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event 13 Octubre 2020
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Juan Manuel Anaya: la vida alrededor de la ciencia

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Desde los laboratorios universitarios de Colombia se libra una de las más rudas batallas contra el coronavirus. Podríamos decir que en lo que va de 2020, el año de la pandemia, la ciencia para la salud ha avanzado a pasos de gigante. Una de las alternativas que actualmente se investiga en la Universidad del Rosario es el plasma de convaleciente. Esta es la historia de quien está a la cabeza de esta iniciativa.

 

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Ilustradora: Anne Elizabeth Magnusson Saldarriaga

Antes de empezar esta historia, te contamos que cuando encuentres una palabra subrayada podrás pasar tu mouse y encontrar su definición. Si estás desde el móvil, basta con darle un toque.

23 de junio de 2020, dos meses y 28 días después del inicio del confinamiento obligatorio en Colombia. Llevamos esperando unos minutos en la videollamada, otro recuadro aparece en la pantalla, “Juan Manuel Anaya” se lee en la etiqueta.

Casi un mes antes se leía el mismo nombre en las páginas de algunos medios, tras el anuncio de que el Invima había aprobado los protocolos de desarrollo para el primer estudio de plasma de convalecientes en Colombia para tratar la covid-19. La investigación inició el 15 de marzo, 10 días antes de la cuarentena obligatoria en todo el país, cuando algunos médicos e instituciones se unieron para estudiar el virus que apenas se esparcía por el continente.

El hombre sonriente de 58 años que aparece en la cámara es uno de los médicos investigadores del tratamiento de plasma de convalecientes. Se deja ver que está sentado en una silla con espaldar de cuero negro, detrás hay un estante lleno de libros y algunas fotografías familiares. “Creo que ya no tengo escapatoria”, nos dice el hombre entre risas luego de haberle pedido que nos contara su vida alrededor de la ciencia.

El médico Juan Manuel Anaya Cabrera se especializó en Reumatología, es el director, y uno de los fundadores en 2009, del Centro de Estudio de Enfermedades Autoinmunes (CREA) de la Universidad del Rosario, en Bogotá, una de las instituciones a la cabeza de las investigaciones con plasmas de convalecientes en Colombia.

“Yo no sé por qué me gusta lo que me gusta”, nos asegura cuando le preguntamos por qué había estudiado medicina. Sin embargo, desde muy temprano en la carrera, sexto semestre, comenzó a inclinarse por la reumatología y la inmunología.  Rotando en el hospital San José, en Bogotá, conoció a Laurentino Muñoz, uno de los pioneros en estudios reumatológicos en el país. Allí, tuvo la oportunidad de aprender de él y tener su primer acercamiento a esta rama de la medicina.

 

Reumatología
Ilustradora: Anne Elizabeth Magnusson Saldarriaga

La reumatología es una especialidad médica que se ocupa del sistema musculoesquelético, entiéndase las articulaciones, huesos, músculos. “Se puede dividir en dos grandes grupos, uno que es el área metabólica y otro que es la inflamatoria y autoinmune”, nos explica Juan Manuel.

Cuando estaba seguro de que esa era la especialidad que quería estudiar le contó a Jairo Ramírez, su primo y colega. Ese mismo día Ramírez lo invitó a una sesión en la Academia Nacional de Medicina, con la intención de presentarle al médico Mario Peña, jefe de reumatología del Hospital San Juan de Dios, en Bogotá. “Si usted quiere ser reumatólogo puede venir al hospital, yo le presento el servicio”, recuerda que le dijo. Y así lo hizo, en sus tiempos libres hacía turnos en el hospital y en la universidad trataba de relacionar todas sus rotaciones con la reumatología.

Ligeros de maletas

Cuando Juan Manuel cursaba noveno semestre conoció, gracias al médico Muñoz, a Charles Menkes, profesor y médico francés, que visitó el país para dictar unas charlas sobre reumatología. Anaya lo acompañó durante su recorrido en Bogotá y ahí estableció una amistad con el docente. “Cuando yo lo llevé al aeropuerto, me dijo ‘yo sé que a usted le gusta mucho la reumatología, si algún día quisiera venir a Francia y estar con nosotros, pues bienvenido’, esa misma noche yo le escribí y le dije que estaba listo, que solo me faltaban 3 o 4 años, pero que yo estaba listo”, confiesa entre risas.

Al terminar su año rural, volvió a escribirle al profesor Charles, y se enteró de que, para ese momento, como si del destino se tratara, había sido designado como director de los programas en reumatología en la Universidad René Descartes. Durante ese intercambio de correspondencia, le ofreció una beca para estudiar medicina interna y reumatología en esa misma institución. Juan Manuel de inmediato aceptó, habló con su novia Andrea, se casaron y juntos se fueron a Europa a estudiar.

“Yo siempre había soñado con estudiar en Francia. Desde joven tuve una fijación por la lengua francesa, por su cultura y, en particular, por hacer mis estudios en París. Por lo tanto, yo ya estaba prácticamente preparado para irme. No fue nada difícil, pero debo decirles que siempre conté con el apoyo de mi familia”, enfatiza Juan.

Mientras cursaba su especialización se le presentó la oportunidad de hacer un diplomado en Inmunología en el Instituto Pasteur, también en París. Cuando terminó su especialización en 1990, solicitó un cupo para un diplomado en Inmunopatología de Enfermedades Reuma y un año más tarde otro diplomado en Bioestadística en la Universidad de Montpellier, al sur de Francia. Estos estudios serían esenciales años después para estudiar el uso de plasma de convalecientes para combatir la covid-19.

Después de unos meses de llegar a Montpellier, Jvques Sany, su jefe, le ofreció el cargo de jefe de clínica. “Yo no me lo esperaba, pero acepté con un gran compromiso”, asegura Anaya. Durante tres años vivió en Montpellier con su esposa, ahí se desempeñó como jefe de clínica y, además, nació su hijo, Lucas. Sin embargo, sus sueños no terminaron en Francia. Él quería experimentar la diferencia entre la academia francesa y la academia americana, así que aplicó a una pasantía de investigación en Estados Unidos.

“Lucas nació y después vino la idea nuestra de ir a Estados Unidos e, inmediatamente, empacamos maletas y nos fuimos. ¿Sabes? En la vida hay que ser ligeros de maletas, nunca se sabe qué pueda suceder, no hay que apegarse a tantas cosas”, recuerda Juan Manuel.

Anaya y su familia llegaron inicialmente a New Orleans en 1993, sin embargo, el servicio no satisfizo sus expectativas porque sentía que el nivel era bajo en comparación con Francia. Así que, después de cinco meses decidió aplicar a una plaza en la clínica de la Universidad de Texas en San Antonio. Allí trabajó con Norman Talal, estudioso del síndrome de Sjögren,  tema que le interesaba a Anaya. Esta fue una de las épocas más provechosas del investigador, tanto académica como personal.

Regreso a Colombia

 

Regreso a Colombia

Ilustradora: Anne Elizabeth Magnusson Saldarriaga

“Yo me pensaba devolver, siempre me fui pensando que iba a volver. Jamás me fui huyendo, me fui buscando hacer lo que estoy haciendo ahora”, confiesa Juan.

Juan Manuel regresó a Colombia con su familia, buscó vincularse a la Corporación para Investigaciones Biológicas (CIB) al ser beneficiario del programa Red Colombiana de Investigadores en el Exterior ‒conocida como Red Caldas‒. Sin embargo, Anaya, quien no quiso entrar en detalles, aseguró que el 90 % de lo prometido por el programa no se cumplió. “La ciencia depende de las ideas, de los investigadores y de la institución, pero también depende de los recursos que uno pueda tener para comprar equipos, reactivos, etcétera…”, expresa Anaya.

No obstante, Juan se vinculó al CIB, entidad que creó una alianza con la Universidad del Rosario. La institución universitaria decidió apadrinar una de las unidades de la corporación y la que dirigía el médico Juan Manuel Anaya fue la unidad a patrocinar. “Me vinculé con la Universidad del Rosario, que ya conocía desde hace tiempo porque era mi alma mater”, dice con orgullo el hombre en la pantalla.

“La ciencia depende de las ideas, de los investigadores y de la institución, pero también depende de los recursos que uno pueda tener para comprar equipos, reactivos, etcétera…”

Luego, Anaya realizó un doctorado en Biología en la Universidad de Antioquia. Como parte del doctorado, realizó una pasantía por un periodo de dos años en el Centro de Investigación Médica de Oklahoma en Estados Unidos, uno de los centros investigativos más importantes donde se realizaban estudios en la genética del lupus eritematoso sistémico  y el síndrome de Sjögren

Creer es CREA

“Creer es crear”, frase célebre del pensador español Miguel Unamuno y con la cual Juan Manuel se refirió al CREA, el centro investigativo que nació en 2009 y que fue reconocido como centro de excelencia en el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación en el 2019. “Una de las cosas más importantes para el desarrollo de la ciencia es creer y querer lo que uno hace porque así va a querer hacerlo bien”, expresa Anaya convencido.

Cuando Juan Manuel estaba cursando su doctorado, fue invitado a un evento académico en la Universidad del Rosario. Él aprovechó la ocasión para presentar al entonces rector, Hans Peter Knudsen, y al vicerrector, José Manuel Restrepo, un proyecto para crear un centro de investigación en enfermedades autoinmunes desde la medicina traslacional,  que había planeado con su colega, Adriana Rojas.

“Una de las cosas más importantes para el desarrollo de la ciencia es creer y querer lo que uno hace porque así va a querer hacerlo bien”, expresa Anaya

Meses después, con el apoyo del decano de la Facultad de Medicina, Leonardo Palacios, el proyecto fue aprobado. “La universidad me ofreció regresar a la escuela de medicina y comenzar el Centro de Estudios de Enfermedades Autoinmunes (CREA) que es el centro donde trabajo actualmente”, afirma Juan Manuel.

El CREA se encuentra ubicado en la carrera 26 con la calle 63B en Bogotá. Cuenta con un equipo de ocho profesionales en el área de la salud, más un grupo de médicos del Servicio Social Obligatorio. El 15 de marzo, el doctor Juan Esteban Gallo del grupo GenomaCES, laboratorio clínico nacido de la Universidad CES, se comunicó con Juan Manuel Anaya para convocar al CREA a una colaboración científica junto con el Instituto Distrital de Ciencia, Biotecnología e Innovación en Salud y la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud. De tal manera, se inició un proyecto investigativo por parte de estas instituciones para analizar el comportamiento de la covid-19 desde la inmunología y así implementar un posible tratamiento: el plasma de convalecientes.

Juan Manuel nos compartió el artículo Autoinflammatory and autoimmune conditions at the crossroad of covid-19, publicado por el grupo de investigación en junio del presente año. El trabajo, ubicado en la base de datos científicos y médicos de la página ScienceDirect, explica que en el 80 % de los casos de pacientes con covid-19, las personas pueden ser asintomáticas o presentar una enfermedad leve. Por consiguiente, se asume que aquellos que tuvieron la enfermedad y se curaron desarrollaron anticuerpos.

se inició un proyecto investigativo por parte de estas instituciones para analizar el comportamiento de la covid-19 desde la inmunología y así implementar un posible tratamiento: el plasma de convalecientes.

Imagine que usted tuvo el virus y se curó; en una fracción de su sangre se almacenan unas pequeñas células que se conocen como glóbulos blancos. Estas células son las encargadas de crear los anticuerpos necesarios para defender su cuerpo de virus como la covid-19. Entonces, el plasma de convalecientes es el tratamiento por el cual, un paciente curado puede donar esa fracción de fluido, que contiene anticuerpos y otras sustancias del sistema inmune, a aquellos pacientes cuyos glóbulos blancos son insuficientes o no tienen la potencia para combatir el virus.

 

Aunque el plasma de convalecientes no es novedoso,  la propuesta colombiana por parte del CREA, la Universidad CES, el Instituto Distrital de Ciencia, Biotecnología e Innovación en Salud y la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud es que este tratamiento sea implementado en pacientes que no están gravemente enfermos y así evitar que sean trasladados a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) o que la enfermedad les deje secuelas.

el plasma de convalecientes es el tratamiento por el cual, un paciente curado puede donar esa fracción de fluido, que contiene anticuerpos y otras sustancias del sistema inmune, a aquellos pacientes cuyos glóbulos blancos son insuficientes o no tienen la potencia para combatir el virus.

 

El plasma sanguíneo es la parte líquida de la sangre que contiene proteínas.

Plasma

Ilustradora: Anne Elizabeth Magnusson Saldarriaga.

Luego de que el estudio de plasma de convalecientes fuera aprobado a finales de mayo por el Invima, se comenzó la realización de pruebas clínicas en las que los donantes deben cumplir con ciertos criterios: tener entre 18 y 65 años, no contar con síntomas, ni con una enfermedad adicional y tener una prueba negativa para covid-19 después de 14 días de recuperación. La prueba debe ser realizada también 48 horas después y en el momento de la donación.

A la persona aprobada para ser donante, se le prepara para extraer el plasma mediante aféresis, un procedimiento que permite remover y separar el plasma de la sangre en una botella de agrupación. El paciente que recibe el plasma debe tener entre 18 y 60 años, no tener ninguna enfermedad adicional y estar hospitalizado, pero no en UCI. El doctor Juan Manuel Anaya expresó que todavía no se puede afirmar que este tratamiento sea una cura, pero su estudio es muy valioso para estos tiempos de pandemia.

“Es muy difícil ser tan ignorantes en ciertos aspectos de esta enfermedad, no saber qué paciente va a progresar, no entender muchas de las situaciones que se dan, pero al mismo tiempo esa tristeza por la ignorancia se convierte en preguntas y en retos para el conocimiento y así lo hemos asumido”

Aun cuando la propuesta del plasma de convalecientes para personas con covid-19 no ha sido catalogada como una cura, es un tratamiento al que se le está dando un seguimiento y se le está haciendo los debidos estudios para poder ser reconocido como un posible método de lucha, en un futuro, para este nuevo coronavirus. “Es muy difícil ser tan ignorantes en ciertos aspectos de esta enfermedad, no saber qué paciente va a progresar, no entender muchas de las situaciones que se dan, pero al mismo tiempo esa tristeza por la ignorancia se convierte en preguntas y en retos para el conocimiento y así lo hemos asumido”, afirma Anaya. 

Lee también La historia de un hito: el aislamiento del virus en Colombia. Y consulta todos los contenidos del especial Entreabierta: Colombia en pospandemia.

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