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event 13 Febrero 2023
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Caterine Jaramillo
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En mis días ¿Es "normal" sentir esto?

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'El trastorno disfórico premenstrual es una manifestación grave del síndrome premenstrual. Se caracteriza por la presencia de síntomas físicos de malestar corporal y cambios en el humor. Las mujeres que padecen este trastorno deben lidiar con síntomas emocionales incapacitantes.

 sindrome premenstrual

Ilustración: Jhojan Alexis Meneses M., estudiante de periodismo

Era 2021 y la pandemia aún tenía confinados a muchos en sus hogares. El miedo y las medidas de bioseguridad restringieron el contacto con el mundo exterior y María Isabel Murillo, quien para ese entonces tenía 35 años, tuvo un episodio con cólicos menstruales, malestar emocional y falta de energía que la tumbaron a la cama. No tuvo más remedio que llamar a la EPS Sura y pedir una consulta médica telefónica. Estando en la llamada María Isabel empezó a describir cómo se sentía, y la médica que la atendía comenzó a indagar y hacer más preguntas sobre su periodo menstrual. “Yo le dije: a veces me siento como que me dan ataques de pánico, yo me la paso sin energía… Y entonces ella me dijo: mira, yo creo que muy seguramente tú tienes algo que se llama síndrome disfórico premenstrual”. En ese momento, María Isabel googleó y al leer los síntomas rompió en llanto y le dijo a la médica: “yo aquí estoy leyendo y eso es todo lo que a mí me pasa”. 

El trastorno disfórico premenstrual es una enfermedad que se caracteriza, no solo por la presencia de sintomatología física, sino también, por un compromiso severo de la estabilidad emocional y mental de una mujer. Su diagnóstico suele ser tardío por varias razones. La primera está asociada a su reconocimiento como patología, ya que solo hasta el 2013 empezó a figurar en la edición 5 del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM 5), el instrumento que sirve como herramienta para clasificar y diagnosticar enfermedades psiquiatras. 

Según Carolina Álvarez, especialista en ginecología y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia “esa puede ser la razón de que muchos colegas no conozcan la diferencia y muchos se hayan quedado en el síndrome de tensión premenstrual”. 

El síndrome de tensión premenstrual es una condición que padecen del 75 al 80% de las mujeres días antes de que les llegue la menstruación, y se caracteriza por la presencia de síntomas físicos manejables como el dolor de cabeza, dolor en los senos, la cintura, la fatiga o los cambios emocionales. El trastorno, por otro lado, afecta del 5 al 8% de las mujeres y según Álvarez, otro de los factores que dificulta su diagnóstico es la normalización cultural de los síntomas asociados a la menstruación. “Eso ha hecho que realmente las mujeres con síntomas severos pasen desapercibidas porque entran en ese grupo, y cuando de pronto se animan a consultar al médico, la respuesta siempre es, eso es normal”. 

En el caso de María Isabel, desde su primera menstruación, los síntomas físicos fueron muy fuertes, desde sangrados muy abundantes hasta cólicos que la incapacitaban. A los 20 años aparecieron las migrañas, mareos y malestar estomacal y aunque ella llegó a consultar en diferentes momentos, los médicos subestimaron sus síntomas, ya que estaban asociados a la menstruación. “Entonces era como, ah, cólicos, pues a todas las mujeres les dan cólicos. Ah, flujo abundante. Sí, pues a muchas les pasa. Ah, coágulos. Sí, a todas les dan… Nunca se preguntaron si estaba pasando algo más”.  

Con el paso del tiempo, no solo fue aumentando la severidad de sus síntomas físicos. Aunque ella en su adolescencia no sentía que su humor variara drásticamente, entre los 25 y 30 años a sus síntomas se le sumó una sensibilidad inexplicable. “De repente a mí me daban unos ataques de llanto, como a la mínima cosa, ni siquiera eran por grandes conflictos”.  

Las cosas empezaron a complicarse más cuando se fue acercando a los 30. En una ocasión debía dar una conferencia, algo que, por su trabajo (dirige una empresa de consultoría en diseño) hace con frecuencia y disfruta. “Recuerdo que esa noche a mí me empezó una angustia, una cosa que yo nunca había sentido, a mí me sudaban las manos, me dio taquicardia, yo me puse a llorar. Llamé a mi mamá en un mar de lágrimas y se puso a rezar conmigo por teléfono. Es una sensación que nunca se me olvida porque fue la primera vez que me pasó una cosa así”.  

“El trastorno disfórico premenstrual, a pesar de que puede aparecer en la adolescencia, lo más común es que aparezca en la tercera década de la vida, y con los años aumenta la severidad de la sintomatología”, comenta la doctora Silvia Gaviria, psiquiatra especialista en la salud mental de las mujeres y docente de la facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. 

Y efectivamente, cuando María Isabel llegó a sus 30 años empezó a notar con más fuerza ciertos cambios en su forma de ser. Sin embargo, esa época para ella fue muy complicada en todos los aspectos de su vida, y finalmente esto terminó por ayudar a confundir sus síntomas con procesos naturales que tuvo que afrontar.  

“Se hizo más difícil saber que a mí realmente me estaba pasando algo porque claro, yo sentí que mi carácter empezó a cambiar. Yo me llevo bien con la gente, pero a veces me sentía como muy estresada, me sentía como con mucha rabia por personas que yo quería mucho, y yo como que me desconocía, yo decía, pero porque tengo este sentimiento si esta persona no soy yo, pero claro, como de pronto había motivos o situaciones ocurriendo, yo decía, bueno de pronto es el estrés”. 

Un año y medio después, entre 2018 y 2019, a pesar de que las circunstancias en su vida habían mejorado, ella seguía sintiendo todo ese malestar inexplicable que la hacía preguntarse constantemente en quien se había convertido.  

Ya para el 2020, con la llegada de la pandemia, todos los síntomas se empezaron a intensificar. “Me empezó a pasar que no era capaz de pararme de la cama, ataques de llanto, ataques de pánico, de ansiedad, deseos de morirme, aunque no como tal pensamientos suicidas. Varias veces me vomité del dolor de cabeza y de la maluquera, y empezó a hacer una cosa muy complicada y difícil. Súmale a eso el encierro y la soledad porque yo pasé la pandemia sola”. 

Frente a esta situación, en septiembre del 2020, María Isabel decidió regresar a terapia psicológica. Aunque ella sentía que avanzaba, de repente regresaban esos bajones de energía que la hacían retroceder en su proceso. Fue entonces cuando, a los tres meses de estar en tratamiento, por primera vez la psicóloga le dijo: “Yo no trabajo con diagnósticos, pero estoy casi segura, que a ti te pasa algo físico que no te deja avanzar”. En ese momento María Isabel rompió en llanto, uno de felicidad “porque era la primera vez en la vida que yo dije, ok alguien se está dando cuenta que algo no está bien conmigo”.  

Diagnóstico 

Según el DSM 5, la valoración del trastorno disfórico premenstrual se hace realizando un seguimiento de por lo menos dos ciclos menstruales, en los cuales la paciente debe presentar cinco síntomas de una lista, en donde al menos uno de ellos sea cambios de humor repentinos, irritabilidad o enojo, sentimientos de desesperanza o pensamientos de autocrítica y un estado de ansiedad marcado.  

“Una cosa es que a mí me dé cólico, me dé tensión mamaria, me ponga de mal genio, que eso hace parte del síndrome premenstrual, y otra cosa es que previo a la menstruación, yo me quiera morir, mi ánimo esté totalmente deprimido, que peleé con todo el mundo, que no le vea sentido a nada”, explica Carolina Álvarez. 

Todos estos síntomas hicieron que María Isabel, luego de esa crisis en pandemia, decidiera visitar a un ginecólogo, quien efectivamente le confirmó su diagnóstico. Sin embargo, para comenzar su tratamiento, el especialista consideró necesario remitirla a psiquiatría. El diagnóstico del psiquiatra no solo reafirmó la presencia del trastorno disfórico, sino que también la diagnosticó con un trastorno ansioso depresivo. 

Lo característico del trastorno disfórico premenstrual, y lo que lo diferencia con otras enfermedades mentales, es la aparición de los síntomas de manera cíclica en la fase lútea, que corresponde al momento en donde empieza la ovulación, y terminan uno o dos días después de iniciar el sangrado, sin embargo, esto no quiere decir que no pueda coexistir con otras patologías. 

Según la doctora Álvarez, esta coexistencia de trastornos se puede dar fácilmente “porque como tu vienes varios años padeciendo esta enfermedad sin tratamiento, obviamente esto termina generándote síntomas de ansiedad y síntomas depresivos y termina por volverse un ciclo”. 

Una vez que el psiquiatra escuchó los síntomas de María Isabel, este le dijo: “A mí me da mucho pesar porque llevas necesitando ayuda, con lo que me cuentas, por lo menos 10 años”. 

Es por eso que “hay que validar esta enfermedad que amerita incapacidad, porque se supone que una mujer que tiene más o menos 27, 28 años y es diagnosticada con el trastorno disfórico premenstrual, pasaría siete años y medio de su vida enferma, sumando todos los días en donde presente los síntomas, hasta que se vuelva menopáusica”, comenta la doctora Silvia. 

Todo este proceso que María Isabel ha vivido la motivó a investigar más sobre el tema. En medio de su búsqueda encontró organizaciones benéficas como, Mind, ubicada en Inglaterra, la cual, a través de su página web brinda información y rutas de ayuda para diferentes problemas de salud mental.  También se unió a diferentes grupos de Facebook creados para servir de red de apoyo y acompañamiento. Allí las mujeres, con, o sin diagnóstico, comparten sus anécdotas, reflexiones, preguntas, buscan y hacen recomendaciones, y de esta manera encuentran un reconocimiento en otras mujeres que están padeciendo los mismos síntomas.   

Tratamiento 

En mayo de 2021 María Isabel comenzó su tratamiento. En esa primera oportunidad los medicamentos le sentaron mal. “De hecho, me alteró. Eso se juntó con el ciclo premenstrual y fue… Ni para que te cuento, ahí sí, pensé que se me estaba corriendo la teja. Yo creo que fueron las dos semanas más difíciles de mi vida”. 

Inmediatamente su psiquiatra intervino y cambió la fórmula médica. Al fin y al cabo, cada tratamiento termina siendo particular para cada paciente, pero independientemente de cuales sean las recomendaciones e indicaciones, lo que se busca es mejorar la calidad de vida.  

“Eso cambió mi vida, empezando porque tener información de lo que tienes cambia absolutamente todo, porque tú ya tienes una certeza. Eso no es igual a ya te curaste, pero ya sabes lo que te pasa y puedes actuar en consecuencia”, comenta María Isabel. 

Los posibles tratamientos para el trastorno disfórico premenstrual varían dependiendo de la situación particular de cada mujer. En el caso de María Isabel, debido a que su diagnóstico presentaba la coexistencia de dos patologías, debía tomar antidepresivos todos los días, y siete días antes del periodo aumentaba la dosis, con el fin de contrarrestar los síntomas del trastorno disfórico. 

En otros casos los tratamientos pueden variar desde anticonceptivos orales combinados, meditación, psicoterapia, medicina complementaria o alternativa, y en casos extremos cirugía para retiran los dos ovarios con el fin de interrumpir los ciclos menstruales. 

Desde el campo de la investigación médica aún faltan estudios que permitan aclarar, por ejemplo, cuáles son las posibles causas de esta enfermedad, ya que, aunque está íntimamente relacionada con las hormonas, esto no quiere decir que las mujeres que padecen el trastorno disfórico premenstrual tengan una anormalidad de este tipo.  “Sus hormonas funcionan como funcionan las hormonas de las mujeres normales, no es eso, sino que los cambios hormonales en ellas disparan alteraciones en el en el funcionamiento de sus neurotransmisores”, explica Silvia Gaviria.  

El trastorno disfórico premenstrual al ser una enfermedad mental termina por ser una enfermedad silenciosa, en donde la cuestión del género y la normalización del dolor físico asociado a la menstruación han influido en la precarización de la salud femenina. Sin embargo, “en la medida en que una paciente conozca sus síntomas y un médico también reconozca el problema, será posible ir reduciendo la brecha de tratamiento, o sea tiempo que tarda en hacerse el diagnóstico”, afirma Gaviria.  

Y quizás esa fue una de las principales reflexiones que María Isabel ha sacado de todo este proceso, ya que ella, a pesar de sus síntomas incapacitantes, nunca paró, siempre hizo lo que le correspondía como jefa y líder de su empresa. “La factura que a mí me ha pasado ese, hacer las cosas a pesar de, por ejemplo, hacer las cosas a pesar del duelo, hacer las cosas a pesar del dolor, hacer las cosas a pesar de no estar mentalmente bien, finalmente me ha ocasionado, por un lado, esta falta de energía, que viene del síndrome, pero por otro, un cansancio, un hartazgo que viene de tantos años de venirte aguantando eso”.