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Edición 103

event 06 Octubre 2022
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Ángela María Páez Rodríguez
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  • Stefany sin E

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    El nombre es, quizá, lo primero que recibimos al nacer. Lo llevamos con nosotros toda la vida. Con el pasar de los meses aprendemos a responder al llamado de esa formación sonora y luego es tal vez lo primero que escribimos en un cuaderno. El nombre es una especie de defensa personal que nos sigue acompañando hasta después de la muerte. A Stefany la registraron con S y sus amigas cuentan que odiaba que le pusieran la E al inicio de su nombre. Pero eso no lo sabían muchos; no lo sabían algunos medios de comunicación que informaron sobre su muerte ni tampoco muchos de los universitarios que lamentaron su pérdida.

     

    Stefany Orrego

    Ilustración: Paulina Mesa Loaiza

    Stefany Orrego Bedoya era estudiante del pregrado en Química de la Universidad de Antioquia. Murió el 8 de junio de 2022 en una casa del barrio Chagualo, a pocas cuadras del campus universitario. Los hechos que llevaron a su muerte siguen siendo confusos y de lo único que hay certeza es que en esa casa algunas personas estaban manipulando explosivos artesanales. Hasta ese miércoles, el nombre de Stefany no aparecía en las noticias ni en las conversaciones de la Universidad, solo sus amigos y algunos conocidos sabían qué le gustaba hacer o cuáles eran sus sueños. Sin embargo, debido a las circunstancias de su muerte, los aspectos que rodeaban su vida entraron en una discusión pública. Ahí comenzó la disputa por su memoria.

    El accidente que acabó con la vida de Stefany sucedió en el marco de la conmemoración del Día del Estudiante Caído. Como todos los años, el 8 y 9 de junio, la comunidad universitaria recuerda a los estudiantes que perdieron la vida mientras luchaban por sus causas. Esos días, en la UdeA y en muchas otras universidades públicas, grupos de encapuchados detonan explosivos y se enfrentan a los grupos antidisturbios de la Policía.

    El rumor de la explosión corrió con rapidez por los grupos de WhatsApp y Facebook de los estudiantes y no tardó en ser de interés para los medios locales. Mientras la noticia empezaba a circular, todavía con imprecisiones, varios encapuchados “tropeleaban” en la Universidad. A pesar de que el campus fue evacuado, los enfrentamientos continuaron durante varias horas. Esa tarde solo se sabía que una explosión cerca de la Universidad había dejado varios heridos, entre ellos, una mujer muy joven que estaba en delicado estado de salud.

    A eso de las 10 de la noche de ese miércoles, el entonces suspendido alcalde Daniel Quintero publicó un tuit anunciando que la mujer joven era una estudiante de la UdeA y había muerto. Escribió un nombre: Estefany, con E.

    Los medios de comunicación replicaron la información del trino y, esa misma noche, las redes sociales de los medios se llenaron de mensajes de odio y desprecio. El debate público no esperó a conocer los motivos que la pusieron en esa casa el día de la explosión. En medio de la confusión había una certeza: Stefany estaba muerta.

    Stefany no era una estudiante foránea, pero tres semanas antes había decidido irse de su casa. Hilda Bedoya, mamá de Stefany, cuenta que “estaba estudiando de lunes a sábado y trabajaba turnos en un puesto de tintos de la Universidad. Le acaban de hacer contrato en una cervecería en El Poblado de donde salía a medianoche o a las dos de la mañana, entonces, había ido a quedarse donde unos amigos que vivían ahí, porque ella salía muy tarde y entraba a estudiar a las seis o siete de la mañana. Se quedaba en esa casa para alcanzar a dormir unas horitas”.

    Luego de la noticia del alcalde, algunos periodistas quisieron profundizar en la historia de Stefany, pero solo El Colombiano buscó a Hilda para escuchar de su voz lo que quería contar de su hija. Ese perfil resaltó facetas de su vida distintas a las condiciones que la llevaron a su muerte. Describió su gusto por los girasoles, la pintura y los musicales, así como de su necesidad de defender los derechos humanos. La inmediatez de la nota, tal vez, no permitió ver algunos claroscuros de su vida.

    Stefa, como la llaman sus familiares y amigos, había cumplido 19 años el 26 de mayo. Estudió hasta noveno en Bello, y decidió terminar el bachillerato en el Inem José Félix de Restrepo para estudiar una media técnica en Química.  Al momento de graduarse, por su rendimiento académico, la Alcaldía de Bello le ofreció la beca Galileo 2.0 para que estudiara en cualquier universidad privada, sin embargo, como lo recuerda Manuela Zuluaga, amiga de Stefany y también merecedora de este estímulo, Stefany decidió no aceptar la oferta: “Yo le insistí para que escogiera una universidad privada, y ella me dijo: ‘No, Manu. Me voy a la pública’”.

    La primera vez no pasó a la UdeA. La segunda vez lo logró. Al fin iba a estudiar Química como lo había soñado en la adolescencia. En 2021 empezó el pregrado desde casa debido a la pandemia. A pesar de ser una estudiante destacada durante el colegio, surgieron otras situaciones que dificultaron ese inicio de su vida universitaria.

    “Stefa tenía un problema mental de ansiedad generalizada y depresión. En el primer semestre, que fue virtual, el encierro fue lo peor. Le era muy difícil estar encerrada, y estar en la casa para ella se volvió un caos. Casi no podía, no le daba, me decía: ‘Mami, casi no soy capaz de retener nada’. Casi no termina ese primer semestre”, cuenta Hilda. Al día siguiente de la explosión, de nuevo grupos de encapuchados salieron a lanzar explosivos y a confrontar a la Policía. Ahora a la segunda fecha de conmemoración del Día del Estudiante Caído se sumaba la muerte de Stefany.

    Así fue contada esa jornada de protesta en “Qué pasa en la U?”, un perfil de Instagram que publica información y noticias sobre las universidades públicas: “El 9 de junio una mariposa recorría la Universidad de Antioquia, su nombre era Estefany, por siempre la recordaremos. Salen grupos de primera línea y grupos de defensa popular y realizan tropel conmemorando la compañera Estefany”. De nuevo Estefany, con E.

    “Creo que no es lo mismo para los estudiantes de la Universidad, no es el mismo sentimiento. Cuando pasó, duró unos poquitos días, todo el mundo hablaba de Stefany, pero pasó una semana y ya, todo volvió a la normalidad. La gente siguió con su vida. Y no, para las personas que realmente coexistíamos en su mundo no es fácil, no es algo de una semana”, dice Darcy Vargas, maquilladora profesional y amiga de Stefany de la academia donde ambas bailaban.

    Aun así, en ninguno de los comunicados de los grupos que hicieron el tropel de ese día se nombraba a Stefany. Eso sí, algunas paredes de la Universidad fueron rayadas con un “Stefany vive” y en medio de los enfrentamientos con la Policía, en la plazoleta Barrientos al costado de la calle Barranquilla, dos estudiantes alzaron una tela con un mensaje: “Stefany vive en el fragor de la lucha”.

    Para los grupos clandestinos y de encapuchados de la Universidad, Stefany es una estudiante que murió en la lucha, sin embargo, Jéssica Manco, amiga de la infancia y estudiante de Ingeniería Química, dice que “en la Universidad hubo quienes se aprovecharon de la muerte de Stefany, dando por sentado que ella era cierto tipo de persona. Apropiándose de la muerte de alguien que ni siquiera conocían para darle validez a sus propias ideologías”.

    Las versiones se contraponen. Algunos hablaron de Stefany con E en las velatones y los homenajes que se organizaron en la Universidad, especularon sobre lo que ocurrió o sobre su supuesta cercanía a grupos clandestinos. Por otro lado, está la Stefany sin E a quien recuerdan su mamá y sus amigas, la que estaba convencida de que las manifestaciones sociales pacíficas eran una forma de expresar inconformidad con el Gobierno.

    “Yo me tengo que ir, mamá. Yo no me voy a quedar aquí manicruzada sin hacer nada como ustedes, dejando que los gobiernos hagan lo que se les dé la gana”, recuerda Hilda que Stefany le dijo, en medio de una discusión que tuvieron porque ella no estaba de acuerdo con que saliera a una manifestación en la época del estallido social del 2021. Además de ser estudiante universitaria, Stefany era artista. Desde 2016 bailaba en la Academia Diamonds y también pintaba de forma empírica en acrílico. Al ver su talento un primo de su padre le patrocinó unas clases para perfeccionar la técnica. Ya había logrado exponer sus cuadros en un café de arte en Bello y pintaba por encargo para generar sus propios ingresos.

    Una de las obras que más recuerdan sus cercanos es el mural de un gran corazón que realizó en compañía de otro artista en el marco del Décimo Campamento en Defensa y Resignificación del Territorio en La Choza de Marco Fidel Suárez, en Bello. Hasta ahí llegaron familiares, amigos y universitarios por varias noches para conmemorarla. Sin embargo, Camila y Jéssica recuerdan con tedio la noche del 10 de junio, cuando ya Stefany había sido sepultada y muchos estudiantes se dieron cita ahí con velas y flores. De un momento a otro, una masa de personas empezó a entonar arengas y a recitar “La milonga del fusilado”:

    Mi voz la que está gritando mi sueño el que sigue entero y sepan que solo muero si ustedes van aflojando porque el que murió peleando vive en cada compañero

    Las amigas de Stefany se sintieron incómodas, molestas, tristes. También se cuestionan por qué al día siguiente de su muerte los encapuchados salieron a “tropeliar”. Para ellas no tiene sentido, esperaban silencio, quietud, respeto por la muerte violenta de su amiga. Pero sucedió todo lo contrario: un gran enfrentamiento, muchas explosiones y hasta un encapuchado salió con un machete. La Universidad cerró y canceló todas las actividades. Esa noche se había programado una velatón en la plazoleta Barrientos y, debido a los enfrentamientos, muchos no asistieron.

    Leyder Perdomo Ramírez es abogado y profesor de la Universidad de Antioquia. Se ha dedicado a estudiar e investigar la violencia tanto en la ciudad como en el campus y explica que los grupos de encapuchados “revindican la vida en el sentido político. Ellos lo hacen a partir del sacrificio. Hacen una reivindicación valiosa pero limitada porque se quedan en que el estudiante dio la vida. Y no la dio, la perdió”.

    Cada una de las partes que construye la memoria de Stefany está ubicada en un extremo opuesto de la otra. Se incomodan entre ellas. Son diferentes versiones sobre quién era y cómo debería ser recordada. Cada parte se siente dueña de la verdad y entre ellas se reducen o se ignoran. Coinciden, eso sí, en que a Stefany le importaba la situación del país y tenía una participación activa en la movilización social, pero justamente ese interés es el más controversial y lo que más suspicacias causa sobre su muerte.

    Sus amigas dicen que ella apoyaba las manifestaciones pacíficas, su mamá sabía que asistía a marchas con sus amigos y a algunas asambleas de la Universidad. Pero los grupos clandestinos y encapuchados, que creen que se debe estar dispuesto a dar la vida por las ideas, revindican en sus “pintas” y sus acciones que murió “en el fragor de la lucha”. Entre tanto, algunas personas en internet lamentan su muerte, otras dicen que se lo merecía, se burlan y la señalan de “guerrillera” y “vándala”. Y muchos la olvidan. La memoria de Stefany recién se comienza a escribir.

    Algunos la recordarán como Stefany y otros como Estefany según sus propias conveniencias. Quizá, cada 8 y 9 de junio será recordada y usada como un símbolo del Día del Estudiante Caído. O quizá no.

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