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event 12 Abril 2023
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Mónica Alejandra Jiménez Ome
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Salvando Mares: una iniciativa que busca conservar las playas del Urabá

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Por medio de talleres, viajes y diversas jornadas de educación ambiental, un colectivo está generando conciencia para la conservación de las playas de la subregión de Urabá.

 

En Necoclí - Antioquia parte de la comunidad y voluntarios de Salvando Mares separan residuos después de una jornada de limpieza de playas. Foto: Mónica Jiménez

A una cuadra del parque principal del municipio de Arboletes existe, desde 2021, un punto de acopio al que la comunidad lleva el material reciclable que saca en las limpiezas de playas y el que reúne en sus propias casas. 

Un punto de acopio para llevar residuos no es algo sorprendente si se habla de la zona céntrica del país, sin embargo, son escasos los municipios colombianos costeros que cuentan con sistemas eficientes de recolección de residuos, centros de acopio para materiales reciclables y plantas de transformación de reciclaje.

Según la Fundación Aquae, cada segundo se arrojan más de 200 kilogramos de plástico a mares y océanos. El 70% se va al fondo marino y el 15% queda flotando.

De todos los residuos anuales, se calcula que entre el 60% y el 80% son plásticos. Un material de baja biodegradabilidad, que además de que puede ser percibido como comida y afectar animales, genera micropartículas que se encuentran hasta en los lugares menos esperados, como la sangre humana.

De la montaña al mar

Alejandro Montoya estaba terminando la carrera de Administración de Empresas Turísticas cuando conoció a Rafael Peña. Fue gracias a su asesor de prácticas que lo recomendó para un proyecto en Arboletes. Rafael, trabajador del sector turístico, le propuso quedarse inicialmente tres días para un trabajo fotográfico y, esos tres días, se terminaron convirtiendo en 10.

Desde esa primera visita, Alejandro empezó a desarrollar un apego al territorio. Arboletes no era su lugar de origen y tampoco un destino al que conscientemente había planeado llegar, sin embargo, todos los días quería estar más inmerso en las dinámicas comunitarias y las ideas de cosas por hacer en el territorio llegaban sin parar.

Era 26 de diciembre de 2020, había pasado poco más de un mes desde esa visita al Urabá antioqueño y Alejandro, recién graduado de la universidad, hizo su maleta y se mudó a aquel lugar.

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Alejandro Montoya dando una charla de educación ambiental. Foto: Mónica Jiménez

Salvando Mares, salvando mares, sí, claro, salvando mares.

Sin mucho esfuerzo y como si hubiese estado siempre allí para ser elegido, Salvando Mares fue el nombre para nombrar ese proyecto que estaba creciendo y siendo cada vez más conocido por la comunidad.

Maria Fernanda Herrera, novia de Alejandro, había llegado también a apoyar el plan estratégico de turismo en Arboletes y, en esos parches que surgen entre amigos -movidos también por la cantidad de residuos que se encontraban a la orilla del mar-, el grupo había empezado a salir de vez en cuando, por iniciativa de Rafael, a recoger la basura que el mar expulsaba y que los turistas también dejaban.

Arboletes: el inicio

Poco a poco, los parches que iniciaron junto a conocidos empezaron a crecer. A la par de que desarrollaban un concepto de Descubre Arboletes -como estrategia para reactivar el turismo en la región posterior a la pandemia- el grupo de amigos empezó a introducir en las actividades que hacían junto a la comunidad temas ambientales como el cuidado de playa y la importancia de la correcta disposición de los residuos sólidos.

Cuatro meses después de hacer el proyecto oficial y gracias a la recepción que tuvo por parte de la comunidad, a una cuadra del parque principal del municipio de Arboletes se ubicó un punto de acopio de Salvando Mares. Se trata de un espacio ofrecido por personas locales para que la organización pudiera separar y guardar los residuos aprovechables recolectados en las limpiezas de playas.

El grupo de Salvando Mares siguió creciendo y Sebastián Serna, Rafael Peña, Camilo Franco y Karen Sierra se unieron con el paso de los meses al proceso. El grupo creó una ruta para recoger los residuos, instalaron estaciones de reciclaje y mensajes de concientización en las playas.

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Punto de acopio de Salvando Mares en Arboletes. De izquierda a derecha Camilo Franco, Alejandro Montoya, Maria Fernanda Herrera y Sebastián Serna. Foto: Salvando Mares

Pusieron a disposición su propio vehículo recolector que nombraron la “recicleta”, una bicicleta eléctrica que causaba sensación y curiosidad en la población y que fue la herramienta perfecta para desplazarse por el municipio recogiendo los costales con el reciclaje de muchos negocios.

Esos procesos de recolección, concientización y señalización para estaciones de reciclaje han evitado que los residuos terminen en el mar y que todo el material aprovechable recogido sea vendido a una recicladora que hace su envío posterior a Enka, una de las empresas de reciclaje de PET más grandes de Colombia.

Del mar a la montaña

Si bien Arboletes fue el territorio en el que surgió la iniciativa, ya se logró “educar y llevar el mensaje” que según Alejandro, es el objetivo principal de Salvando Mares. Actualmente la comunidad continúa sus procesos y esa es la idea de seguir impactando otros territorios. 

Apartadó, Turbo, Necoclí, San Juan de Urabá, Arboletes, Puerto Escondido, Isla Fuerte, San Francisco de Asís, Capurganá y Medellín son los lugares en los que la organización ha convocado limpiezas y/o jornadas prácticas de educación ambiental para seguir extendiendo el mensaje.

La forma en la que han logrado llegar a estos sitios ha sido por medio de conexiones que hacen en el camino. Alejandro cuenta que muchas personas, al conocerlos en eventos, les hablan de las problemáticas que hay en sus municipios y los invitan a que realicen algo en conjunto. Es así cómo se conforman muchas veces sus viajes con sentido; una mezcla entre turismo y voluntariado que tienen el objetivo de visitar un territorio y aportar algo a ese lugar que visitan. 

Limpieza de playa en Necoclí, la comunidad trabaja recogiendo residuos. Foto: Mónica Jiménez 

De esta forma, la organización busca no solo sensibilizar a las comunidades costeras, sino también llevar su mensaje a personas de la ciudad. “La limpieza es algo que muchas personas no han hecho pero viviéndolo en un viaje como estos, trabajando y viendo todo lo que se encuentran, cambian. Ahí es donde está el objetivo de una limpieza de playas”, dice Alejandro, recordando que la limpieza en sí misma no es la que hace el cambio, sino la semilla que se siembra al hacerlo. Es la conciencia de ver dónde puede terminar todo lo que alguna vez se desechó.

Sus viajes con sentido y el dinero del material de las limpiezas en Arboletes son algunas de las formas de financiación que tiene actualmente la organización. También lo son las contrataciones para talleres o charlas de educación ambiental en diversos espacios, su propia línea de gorras fabricadas a partir de PET y algodón recuperado y la recolección de fondos que han impulsado por la plataforma Vaki. 

A finales de 2022 varios de los miembros de Salvando Mares que vivían en Arboletes, regresaron a Medellín. Ahora, desde la ciudad, se está transmitiendo esa misma conciencia de lo que ocurre en las zonas costeras. Se realizan talleres y espacios en los que cualquier persona de forma gratuita puede asistir a jornadas de limpieza y educación ambiental. 

Un ejemplo de esto es el plogging; una actividad que mezcla el ejercicio y la recolección de residuos al mismo tiempo y que han desarrollado en lugares como Santa Elena y San Antonio de Prado.

 

Actividad de Plogging en San Antonio de Prado. Foto: Salvando Mares

 

Es así cómo se explican sus lemas de la montaña al mar y del mar a la montaña, una doble analogía del tránsito que recorre un residuo desde la montaña hasta el mar y también el cambio que se genera cuando, al regresar, llena de aprendizajes, una persona se realizan cambios del mar a la montaña.

Dentro de las metas a futuro, Salvando Mares desea poder transformar sus propios residuos, llegar a colegios, ofrecer más talleres a la comunidad, más viajes con sentido, asistir a más eventos y generar más conexiones con personas y organizaciones que resuenan con su mensaje.

Para Alejandro es importante y sorprendente todo lo que han logrado a pesar de no poder dedicarle el 100% de su tiempo a la organización. Siente una enorme acogida por parte de las comunidades y dice que cada vez asisten más personas a los espacios que convocan. 

Entre una larga charla contando su historia y la de la organización de la que es cofundador, agradece el momento en el que conectó ese deseo de querer hacer algo positivo y poderlo iniciar junto a las personas correctas: “Fue eso místico que pasa, que pasa frente al mar. Pasa en lugares muy mágicos donde uno encuentra el propósito de su vida y empieza a trabajar por él”.

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