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event 13 Mayo 2021
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Luisa Fernanda Moscoso Ángela Páez Rodríguez
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Lo que la prensa borra en palabras

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Este análisis sobre la representación y los discursos de la prensa sobre la población trans se realizó a partir de la revisión de 50 notas publicadas a lo largo de 2020 en El Espectador, Q’Hubo, El Tiempo, El Colombiano y Minuto 30.

 

Collage Trans medios min

Ilustración: Melissa Salazar y Melissa García

 

Medellín es peligrosa para las personas trans. En 2020 ocurrieron cuatro transfeminicidios en la ciudad, un aumento considerable en comparación con 2019, cuando según el Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia (SISC) se registró solo un caso. La prensa reportó tres de los asesinatos cometidos el año anterior y, a pesar de que para el 7 de julio representaban la mitad de los tranfeminicidios cometidos en Colombia, no parece haber existido en los medios un tratamiento en profundidad.

Como lo expone Silvia Gutierrez en su trabajo Discurso Periodístico una Propuesta Analítica, la prensa desempeña un papel central en la configuración de la sociedad actual. Representa una forma de mediación entre el mundo y los individuos, donde se crea un discurso alrededor de la información entregada, lo que implica una gran responsabilidad sobre lo que se muestra y lo que no.

Así, es posible afirmar que existe una falta de representación de las personas trans en los medios analizados: es contada la información que se puede encontrar en torno a temáticas diferentes a violencias, asesinatos o acontecimientos de la farándula, como si su vida se encontrará enmarcada ahí.

En las notas analizadas se encontraron títulos sensacionalistas donde se busca resaltar el sexo biológico de las personas, ignorando la identidad de género con la que se sienten representadas. En varios casos se confunden los términos transgénero y transexual. En el caso de Minuto 30, llama la atención que, en varias ocasiones, se violenta la integridad de las víctimas de transfeminicidio por medio del uso de imágenes denigrantes de sus cuerpos en la escena del crimen, donde se alcanza a notar la violencia que fue infligida sobre la víctima.

También es frecuente que se hable de manera general de población LGBTIQ, más no de las personas trans, lo que no permite que se haga una particularización entre las violencias que cada una de las poblaciones puede sufrir. Igualmente son frecuentes las declaraciones de voceros de la institucionalidad, pero no suele haber voces de personas trans o del entorno de las víctimas. Y es que en las notas consultadas se identifican falencias en la humanización de los relatos, lo que podría subsanarse consultando fuentes cercanas como familiares o amigos, alcanzando así una lectura más completa del contexto y la vida de la víctima.

Para Lina Quevedo, integrante de la Red Popular Trans, es la estigmatización la que facilita la deshumanización y las violencias contra la población trans, sumado a la falta de capacitación en asuntos de género que parece usual en las redacciones de los medios de comunicación. Esto, pese a que, por ejemplo, desde el 2015 el Estado reconoce el derecho de decidir el género con el que una persona se identifica y a que ello se hace explícito en la cédula de ciudadanía. Entre tanto, en Medellín, la Secretaría de las Mujeres impulsó la inclusión en las estadísticas del SISC de los asesinatos de hombres y mujeres trans dentro de la categoría de género con la que se identificaban.

La totalidad de fuentes consultadas para este análisis, periodistas de los medios El Espectador, Minuto 30, Q’hubo y Vice coincidieron en que en las salas de redacción existe falta de formación para tratar estos temas. Lo que se ve reflejado en el uso del lenguaje y la reproducción de estereotipos que encasillan a la población en ciertos roles. Julio Londoño, periodista de Vice dedicado a los temas LGBTIQ, afirma que “este tratamiento revela editoriales machistas, incapaces de reconocer la otredad de los sujetos”.

Para Beatriz Valdés, periodista de El Espectador, es importante respetar la identidad de las personas, teniendo cuidado de no caer en el lenguaje revictimizante y justificatorio, ya que puede reproducir imaginarios sobre la población trans. Y esto último cobra importancia porque los mitos alrededor de la población trans también son consecuencia de la falta de representación en la prensa: es tan poca y se limita a temáticas tan particulares que termina generando desconocimiento. Se les muestra como prostitutas, ruidosas y peligrosas, pero no se tiene en consideración el contexto en el que viven y las violencias a las que se ven sometidas.

Además, poco aportan los medios en busca de la compresión y no repetición sobre las violencias que padece esta población. “El agresor borra en el cuerpo lo que después los medios van a borrar en las palabras”, dice Julio Londoño.

Por otra parte, la Red Popular Trans cuestiona el carácter extractivista de algunos medios de comunicación y organizaciones que buscan convertir a esta población en un fenómeno noticioso. Consideran que el espacio que obtienen es muy restringido y se limita a las personas con cierto nivel de figuración pública. Es así como se da un papel central al tema de la disidencia sexual y se limitan las razones por las que la población trans logra llegar a la agenda. Más allá del sexo, la muerte y la espectacularidad.

En parte, podría explicarse por la falta de reflexión en las redacciones sobre el tratamiento de la información relacionada con la población trans. Y este es un asunto donde se entrecruzan las posturas editoriales de los medios y las consideraciones personales de los periodistas.

Mauricio Palacio, periodista del periódico Q’hubo, asegura que en relación con estos temas no se tiene en cuenta solo “el criterio periodístico sino la postura personal. Antes tenía recelo frente a estos temas, pero vi que el mundo va cambiando y no vale la pena quedarse con ese pensamiento retrógrado y sin sentido. Pero hay colegas que sí hacen comentarios despectivos que no vienen al caso en los consejos de redacción”.

El lenguaje inclusivo y otras representaciones

Otro aspecto de importancia es el lenguaje inclusivo, una práctica tanto escrita como oral que intenta cambiar la mirada masculina como posición central, pues invisibiliza a lo femenino y marginaliza a las personas de otras identidades. Cada medio establece unas normas de estilo, pero al tratar temas de género aparece la necesidad de implementar alternativas que sean incluyentes y que aún no son de uso común. Por ejemplo, Beatriz Valdés, de El Espectador, elige usar “todos y todas” en lugar de la “x” o la “e” para modificar el género masculino en las palabras. Por su parte, Julián Medina, periodista de Minuto 30, prefiere usar la palabra “personas” cuando se refiere a individuos de varios géneros. Entre tanto, en Vice, en artículos en los que hablaban de personas con identidades diversas, usan la “x”.

A partir del análisis se concluye la importancia de que las personas trans creen sus propios relatos periodísticos sobre ellas mismas. Por ejemplo, la iniciativa de Las putas noticias, creada por la Red Popular Trans, busca que en formato de video y por medio de las redes sociales las personas trans se representen con el lema: “Vamos a hablar de lo que NO hablan los medios de comunicación, vamos a travestir el periodismo”.

Pero al mismo tiempo resulta importante que las personas trans logren espacios en las agendas informativas con otras temáticas y con respeto por sus identidades, con una mirada propia, que no las extrapole del mundo.

Así, resultarían útiles canales de diálogo que permitan a las personas decidir cómo ser nombradas y narradas. Como esto depende de la particularidad de cada persona, es pertinente hacer lecturas individuales y empáticas pues, como dice Julio Londoño, en muchas ocasiones la prensa sigue borrando la diversidad con palabras, lo que se ve reflejado en la mitificación e invisibilización, y demuestra la necesidad de encontrar formas de narrar desde todas las aristas, reconociendo las identidades trans más allá de los estereotipos.

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