribución de las ayudas. Sin embargo, Deyanira no pudo evitar sentir que, como en otras ocasiones, todo quedaría en el olvido una vez pasara la emergencia. “Cada vez que pasa algo así, vienen a ayudarnos unos días, pero luego todo vuelve a ser igual. Nos prometen obras, nos prometen seguridad, pero seguimos en el mismo riesgo. La ayuda solo llega cuando todo se ha destruido, y después, el abandono”, comentó con pesar. Aunque el municipio de Medellín ha implementado algunas acciones para mitigar los riesgos en zonas vulnerables como Altavista, los habitantes insisten en que falta una verdadera planificación urbana que prevenga estas tragedias de raíz y que la gestión del riesgo no puede depender únicamente de la reacción ante la emergencia. A medida que los días pasaban, las aguas comenzaron a bajar, pero el lodo y los escombros dejaron una huella difícil de borrar. “Hoy, aún veo las casas destruidas y siento el miedo de que mañana vuelva a pasar lo mismo. Queremos estar tranquilos, queremos que nuestras familias estén seguras”, dijo Deyanira mientras caminaba por el barrio. En sus ojos brillaba la esperanza de que la ayuda no sea solo momentánea, sino que marque el inicio de un cambio real. Hoy, Altavista sigue luchando por levantarse. Las ayudas del municipio continúan y las promesas de nuevas obras de mitigación suenan en el aire. Sin embargo, habitantes como Deyanira saben que la reconstrucción de sus hogares es solo el primer paso. La verdadera recuperación pasará por una planificación integral y sostenible que proteja a las comunidades más vulnerables.
Medellín enfrenta las consecuencias de una temporada de lluvias que no termina

Hasta el momento, la temporada de lluvias en el Valle de Aburrá ha dejado diez personas fallecidas y miles de familias afectadas. En tres municipios se declaró calamidad pública buscando mitigar los efectos de la ola invernal. Acompañamiento de la Alcaldía de Medellín y el DAGRD en Altavista. Foto: Alcaldía de Medellín. En el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, las crisis por las fuertes lluvias llevaron a que en los municipios más afectados, Sabaneta, Itagüí y Medellín, declararan calamidad pública para la atención de las emergencias causadas por el mes más lluvioso registrado en los últimos 14 años. De momento, los efectos de esta ola invernal incluyen inundaciones, colapso del sistema de transporte público, deslizamientos, desbordamientos de quebradas y el fallecimiento de diez personas. El último informe de la Alcaldía de Medellín confirmó que el registro parcial de personas afectadas es de 1.886, integrantes de 592 familias. Además, el Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Desastres (DAGRD) ordenó la evacuación definitiva de 237 viviendas y otras 172 de manera temporal, principalmente en los corregimientos más afectados: San Antonio de Prado y Altavista. Según el alcalde Federico Gutiérrez, la declaración de calamidad pública permite tener más capacidad logística y presupuestal para la atención de la emergencia, que hasta el momento deja cuatro fallecidos en Medellín, dos de ellos en Altavista: Yulieth Arboleda López, de 37 años, y su hijo José Miguel Muñoz Arboleda, de 13 años, quienes fueron arrastrados por la corriente de la quebrada La Guayabala el martes 29 de abril. Además, el alcalde informó que entre el 4 y 5 de mayo fueron recuperados los cuerpos sin vida de dos personas habitantes de calle que estaban desaparecidos luego de las inundaciones del miércoles 30 de abril: Jhon Jairo Tamayo y Carlos Enrique Sánchez. Otras comunas se vieron afectadas por las lluvias el martes 6 de mayo: Popular, Manrique, Villa Hermosa, San Javier, El Poblado y San Cristóbal; todas con reportes de movimientos en masa y deslizamientos. En el barrio El Pesebre, en San Javier, dos personas resultaron con lesiones leves tras la caída de una roca sobre su casa, y en la Loma de los Balsos, en El Poblado, un derrumbe bloqueó la vía desde el restaurante Marmoleo hasta la avenida Las Palmas. Según José Luis Patiño, ingeniero hidráulico con énfasis en recursos hídricos, la crisis que atraviesa el Área Metropolitana es causada por varios factores: “primero, porque los sistemas de alcantarillado y canales de desagüe fueron diseñados para lluvias con ciertos periodos de retorno que son superados por las ocurrencias de eventos de lluvia extremos. El segundo es la urbanización: el crecimiento urbano ha impermeabilizado los suelos, lo cual intensifica la escorrentía superficial provocando inundaciones”. Además, para Patiño, la acumulación de basuras en las quebradas y desagües impide el flujo libre de las aguas y provoca su represamiento y desbordamiento. Por último, los picos de lluvia aumentan la presión en los suelos y provocan deslizamientos en los asentamientos en laderas inestables y zonas de alto riesgo. Acompañamiento de la Alcaldía de Medellín y el DAGRD en Altavista. Foto: Alcaldía de Medellín. La gestión del riesgo y el desastre Desde el miércoles 29 de abril, la Alcaldía, a través del DAGRD, está en el sector La mano de Dios, en Altavista, extrayendo desechos de las quebradas. El alcalde Gutiérrez declaró que “las quebradas no son botaderos de basura, no puede ser que sigamos encontrando colchones, bicicletas y electrodomésticos. Eso hace que la situación se agrave”. En marzo de este año, el Ideam presentó un modelo probabilístico en el que ya se había estimado que las precipitaciones estarían por encima de lo normal entre abril y mayo en gran parte de las regiones Andina, Caribe y Orinoquía, y de acuerdo con las predicciones, el incremento en los niveles de lluvia en mayo podría estar un 20% por encima del promedio. Por su parte, el Siata informó que abril de 2025 fue el mes más lluvioso en 14 años: llovió 28 de 30 días y en una sola jornada, el 28 de abril, llovió más que en todo febrero. Estos informes activan las alertas porque, según el ingeniero Patiño, “Medellín no está preparada para eventos de precipitación extrema. Se debe hacer un manejo integral de todo el territorio y preparar a la ciudad ante estos eventos de lluvia, ya que con los efectos del cambio climático cada vez se intensifican más”. En abril también se activaron 61 veces las alarmas en los Sistemas de Alerta Temprana Comunitarios SATC, que es la misma cantidad de activaciones realizadas durante todo el 2024. Además, el Siata señala que de las 47 quebradas del Valle de Aburrá que se encuentran monitoreadas, 36 alcanzaron el nivel rojo de riesgo, es decir, la mayor inundación. “Medellín no está preparada para eventos de precipitación extrema. Se debe hacer un manejo integral de todo el territorio y preparar a la ciudad ante estos eventos de lluvia, ya que con los efectos del cambio climático cada vez se intensifican más”. José Luis Patiño, ingeniero hidráulico con énfasis en recursos hídricos Según Esteban Jaramillo, subsecretario de recursos naturales de la Secretaría de Medio Ambiente de Medellín, la entidad se apoya en la declaratoria de calamidad pública y el plan de acción que la ley exige una vez se toma esta medida. Para esto, la Secretaría cuenta con dos ejes de trabajo: el primero, busca reducir los riesgos asociados a quebradas, avenidas torrenciales y desbordamientos, además dispone de un grupo de obreros que atienden las emergencias en los cuerpos hídricos de la ciudad; el segundo, es respecto al componente forestal, es decir, desplome de árboles, taponamiento de quebradas por material vegetal, cuadrillas de tala, poda y reforestación con miras a brindar solución a las problemáticas. La crisis por las lluvias también dejó efectos en Itagüí en la madrugada del lunes 5 de mayo. La Alcaldía confirmó en redes sociales el fallecimiento de una persona y el traslado de un herido a un centro asistencial. A esto se suman los