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PROYECTO DE CLASE
event 06 Junio 2023
schedule 9 min.
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Laura Gibelly Agudelo Higuita
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El día que te fui a ver

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“Sos la herencia de mis viejos, sos mi eterna enfermedad”.

Matador de la cuna al cajón.

La Murga del Indigente.

 

Medellín, una ciudad que en 1912 contaba con 70 mil habitantes (según los censos del DANE: aproximadamente 118% más que en 1905 pero 4436% menos que en 2023), comenzaba a sentir los primeros aires de fútbol con la llegada de la industrialización y las costumbres extranjeras. Fue precisamente en ese año en el que dos comerciantes suizos fundaron el primer club de fútbol de la ciudad: Sporting Foot-Ball Club.

Un año después, el 14 de noviembre, dos hermanos fundarían un equipo para enfrentarlos: Medellín Football Club (más tarde Deportivo Independiente Medellín). Sin embargo, el equipo que parecía el contrincante principal del DIM desapareció; el verdadero rival de patio surgiría 34 años después: el Club Atlético Municipal (hoy, Atlético Nacional). Su rivalidad nacería en 1948, luego de que el club verde fuera derrotado 3-0 por el Rojo de la Montaña.

En un principio era “el Poderoso” el que se robaba todos los suspiros de la fanaticada, pero 76 años después “los verdes” se proclamarían como el equipo más grande del país, habiendo obtenido un total de 32 títulos, incluidas dos copas Libertadores. Por todo esto, a los hinchas del cuadro rojo se les cuestiona constantemente por qué no elegir al equipo que más títulos tiene. Por mi parte la respuesta es clara: por herencia.

Mi papá se llama Alejandro Agudelo y es, en definitiva, el hombre más importante de mi vida. Él es el causante de este amor y esta pasión.

La primera vez que fuimos al estadio nos acompañaron mi mamá y mi papito. Por más que intente recordarlo, lo único que se me viene a la cabeza es el momento en el que el Medellín metió gol y mi mamá gritó “¡hijueputa!”. Mi papá tampoco se acuerda de mucho, su memoria le dice que yo tenía seis años y el único gol del encuentro había sido del “Totono” Grisales. No obstante, ese relato es inconsistente: Freddy Grisales estuvo en el DIM en la temporada del 2006 y para ese entonces yo debía tener dos años. La duda nos carcomía, por lo que decidimos buscar alguna foto en la que llevara puesta la camisa que usé ese día en el Atanasio Girardot.

La fotografía que nos daría la respuesta fue tomada en una de las sesiones que mi mamá me hacía regularmente en Foto Cruz. En ella aparezco subida en un carro azul que combina perfectamente con el rojo de mi camisa. A juzgar por mi cabello, en esa foto no tenía más de dos años, lo que coincide perfectamente con la época en la que jugó el “Totono”.

El resto de nuestra búsqueda fue sencilla, nos sentamos a investigar en qué partidos había anotado el mediocampista. Ahí fue cuando lo descubrimos: mi primera vez en el estadio fue el 19 de febrero del 2006 a las 3:30 pm. En aquel partido el conjunto paisa vencería al Deportivo Pereira por el mínimo de goles. 

 

Gibelly

Descubrir en qué fecha fui al estadio por primera vez me hizo sentir feliz. Aunque no lo recuerde muy bien, ese día es muy importante en mi vida. Fotografía: Isidro Cruz

A pesar de este pequeño fallo en su memoria, tengo que reconocer que mi papá se acuerda perfectamente de la final del 2004 y la del 2009. Si le preguntas te relata con precisión los movimientos de Néider Morantes y los pases que le hacía “Pipe” Pardo a Jackson Martínez.

He conocido a pocas personas tan hinchas como mi papá. Tal vez entre en la competencia mi vecina, que en su ferretería tiene un cuadro grande que dice: “Si viene a hablar mal del Medellín, procure que su visita sea corta”.

Mi papá dice que es hincha del Poderoso porque el suyo, mi papito Gerardo, (esta crónica va dedicada a él), no se perdía ningún partido ni ningún programa radial en el que hablaran del equipo. A él le tocó crecer escuchando a los hermanos De la Roche, creadores de Todelar, sentados en el salón Versalles hablando de la actualidad del fútbol en “El café del deporte” durante la década de los años 60.

Mi papá vio campeón al Medellín por primera vez cuando tenía 32 años y, aun así, en ningún momento se le cruzó por la cabeza ser hincha de otro equipo. Su amor es tan leal, que no siente nada por equipos de España, de Inglaterra o de Francia. Dice que no le gusta ni el Real Madrid, ni el Liverpool y ni siquiera el Barcelona, equipo del cual, indirectamente, también me hizo hincha. “Es un sentimiento natural – me dice – es algo con lo que uno nace y vive”.

De mi papá aprendí a sentir felicidad con los pequeños triunfos y a sentir tristeza incluso con la pérdida de un partido amistoso. A nadie he visto sentir los partidos como los siente él, cada que hay penales mi mamá se asusta porque se le marcan tanto las venas de la cara que parece que le fuera a dar un infarto.

Siempre he dicho que si voy a tener una relación con alguien tiene que ser como la de mi mamá y mi papá. Alexandra, mi mamá, lo conoce casi como a la palma de su mano: siempre que llega temprano de trabajar sabe que es porque juega el rojo, y si está enojado o distante sabe que es porque perdió.

Alejandro

Como su papá, él no se pierde los programas en lo que hablan del Medellín, especialmente esos en los que resumen el partido que acaba de jugarse. Fotografía: Laura Gibelly Agudelo Higuita.

Mi mamá es poco sensible cuando se trata de cuestiones de fútbol. El día que el DIM perdió la final con el Pereira me dijo que no llorara más, que la vida iba a seguir exactamente igual. Pero no la cuestiono, la entiendo. Siempre nos cuenta con risas que mi papito Toño, su papá, les decía que las iba a llevar al estadio –a ella y mis tías– y lo que en realidad hacía era que les daba vueltas por el Atanasio mientras comían fritanga. Cuando se abrían las puertas al finalizar los encuentros las dejaba entrar para que visualizaran el terreno de juego. Mi mamá no tuvo en su vida la influencia del fútbol que sí tuvo mi papá y que he tenido yo.

Mi hermano se parece un poco a ella, aunque físicamente sea idéntico a mi papá. La gente siempre dice que David podría ser perfectamente una versión joven de él. El único recuerdo que tengo de mi hermano haciendo algo relacionado con el equipo de mis amores, es cuando de pequeña veía que hacía dibujos del Medellín en su bitácora de artística.

Si le preguntas ahora te va a decir que dejó de gustarle por la sencilla razón de que creció. “Puede que los jugadores tengan que hacer mucho para jugar, posicionarse, trabajar en equipo y todo eso, pero sentarme a ver un partido o ir al estadio es algo que no me llama la atención”.

Aunque para alguien como yo resulte incomprensible, no le emociona el fútbol en lo absoluto.

Estoy haciendo todo lo posible para que Mariángel no sea igual él. Mariángel es mi hermana menor y estoy segura de que de nosotros cinco es la que más resalta. Siempre está vestida con tonos pastel, aunque cuando estaba obsesionada con la serie Chica Vampiro de Greeicy Rendón cogió la manía de vestirse de negro porque, según ella, todos la iban a confundir con una vampira. Pese a esto, la ropa no es lo primero que notas en ella, es su piel la que se roba todas las miradas: Mariángel tiene vitíligo. Desde que fue diagnosticada he vivido preocupada por su salud mental, por lo que la he acompañado en todo el proceso de aceptación. Este esfuerzo la ha convertido en alguien que, como se dice popularmente, “no se deja de nadie”, y aunque me siento orgullosa, mi mamá no está del todo contenta porque siempre le llegan quejas del colegio.

Maria dice las cosas que piensa y siente, sin importarle si puede molestar a los demás. Como ese día en el que andaba diciendo en voz alta que ella era hincha del Nacional y no del Medellín. Obviamente la cuestioné y le dije que tenía que ser hincha del poderoso como mi papá. En medio de nuestra discusión proclamó que quería ser del equipo verde porque había una canción que decía: “a parar para avanzar, viva el paro nacional”. David y yo asistimos a las marchas del paro del 2021, en alguno de los videos que grabamos se escuchaba de fondo esa arenga y ella pensaba firmemente que hacía referencia al Atlético Nacional.

Gibelly Independiente Medellin

Mariángel no ve fútbol, pero en su entusiasmo por seguir mi ejemplo ha empezado a contagiarse de la pasión roja. Fotografía: Laura Gibelly Agudelo Higuita.

Después de mucho insistir logré convencerla. Si le preguntas te dirá que ya se acostumbró a ser del Medellín y que espera con ansias que la lleve al estadio a ver al equipo y “gritar para que gane”.

No les voy a decir que no me siento orgullosa. Poco a poco estoy logrando que firme ese contrato imaginario que permite al Deportivo Independiente Medellín ser dueño de nuestras alegrías y nuestros sufrimientos. Hoy es 29 de enero, el día de mi cumpleaños, y por decisión unánime me lo cantaron en los quince minutos del entretiempo del partido del DIM vs Junior. Estamos en la casa de mi papito, nos acompañan mis dos tías, el esposo de una de ellas y mi primo Mateo, el más pequeño de la familia. Las hermanas de mi papá también fueron tocadas por esa herencia, herencia que, así como recibí yo, también espero que reciban Mateo, Mariángel y todo el que se sume a nuestro legado, porque “desde niño te aprendí a querer”.

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