En los últimos tres años, Necoclí ha sido punto de convergencia para cientos, y a menudo miles, de personas que se encuentran en proceso de migración por la selva del Darién. La mayoría se amontonan en las playas, lo que genera problemas de salubridad que están siendo abordados por diversos organismos.
Necoclí solía ser, sobre todo, un destino turístico frecuentado por personas que buscaban vacacionar. Ahora es una parada en la odisea de miles de migrantes que día tras día salen de allí con la esperanza de llegar a Estados Unidos o alguno de los países en la ruta. Dos profesores y 23 estudiantes de Periodismo de la UdeA estuvieron allí a finales de enero de 2024 para investigar sobre la crisis migratoria. Este es el resultado de ese trabajo colectivo.
María José se vino caminando desde Venezuela cuando apenas el confinamiento obligatorio había cumplido dos meses en mayo de 2020. En ese momento, tenía un hijo de un año con el que dormía en un asentamiento informal de venezolanos en el barrio La Sierra, mientras de día, salía con él en brazos a caminar las calles del barrio El Poblado con una bolsa de confites pidiendo “una colaboración”.
En medio de las grises playas de Necoclí, existe un hilo que conecta corazones separados por fronteras, un hilo que mantiene la comunicación entre quienes migran y sus seres queridos. En llamadas telefónicas, videollamadas y mensajes de texto a cualquier hora del día, tejen redes de conexión que trascienden las distancias geográficas.
Cuando las palabra no son suficientes, la danza y la música son la mejor herramienta para denunciar, para resistir y para no olvidar. En eso consiste a lucha de la Fundación Casa Tumac, la cual se enfrenta al desarraigo y a la dismcriminación por medio del arte, y su obra "Atarugao" no es la excepción a su causa.